No todos los desastres de California son naturales. Tomemos, por ejemplo, la floja economía del estado; la misma es el resultado de un número de artificiales tropiezos de las políticas publicas.
El reciente informe sobre el desempleo para el mes de agosto resaltó los problemas de California. El Estado Dorado tenía una tasa de desempleo del 9 por ciento, más de dos puntos por encima del promedio nacional del 6,7 por ciento, y cerca de tres puntos más alta que las tasas de desempleo de ex estados industriales como Michigan y Ohio.
No existe ninguna razón por la cual California no debiese tener siempre una economía dinámica. California posee vastos recursos, espacio, infraestructura y capital humano. El problema es que California posee además un establishment político y burocrático pensado para micro administrar la economía estadual, una receta para la decadencia económica en cualquier estado o país.
Comparemos a California con Hong Kong. A diferencia de California, Hong Kong es extremadamente poblado y tan pobre de recursos que es la única gran área económica del mundo que debe importar su propia agua potable. Y como si eso no fuese suficiente, dentro de cuatro años Hong Kong será engullida por completo por una nación comunista con 200 veces su población.
No obstante ello, la economía de Hong Kong está floreciendo. La tasa de desempleo en Hong Kong se encuentra por debajo del 2 por ciento y el índice de crecimiento económico oscila en alrededor del 6 por ciento. Los empleadores se están quejando de la falta de mano de obra. El mercado bursátil de Hong Kong también se mantuvo arriba todo el tiempo recientemente, y los valores de la propiedades subieron en más de un 30 por ciento durante el pasado año.
El secreto del éxito de Hong Kong es muy sencillo: permitirles a los individuos liberar su espíritu emprendedor— y mantener a los impuestos y a las regulaciones en un mínimo.
El reciente análisis del presupuesto de Hong Kong para 1993 elaborado por la firma contable de Peat Macwick deja también en claro el sentido común de la aproximación de la ex colonia británica a los bolsillos del público: “Durante los últimos años, el gobierno ha venido informando de sustanciales superávits presupuestarios. Una porción sustancial de esos superávits se deben a los menores gastos por parte de las dependencias gubernamentales … Al formular este presupuesto, el secretario de finanzas indicó que había adoptado dos estrategias para asegurar que el gasto público no creciese más rápidamente que la economía y para mantener un adecuado nivel de reservas a efectos de cumplir con los compromisos conocidos y proporcionar un amortiguador contra los cambios abruptos en las condiciones políticas y económicas mundiales.”
El presupuesto del secretario de finanzas declara que la alícuota máxima para el impuesto a las ganancias sobre cualquier residente de Hong Kong debiera ser del 15 por ciento, y que la tasa tope para las corporaciones en Hong Kong será del 17,5 por ciento, pero con generosas deducciones permitidas para sufragar parcialmente el equipamiento y los costos de nuevas plantas.
El típico trabajador profesional en Hong Kong no tiene deducciones de su paga, la manera más directa y más libre de burocracia de conferir poder económico que un gobierno puede convenir para sus ciudadanos. Y la libertad financiera para los trabajadores en Hong Kong ha sido también buena para las empresas, las cuales han asentado en los extendidos ahorros y en los fondos de inversión para impulsar el crecimiento económico.
Contrastemos ahora a Hong Kong con California, donde este año algunos individuos harán frente a una carga marginal del impuesto a las ganancias federal, estadual y local que se aproxima al 50 por ciento, y donde la carga tributaria para las corporaciones, contando a los impuestos federales, está bien por encima del doble que la de Hong Kong.
La alta carga impositiva de California refleja los crecientes gastos gubernamentales por encima del aumento en las ganancias y en la producción. Por ejemplo, de 1984 a 1990 el gasto financiado con los ingresos generales del estado se elevó más del 10 por ciento por año. La recesión de 1990-92 meramente intensificó una crisis financiera que ya se estaba erigiendo durante los relativamente prósperos años 80, una crisis provocada por una enajenación legislativa de los controles fiscales a los numerosos grupos de interés entusiasmados con la transferencia de ingresos desde los bolsillos de los contribuyentes a los suyos propios.
