Los terroristas anhelan destruir el tejido social de Occidente inculcando una paranoia en nuestras vidas que nos hace ponernos uno contra el otro. Está funcionando.
Una nueva mentalidad de encierro está siendo atizada por unos medios que se preocupan incesantemente sobre cada posibilidad terrorista, sobre cada relato noticioso desagradable desde el ántrax a los escándalos sexuales católicos. Y de esta manera, comenzamos a ver a cada extraño como una amenaza y a cada vecino con sospecha; esta creciente paranoia sobre una amplio rango de cuestiones está separando a aquellos necesitados de quienes desean ayudar.
Esta Navidad, un poco menos de compasión se verterá desde mi hogar hacia aquellos necesitados. No se debe a que mi esposo y yo estamos menos deseosos de brindar nuestro tiempo a las buenas causas, sino porque nuestros intentos de hacerlo han sido bloqueados por una mentalidad de encierro.
A la organización de radioaficionados a la cual pertenecemos no le será permitido establecer una “Red Santa” en nuestro refugio local para mujeres. En los año anteriores, a una operadora mujer que había sido autorizada por las autoridades del refugio le estaba permitido traer un equipo para contactar al Polo Norte. Los niños varados en el refugio durante Navidad hablaban con Santa, quien les formulaba solamente preguntas pre-aprobadas. Las madres estaban presentes y eran consultadas en cada acción. Nadie se había quejado. Pero, en la actualidad, por el bien de la seguridad, todos los extraños tienen vedado su ingreso al refugio.
El prohibir a la Red Santa no protege a nadie. Pero ello vuelve a nuestra comunidad un poquito menos compasionada.
Esto puede ser visto como una nimiedad, pero a riesgo de repetir una historia … Algunos años atrás tres radioaficionados se encontraban en su “Guardia Navideña” en nuestro centro comunitario cuando ingresó un padre cargando a su hijo de 7 años de edad para hablar con Santa. Los radioaficionados tomaron un interés especial en el muchacho: en virtud de una entrevista previa con el padre, sabían que el niño, Jim, no solamente había estado enfermo durante meses sino también que su madre había fallecido el año anterior. Cuando llegó su turno, el niño se sentó en la falda de su padre y miró fijamente al micrófono. El Polo Norte fue contactado. Un “duende” llamado Murray se dirigió a él por su nombre; el niño no dijo nada. Santa le preguntó a Jim acerca de su perro; el niño no dijo nada.
Al día siguiente, el padre llamó por teléfono lagrimeando a uno de los radioaficionados. Cuando padre e hijo se encontraban solos en el estacionamiento, Jim había dicho, “Papi, Santa Claus me habló.” Fue la segunda vez que Jim había hablado desde la muerte de su madre.
No es poca cosa. La multitud de pequeños actos a través de los cuales la bondad y la generosidad son expresados es lo que mantiene unida a una comunidad. Pero ahora, tales actos están siendo reprimidos por el temor a peligros hipotéticos – un temor al que ninguna suma de precaución razonable parece extinguir.
La paranoia se está incrementando por todas partes. Existen casos extremos, tal como el de la escuela en Inglaterra que rechaza permitir que los padres filmen en video la fiesta escolar de Navidad de sus hijos. ¿Por qué? Debido a que imágenes de la escena de la natividad “pueden caer en manos de pedófilos.” No hay evidencia alguna de que lo harán o de que razonablemente podrían hacerlo. Pero la posibilidad hipotética existe, así que los padres deben ser preventivamente despojados del orgullo y la alegría que proviene de filmar el acto escolar.
La misma mentalidad de encierro causó recientemente que una madre de Kansas fuese interrogada por la policía.
Tamie Dragone dejó para procesar un rollo de fotografías familiares en una tienda Wal-Mart en Salina, Kansas. El mismo contenía una foto con el torso desnudo de su hija de tres años de edad en una piscina poco profunda y una foto de una niña apoyada sobre su estomago, con su trasero desnudo. Cada álbum fotográfico familiar que he visto incluye dichas fotografías. El gigante minorista informó acerca de Dragone a la policía por posible pornografía infantil. La madre, a quien no se le permitió conservar las fotos, está demandando a Wal-Mart por $75.000.
