El Comité Cox finalmente dio a conocer su largamente esperado informe, detallando las pérdidas de tecnología de los EE.UU. a través del espionaje chino y del lanzamiento de satélites estadounidenses. El informe, y gran parte del frenesí subsiguiente en la prensa, se centró en qué tecnología se había perdido, cómo los chinos la obtuvieron y si la administración Clinton fue negligente con respecto a la detención del flujo de los secretos. Casi no se le ha prestado atención alguna a la cuestión más importante—los efectos perjudiciales específicos sobre la seguridad de los EE.UU. de tales transferencias de tecnología. Esos efectos son muy propensos a ser sobre dimensionados.
Los republicanos conservadores—buscando un nuevo enemigo al cual combatir tras la Guerra Fría—han alimentado la exageración de los medios, efectuando la cuestionable aserción de que éste es el peor caso de espionaje en la historia de los EE.UU.. Los conservadores parecen haberse olvidado de que a fines de los años 40, Klaus Fuchs y Ted Hall les dieron a los soviéticos la bomba atómica. Cualquier tecnología que los chinos hayan obtenido mejora simplemente el arsenal de misiles nucleares de largo alcance de ese país, con los cuales ya puede atacar a las ciudades estadounidenses.
El Comité Cox afirma audazmente que «los secretos estadounidenses robados han ayudado al PRC a fabricar y a probar con éxito modernas armas termonucleares estratégicas,» pero se proporciona poca evidencia. Hasta la fecha, los chinos no han puesto en acción ningún arma que contenga tecnologías de los EE.UU.. El comité también «juzga que la próxima generación del PRC de armas termonucleares, actualmente bajo desarrollo, explotará elementos de la información robada sobre el diseño estadounidense.» Esa declaración podría ser probada como cierta, pero la cuestión clave es el grado de esa explotación. La Agencia Central de Inteligencia no fue capaz de determinar qué proporción de la información que los chinos obtuvieron fue robada (contra cuál fue obtenida de fuentes abiertas) y qué efecto ha tenido la misma en los avances chinos para el diseño de cabezas nucleares. Inserta en el informe del Comité Cox se encuentra una admisión de que la conclusión de la CIA es correcta: «Determinar el alcance bajo el cual las pérdidas de información del diseño aceleraron el desarrollo de las armas nucleares del PRC es complicado porque mucho se desconoce. El grado completo de la información de los EE.UU. que el PRC adquirió y la sofisticación de las capacidades del diseño autóctonas del PRC es confuso.» Howard T. Hawkins, segundo en el mando en la oficina de la no proliferación y de la seguridad internacional en Los Alamos y un estudioso de la fuerza nuclear china, no ve ninguna señal de mejoras substanciales en el arsenal chino que se encuentren basadas en la información nuclear estadounidense.
El Representante Norman Dicks de Washington, el miembro del comité por la minoría—repitiendo la opinión de muchos expertos—observó astutamente que el historial del éxito chino en la incorporación de tecnología extranjera en las armas no ha sido bueno. El informe Cox proporciona una ilustración: China necesitó más de 30 años para implementar su actual misil balístico intercontinental aprovisionado con combustible líquido—aún después de que los miembros emigrados del equipo de diseño de los EE.UU. para el programa del misil Titán en los años 50 les dieran ilegalmente a los chinos la tecnología de los EE.UU. en la cual el misil estaba basado.
Otro miembro del comité, John Spratt (demócrata por Carolina del Sur), también se distanció de una de las conclusiones principales del informe: «Los secretos nucleares de los EE.UU. robados, otorgan al PCR información del diseño sobre armas termonucleares en una pie de igualdad con los nuestros.» Spratt se opuso a esa declaración y observó que los Estados Unidos han tenido mucha más experiencia que China en construir armas nucleares (30.000 contra algunos pocos cientos) y en probarlas (cerca de 1.100 pruebas contra 50).
En la conferencia de prensa celebrada para lanzar el informe, Dicks y Spratt admitieron que las conclusiones del comité fueron escritas empleando un escenario del «peor caso». Defendieron ese enfoque como una manera de hacer sonar la alarma y entonces intentaron rápidamente «poner el informe en perspectiva.» Desafortunadamente, la verdad es mejor que las tácticas del espanto y las palabras escritas tienen vidas más largas que las advertencias orales después del hecho.