Unos de los principales beneficiarios del gasto gubernamental en auge fueron los empleados públicos de California. Wendell Cox y Samuel Brunelli del American Legislative Exchange Council recientemente demostraron que los ingresos reales de los empleados de los gobiernos locales se incrementaron tres veces más rápido que los de aquellos en el sector privado en California entre 1980 y 1990 (los empleados del gobierno estadual también ganaron más que aquellos en el sector privado).
Cox y Brunelli también estiman que si los empleados de los gobiernos locales y estadual hubiesen meramente percibido incrementos salariales equivalentes a los de aquellos en el sector privado, los costos anuales totales de los gobiernos locales y estadual hubiesen sido reducidos en $5,4 mil millones anuales en 1990.
Mi propia investigación estadística sugiere que California hubiese tenido un 50 por ciento más de crecimiento económico (incremento en el ingreso per cápita descontada la inflación) en los años 80 si no hubiese tenido el peso de los impuestos asociados con el financiamiento de la elevada paga de los empleados públicos así como también de otros incrementos en el gasto más allá del crecimiento de la economía. El excesivo crecimiento del gasto gubernamental durante los 80 también redujo el ingreso del californiano medio en más de $1.000.
Poniéndolo en términos simples, el sector privado es más eficiente que el gobierno. Las grandes corporaciones se encuentran reduciéndose para mantenerse competitivas, eficientes y rentables. En contraste, el Gobierno Grande no tiene ni competencia ni se preocupa por los beneficios. Y para la eficiencia, el típico burócrata gubernamental trata de incrementar el personal—disminuyendo así la productividad—en vez de reducirlo como lo haría un administrador del sector privado.
Y en California la perspectiva siempre amenaza con una regulación más debilitante y arbitraria—una manera de disfrazar a los impuestos—desde líneas de dependencias gubernamentales micro administrando cuestiones del medio ambiente, el uso de la tierra y de la seguridad de los trabajadores de formas desconocidas en Hong Kong. A diferencia de Hong Kong, el gobierno en California es una industria en crecimiento más preocupada con redistribuir los recursos que con permitir que los recursos sean puestos al servicio de crear abundancia para todos.
No sorprende entonces que la formación de capital en Hong Kong se encuentre en altos niveles históricos mientras que California debe ahora forcejear con los programas de más de 20 estados de los EE.UU. que intentan atraer a las empresas.
Y no sorprende que muchos californianos—tanto individuos como familias—estén votando con sus pies. Hong Kong no está dejando ingresar a la gente aún con la perspectiva de una amenazante toma del poder comunista. En contraste, unos 600.000 californianos abandonaron el estado el año pasado después de que 188.000 empleos fueran eliminados, produciendo un éxodo neto o pérdida de 150.000. En Utah, las compañías de mudanzas tienen que anunciar en los periódicos para que los conductores regresen los vehículos de fletes a California a efectos de que se los vuelva a cargar para trasladar a la siguiente familia.
No solamente la gente esta yéndose de California sino también las empresas— llevándose consigo los empleos. Y mientras todos leemos acerca de desplazamientos de perfil alto como la de Hughes Aircraft Co. de Canoga Park, igualmente importantes son las pérdidas no informadas de empleos potenciales por parte de firmas más pequeñas de California, las que simplemente no se están expandiendo debido al encajonamiento de las ganancias causado por la excesiva carga tributaria y la regulación estatal.
Pero todavía el gobierno estadual parece inconsciente del daño que ha causado y continúa imponiendo la mismas inoportunas políticas autoritarias basadas en la más falaz de las nociones, la del que el gobierno sabe mejor cómo gastar el dinero de los demás.
Unos $1,5 mil millones en nuevos tributos serán impuestos como una consecuencia del viciado presupuesto de 1993, después de permitir para la estratagema del estado expropiar ingresos tradicionalmente recaudados por los gobiernos locales. Otros $1,5 mil millones en impuestos infligirán otra salvaje paliza a la ya apaleada economía de California. Incluso un menor crecimiento económico, cesantías y menores empleos deberían esperarse.
Los individuos, las familias y las empresas asignan su dinero en usos más productivos que los burócratas, los reguladores y el gobierno en general. Es una lección que el prospero Hong Kong ha tomado en serio pero que una California en declive obviamente no lo ha hecho. Nos estamos aproximando al Siglo del Pacífico; tan sólo recemos para que California esté invitada a permanecer en el juego.
