Elecciones y Economía en Perú
Libertad económica y Progreso
Por Daniel Córdova
El debate electoral en el Perú es todavía escaso en ideas. Los candidatos favoritos son evaluados más por sus antecedentes personales que por sus ideas o propuestas, ya que por estrategia son muy prudentes con los discursos de fondo.
Una forma de evaluar el pensamiento de cada candidato es observar cómo, caso por caso, relacionan la libertad económica con el progreso. Esto, desde nuestro punto de vista, nos permitirá percibir cuánto entienden del funcionamiento del mundo empresarial. Aquel mundo donde se genera la riqueza y del que los políticos están a la vez tan lejos y tan cerca.
La mayoría de políticos tiende a prometer que su gobierno generará más empleo, incentivará el progreso, mejorará las condiciones de vida de la población. Sus historias de éxito y fracaso, obviamente, han dependido de los medios que utilizaron para fomentar la economía.
El medio populista tradicional ha sido el de la intervención directa del Estado para forzar la igualación de los ingresos como sinónimo del desarrollo. La formula más radical fue la del gobierno militar de Velasco (1968-1975) basada en la expropiación de la propiedad privada, sea para distribuirla entre los trabajadores (campesinos, comunidad laboral), sea para poner burócratas a cargo de grandes empresas convertidas en estatales. Esta formula se complementó con otros tipos de intervención para decidir qué debía producirse (a través de la protección y favoritismo tributario hacia ciertas industrias) y qué nivel debían tener los precios de ciertos productos (controles de precios, controles cambiarios, etc.).
El populismo radical fracasó en el Perú. El costo lo pagamos con la debacle económica de las décadas de los setenta y los ochenta.
En contraste, las reformas que generaron una mayor liberalización de la economía y redujeron la presencia del Estado en la actividad empresarial –las cuales se hicieron a pesar de Fujimori en los noventa– explican la indudable mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población durante los últimos quince años. Mejora que en cierta medida explicaría la desconfianza el populismo tradicional que ahora observamos en la población.
Es pues probable que en el Perú, gran parte de la gente esté percibiendo la relación que hay entre libertad económica y progreso.
En primer lugar, porque la libertad económica genera competencia, y la competencia incentiva a los empresarios, grandes y pequeños, a producir con calidad y bajos precios. En contraste, la protección por el Estado a los grupos mercantilistas que, por ejemplo, se oponen al TLC con los Estados Unidos, no solo nos hace pagar más caro por los productos que se ofrecen para enriquecer a un puñado de empresarios. Además, los protegidos se adormecen al abrigo de la competencia.
En segundo lugar, porque el orden espontáneo de una economía libre, permite que las diferentes personas e instituciones vayan especializándose, acumulando conocimiento en lo que mejor saben hacer. Y en suma, la sociedad se hace más productiva. La “fatal arrogancia” del planificador, en cambio, que pretende decidir qué producir, cómo producir y a qué precios deben amanecer los productos, termina generando sociedades frustradas e injustamente empobrecidas.
La mejor manera de incentivar el progreso desde el Estado consiste en lograr un estado de derecho, con reglas claras que se cumplan y un marco institucional que reduzca los costos de hacer negocios, haga respetar los derechos de propiedad y así fomente la libertad emprender ¿Tendrá algún candidato la lucidez y valentía de proponerlo?
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