La Falacia del Plan Inmigratorio de Bush
La Nación (Buenos Aires)
MIAMI.- El nuevo plan inmigratorio del presidente George W. Bush para "devolver a su país natal a cada uno de los inmigrantes ilegales, sin excepción" y, al mismo tiempo, crear un programa de trabajadores temporarios, es una bobería total. Desgraciadamente, los otros proyectos inmigratorios que se están debatiendo en el Congreso norteamericano no son mucho mejores.
Antes de que les diga por qué probablemente ni el plan de Bush de 7500 millones de dólares para militarizar la frontera ni las otras dos propuestas -el proyecto de ley Kennedy-McCain y la iniciativa Kyl-Cornyn- lograrán detener la avalancha de inmigrantes ilegales a Estados Unidos, veamos los hechos.
No hay duda de que hay una crisis inmigratoria. Existen unos 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos -más del 80 por ciento latinoamericanos y caribeños- y dos tercios de ellos llegaron al país en los últimos diez años. Según la mayoría de los estudios, un récord de 500.000 inmigrantes ilegales están llegando anualmente a los Estados Unidos.
En California, Arizona, Texas y otros estados fronterizos crecen a diario las quejas de que los inmigrantes están saturando escuelas, hospitales y caminos. Y un grupo de alarmistas "mexicofóbicos" -como Lou Dobbs de CNN, y Samuel Huntington de la Universidad de Harvard- están aumentando la histeria antiinmigratoria, vaticinando que el estilo de vida norteamericano está por colapsar a raíz del flujo masivo de inmigrantes hispano-hablantes.
El gobierno de Bush propuso hace un par de semanas un aumento de 890 millones de dólares por año para reforzar el patrullaje en la frontera y "devolver a su país natal a cada uno de los inmigrantes ilegales, sin excepción", tal como planteó el director del Departamento de Seguridad Interior, Michael Chertoff. Al mismo tiempo, Bush propuso la creación de un programa de trabajadores temporales que les permitiría a los migrantes trabajar hasta seis años en el país, pero que los obligaría a regresar a su tierra, pasado ese período.
Otro plan, la iniciativa Kennedy-McCain, también propone aumentar el patrullaje en la frontera, pero agrega la posibilidad de que los trabajadores indocumentados puedan obtener el estatus legal. La iniciativa Kyl-Cornin, finalmente, combina un incremento de la militarización de la frontera con una mayor inmigración legal, pero hace más difícil a los inmigrantes ilegales obtener su estatus legal.
El problema con todas estas propuestas es que no atacan los dos problemas de fondo: primero, que no hay dinero que alcance para blindar por completo la frontera entre México y Estados Unidos. Segundo, que la inmigración ilegal continuará mientras continúe la inmensa brecha de ingresos entre México y Estados Unidos.
Mi conclusión: las propuestas basadas en la militarización de la frontera no sólo no van a funcionar, sino que van a ser contraproducentes.
Tal como señala un nuevo estudio del profesor Douglas S. Masse, de la Universidad de Princeton, pese a que el gobierno aumentó enormemente el presupuesto para la custodia fronteriza en los últimos 10 años, la inmigración ilegal se incrementó en proporciones aún más altas.
La razón es una disminución de la migración circular. Mientras más tropas se pongan en la frontera, más inmigrantes se movilizarán hacia Estados Unidos con sus familias completas, en lugar de solos, por miedo a que se les haga más difícil visitar su país natal y regresar en el futuro. Y los que ya están en Estados Unidos se quedan para siempre, porque cruzar la frontera se vuelve más caro y más peligroso.
Si Washington realmente quiere reducir la inmigración ilegal, debería empezar a contemplar planes más ambiciosos para reducir la brecha de ingresos entre Norte y Sur.
Debería inspirarse en el ejemplo de la Unión Europea, donde los países más ricos decidieron hace cinco décadas ayudar a construir escuelas y caminos en los países vecinos más pobres, a cambio de un compromiso de comportamiento económico responsable de estos últimos. Toda Europa se benefició.
Ya sé lo que muchos estarán pensando: Oppenheimer vive en la luna. Dado el actual clima político de Estados Unidos, centrado en la seguridad nacional, y con la histeria antiinmigratoria en muchos estados, la posibilidad de que Washington ponga en marcha una comunidad de la Américas al estilo europeo es nula.
Yo no lo creo así. Si los alemanes, franceses e ingleses llegaron a un acuerdo de ayuda mutua después de la Segunda Guerra Mundial, no hay razón para que los Estados Unidos y México no puedan expandir su actual tratado de libre comercio.
Es tiempo de reenmarcar el debate inmigratorio y de colocarlo en el contexto de la integración económica continental. De otra forma, Estados Unidos seguirá tirando dinero a un barril sin fondo.
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