Desde Atlanta hasta Adelaida, los ciudadanos de las principales democracias industrializadas del mundo se encuentran preocupados respecto de la inmigración y del supuesto impacto pernicioso que la misma está teniendo sobre las economías y las culturas.
Estas inquietudes no son nuevas—Benjamín Franklin se preocupaba respecto de los inmigrantes alemanes y Alexander Hamilton afirmaba que “los EE.UU. ya han sentido los males de incorporar a una gran número de extranjeros.” Para mediados del siglo 19, algunos nativistas formaron un partido político cuyo principal objetivo era el de impedir a la inmigración de los supuestamente emigrantes inferiores y religiosamente (católicos) incompatibles.
Así ocurre hoy día. El economista George Borjas sostiene que los inmigrantes de la actualidad están menos preparados que aquellos del pasado. El periodista Peter Brimelow se preocupa respecto de la raza: “Los partidarios de la actual política inmigratoria deberían explicar…qué les hace pensar que las sociedades multirraciales funcionan.”
No obstante, la evidencia sugiere un cuadro diferente que el promovido por los críticos tanto de la cosecha pasada como del actual:
- Los inmigrantes han típicamente arribado relativamente pobres e improductivos pero aprenden rápidamente a adaptarse, con niveles de ingresos salariales aproximándose en promedio a los de los nativos estadounidenses tras una década o más desde su llegada.
- La inmigración no reduce las oportunidades laborales para los estadounidenses nativos. Ni existe evidencia, ya sea a comienzos de nuestra historia o en la actualidad, de que la inmigración conduzca a un desempleo creciente.
- El flujo inmigratorio actual es por lejos menor en relación al tamaño de la población al que existió durante gran parte de la historia de los EE.UU..
La noción de que los inmigrantes son una carga neta significativa sobre nuestra población es falaz. Si inciden de alguna manera, lo opuesto probablemente sea la verdad, en la medida que una relativamente joven población inmigrante reduce el gravamen para la Seguridad Social de proveer beneficios para los estadounidenses de mayor edad.
En el largo plazo, la inmigración eleva el ingreso y el producto nacional, y contribuye a mantener una sociedad dinámica y en crecimiento.
Put together, la evidencia demuestra que los intentos de reducir la inmigración son fundamentalmente desacertados. En verdad, respecto de muchas políticas públicas que reducen la asimilación económica no debería dudarse que tienen que ser modificadas o eliminadas, tales como la educación bilingüe o los esquemas de la asistencia pública que desalientan trabajar. No obstante ello, los Estados Unidos deberían reafirmar su compromiso de darle la bienvenida a las personas menos afortunadas de otras tierras.
Las restricciones inmigratorias no serán removidas de la noche a la mañana. Las mismas deberían al menos estar basadas en los principios del mercado, designadas para maximizar las contribuciones recibidas de los nuevos arribos. Gary Becker, galardonado con el Premio Nobel, tuvo una gran idea: vender las visas en el mercado abierto.
Los compradores de las visas serían en general aquellos con el mayor potencial económico. La proporción de inmigrantes con elevadas habilidades o motivación se incrementaría. Una estimación es la de que el gobierno recaudaría unos $12 mil millones en ingresos en conceptos de visas, los cuales podrían emplearse para un generalizado desahogo tributario, proveyéndole a los estadounidenses nativos alguna evidencia tangible de las gemas de la inmigración. Muchos inmigrantes que actualmente soportan un largo tiempo de espera y $10.000 o más en abogados de inmigración podrían lograr ingresar más prontamente, con mucha menos molestia y a un costo no mayor.
Quizás un empleo políticamente necesario de los fondos de las visas fuese el de proporcionarle apoyo financiero a los gobiernos en áreas del país con grandes influjos de inmigrantes, posiblemente para reducir la carga sobre los contribuyentes locales. Si es necesario para que la ley sea aprobada, algunos fondos podrían también ser utilizados para incrementar los esfuerzos de hacer cumplir las leyes inmigratorias, aceptando la proposición de que las leyes, aún las mal orientadas, deberían hacerse cumplir. Tal enfoque de las visas podría obtener el apoyo de los liberales y de los conservadores de libre-mercado deseosos de más inmigración, así como también de los conservadores culturales deseosos de “tomar medidas enérgicas” contra los inmigrantes ilegales. Podríamos terminar con inmigrantes más altamente productivos y una menor percepción de una “carga” sobre los estadounidenses nativos.
