La administración Bush está desarrollando planes para implementar sus sanciones sobre Corea del Norte—incluyendo la posible imposición de un bloqueo aéreo y naval—si esa nación da nuevos pasos tendientes a avanzar en su programa de armas nucleares. Los norcoreanos se han retirado ya del Tratado de No Proliferación Nuclear y reabierto, pues estaba temporalmente cerrada, una instalación inactiva que puede producir combustible para armas de grado nuclear. Según un informe de prensa, muchos funcionarios de la administración predicen la inevitabilidad de la reasunción norcoreana de las pruebas de misiles de largo alcance y el reprocesamiento de combustible nuclear para hacer las armas—especialmente si los EE.UU. atacan Irak y la atención mundial es desviada. Aunque, iniciar sanciones o un bloqueo es un curso peligroso y podría implicar en última instancia a los Estados Unidos en una guerra simultánea con Corea del Norte.
Se ha dicho que los funcionarios de la administración Bush se encuentran meditando sanciones contra actividades prohibidas como el contrabando de drogas o la proliferación de materiales para construir armas nucleares, biológicas o químicas. También están siendo consideradas prohibiciones a la remisión de fondos a Corea del Norte por parte de los Coreanos que viven en Japón. Un bloqueo provocativo, para detener las drogas o los materiales para las armas de destrucción masiva (WMD su sigla en inglés) requeriría de la inverosímil cooperación de las partes receptoras. Detener las remesas solamente desesperaría aún más a una nación ya muerta de hambre, lo cual podría provocar un comportamiento agresivo en el exterior para desviar la atención doméstica de las aflicciones económicas.
Los Estados Unidos deberían sosegarse en sus esfuerzos agresivos por contrarrestar la proliferación nuclear—los cuales en última instancia, y contraproducentemente, la aceleran—incluyendo el uso de sanciones punitivas o de bloqueos.
Los norcoreanos siniestramente han advertido que la imposición de nuevas sanciones sería un acto de guerra. Y tienen medios potentes para tomar represalias. Su ejército de un millón de efectivos se encuentra listo en la Zona Desmilitarizada (DMZ su sigla en inglés) y podría ser utilizado para invadir Seúl, una ciudad que alberga a casi el 50 por ciento de la población surcoreana. Pero con Seúl a menos de 30 millas de la DMZ, los norcoreanos ni siquiera tienen que invadir para devastar a la ciudad capital de Corea del Sur. La fuerza de la masiva artillería del norte y de los misiles de corto alcance podría hacer llover fuego sobre la ciudad—quizás con las armas nucleares ya existentes. Y Japón se encuentra también vulnerable a los mísiles norcoreanos de largo alcance. Esa realidad explica porqué Corea del Sur y Japón son menos entusiastas que la administración Bush respecto de una línea política dura hacia el norte, incluyendo la imposición de nuevas sanciones.
Y si las nuevas sanciones no causaron una guerra en la península coreana, la interdicción naval y aérea de los EE.UU. de los envíos norcoreanos de misiles y de materiales nucleares ciertamente lo harán. En la comunidad internacional, un bloqueo es considerado un acto de guerra. Por lo tanto, si el gobierno de los EE.UU. comienza tal interdicción, debería asumir lo peor.
Por otra parte, además de ser peligrosas, las sanciones o un bloqueo no serán eficaces en conseguir que Corea del Norte finalice con sus programas nucleares y de misiles de largo alcance y que deseche las armas. Según la CIA, Corea del Norte posee probablemente ya una o dos armas nucleares y los mísiles de largo alcance para enviarlas a la Costa Oeste de los Estados Unidos. Cuando el Secretario de Estado Colin Powell estaba intentando justificar una política más suave de los EE.UU. hacia Corea del Norte en contraste con una línea más dura implementada respecto de Irak, observó correctamente que una vez que Corea del Norte tuviese armas nucleares, unas cuantas más sólo serían la guinda en el pastel.
Los Estados Unidos deben reconocer que sus propias acciones tienen consecuencias, y que una importante razón por la cual Kim Jong II desea armas nucleares y misiles de largo alcance es para no permitirle a la administración Bush atacar a Corea del Norte. Durante la administración Clinton los norcoreanos le dijeron al ex Secretario de Defensa Bill Perry lo mismo. Perry fue enviado a Pyongyang para negociar un congelamiento en las pruebas norcoreanas de misiles de largo alcance. Los norcoreanos habían observado que los Estados Unidos estaban bombardeando a una Serbia no-nuclear por sus violaciones a los derechos humanos en Kosovo. Los norcoreanos le dijeron a Perry que temían ser etiquetados como «abusadores de los derechos humanos» y que les acontezca el mismo destino.
