Soy partidario de un gobierno mucho más pequeño pero no apoyo el recorte tributario de Bush. O, para ser más preciso, apoyaría una reducción impositiva de haber sido propuesta alguna. Pero hasta ahora, el Presidente Bush no ha ni propuesto ni implementado un recorte tributario—tan sólo un traspaso impositivo.
Para comprender la diferencia entre un recorte impositivo y un traspaso impositivo, debemos comprender primero que lo que en última instancia impulsa a los impuestos es el gasto. Si el gasto se incrementa, tal como lo ha hecho bajo la actual administración, entonces tarde o temprano los impuestos deberán subir (o la inflación, un tipo de impuesto, crecerá). Milton Friedman, el economista de tendencia libertaria, ganador del premio Nóbel, nos ha largamente recordado ser suspicaces de cualquier recorte impositivo que no esté acompañado por un recorte en el gasto. Si el gasto no es reducido, entonces menos impuestos hoy significan más impuestos el día de mañana. Por lo tanto, el plan de recorte tributario de Bush es en realidad un plan para incrementos impositivos futuros.
Si los impuestos se incrementan hoy o mañana sería un asunto pequeño, sino fuese que los futuros impuestos ya se encuentran agendados para subir debido a los cambios demográficos. El envejecimiento de quienes nacieron tras la Segunda Guerra Mundial (conocidos como baby-boomers en inglés) implica que el gasto de la Seguridad Social y del sistema de salud o Medicare se incrementará tremendamente en las décadas venideras. Para solventar estos saltos en el gasto, se ha estimado que los impuestos se incrementarán en un 50 por ciento sobre la base del periodo de vida (asumiendo que no recortemos severamente los beneficios). Por ende, Bush está traspasando los impuestos para justamente una oportunidad en la cual los futuros tributos estarán aumentando por otros motivos. Una sana política tributaria apunta a reducir los impuestos a lo largo del tiempo, no a concentrarlos de modo tal que nos caigan todos de golpe.
Contra estos considerables aspectos negativos hay algunos positivos. Primero, un recorte tributario tiene un pequeño efecto estimulante en el corto plazo, pero pequeño es aquí la palabra clave. Los conservadores han sostenido durante mucho tiempo, correctamente, que realizar un “afinamiento” de la economía es una quimera, pero este argumento pareciera haber desaparecido del manual conservador. (Quizás se encuentre oculto junto con los argumentos en contra de la “edificación de naciones” y la “federalización de la educación.”)
Segundo, pese a que la propuesta impositiva de Bush quita gravámenes sobre el capital (lo cual, manteniendo constantes las demás variables, promovería el crecimiento económico en el largo plazo), la discordancia entre los recortes impositivos y los incrementos en el gasto implica un aumento en el endeudamiento gubernamental para maquillar la diferencia. Parte de este endeudamiento, provendrá de los mercados de capitales, agotando de esa manera la fuente de inversión privada. Por lo tanto, en términos netos, no espero beneficios significativos en el crecimiento económico de largo plazo provenientes de esta reducción impositiva.
Algunos conservadores reconocen que el recorte tributario propuesto crearía déficits que persistirán en el futuro, pero tienen reservado un argumento maquiavélico secreto. Los déficits de Bush, creen, obligarán a las futuras administraciones—presumiblemente de una inclinación más liberal—a recortar el gasto. Los conservadores solían argumentar que el público no deseaba un gobierno grande, pero que era engañado por los déficits financieros y otros gravámenes ocultos, para pensar que el mismo cuesta menos de lo que en realidad lo hace. En la actualidad, los conservadores parecen creer que el público desea un gobierno grande y que la única manera de contener el crecimiento gubernamental es engañarlo con impuestos más bajos de modo tal que los costos del gobierno serán tan altos el día de mañana que nadie aceptará la oferta. Que cínicos.
¿Obligarán los déficits a la futuras administraciones a recortar el gasto? Es posible pero temo que no. La combinación de los cambios demográficos y los actuales recortes impositivos está sembrando en nuestra economía una perfecta “tormenta fiscal.” Cuando la tormenta golpee habrá una crisis, y como el economista e historiador Robert Higgs ha demostrado hábilmente en Crisis and Leviathan, el gobierno pequeño raramente funciona bien en una crisis.
Es evidente hoy día, que tenemos dos partidos políticos: el del Impuesto y los Gastadores y el del No-Impuesto y los Gastadores. Ninguno de ellos es fiscalmente conservador. ¿Hay lugar en la hostería para un conservador honesto? ¿Un conservador que defiende al gobierno más pequeño en base a sus méritos y no tan solo como la opción de recambio cuando la bancarrota fiscal amenaza?
Traducido por Gabriel Gasave
¿Qué recorte impositivo?