La paranoia está alcanzando niveles de histeria. Está creando la desconfianza allí donde nada debería existir. Nos está alentando a ver peligro en cada sombra y depredadores debajo de nuestras camas.
Y escucho el cimbronazo que está provocando en las personas que conozco. Un amigo ya no pasa más su mano alrededor del hombro de su nieta cuando le está leyendo: Teme que el contacto pudiese ser malinterpretado. Un voluntario ya no trabaja con niños debido a que se resiente a que le sean tomadas las huellas dactilares por la policía como un criminal común. Persona por persona, pequeño acto por pequeño acto, la compasión está siendo expulsada de la sociedad.
Este es el “legado” del terrorismo y de los crímenes brutales que ocurren en nuestra sociedad, pero es también el legado de los medios que presentan a estas historias sin pausa o contra-balancean a las historias, como si la brutalidad y no la decencia definieran a nuestra cultura. Los medios están ayudando a fabricar lo que puede convertirse en una profecía auto-cumplida: Una sociedad preparada para pelear la guerra contra cada cuestión en cada frente, incluso contra nosotros mismos.
El espíritu caritativo y comunitario por el cual Norteamérica es célebre se encuentra desesperadamente necesitado. Estudios indican que los problemas sociales como el de las personas sin hogar están en aumento. Mientras tanto, algunos bancos de alimentos informan de agudos faltantes debido a la falta de donaciones. El San Francisco Food Bank, por ejemplo, usualmente tiene dos millones de libras de alimentos disponibles en cualquier momento, de acuerdo con el San Francisco Examiner. “Ahora mismo, incluso durante un periodo de importantes donaciones, hay solamente 1 millón de libras en stock,” informó el Examiner.
Este año, mi esposo y yo canalizaremos nuestros esfuerzos hacia un banco de alimentos local. Eso es algo que aún la gente puede hacer sin ser vista con sospecha.
Traducido por Gabriel Gasave
La compasión y la bondad asesinadas por el temor y la paranoia
Los terroristas anhelan destruir el tejido social de Occidente inculcando una paranoia en nuestras vidas que nos hace ponernos uno contra el otro. Está funcionando.
Una nueva mentalidad de encierro está siendo atizada por unos medios que se preocupan incesantemente sobre cada posibilidad terrorista, sobre cada relato noticioso desagradable desde el ántrax a los escándalos sexuales católicos. Y de esta manera, comenzamos a ver a cada extraño como una amenaza y a cada vecino con sospecha; esta creciente paranoia sobre una amplio rango de cuestiones está separando a aquellos necesitados de quienes desean ayudar.
Esta Navidad, un poco menos de compasión se verterá desde mi hogar hacia aquellos necesitados. No se debe a que mi esposo y yo estamos menos deseosos de brindar nuestro tiempo a las buenas causas, sino porque nuestros intentos de hacerlo han sido bloqueados por una mentalidad de encierro.
A la organización de radioaficionados a la cual pertenecemos no le será permitido establecer una “Red Santa” en nuestro refugio local para mujeres. En los año anteriores, a una operadora mujer que había sido autorizada por las autoridades del refugio le estaba permitido traer un equipo para contactar al Polo Norte. Los niños varados en el refugio durante Navidad hablaban con Santa, quien les formulaba solamente preguntas pre-aprobadas. Las madres estaban presentes y eran consultadas en cada acción. Nadie se había quejado. Pero, en la actualidad, por el bien de la seguridad, todos los extraños tienen vedado su ingreso al refugio.
El prohibir a la Red Santa no protege a nadie. Pero ello vuelve a nuestra comunidad un poquito menos compasionada.