Entonces después de ver a la administración Bush amenazar con invadir Irak—otro poder no-nuclear—y aglutinar a Irak, Irán y Corea del Norte en el caricaturesco «eje del mal,» el ya paranoico Kim Jong II ha concluido al parecer que él debe continuar y acelerar sus programas nucleares y misilísticos para prevenir una invasión de EE.UU.. Generalmente, los oficiales militares mayores necesitan experimentar empatía con sus adversarios—incluso unos tan autoritarios y brutales como el régimen en Corea del Norte. Los Estados Unidos necesitan apreciar que aún los regímenes despóticos tienen legitimas preocupaciones de seguridad.
Los Estados Unidos desean detener o al menos retrasar la proliferación de armas nucleares, pero continúan una política exterior global muscular (aún después de haber concluido ya hace mucho la Guerra Fría) que provoca que las naciones redoblen sus esfuerzos para conseguir tales armamentos. Según el Departamento de Defensa, doce naciones tienen programas nucleares que son amenazas existentes o emergentes para la seguridad de los EE.UU. y de los aliados: La mayoría de esas naciones, después de ver el destino de estados no nucleares tales como Serbia e Irak, tienen todos los incentivos para acelerar sus programas nucleares y los desarrollan en secreto.
Los Estados Unidos están empezando a enfrentar la moderada realidad de que los regímenes despóticos obtendrán armas nucleares. Aunque autocráticos, la meta principal de esos regímenes es sobrevivir. El arsenal nuclear dominante de los EE.UU., con miles de cabezas nucleares, puede disuadir a las «pícaras» naciones débiles como Corea del Norte que posee solamente algunas pocas cabezas misilisticas—tanto como lo hizo con la amenaza mayor de una superpotencia rival por más de 40 años. Imponer sanciones o bloqueos solamente sacudirá a un avispero al que es mejor dejar tranquilo.
Traducido por Gabriel Gasave
Azuzando el avispero: Sanciones contra Corea del Norte
La administración Bush está desarrollando planes para implementar sus sanciones sobre Corea del Norte—incluyendo la posible imposición de un bloqueo aéreo y naval—si esa nación da nuevos pasos tendientes a avanzar en su programa de armas nucleares. Los norcoreanos se han retirado ya del Tratado de No Proliferación Nuclear y reabierto, pues estaba temporalmente cerrada, una instalación inactiva que puede producir combustible para armas de grado nuclear. Según un informe de prensa, muchos funcionarios de la administración predicen la inevitabilidad de la reasunción norcoreana de las pruebas de misiles de largo alcance y el reprocesamiento de combustible nuclear para hacer las armas—especialmente si los EE.UU. atacan Irak y la atención mundial es desviada. Aunque, iniciar sanciones o un bloqueo es un curso peligroso y podría implicar en última instancia a los Estados Unidos en una guerra simultánea con Corea del Norte.
Se ha dicho que los funcionarios de la administración Bush se encuentran meditando sanciones contra actividades prohibidas como el contrabando de drogas o la proliferación de materiales para construir armas nucleares, biológicas o químicas. También están siendo consideradas prohibiciones a la remisión de fondos a Corea del Norte por parte de los Coreanos que viven en Japón. Un bloqueo provocativo, para detener las drogas o los materiales para las armas de destrucción masiva (WMD su sigla en inglés) requeriría de la inverosímil cooperación de las partes receptoras. Detener las remesas solamente desesperaría aún más a una nación ya muerta de hambre, lo cual podría provocar un comportamiento agresivo en el exterior para desviar la atención doméstica de las aflicciones económicas.
Los Estados Unidos deberían sosegarse en sus esfuerzos agresivos por contrarrestar la proliferación nuclear—los cuales en última instancia, y contraproducentemente, la aceleran—incluyendo el uso de sanciones punitivas o de bloqueos.
