La encrucijada del Mercosur
Editorial – La Nación
El conflicto entre la Argentina y Uruguay por la instalación de dos plantas de pasta celulósica en la localidad uruguaya de Fray Bentos ha exhibido, en su real dimensión, la profundidad de la crisis en la que está inmerso el Mercosur. Debilitado por la paulatina imposición de restricciones al comercio intrazona, en lugar de la eliminación de barreras, el bloque regional ha ingresado en una fase cuya característica central es la incertidumbre.
Que Uruguay, uno de los miembros fundadores del Mercosur, haya comenzado las discusiones con los Estados Unidos para alcanzar un tratado de libre comercio es otro indicador contundente de las dificultades por las que atraviesa el bloque formado, además, por la Argentina, Brasil y Paraguay. El país oriental le exporta en la actualidad más productos a los Estados Unidos que a la Argentina y Brasil, mientras intenta adoptar un nuevo modelo de desarrollo para poder crecer sostenidamente y hacer frente a los compromisos contraídos en materia de endeudamiento público.
Es comprensible que el ritmo de la marcha del proceso de integración lo hayan marcado los dos países económicamente más poderosos, Brasil y la Argentina, pero es una contradicción que debilita el objetivo original ignorar reiteradamente los intereses de los dos socios menores, Paraguay y Uruguay. La repetición de estas actitudes por los dos socios mayores ha causado malestar en los gobiernos uruguayo y paraguayo, que consideran que el Mercosur tal como está hoy no les representa ningún beneficio. En ese contexto, un entendimiento bilateral con los Estados Unidos surge para esas dos naciones como una alternativa factible.
En el fragor de la discusión por la construcción de las dos plantas de pasta celulósica en la margen oriental del río Uruguay, el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, alertó sobre un probable abandono de su país del status de miembro pleno para convertirse en estado asociado, como Chile, Bolivia y Venezuela.
Una hipotética salida de Uruguay no debilitaría al Mercosur desde el punto de vista económico, pero lo dañaría políticamente. Un mercado común del Sur sería inconcebible sin la presencia uruguaya.
Este panorama sombrío no hace otra cosa que generar incertidumbre sobre el futuro del Mercosur y dudas respecto de la integración en América latina. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc), nacida en 1960 por decisión de once naciones, tras un período de fragilidad, fue sustituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), una formulación flexible que propició como eje central acuerdos de alcance parcial entre naciones de intereses más afines, bajo cuyo paraguas se creó el Mercosur. Entre ambos acuerdos, en 1969, seis países fundaron la Comunidad Andina de Naciones (CAN), luego abandonada por Chile y en trance de serlo por Venezuela.
El Mercosur, fruto del Tratado de Asunción de 1991, unió en una zona de libre comercio a sus cuatro naciones fundadoras en un proceso que demostró alto dinamismo, que pronto derivó en una unión aduanera diseñada en el Protocolo de Ouro Preto, en 1995. A partir de ello se alcanzaron una rápida integración y una expansión de sus mercados de bienes -no así de servicios- que permitieron imaginar un futuro con mayores ventajas, similares a las de la Unión Europea. Mientras tanto, logró adhesiones parciales de Chile y Bolivia y se impulsó su integración con la comunidad andina (CAN).
En el dinámico curso del Mercosur comenzaron a aparecer grietas, como las diferencias de status jurídico de las leyes de sus miembros y la internalización de las decisiones adoptadas para que adquirieran validez. Les siguen otras, como la inexistencia de conformación de un mercado único, evitando que una mercadería al ingresar por la aduana de un miembro deba tributar un nuevo arancel al ingresar en otro. O también la existencia de subsidios a la producción y exportación, así como la subsistencia de diferenciados aranceles de importación de extrazona que permanecen sin solución. Y al mismo tiempo parece haberse diluido la expectativa de valerse del Mercosur para lograr una mayor integración con el mundo.
En lugar de encontrar soluciones, la integración ha caído en más tropiezos. El caso de las plantas de pasta celulósica profundizó la crisis: los cortes de los puentes en Entre Ríos violaron groseramente el principio de libre circulación de bienes y personas y, por si ello fuera poco, no se apeló a los mecanismos de solución de diferencias del Mercosur, un elemento clave de la integración.
Esta crítica situación podría marcar un punto de inflexión del bloque regional, a partir del cual se le introduzcan mejoras que le permitan dar un salto de calidad y fortalecerse. Dependerá, claro está, de la voluntad y la visión política de sus líderes para trazar una agenda ambiciosa y posible, al margen de los problemas coyunturales que tanto han contaminado el proceso de integración.
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