Traducido por Gabriel Gasave
Reviviendo a California
No todos los desastres de California son naturales. Tomemos, por ejemplo, la floja economía del estado; la misma es el resultado de un número de artificiales tropiezos de las políticas publicas.
El reciente informe sobre el desempleo para el mes de agosto resaltó los problemas de California. El Estado Dorado tenía una tasa de desempleo del 9 por ciento, más de dos puntos por encima del promedio nacional del 6,7 por ciento, y cerca de tres puntos más alta que las tasas de desempleo de ex estados industriales como Michigan y Ohio.
No existe ninguna razón por la cual California no debiese tener siempre una economía dinámica. California posee vastos recursos, espacio, infraestructura y capital humano. El problema es que California posee además un establishment político y burocrático pensado para micro administrar la economía estadual, una receta para la decadencia económica en cualquier estado o país.
Comparemos a California con Hong Kong. A diferencia de California, Hong Kong es extremadamente poblado y tan pobre de recursos que es la única gran área económica del mundo que debe importar su propia agua potable. Y como si eso no fuese suficiente, dentro de cuatro años Hong Kong será engullida por completo por una nación comunista con 200 veces su población.
No obstante ello, la economía de Hong Kong está floreciendo. La tasa de desempleo en Hong Kong se encuentra por debajo del 2 por ciento y el índice de crecimiento económico oscila en alrededor del 6 por ciento. Los empleadores se están quejando de la falta de mano de obra. El mercado bursátil de Hong Kong también se mantuvo arriba todo el tiempo recientemente, y los valores de la propiedades subieron en más de un 30 por ciento durante el pasado año.
El secreto del éxito de Hong Kong es muy sencillo: permitirles a los individuos liberar su espíritu emprendedor— y mantener a los impuestos y a las regulaciones en un mínimo.
El reciente análisis del presupuesto de Hong Kong para 1993 elaborado por la firma contable de Peat Macwick deja también en claro el sentido común de la aproximación de la ex colonia británica a los bolsillos del público: “Durante los últimos años, el gobierno ha venido informando de sustanciales superávits presupuestarios. Una porción sustancial de esos superávits se deben a los menores gastos por parte de las dependencias gubernamentales … Al formular este presupuesto, el secretario de finanzas indicó que había adoptado dos estrategias para asegurar que el gasto público no creciese más rápidamente que la economía y para mantener un adecuado nivel de reservas a efectos de cumplir con los compromisos conocidos y proporcionar un amortiguador contra los cambios abruptos en las condiciones políticas y económicas mundiales.”
El presupuesto del secretario de finanzas declara que la alícuota máxima para el impuesto a las ganancias sobre cualquier residente de Hong Kong debiera ser del 15 por ciento, y que la tasa tope para las corporaciones en Hong Kong será del 17,5 por ciento, pero con generosas deducciones permitidas para sufragar parcialmente el equipamiento y los costos de nuevas plantas.
El típico trabajador profesional en Hong Kong no tiene deducciones de su paga, la manera más directa y más libre de burocracia de conferir poder económico que un gobierno puede convenir para sus ciudadanos. Y la libertad financiera para los trabajadores en Hong Kong ha sido también buena para las empresas, las cuales han asentado en los extendidos ahorros y en los fondos de inversión para impulsar el crecimiento económico.
Contrastemos ahora a Hong Kong con California, donde este año algunos individuos harán frente a una carga marginal del impuesto a las ganancias federal, estadual y local que se aproxima al 50 por ciento, y donde la carga tributaria para las corporaciones, contando a los impuestos federales, está bien por encima del doble que la de Hong Kong.
La alta carga impositiva de California refleja los crecientes gastos gubernamentales por encima del aumento en las ganancias y en la producción. Por ejemplo, de 1984 a 1990 el gasto financiado con los ingresos generales del estado se elevó más del 10 por ciento por año. La recesión de 1990-92 meramente intensificó una crisis financiera que ya se estaba erigiendo durante los relativamente prósperos años 80, una crisis provocada por una enajenación legislativa de los controles fiscales a los numerosos grupos de interés entusiasmados con la transferencia de ingresos desde los bolsillos de los contribuyentes a los suyos propios.
