América Latina: ¿a paso lento o declinante?
Editorial – El Mercurio
Para América Latina, el año que finaliza parece, más bien, melancólicamente anodino: no registra retrocesos que lamentar ni progresos que merezcan celebrarse. El crecimiento económico y la renovación democrática exhibidos este año fueron insuficientes para darle un impulso significativo y relevarla de su muy modesta medianía política, económica e internacional. Subsisten las débiles y anacrónicas instituciones internas e interamericanas, que, paradójicamente, en vez de fortalecerla en el concierto mundial, le restan influencia y, en su conjunto, la rezagan respecto de las demás economías emergentes.
Los elevados precios de las materias primas, los reducidos costos de los financiamientos externos y otros beneficios de la globalización no fueron suficientemente capitalizados por el grueso de América Latina.
En el magro crecimiento promedio inciden signifi-cativamente la baja tasa de Brasil, así como la persis-tente reticencia a introducir reformas que mejoren las políticas sociales y que aceleren la inversión y la aper-tura a los mercados externos. A pesar del generalizado compromiso con los equilibrios fiscales y monetarios, actualmente son varios los gobiernos latinoamericanos que miran con desconfianza las liberalizaciones de sus predecesores, prefieren el asistencialismo a la focalización del gasto social, e insisten en mantener barreras al emprendimiento y al comercio. Ejemplos del estatismo prevaleciente son la inviabilidad política de la privatización de gigantescas empresas estatales, como Codelco y Enap, en Chile; Petróleos de Venezuela S.A. (Pedevesa) y Petróleos Mexicanos (Pemex), así como los conflictos y rechazos a los inversionistas extranjeros que se observan en la región.
En lo político, la culminación ordenada de las elecciones presidenciales en la casi totalidad de América Latina ha favorecido el continuismo de los partidos gobernantes y la estabilidad de la democracia, frustrando sendas candidaturas populistas en México y Perú. Pero la debilidad y desprestigio de los partidos políticos y de los sistemas judiciales, la corrupción, la opacidad en el manejo del gasto fiscal y la burocracia y politización del servicio público continúan afectando, con penosa frecuencia y extensión, la calidad y gestión de la democracia.
Entre los rasgos novedosos de este año que requieren atención, cabe consignar que hay señales de disminución de los contrapesos a los poderes presidenciales en numerosos países -un fenómeno que no es posible aún diagnosticar como constitutivo de tendencia, pero que si lo fuera, probablemente no tendría buenos resultados para el perfeccionamiento de la democracia en el continente-. También se detectan dificultades para la gobernabilidad en México, inquietudes por la inestabilidad de Ecuador y Bolivia, y escepticismo sobre los cambios que podrían surgir del gobierno de Raúl Castro en Cuba.
La retórica integracionista sigue caracterizando a Latinoamérica, no obstante la multiplicidad de cumbres presidenciales y de la profusión de organismos regionales y subregionales. La acentuación de visiones distintas y de ideologismos conducen a que el Mercosur y la Comunidad Andina experimenten problemas internos de consideración, y que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) haya sido descartado y reemplazado por el acuerdo «bolivariano» (ALBA), de dudosa factibilidad. Las esperanzas puestas en la renovación de la OEA, el más antiguo organismo de coordinación regional, no han sido cumplidas. El otrora mecanismo de concertación política latinoamericana, el «Grupo de Río», languidece, y su aparente sucesor, la Comunidad Sudamericana, excluye a la principal economía de la región -México-, y no parece dar frutos concretos.
En este vacío surgen nuevas fragmentaciones, como la que pretende liderar Venezuela. Varios países prefieren hoy ignorar que la política de apertura unilateral y de acuerdos bilaterales de libre comercio seguida por Chile desde hace décadas resulta ser más eficaz para integrarse a los mercados mundiales.
Sin embargo, por esa misma senda parecen inclinarse ahora otras naciones de la cuenca del Pacífico sudamericano -lo cual es positivo.
Desde la perspectiva mundial, mientras Estados Unidos y la Unión Europea, acuciados por otras prioridades, siguen mostrando un evidente desinterés por Latinoamérica, Rusia intenta acercarse a través del abastecimiento militar, en tanto que China lo hace mediante un creciente intercambio comercial.
Lamentablemente, en un plazo previsible no parece probable revertir esta insuficiente atención mundial y alcanzar la necesaria modernización política y económica latinoamericana, sin un cambio responsable y sustancial en sus políticas públicas e integración. El inmovilismo, la demagogia o la incapacidad para introducir modernizaciones seguirán produciendo tensiones sociales e inestabilidades, y continuarán limitando las oportunidades de bienestar en América Latina. Por ahora, con muy escasas excepciones, no se observan en nuestros países fuerzas políticas con capacidad de mover al electorado con un convincente mensaje innovador, y empujar así los profundos cambios estructurales que requieren sus economías y un cambio de rumbo de sus visiones sociales -en suma, una renovación de las mentalidades.
- 31 de octubre, 2006
- 23 de julio, 2015
- 23 de enero, 2009
- 4 de septiembre, 2015
Artículo de blog relacionados
Por Patricio Navia Infolatam Resulta difícil no sentir simpatía hacia Evo Morales, el...
27 de septiembre, 2007Instituto Juan de Mariana El tipo de interés de un préstamo tiene tres...
23 de agosto, 2011Por Hernán Felipe Errázuriz El Mercurio Cuando el ejército colombiano cruzó poco más...
15 de marzo, 2008Por Anton Troianovski The Wall Street Journal Buscan electricistas, plomeros y soldadores a...
28 de agosto, 2008