El plan de Bush es tan sólo “hacer algo”

10 de junio, 2002

Respondiendo a las embarazosas revelaciones de que la CIA y el FBI poseían información que presagiaba los ataques terroristas del 11 de septiembre, el Presidente Bush—en un giro de ciento ochenta grados—avaló una propuesta demócrata para un Departamento de Seguridad Interior que combina partes de muchas agencias gubernamentales dispares. Desafortunadamente, la propuesta del presidente ha acumulado tal impulso que una nueva burocracia federal está a punto de ser creada sin el discernimiento adecuado. Debido a que tanto los demócratas como los republicanos no desean ser etiquetados como “antipatriotas” en las primeras elecciones para congresistas tras el 11 de septiembre, los miembros del Congreso harán probablemente tan sólo leves modificaciones a la precipitada propuesta artesanal del presidente.

La discusión principal parece girar sobre la cuestión de relativamente poca importancia de si la nueva entidad conseguirá exenciones a algunos de los requisitos que otros departamentos gubernamentales deben cumplir—por ejemplo, la protección del servicio civil para los empleados, el acceso a la información por parte del público, y las restricciones sobre el uso de consultores privados. El consejero de seguridad interior del presidente, Tom Ridge, afirma que el nuevo departamento necesita flexibilidad en las políticas de personal debido a que “estamos combatiendo a un enemigo ágil, rápido y agresivo, y pienso que desafía al sentido común no dotar a la nueva secretaria y a su equipo de la capacidad de rotar al personal para reorganizarla.” Aunque esta lógica puede parecer sana, exige un interrogante mucho más importante: si los terroristas son tan ágiles y rápidos, entonces por qué —para comenzar- están el presidente y el Congreso creando otra industriosa burocracia federal. Para reducir los problemas de coordinación entre las agencias de la rama ejecutiva que han sido ya expuestas por el Congreso y la prensa en sus investigaciones de los ataques del 11 de septiembre, ¿no debería el gobierno ser reducido en vez de acumulado?

Y el contribuyente podría estar desconcertado acerca de la ausencia de la CIA y del FBI en esta iniciativa de “reforma”—dado que el problema principal que rodeaba al 11 de septiembre parecía ser la falta de compartir información en y entre las dos agencias. Omitir a esas dos agencias debería despertar suspicacias de que la iniciativa de reorganización está básicamente diseñada para fingir que la administración está haciendo algo sobre la seguridad interior en lugar de que se encuentra suministrando el muy necesario “amor resistente” a las burocracias de la seguridad. La popularidad del presidente se basa sobre todo en su manejo de la guerra contra el terrorismo—ahora la cuestión central de su presidencia. Con las revelaciones sobre la CIA y el FBI, la confianza pública en la capacidad del gobierno para combatir a los terroristas ha comenzado a disminuir. De allí, la necesidad de “hacer algo.”

Incluso antes del 11 de septiembre, el gobierno de los EE.UU. poseía una maquinaria burocrática suficiente como para ocuparse de los ataques terroristas contra la patria sin la adición de un nuevo departamento. El terrorismo ha sido siempre una cuestión de seguridad nacional bajo la órbita del Concejo de Seguridad Nacional y del Consejero de Seguridad Nacional del Presidente. En Washington, la respuesta típica a cualquier crisis es cambiar los organigramas y agregar burocracias. El verdadero problema revelado por los ataques terroristas es que existe demasiada burocracia—causando también muchos problemas de comunicación y de coordinación—no demasiado poca.

¿Pero qué hay acerca de la afirmación del presidente de que colocando a todas estas dispares agencias bajo un solo techo, terminará con la duplicación? Primero, la inteligencia es la clave para la defensa de la patria. Dentro del nuevo departamento, un centro para determinar amenazas a la patria será creado. No obstante, se supone que el Director para la Central de Inteligencia se encuentra ya sintetizando la información de inteligencia de las ya demasiado numerosas agencias de la comunidad de inteligencia para crear una evaluación conjunta de la amenaza. Para realizar una idéntica tarea para las amenazas específicas a la patria, el nuevo centro de evaluación también tendrá que confiar en la información y en la cooperación de los generadores de la información conciente (incluyendo al FBI y la CIA). Además, el nuevo departamento tendrá que depender al menos parcialmente de la plétora de agencias en la ampliamente no consolidada comunidad de aplicación de la ley para tomar acción en sus evaluaciones de la amenaza. Antes que reducir la superposición, la proliferación de organizaciones que evalúan la inteligencia solamente exacerbará los ya bien publicitados problemas de coordinación en la comunidad de inteligencia.

Poner a las agencias bajo un secretario del gabinete no garantiza que los gastos generales serán reducidos—de hecho, lo contrario es más probable. Realmente mejorar la seguridad interior haciendo al gobierno más ágil requeriría la supresión de agencias (incluyendo a algunas de las muchas agencias que no están siendo consolidadas bajo el nuevo departamento del gabinete), reduciendo radicalmente las capas de la burocracia, y despidiendo a burócratas. Es una rareza en Washington el jefe de departamento que desee emprender tal purga. Si el presidente desea llevar a cabo tal cirugía gravemente necesaria, debe hacerla antes de consolidar a las agencias bajo la nueva secretaría. Es decir, el presidente debe “cortar” antes de “pegar” y no viceversa. Cualquier nueva secretaría comenzará rápidamente a actuar como defensora para su nueva super agencia de todos “pegados juntos,” en vez de efectuar los recortes necesarios. El individuo a cargo de un departamento que sería una de las burocracias más grandes en el gobierno federal—se convertiría en un poderoso defensor de más financiamiento, personal, y burocracia.

Para una ilustración de la expansión burocrática en los talones de la consolidación de la agencia, una no precisa mirar más allá del ejemplo dado en el discurso del Presidente Bush al anunciar el nuevo departamento. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Truman consolidó los Departamentos de Guerra y de Marina en el Departamento de Defensa bajo una nueva Secretaría de Defensa. Posteriormente, con los años, una organización masiva—la Oficina de la Secretaria de Defensa—ha sido creada para refrenar y supervisar los servicios militares. Sin embargo, más de 50 años más tarde, los servicios individuales todavía funcionan sin hacerle el más mínimo caso a la comparativamente débil secretaría, y su duplicación de esfuerzos y la carencia de coordinación son legión. La consolidación de aún más numerosas agencias dispares y a veces disfuncionales (por ejemplo, el Servicio de Inmigración y Naturalización) en un nuevo departamento es probable que de lugar a los mismos problemas y a una burocracia de secretarias en ciernes para procurar controlar a la poco manejable y oficiosa cacofonía del conjunto.

¿Creó un nuevo Departamento de Energía una mejor política energética? ¿Aseguró un nuevo Departamento de Educación federal que los escolares de los Estados Unidos tuvieran una mejor educación? La respuesta a ambas preguntas es no. Si la historia sirve de guía, el nuevo y voluminoso Departamento de Seguridad de la Patria es poco probable que haga a la patria estadounidense más segura contra los ataques de los grupos terroristas “descarnados y malos” y podría incluso empeorar las cosas.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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