¿Comercio entre iguales o entre desiguales?
La historia demuestra que los países que más comerciaron se hicieron más prósperos y civilizados. La razón indica que mientras más pequeños son las naciones, más tienen que comerciar internacionalmente. Es un error evitar acuerdos con miras a un comercio más libre del que actualmente existe, sobre la base de que quienes los proponen son más grandes, más desarrollados o más productivos
Si sólo pudiesen ser justos los acuerdos entre países “iguales”, rara vez habría comercio libre, porque es difícil imaginarse países que no tengan “asimetrías” entre ellos. Los venezolanos debemos ponerle mucha atención a lo que ocurre en países comerciantes como Chile. Con sólo 16 millones de habitantes, muy pobre hasta hace unos 25 años, que parece una isla perdida en el extremo sur del planeta, mantiene acuerdos comerciales con USA, Europa, China, México, y negocia con Japón y con India. Es por mucho el país más desarrollado y civilizado de América Latina. Su éxito no se debe exclusivamente a su vocación para el libre intercambio, pero en buena parte lo explica. Difícil argumentar que hayan perdido su soberanía y aumentado su pobreza desde que se dedicaron a comerciar con grandes y pequeños.
Cuesta mucho creer que países minúsculos y atrasados como los centroamericanos, o Vietnam, o Marruecos hayan estado tan equivocados al firmar un convenio hacia un comercio con USA más libre o menos restringido que el actual; o que países como los que forman la Asociación de Países del Sudeste Asiático conformada por naciones tan desiguales como Brunei, Camboya, Laos, Vietnam, Indonesia; Filipinas, Singapur, Myanmar, Malasia, Tailandia, busquen el libre comercio entre ellos mismos, y se dispongan en bloque a lograr otros acuerdos con China, con Japón y con Australia. Particularmente curioso es ver cómo China comunista también busca pactos y, curiosamente, exige que los países interesados en asociarse con ella, les certifiquen que la consideran como “economía de mercado”.
USA y Canadá presentan un problema para todos los países con vocación agrícola que quieren comerciar con ellos. Subsidian fuertemente parte de su agricultura, causándose daños entre ellos mismos y a quienes les quieren vender. Es lógica la exigencia de que se les hace para que los eliminen. Si los desarrollados cometen errores de esta naturaleza, los acuerdos pueden obligar su corrección. Para eso son las negociaciones. Lo peor que puede pasar es que países ricos y pobres mantengan sus mercados trancados. Si lo hacen, todos pierden, aunque hay que advertir, que más pierden los países pobres. Cierto que USA ha usado excusas deleznables para prohibir importaciones, pero también se ha demostrado que los tribunales internacionales imparciales han impartido justicia.
Ahora bien, cuando un país no es capaz de producir bienes o servicios apetecibles en el exterior, probable es que mire con repulsa la idea de los intercambios libres. Países que en tal estado de postración económica logren o rechacen acuerdos de libre comercio, de todas maneras tienen que quitarle los grilletes que soberanamente les han impuesto a sus propios sistemas productivos y a sus consumidores.
- 23 de julio, 2015
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