Matar la cura de la pobreza
Por Mark W. Hendrickson
El Diario Exterior
En el 2005, el Center for Vision and Values celebró una conferencia acerca de la pobreza en Estados Unidos y los distintos enfoques para aliviarla. Durante la sesión de ruegos y preguntas tras una de las participaciones, un estudiante del Grove City College preguntó qué acciones estaba tomando el centro para ayudar a los pobres. Buena pregunta. Mientras que la respuesta corta es, «Más de las que usted es consciente», yo espero que el estudiante se plantee asimismo la pregunta mucho más importante de, «¿Qué voy a hacer yo por la pobreza?»
No creo que haya nadie en América — progre o conservador, ateo o cristiano — crea que la pobreza es algo bueno o que no le guste ver vencida la pobreza. Las diferencias de opinión emergen cuando la conversación pasa a las estrategias. Los progresistas tienden a preferir programas gubernamentales que utilizan los impuestos — dinero que es recaudado con coacción — para financiar diversos programas públicos anti pobreza. Los libertarios prefieren, y la mayor parte de los conservadores tienden a preferir, iniciativas del sector privado que están financiadas mediante donaciones voluntarias. Los progresistas están satisfechos dando dinero a esta causa, a aquella o a la de más allá, mientras sea el dinero de otras personas. Yo llamo a esto «la tentación progre». Los conservadores y los libertarios son más dados a reconocer que tienen una responsabilidad personal para con donar libremente tiempo o dinero para trabajar en favor del objetivo deseado. Existe una enorme diferencia entre obligar a los demás a lo que tú piensas que es importante y hacer buenas obras por ti mismo.
Los cristianos que resultan ser progresistas políticos son aficionados a citar versos de las escrituras que exhortan a los fieles a realizar obras de caridad. En realidad, hay muchos versos así, y realmente dicen lo que dicen. Pero lo que los progresistas no ven invariablemente es que la Biblia no dice en ninguna parte que sea el deber del cristiano obligar a los demás a hacer obras de caridad; en su lugar, se espera que los propios cristianos realicen esas obras. En la Biblia no hay caridad a distancia. La verdadera caridad procede del impulso espiritual interior, no de la compulsión política externa. Esa es la diferencia esencial entre el César y Cristo. El enfoque progresista sobre la pobreza también se evidencia como problemático en su mentalidad anti-capitalista y anti-empresarial. Los progresistas se califican a sí mismos de ser los buenos por iniciar programas gubernamentales para ayudar a los americanos de medios modestos al tiempo que desprecian a los empresarios como seres egoístas y no tan morales [como ellos], en la búsqueda egoísta y moralmente inferior de beneficios. Éste es un juicio indebidamente duro de los empresarios; en realidad, es espectacularmente ignorante y perversamente injusto. A una persona puede no gustarle el trajín diario de empresas o empresarios individuales que se comportan de manera abusiva, y están completamente justificados en verse repelidos por la conducta ilegal. Sin embargo, existe un dato histórico vital que los progresistas anti-empresa generalmente pasan voluntariamente por alto: el papel de los negocios en la reducción de la pobreza.
A lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad, las masas de seres humanos han sido desgraciadamente pobres. Solamente en los últimos siglos grandes cifras de personas han salido de la pobreza. ¿Cuál ha sido el agente de un cambio tan fundamental? Las empresas que buscan beneficios. Desde los albores de la Revolución Industrial, las empresas han sacado a más gente de la pobreza que todas las iglesias, organizaciones de caridad y programas gubernamentales (nacionales o multilaterales — como el Banco Mundial) juntos. Mire la historia de Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Hong Kong, Singapur, Chile, Corea del Sur y ahora China y la India. Dondequiera que usted mire, el estándar de vida se eleva allí donde se permite que los negocios florezcan.
De modo que, ¿Qué está haciendo el Grove City College por socorrer a los necesitados? Directamente nada. Después de todo, es una institución universitaria, no una organización de caridad. El Grove City estaría engañando a sus clientes si les cobrase por una educación de alto nivel y después desviara una parte de las matrículas a programas no educativos. Indirectamente sin embargo, es harina de otro costal. Al contrario que la mayor parte de los centros, el Grove City respalda, defiende y promueve enérgicamente el sistema de libre empresa que es la clave para reducir la pobreza en la tierra. Forma a sus estudiantes en materia de temas acuciantes como la pobreza con el fin de que estén dotados para tomar decisiones formadas y provechosas a la hora de tratar esos problemas. Inculca valores cristianos, tales como la compasión y caridad hacia el prójimo, e insta a los estudiantes a encontrar sus propias maneras individuales de expresar esa atención. En respuesta a la pregunta de la joven, yo diría, «el Grove City College Grove está haciendo todo lo que se puede esperar que haga razonablemente».
Ahora mire en el espejo y plantéese si se puede decir lo mismo de usted. Y cuidado con la tentación progre.
Mark W. Hendrickson es docente, economista y académico colaborador del Center for Vision and Valores del Grove City College.
- 23 de julio, 2015
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