Esto puede ser visto como una nimiedad, pero a riesgo de repetir una historia … Algunos años atrás tres radioaficionados se encontraban en su “Guardia Navideña” en nuestro centro comunitario cuando ingresó un padre cargando a su hijo de 7 años de edad para hablar con Santa. Los radioaficionados tomaron un interés especial en el muchacho: en virtud de una entrevista previa con el padre, sabían que el niño, Jim, no solamente había estado enfermo durante meses sino también que su madre había fallecido el año anterior. Cuando llegó su turno, el niño se sentó en la falda de su padre y miró fijamente al micrófono. El Polo Norte fue contactado. Un “duende” llamado Murray se dirigió a él por su nombre; el niño no dijo nada. Santa le preguntó a Jim acerca de su perro; el niño no dijo nada.
Al día siguiente, el padre llamó por teléfono lagrimeando a uno de los radioaficionados. Cuando padre e hijo se encontraban solos en el estacionamiento, Jim había dicho, “Papi, Santa Claus me habló.” Fue la segunda vez que Jim había hablado desde la muerte de su madre.
No es poca cosa. La multitud de pequeños actos a través de los cuales la bondad y la generosidad son expresados es lo que mantiene unida a una comunidad. Pero ahora, tales actos están siendo reprimidos por el temor a peligros hipotéticos – un temor al que ninguna suma de precaución razonable parece extinguir.
La paranoia se está incrementando por todas partes. Existen casos extremos, tal como el de la escuela en Inglaterra que rechaza permitir que los padres filmen en video la fiesta escolar de Navidad de sus hijos. ¿Por qué? Debido a que imágenes de la escena de la natividad “pueden caer en manos de pedófilos.” No hay evidencia alguna de que lo harán o de que razonablemente podrían hacerlo. Pero la posibilidad hipotética existe, así que los padres deben ser preventivamente despojados del orgullo y la alegría que proviene de filmar el acto escolar.
La misma mentalidad de encierro causó recientemente que una madre de Kansas fuese interrogada por la policía.
Tamie Dragone dejó para procesar un rollo de fotografías familiares en una tienda Wal-Mart en Salina, Kansas. El mismo contenía una foto con el torso desnudo de su hija de tres años de edad en una piscina poco profunda y una foto de una niña apoyada sobre su estomago, con su trasero desnudo. Cada álbum fotográfico familiar que he visto incluye dichas fotografías. El gigante minorista informó acerca de Dragone a la policía por posible pornografía infantil. La madre, a quien no se le permitió conservar las fotos, está demandando a Wal-Mart por $75.000.
La paranoia está alcanzando niveles de histeria. Está creando la desconfianza allí donde nada debería existir. Nos está alentando a ver peligro en cada sombra y depredadores debajo de nuestras camas.
Y escucho el cimbronazo que está provocando en las personas que conozco. Un amigo ya no pasa más su mano alrededor del hombro de su nieta cuando le está leyendo: Teme que el contacto pudiese ser malinterpretado. Un voluntario ya no trabaja con niños debido a que se resiente a que le sean tomadas las huellas dactilares por la policía como un criminal común. Persona por persona, pequeño acto por pequeño acto, la compasión está siendo expulsada de la sociedad.
Este es el “legado” del terrorismo y de los crímenes brutales que ocurren en nuestra sociedad, pero es también el legado de los medios que presentan a estas historias sin pausa o contra-balancean a las historias, como si la brutalidad y no la decencia definieran a nuestra cultura. Los medios están ayudando a fabricar lo que puede convertirse en una profecía auto-cumplida: Una sociedad preparada para pelear la guerra contra cada cuestión en cada frente, incluso contra nosotros mismos.
El espíritu caritativo y comunitario por el cual Norteamérica es célebre se encuentra desesperadamente necesitado. Estudios indican que los problemas sociales como el de las personas sin hogar están en aumento. Mientras tanto, algunos bancos de alimentos informan de agudos faltantes debido a la falta de donaciones. El San Francisco Food Bank, por ejemplo, usualmente tiene dos millones de libras de alimentos disponibles en cualquier momento, de acuerdo con el San Francisco Examiner. “Ahora mismo, incluso durante un periodo de importantes donaciones, hay solamente 1 millón de libras en stock,” informó el Examiner.
Este año, mi esposo y yo canalizaremos nuestros esfuerzos hacia un banco de alimentos local. Eso es algo que aún la gente puede hacer sin ser vista con sospecha.
Traducido por Gabriel Gasave
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