Traducido por Gabriel Gasave
Cobrarle el ingreso a los mejores inmigrantes
Desde Atlanta hasta Adelaida, los ciudadanos de las principales democracias industrializadas del mundo se encuentran preocupados respecto de la inmigración y del supuesto impacto pernicioso que la misma está teniendo sobre las economías y las culturas.
Estas inquietudes no son nuevas—Benjamín Franklin se preocupaba respecto de los inmigrantes alemanes y Alexander Hamilton afirmaba que “los EE.UU. ya han sentido los males de incorporar a una gran número de extranjeros.” Para mediados del siglo 19, algunos nativistas formaron un partido político cuyo principal objetivo era el de impedir a la inmigración de los supuestamente emigrantes inferiores y religiosamente (católicos) incompatibles.
Así ocurre hoy día. El economista George Borjas sostiene que los inmigrantes de la actualidad están menos preparados que aquellos del pasado. El periodista Peter Brimelow se preocupa respecto de la raza: “Los partidarios de la actual política inmigratoria deberían explicar…qué les hace pensar que las sociedades multirraciales funcionan.”
No obstante, la evidencia sugiere un cuadro diferente que el promovido por los críticos tanto de la cosecha pasada como del actual:
La noción de que los inmigrantes son una carga neta significativa sobre nuestra población es falaz. Si inciden de alguna manera, lo opuesto probablemente sea la verdad, en la medida que una relativamente joven población inmigrante reduce el gravamen para la Seguridad Social de proveer beneficios para los estadounidenses de mayor edad.
En el largo plazo, la inmigración eleva el ingreso y el producto nacional, y contribuye a mantener una sociedad dinámica y en crecimiento.
Put together, la evidencia demuestra que los intentos de reducir la inmigración son fundamentalmente desacertados. En verdad, respecto de muchas políticas públicas que reducen la asimilación económica no debería dudarse que tienen que ser modificadas o eliminadas, tales como la educación bilingüe o los esquemas de la asistencia pública que desalientan trabajar. No obstante ello, los Estados Unidos deberían reafirmar su compromiso de darle la bienvenida a las personas menos afortunadas de otras tierras.
Las restricciones inmigratorias no serán removidas de la noche a la mañana. Las mismas deberían al menos estar basadas en los principios del mercado, designadas para maximizar las contribuciones recibidas de los nuevos arribos. Gary Becker, galardonado con el Premio Nobel, tuvo una gran idea: vender las visas en el mercado abierto.
Los compradores de las visas serían en general aquellos con el mayor potencial económico. La proporción de inmigrantes con elevadas habilidades o motivación se incrementaría. Una estimación es la de que el gobierno recaudaría unos $12 mil millones en ingresos en conceptos de visas, los cuales podrían emplearse para un generalizado desahogo tributario, proveyéndole a los estadounidenses nativos alguna evidencia tangible de las gemas de la inmigración. Muchos inmigrantes que actualmente soportan un largo tiempo de espera y $10.000 o más en abogados de inmigración podrían lograr ingresar más prontamente, con mucha menos molestia y a un costo no mayor.
Quizás un empleo políticamente necesario de los fondos de las visas fuese el de proporcionarle apoyo financiero a los gobiernos en áreas del país con grandes influjos de inmigrantes, posiblemente para reducir la carga sobre los contribuyentes locales. Si es necesario para que la ley sea aprobada, algunos fondos podrían también ser utilizados para incrementar los esfuerzos de hacer cumplir las leyes inmigratorias, aceptando la proposición de que las leyes, aún las mal orientadas, deberían hacerse cumplir. Tal enfoque de las visas podría obtener el apoyo de los liberales y de los conservadores de libre-mercado deseosos de más inmigración, así como también de los conservadores culturales deseosos de “tomar medidas enérgicas” contra los inmigrantes ilegales. Podríamos terminar con inmigrantes más altamente productivos y una menor percepción de una “carga” sobre los estadounidenses nativos.
Traducido por Gabriel Gasave
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