Unos de los principales beneficiarios del gasto gubernamental en auge fueron los empleados públicos de California. Wendell Cox y Samuel Brunelli del American Legislative Exchange Council recientemente demostraron que los ingresos reales de los empleados de los gobiernos locales se incrementaron tres veces más rápido que los de aquellos en el sector privado en California entre 1980 y 1990 (los empleados del gobierno estadual también ganaron más que aquellos en el sector privado).
Cox y Brunelli también estiman que si los empleados de los gobiernos locales y estadual hubiesen meramente percibido incrementos salariales equivalentes a los de aquellos en el sector privado, los costos anuales totales de los gobiernos locales y estadual hubiesen sido reducidos en $5,4 mil millones anuales en 1990.
Mi propia investigación estadística sugiere que California hubiese tenido un 50 por ciento más de crecimiento económico (incremento en el ingreso per cápita descontada la inflación) en los años 80 si no hubiese tenido el peso de los impuestos asociados con el financiamiento de la elevada paga de los empleados públicos así como también de otros incrementos en el gasto más allá del crecimiento de la economía. El excesivo crecimiento del gasto gubernamental durante los 80 también redujo el ingreso del californiano medio en más de $1.000.
Poniéndolo en términos simples, el sector privado es más eficiente que el gobierno. Las grandes corporaciones se encuentran reduciéndose para mantenerse competitivas, eficientes y rentables. En contraste, el Gobierno Grande no tiene ni competencia ni se preocupa por los beneficios. Y para la eficiencia, el típico burócrata gubernamental trata de incrementar el personal—disminuyendo así la productividad—en vez de reducirlo como lo haría un administrador del sector privado.
Y en California la perspectiva siempre amenaza con una regulación más debilitante y arbitraria—una manera de disfrazar a los impuestos—desde líneas de dependencias gubernamentales micro administrando cuestiones del medio ambiente, el uso de la tierra y de la seguridad de los trabajadores de formas desconocidas en Hong Kong. A diferencia de Hong Kong, el gobierno en California es una industria en crecimiento más preocupada con redistribuir los recursos que con permitir que los recursos sean puestos al servicio de crear abundancia para todos.
No sorprende entonces que la formación de capital en Hong Kong se encuentre en altos niveles históricos mientras que California debe ahora forcejear con los programas de más de 20 estados de los EE.UU. que intentan atraer a las empresas.
Y no sorprende que muchos californianos—tanto individuos como familias—estén votando con sus pies. Hong Kong no está dejando ingresar a la gente aún con la perspectiva de una amenazante toma del poder comunista. En contraste, unos 600.000 californianos abandonaron el estado el año pasado después de que 188.000 empleos fueran eliminados, produciendo un éxodo neto o pérdida de 150.000. En Utah, las compañías de mudanzas tienen que anunciar en los periódicos para que los conductores regresen los vehículos de fletes a California a efectos de que se los vuelva a cargar para trasladar a la siguiente familia.
No solamente la gente esta yéndose de California sino también las empresas— llevándose consigo los empleos. Y mientras todos leemos acerca de desplazamientos de perfil alto como la de Hughes Aircraft Co. de Canoga Park, igualmente importantes son las pérdidas no informadas de empleos potenciales por parte de firmas más pequeñas de California, las que simplemente no se están expandiendo debido al encajonamiento de las ganancias causado por la excesiva carga tributaria y la regulación estatal.
Pero todavía el gobierno estadual parece inconsciente del daño que ha causado y continúa imponiendo la mismas inoportunas políticas autoritarias basadas en la más falaz de las nociones, la del que el gobierno sabe mejor cómo gastar el dinero de los demás.
Unos $1,5 mil millones en nuevos tributos serán impuestos como una consecuencia del viciado presupuesto de 1993, después de permitir para la estratagema del estado expropiar ingresos tradicionalmente recaudados por los gobiernos locales. Otros $1,5 mil millones en impuestos infligirán otra salvaje paliza a la ya apaleada economía de California. Incluso un menor crecimiento económico, cesantías y menores empleos deberían esperarse.
Los individuos, las familias y las empresas asignan su dinero en usos más productivos que los burócratas, los reguladores y el gobierno en general. Es una lección que el prospero Hong Kong ha tomado en serio pero que una California en declive obviamente no lo ha hecho. Nos estamos aproximando al Siglo del Pacífico; tan sólo recemos para que California esté invitada a permanecer en el juego.
Traducido por Gabriel Gasave
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