El sargento Pepper cumple cuarenta
Las estrellas de la canción hoy fundan ONGS, acuden al conciliábulo de Davos y firman manifiestos contra el cambio climático. Hace cuarenta años los grandes de la música «pop» tenían a sueldo un «gurú» hindú que les daba paz y les enseñaba a ser buenos chicos, además de millonarios. En 1967 hubo un giro, cuando los Beatles renovaron su propia música en «Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band». Alguna de aquellas canciones se cruzó en nuestra vida, cuando los años sesenta culminaban su poder de ilusiones ficticias.
Quien esto firma se confiesa más amante del jazz que del «pop», incluso en aquellos años, pero hubo algo en el álbum «Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band» que fue directo al espíritu -extraviado o certero- de los tiempos, muy poco antes del estallido de 1968. En realidad, lo más sustancial de 1968 no sería el psicodrama de París -Aron «dixit»- sino la primavera de Praga. Para quienes vivieron la ilusión de aquel mayo, el virus todavía hace efecto, y a pesar de haber moderado sus posiciones políticas e ideológicas, mantienen una lealtad post-adolescente con aquellas jornadas en las que todos lanzaron su adoquín contra el mundo para luego ver cómo De Gaulle quedaba electoralmente reforzado.
Sin saber muy bien por qué razón, nos gustaba que en la abigarrada cubierta de «Sgt. Pepper´s» aparecieran, entre tantos otros, Oscar Wilde, Aldous Huxley -aunque seguramente por sus experimentos con drogas- o Marlene Dietrich. Todo era, claro está, muy psicodélico, y tuvo impacto en aquellos pisos de estudiantes que aprendíamos a hervir pasta italiana y asistíamos a confusas asambleas universitarias en las que se pedía a la vez democracia «real» y revolución. Faltaban no pocos años para la transición a la democracia. Fumábamos «celtas» y pocos sabían de la existencia del «porro». A unos nos importó más la música que el mensaje; otros vieron en el psicodelismo la puerta de un nuevo sentido de los sentidos. La canción «Lucy in the Sky with Diamonds» fue considerada un himno al LSD. De ahí a Katmandú, el peregrinaje estaba a punto.
En 1967, el «Libro Rojo» de Mao encandilaba a los intelectuales de Occidente y masacraba China, la pintura «pop» americana triunfaba, aparecían en España las bombonas de butano, fallecía Adenauer, comenzaban los trasplantes de corazón, el Supremo declaraba ilegal Comisiones Obreras, los coroneles tomaban el poder en Grecia, moría Azorín y Lezama publicaba «Paradiso». Ese fue el año de la guerra de los Seis Días. Che Guevara recibía un tiro en el corazón, en una aldea de la selva boliviana.
Con «Sgt. Pepper´s», la beatlemanía recuperaba terreno, entraba en otra fase, incorporaba instrumentos -el sitar, con exotismo- y aumentaba sus registros de forma apabullante. Técnicamente, el resultado era insólito, según los más entendidos. Un eclecticismo de vértigo contagió toda la música del momento. De nuevo los Beatles se situaban en primera fila, en junio de 1967.
En España, Franco designa jefe de Gobierno al almirante Carrero Blanco, Los Brincos cantan «Lola» y Los Bravos triunfan con «Black is black» o «Los chicos con las chicas». Era una temporada con Gelu, Jeannette, Karina. Estábamos con los pantalones vaqueros, los «Lacoste», los mocasines y alguna media melena. La sociedad española iba evolucionando con rapidez y en muchos frentes, mientras que el régimen político se estaba quedando atrás, anclado por su propia naturaleza autoritaria y por sus orígenes. Eso eran los años del desarrollo, pero en 1967 se constata la tasa menor de crecimiento entre 1961 y 1969. La España rural decrecía de forma espectacular, con lo que la urbanización se expande. Llegan oleadas de turistas.
Vivimos hoy entre la añoranza y la desmemoria, convirtiendo motas del pasado en momentos privilegiados o reduciendo tramos de la Historia a secuencias de vacío. La memoria selectiva de los políticos nos contagia. Por suerte, los cuarenta años de «Sgt. Pepper´s» de los Beatles son algo especial y está más en manos de la mitomanía generacional que de las deformaciones de la memoria histórica. Para muchos, significará más que la batalla del Ebro. Lo que va de entonces a la incertidumbre de hoy sirve, en todo caso, para corroborar que nada está escrito y que el determinismo histórico fue un fraude mayor del siglo pasado.
Tiempos del sargento Pepper, hace cuarenta años.
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