El atolladero de Bush

1 de agosto, 2003

El nuevo y franco comandante de las fuerzas militares de los EE.UU. en el Oriente Medio, el General John Abizaid, finalmente ha pronunciado las palabras que la conducción civil de la administración Bush ha firmemente evitado. Admitiendo lo que había sido obvio durante semanas hasta ahora, el General Abizaid dijo que los Estados Unidos se encuentran en “una clásica campaña tipo-guerrilla” en Irak.

Tales comentarios no pueden hacer muy felices al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld o su suplente, Paul Wolfowitz. Pero después de Vietnam, en donde los políticos, en cierta medida, pusieron en solfa a los militares estadounidenses por perder la guerra, el nuevo comandante puede estar diciendo eso en base a su instinto de conservación. Las cosas están yendo cuesta abajo en Irak y el general puede desear exhibir el antecedente de que heredó una mala situación, en vez de ser injustamente culpado más adelante por sus superiores civiles por permitir que las cosas se salieran de control. Abizaid pudo haberse acobardado al ver al Director de la CIA, George Tenet, convertido en un chivo expiatorio de la referencia engañosa del presidente en su discurso sobre el Estado de la Unión a la supuesta búsqueda por parte de Irak de uranio en Nigeria. Después de todo, George Tenet y la CIA eran los que objetaron la referencia en un anterior discurso presidencial. Abizaid probablemente no ha sido impresionado con la lealtad del Presidente Bush para con sus subordinados. Además, este escándalo de inteligencia, combinado con la calamidad de Vietnam, le ha probablemente demostrado al general que los engaños serán en última instancia destapados.

Y los paralelos con el conflicto de Vietnam no son forzados. El involucramiento de los EE.UU. en ambos conflictos fue puesto sobre el tapete debido a los engaños presidenciales. Muchos historiadores creen en la actualidad que Lyndon Johnson exageró o incluso inventó los violentos incidentes entre los EE.UU. y navíos nor-vietnamitas en el Golfo de Tonkin, que accionaron la escalada estadounidense en Vietnam. Es evidente ahora que George W. Bush también engañó al pueblo estadounidense al exagerar la amenaza a los Estados Unidos presentada por Irak.

Pero las semejanzas no terminan allí. En cualquier guerra de guerrillas, el apoyo de la población autóctona es muy importante para alcanzar la victoria. Los Estados Unidos, con su empleo de una excesiva potencia de fuego y su apoyo al corrupto gobierno sur- vietnamita, nunca ganó por sobre el pueblo en Vietnam del Sur. Y a pesar del foco de los medios de televisión sobre los ciudadanos iraquíes que se encontraban felices de haber sido librados de Saddam Hussein, el grueso de los iraquíes era ambivalente respecto de la ocupación de los EE.UU.. Después de dos guerras contra los Estados Unidos en 12 años y de destempladas sanciones económicas multilaterales lideradas por los EE.UU. durante más de una década, incluso los chiitas fueron tibios con las fuerzas estadounidenses. Los sunnitas son ya absolutamente hostiles. La anarquía general, el alto desempleo, la energía eléctrica esporádica y las escaseces de agua potable y otros servicios podrían volver a más y más miembros de estas dos facciones activamente hostiles a las fuerzas de ocupación de EE.UU.. Incluso los kurdos, actualmente el grupo más amistoso hacia los Estados Unidos, se han gobernado a sí mismos por más de una década. Si los Estados Unidos no les permiten la autonomía o un estado separado, pueden también volverse peligrosos. La revolución estadounidense demostró que los individuos se encuentran más propensos a luchar ferozmente cuando la autonomía y la libertad les son quitadas.

Siniestramente, Abizaid sostuvo que nuevas tropas podrían ser necesarias para contener al caos creciente. Esta realidad, evoca el fenómeno de la escalada en Vietnam. A medida que los EE.UU. desarrollaron una creciente participación en el resultado en ese país, el prestigio estadounidense y la “credibilidad” eran percibidas como que estaban en juego. Las fuerzas existentes eran escasas para pacificar al país, así que más fueron enviadas. Debido a que los Estados Unidos por entonces tenían un participación aún mayor en el resultado y aún más prestigio en juego, recortar sus pérdidas y salirse era aún más difícil. Pero si los Estados Unidos hubiesen recortado sus pérdidas y retirado sus fuerzas más tempranamente, casi una década de trauma nacional podría haber sido evitada.

Desafortunadamente, la administración Bush, después de invadir Irak y de destruir al gobierno y al tejido social, está enfrentado con el problema de “usted lo rompió, usted lo compró.” La administración debería haber sabido que estaría enfrentada con una tarea mayor y a más riesgo al reconstruir totalmente y rehacer a una sociedad entera, que el que enfrentó en la consecución de una victoria militar convencional sobre un ejército iraquí dilapidado y anticuado. Pero la administración era como un perro persiguiendo a un camión de bomberos; no sabía qué hacer con la presa después de capturarla.

Esta guerra de guerrillas en Irak podría derribar a la presidencia de Bush. En este caso, el viejo adagio de Washington suena cierto: la conducción de una crisis de política exterior no puede hacer que usted sea reelegido, pero puede hacer que no lo sea—tal como Jimmy Carter, Lyndon Johnson, y el padre del propio presidente lo descubrieron.

Pero la administración Bush puede aún evitar otro Vietnam. La administración puede confesar sus errores, recortar sus pérdidas, retirar sus fuerzas y otorgar la reconstrucción de la posguerra a una coalición de quienes lo deseen o de las Naciones Unidas. Al igual que en el caso de Vietnam, la administración en el cargo puede no ser capaz de hacerle frente a la música. Pero la música solamente puede volverse más ruidosa.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

Artículos relacionados