La segunda vuelta en Chile
Editorial – La Nación
El próximo domingo los chilenos concurrirán a las urnas para formalizar la segunda vuelta de la elección presidencial. Cuando comience la veda política, a la medianoche de pasado mañana, concluirán las campañas relámpago que caracterizan a estas segundas vueltas y sólo restará aguardar el resultado.
Chile es, por mérito propio, el país cuyo desarrollo y modernización están a la vanguardia en América latina. Ha logrado ubicarse en el puesto decimocuarto entre las economías libres del mundo. Es el que más pobreza ha desterrado en los últimos cinco años y también el que más inclusión social ha conseguido. Disfruta de una apertura económica envidiable que le permite aprovechar plenamente el desafío de la globalización y sus oportunidades.
A eso cabe agregar que la democracia chilena puede estar orgullosa de un proceso electoral trajinado y cautivante, por el contenido del debate, y ejemplar, por las conductas de ambas coaliciones, que representan las visiones de las dos mitades de su población, pero comparten el rumbo común -garantía de éxito- que han sabido preservar y mantener más allá de las alternancias políticas.
En el fragor de la lucha electoral hubo incidentes duros, pero no inusuales. Como el que enfrentó a Sebastián Piñera con el jefe de campaña de Michelle Bachelet, el ex ministro de Educación, Sergio Bitar. Pero siempre se discutieron cuestiones sustantivas y privó una cuota ponderable de equilibrio, aun en los momentos más tensos.
Las campañas y, sobre todo, el debate entre ambos candidatos presidenciales no eludieron las cuestiones concretas y demostraron la interesante dimensión de los contendedores. Tanto la Concertación oficialista, que propugna el triunfo de Michelle Bachelet, como la Alianza de centro, que lidera Sebastián Piñera, con el propio Joaquín Lavín como su jefe de campaña, trabajaron intensamente hasta la arremetida final. Actuaron con altura, evitaron intimidar, se cuidaron de no demonizar al adversario y concentrados en las propuestas para el futuro, prescindieron del insulto y la bajeza. Todo un ejemplo por imitar.
Es cierto, sin elecciones no hay democracia. Pero la democracia es mucho más que poder sufragar. Es no violentar los delicados equilibrios constitucionales y respetar la independencia de la Justicia, saber tolerar, aceptar el disenso, debatir públicamente propuestas y contenidos concretos, participar activamente de la vida política, acatar la ley, garantizar a todos por igual las libertades y los derechos esenciales, responder abiertamente por la gestión pública, ocuparse de los excluidos sin usarlos políticamente, y querer, buscar y defender la paz social. Todo eso Chile lo sabe.
Las encuestas favorecen a Michelle Bachelet. Sus partidarios apuntan a obtener un 53 por ciento de los votos. Pero lo logrado hasta ahora por Sebastián Piñera, el aparente preferido por los centros urbanos, es francamente sorprendente. Quizá la clave final fincará en la forma en que votarán los demócratas cristianos. Está claro que su ala izquierda es parte de la Concertación. Pero es posible que quienes se han sentido incómodos con ese pronunciamiento opten ahora por Piñera, quien supo poner distancia entre él y Pinochet. Particularmente, porque el socialismo, que encabeza la Coalición, ahora parece estar dispuesto a girar un poco más a la izquierda.
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