Soy partidario de un gobierno mucho más pequeño pero no apoyo el recorte tributario de Bush. O, para ser más preciso, apoyaría una reducción impositiva de haber sido propuesta alguna. Pero hasta ahora, el Presidente Bush no ha ni propuesto ni implementado un recorte tributario—tan sólo un traspaso impositivo.
Para comprender la diferencia entre un recorte impositivo y un traspaso impositivo, debemos comprender primero que lo que en última instancia impulsa a los impuestos es el gasto. Si el gasto se incrementa, tal como lo ha hecho bajo la actual administración, entonces tarde o temprano los impuestos deberán subir (o la inflación, un tipo de impuesto, crecerá). Milton Friedman, el economista de tendencia libertaria, ganador del premio Nóbel, nos ha largamente recordado ser suspicaces de cualquier recorte impositivo que no esté acompañado por un recorte en el gasto. Si el gasto no es reducido, entonces menos impuestos hoy significan más impuestos el día de mañana. Por lo tanto, el plan de recorte tributario de Bush es en realidad un plan para incrementos impositivos futuros.
Si los impuestos se incrementan hoy o mañana sería un asunto pequeño, sino fuese que los futuros impuestos ya se encuentran agendados para subir debido a los cambios demográficos. El envejecimiento de quienes nacieron tras la Segunda Guerra Mundial (conocidos como baby-boomers en inglés) implica que el gasto de la Seguridad Social y del sistema de salud o Medicare se incrementará tremendamente en las décadas venideras. Para solventar estos saltos en el gasto, se ha estimado que los impuestos se incrementarán en un 50 por ciento sobre la base del periodo de vida (asumiendo que no recortemos severamente los beneficios). Por ende, Bush está traspasando los impuestos para justamente una oportunidad en la cual los futuros tributos estarán aumentando por otros motivos. Una sana política tributaria apunta a reducir los impuestos a lo largo del tiempo, no a concentrarlos de modo tal que nos caigan todos de golpe.
Contra estos considerables aspectos negativos hay algunos positivos. Primero, un recorte tributario tiene un pequeño efecto estimulante en el corto plazo, pero pequeño es aquí la palabra clave. Los conservadores han sostenido durante mucho tiempo, correctamente, que realizar un “afinamiento” de la economía es una quimera, pero este argumento pareciera haber desaparecido del manual conservador. (Quizás se encuentre oculto junto con los argumentos en contra de la “edificación de naciones” y la “federalización de la educación.”)
Segundo, pese a que la propuesta impositiva de Bush quita gravámenes sobre el capital (lo cual, manteniendo constantes las demás variables, promovería el crecimiento económico en el largo plazo), la discordancia entre los recortes impositivos y los incrementos en el gasto implica un aumento en el endeudamiento gubernamental para maquillar la diferencia. Parte de este endeudamiento, provendrá de los mercados de capitales, agotando de esa manera la fuente de inversión privada. Por lo tanto, en términos netos, no espero beneficios significativos en el crecimiento económico de largo plazo provenientes de esta reducción impositiva.
Algunos conservadores reconocen que el recorte tributario propuesto crearía déficits que persistirán en el futuro, pero tienen reservado un argumento maquiavélico secreto. Los déficits de Bush, creen, obligarán a las futuras administraciones—presumiblemente de una inclinación más liberal—a recortar el gasto. Los conservadores solían argumentar que el público no deseaba un gobierno grande, pero que era engañado por los déficits financieros y otros gravámenes ocultos, para pensar que el mismo cuesta menos de lo que en realidad lo hace. En la actualidad, los conservadores parecen creer que el público desea un gobierno grande y que la única manera de contener el crecimiento gubernamental es engañarlo con impuestos más bajos de modo tal que los costos del gobierno serán tan altos el día de mañana que nadie aceptará la oferta. Que cínicos.
¿Obligarán los déficits a la futuras administraciones a recortar el gasto? Es posible pero temo que no. La combinación de los cambios demográficos y los actuales recortes impositivos está sembrando en nuestra economía una perfecta “tormenta fiscal.” Cuando la tormenta golpee habrá una crisis, y como el economista e historiador Robert Higgs ha demostrado hábilmente en Crisis and Leviathan, el gobierno pequeño raramente funciona bien en una crisis.
Es evidente hoy día, que tenemos dos partidos políticos: el del Impuesto y los Gastadores y el del No-Impuesto y los Gastadores. Ninguno de ellos es fiscalmente conservador. ¿Hay lugar en la hostería para un conservador honesto? ¿Un conservador que defiende al gobierno más pequeño en base a sus méritos y no tan solo como la opción de recambio cuando la bancarrota fiscal amenaza?
Traducido por Gabriel Gasave
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