Incluso si China robó todos los secretos que el Comité citó y es capaz de eventualmente incorporar con éxito la tecnología, los militares chinos necesitarían ampliar dramáticamente su pequeño arsenal nuclear y abandonar su doctrina nuclear defensiva de la disuasión mínima, para plantear así una amenaza substancialmente creciente a los Estados Unidos. (Aumentado escuálidamente por la necesidad de apoyar a unos militares hinchados, caídos y anticuados, el modesto financiamiento para la defensa de China -$35 mil millones por año, comparado con el presupuesto de defensa de los EE.UU. de $290 mil millones- no puede ser capaz de apoyar a un brusco cambio nuclear.) Durante y después de la Guerra Fría, los chinos evitaron competir en la carrera armamentística nuclear entre los EE.UU. y los soviéticos y eligieron en cambio construir una pequeña fuerza nuclear vengativa (de aproximadamente dos docenas de cabezas nucleares hoy en día) que pudiese atacar las ciudades del oponente. En contraste, los Estados Unidos y Rusia aún poseen fuerzas nucleares ofensivas (más de 6.000 cabezas nucleares estratégicas cada uno) diseñadas primariamente para destruir los misiles de la otra nación en sus silos fortalecidos. Según Hawkins, dada la actual doctrina nuclear de China, incluso la joya de la corona del arsenal de los EE.UU.—la ojiva nuclear W-88—proveerá a China de beneficios mínimos.
Extrañamente, el informe Cox, en una conclusión que no fue destacada, dice de la mejor manera posible: «Aunque los Estados Unidos han sido las víctimas del espionaje sistemático, exitosamente apuntado contra nuestros diseños más avanzados de armas nucleares— y aunque el Selecto Comité juzga que el PRC explotará los elementos de esos diseños para su nueva generación de ICBM—los Estados Unidos retienen una abrumadora ventaja cualitativa y cuantitativa en las fuerzas nucleares estratégicas desplegadas.» A pesar de la histeria actual sobre el espionaje chino, esa superioridad nuclear extensa de los EE.UU. es probable que continúe en el futuro próximo.
Traducido por Gabriel Gasave
Espionaje nuclear chino: ¿Está garantizada la histeria?
El Comité Cox finalmente dio a conocer su largamente esperado informe, detallando las pérdidas de tecnología de los EE.UU. a través del espionaje chino y del lanzamiento de satélites estadounidenses. El informe, y gran parte del frenesí subsiguiente en la prensa, se centró en qué tecnología se había perdido, cómo los chinos la obtuvieron y si la administración Clinton fue negligente con respecto a la detención del flujo de los secretos. Casi no se le ha prestado atención alguna a la cuestión más importante—los efectos perjudiciales específicos sobre la seguridad de los EE.UU. de tales transferencias de tecnología. Esos efectos son muy propensos a ser sobre dimensionados.
Los republicanos conservadores—buscando un nuevo enemigo al cual combatir tras la Guerra Fría—han alimentado la exageración de los medios, efectuando la cuestionable aserción de que éste es el peor caso de espionaje en la historia de los EE.UU.. Los conservadores parecen haberse olvidado de que a fines de los años 40, Klaus Fuchs y Ted Hall les dieron a los soviéticos la bomba atómica. Cualquier tecnología que los chinos hayan obtenido mejora simplemente el arsenal de misiles nucleares de largo alcance de ese país, con los cuales ya puede atacar a las ciudades estadounidenses.
El Comité Cox afirma audazmente que «los secretos estadounidenses robados han ayudado al PRC a fabricar y a probar con éxito modernas armas termonucleares estratégicas,» pero se proporciona poca evidencia. Hasta la fecha, los chinos no han puesto en acción ningún arma que contenga tecnologías de los EE.UU.. El comité también «juzga que la próxima generación del PRC de armas termonucleares, actualmente bajo desarrollo, explotará elementos de la información robada sobre el diseño estadounidense.» Esa declaración podría ser probada como cierta, pero la cuestión clave es el grado de esa explotación. La Agencia Central de Inteligencia no fue capaz de determinar qué proporción de la información que los chinos obtuvieron fue robada (contra cuál fue obtenida de fuentes abiertas) y qué efecto ha tenido la misma en los avances chinos para el diseño de cabezas nucleares. Inserta en el informe del Comité Cox se encuentra una admisión de que la conclusión de la CIA es correcta: «Determinar el alcance bajo el cual las pérdidas de información del diseño aceleraron el desarrollo de las armas nucleares del PRC es complicado porque mucho se desconoce. El grado completo de la información de los EE.UU. que el PRC adquirió y la sofisticación de las capacidades del diseño autóctonas del PRC es confuso.» Howard T. Hawkins, segundo en el mando en la oficina de la no proliferación y de la seguridad internacional en Los Alamos y un estudioso de la fuerza nuclear china, no ve ninguna señal de mejoras substanciales en el arsenal chino que se encuentren basadas en la información nuclear estadounidense.