Los norcoreanos siniestramente han advertido que la imposición de nuevas sanciones sería un acto de guerra. Y tienen medios potentes para tomar represalias. Su ejército de un millón de efectivos se encuentra listo en la Zona Desmilitarizada (DMZ su sigla en inglés) y podría ser utilizado para invadir Seúl, una ciudad que alberga a casi el 50 por ciento de la población surcoreana. Pero con Seúl a menos de 30 millas de la DMZ, los norcoreanos ni siquiera tienen que invadir para devastar a la ciudad capital de Corea del Sur. La fuerza de la masiva artillería del norte y de los misiles de corto alcance podría hacer llover fuego sobre la ciudad—quizás con las armas nucleares ya existentes. Y Japón se encuentra también vulnerable a los mísiles norcoreanos de largo alcance. Esa realidad explica porqué Corea del Sur y Japón son menos entusiastas que la administración Bush respecto de una línea política dura hacia el norte, incluyendo la imposición de nuevas sanciones.
Y si las nuevas sanciones no causaron una guerra en la península coreana, la interdicción naval y aérea de los EE.UU. de los envíos norcoreanos de misiles y de materiales nucleares ciertamente lo harán. En la comunidad internacional, un bloqueo es considerado un acto de guerra. Por lo tanto, si el gobierno de los EE.UU. comienza tal interdicción, debería asumir lo peor.
Por otra parte, además de ser peligrosas, las sanciones o un bloqueo no serán eficaces en conseguir que Corea del Norte finalice con sus programas nucleares y de misiles de largo alcance y que deseche las armas. Según la CIA, Corea del Norte posee probablemente ya una o dos armas nucleares y los mísiles de largo alcance para enviarlas a la Costa Oeste de los Estados Unidos. Cuando el Secretario de Estado Colin Powell estaba intentando justificar una política más suave de los EE.UU. hacia Corea del Norte en contraste con una línea más dura implementada respecto de Irak, observó correctamente que una vez que Corea del Norte tuviese armas nucleares, unas cuantas más sólo serían la guinda en el pastel.
Los Estados Unidos deben reconocer que sus propias acciones tienen consecuencias, y que una importante razón por la cual Kim Jong II desea armas nucleares y misiles de largo alcance es para no permitirle a la administración Bush atacar a Corea del Norte. Durante la administración Clinton los norcoreanos le dijeron al ex Secretario de Defensa Bill Perry lo mismo. Perry fue enviado a Pyongyang para negociar un congelamiento en las pruebas norcoreanas de misiles de largo alcance. Los norcoreanos habían observado que los Estados Unidos estaban bombardeando a una Serbia no-nuclear por sus violaciones a los derechos humanos en Kosovo. Los norcoreanos le dijeron a Perry que temían ser etiquetados como «abusadores de los derechos humanos» y que les acontezca el mismo destino.
Entonces después de ver a la administración Bush amenazar con invadir Irak—otro poder no-nuclear—y aglutinar a Irak, Irán y Corea del Norte en el caricaturesco «eje del mal,» el ya paranoico Kim Jong II ha concluido al parecer que él debe continuar y acelerar sus programas nucleares y misilísticos para prevenir una invasión de EE.UU.. Generalmente, los oficiales militares mayores necesitan experimentar empatía con sus adversarios—incluso unos tan autoritarios y brutales como el régimen en Corea del Norte. Los Estados Unidos necesitan apreciar que aún los regímenes despóticos tienen legitimas preocupaciones de seguridad.
Los Estados Unidos desean detener o al menos retrasar la proliferación de armas nucleares, pero continúan una política exterior global muscular (aún después de haber concluido ya hace mucho la Guerra Fría) que provoca que las naciones redoblen sus esfuerzos para conseguir tales armamentos. Según el Departamento de Defensa, doce naciones tienen programas nucleares que son amenazas existentes o emergentes para la seguridad de los EE.UU. y de los aliados: La mayoría de esas naciones, después de ver el destino de estados no nucleares tales como Serbia e Irak, tienen todos los incentivos para acelerar sus programas nucleares y los desarrollan en secreto.
Los Estados Unidos están empezando a enfrentar la moderada realidad de que los regímenes despóticos obtendrán armas nucleares. Aunque autocráticos, la meta principal de esos regímenes es sobrevivir. El arsenal nuclear dominante de los EE.UU., con miles de cabezas nucleares, puede disuadir a las «pícaras» naciones débiles como Corea del Norte que posee solamente algunas pocas cabezas misilisticas—tanto como lo hizo con la amenaza mayor de una superpotencia rival por más de 40 años. Imponer sanciones o bloqueos solamente sacudirá a un avispero al que es mejor dejar tranquilo.
Traducido por Gabriel Gasave
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