El Representante Norman Dicks de Washington, el miembro del comité por la minoría—repitiendo la opinión de muchos expertos—observó astutamente que el historial del éxito chino en la incorporación de tecnología extranjera en las armas no ha sido bueno. El informe Cox proporciona una ilustración: China necesitó más de 30 años para implementar su actual misil balístico intercontinental aprovisionado con combustible líquido—aún después de que los miembros emigrados del equipo de diseño de los EE.UU. para el programa del misil Titán en los años 50 les dieran ilegalmente a los chinos la tecnología de los EE.UU. en la cual el misil estaba basado.
Otro miembro del comité, John Spratt (demócrata por Carolina del Sur), también se distanció de una de las conclusiones principales del informe: «Los secretos nucleares de los EE.UU. robados, otorgan al PCR información del diseño sobre armas termonucleares en una pie de igualdad con los nuestros.» Spratt se opuso a esa declaración y observó que los Estados Unidos han tenido mucha más experiencia que China en construir armas nucleares (30.000 contra algunos pocos cientos) y en probarlas (cerca de 1.100 pruebas contra 50).
En la conferencia de prensa celebrada para lanzar el informe, Dicks y Spratt admitieron que las conclusiones del comité fueron escritas empleando un escenario del «peor caso». Defendieron ese enfoque como una manera de hacer sonar la alarma y entonces intentaron rápidamente «poner el informe en perspectiva.» Desafortunadamente, la verdad es mejor que las tácticas del espanto y las palabras escritas tienen vidas más largas que las advertencias orales después del hecho.
Incluso si China robó todos los secretos que el Comité citó y es capaz de eventualmente incorporar con éxito la tecnología, los militares chinos necesitarían ampliar dramáticamente su pequeño arsenal nuclear y abandonar su doctrina nuclear defensiva de la disuasión mínima, para plantear así una amenaza substancialmente creciente a los Estados Unidos. (Aumentado escuálidamente por la necesidad de apoyar a unos militares hinchados, caídos y anticuados, el modesto financiamiento para la defensa de China -$35 mil millones por año, comparado con el presupuesto de defensa de los EE.UU. de $290 mil millones- no puede ser capaz de apoyar a un brusco cambio nuclear.) Durante y después de la Guerra Fría, los chinos evitaron competir en la carrera armamentística nuclear entre los EE.UU. y los soviéticos y eligieron en cambio construir una pequeña fuerza nuclear vengativa (de aproximadamente dos docenas de cabezas nucleares hoy en día) que pudiese atacar las ciudades del oponente. En contraste, los Estados Unidos y Rusia aún poseen fuerzas nucleares ofensivas (más de 6.000 cabezas nucleares estratégicas cada uno) diseñadas primariamente para destruir los misiles de la otra nación en sus silos fortalecidos. Según Hawkins, dada la actual doctrina nuclear de China, incluso la joya de la corona del arsenal de los EE.UU.—la ojiva nuclear W-88—proveerá a China de beneficios mínimos.
Extrañamente, el informe Cox, en una conclusión que no fue destacada, dice de la mejor manera posible: «Aunque los Estados Unidos han sido las víctimas del espionaje sistemático, exitosamente apuntado contra nuestros diseños más avanzados de armas nucleares— y aunque el Selecto Comité juzga que el PRC explotará los elementos de esos diseños para su nueva generación de ICBM—los Estados Unidos retienen una abrumadora ventaja cualitativa y cuantitativa en las fuerzas nucleares estratégicas desplegadas.» A pesar de la histeria actual sobre el espionaje chino, esa superioridad nuclear extensa de los EE.UU. es probable que continúe en el futuro próximo.
Traducido por Gabriel Gasave
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