A medida que la insurgencia en Irak se vuelve más audaz, más sofisticada y más mortal, los halcones se desgañitan para desdeñar las comparaciones de Irak con la debacle en Vietnam. Pero la Casa Blanca debería estar alarmada tan siquiera con que tales comparaciones sean efectuadas. A pesar de algunas diferencias entre los conflictos, en ambas guerras evitar la derrota significa ganar los “corazones y a las mentes”—del pueblo estadounidense.
La guerrilla vietnamita era más grande, tomaba ventaja de la jungla y se encontraba obviamente protegida y apoyada por potencias externas. En Irak, la insurgencia está en una escala menor (al menos por ahora), pero eso también otorga a los guerrilleros algunas ventajas. Para ganar la guerra, usted debe primero saber contra quién esta peleando, y la inteligencia del Ejército de los EE.UU. en Irak es deficiente. En Vietnam, las fuerzas armadas estadounidenses al menos conocían a su enemigo. En Irak la situación es sombría. De hecho, parece que las fuerzas de los EE.UU. pueden tener múltiples enemigos empleando una variedad de tácticas y sacando partido del terreno urbano, en lugar de la jungla.
A fines del siglo pasado, el Ejército exhibió competencia para combatir a las guerrillas en las Filipinas (sin embargo matando a 200.000 filipinos). Pero dentro del servicio, la guerra de contra insurgencia es ahora un arte perdido. Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, el Ejército se volvió mucho más interesado en comprar armas de alta tecnología para luchar contra los ejércitos convencionales de las naciones estados. Incluso la contra insurgencia embrollada en Vietnam no causó mucha introspección dentro del servicio.
El Ejército esencialmente acaba de hacer votos para evitar permitir que la conducción civil los envuelva en guerras “mitad-adentro-mitad-afuera” en el futuro. Y el mismo redobló sus esfuerzos para conducir una guerra total contra los enemigos convencionales más efectivamente—la cual culminó en las fáciles victorias en las Guerras del Golfo I y II (al menos inicialmente). Pese a la experiencia estadounidense, el perdedor es a menudo quién más aprende de la guerra anterior. Saddam Hussein aprendió probablemente de la Guerra del Golfo I que la única manera en la que podría sobrevivir a una futura confrontación con una superpotencia sería pelear al estilo de la guerrilla. Concluyó probablemente que los militares estadounidenses serían mejores peleando la guerra que lidiando con una ocupación hostil. Como los nor vietnamitas calcularon, Saddam sabe que el Talón de Aquiles de los Estados Unidos es el aguante—o la carencia de él—de la opinión pública estadounidense.
Y Saddam tiene una gran ventaja que los comunistas vietnamitas no tenían—noticias las 24 horas. Le tomó años al público y a la prensa estadounidenses desencantarse por el goteo-goteo-goteo de las muertes de los militares de los EE.UU. en Vietnam. Más recientemente, como lo demostraran las intervenciones estadounidenses en el Líbano a comienzos de los años 80 y en Somalia a comienzos de los años 90, cuando los intereses vitales de los EE.UU. no están en juego, el apoyo del público y de los medios para una guerra puede rápidamente erosionarse tras solamente moderadas muertes estadounidenses. Saddam y sus aliados se han percatado indudablemente de esa impaciencia estadounidense y han ganado inspiración en las exitosas intifadas palestinas contra Israel y en la continua insurgencia chechena tras la declarada victoria de Rusia en esa guerra.
El público estadounidense ha sido más paciente con el gobierno de los EE.UU. en Irak que en el Líbano y Somalia. Después de los ataques del 11 de septiembre, el Presidente y su gente implicaron repetidamente—falsamente—que Saddam estaba involucrado en esa tragedia. Pero después de que el Presidente Bush fue finalmente forzado a admitir que no había sido descubierto ningún vínculo entre Saddam y el 11 de septiembre y que no ningún arma de destrucción masiva (WMD su sigla en inglés) fue encontrada en Irak que pudiese haber sido suministrada a los terroristas, las justificaciones de la administración Bush para la guerra están ahora en ruinas. Durante Vietnam, el público y la prensa no se centraron en la cuestionable justificación para llevar el país a la guerra—el sombrío incidente del Golfo de Tonkin—hasta que la guerra comenzó a ir mal. Hoy la prensa ha tenido un día de campo con la cuestión de “ninguna WMD”, y las muertes que proliferan rápidamente pueden hacer que el público examine más de cerca las razones originales para invadir Irak.
Y las muertes continuarán probablemente subiendo. Aunque los guerrilleros iraquíes no están consiguiendo asistencia evidente de poderes externos, Irán y Siria—temiendo que ellos pudiesen ser los siguientes blancos de invasiones de los EE.UU.—puede estar asistiendo activamente a la insurgencia para mantener a las fuerzas de estadounidenses inmovilizadas en Irak. En el menor de los casos, pueden estar haciendo la vista gorda a medida que combatientes y suministros transitan sus territorios y fronteras porosas. También, Saddam pudo haber acumulado miles de millones anticipándose al combate, los combatientes islámicos extranjeros también están probablemente bien financiados, y los escondrijos de armas sin vigilar abundan en Irak.
Por ende mientras que las circunstancias de la insurgencia pueden diferir de las de Vietnam, el problema político de estar mitad-dentro y mitad-afuera es el mismo. La prensa está ya exigiendo saber cuándo las tropas estadounidenses podrán ser reducidas, mientras que al mismo tiempo Joseph Biden, el Senador Demócrata senior en el Comité de Relaciones Exteriores, se encuentra presionando para que se agreguen fuerzas de los EE.UU.. Quizás Biden sabe que comprometer más fuerzas enlodaría a la administración más profundamente en la ciénaga, desmintiendo la retórica de la administración de que la situación en Irak está mejorando—la manera en que la Ofensiva del Tet en Vietnam desmintió a la afirmación de la administración de Johnson de que los Estados Unidos estaban ganando la Guerra de Vietnam—y ser el principio del fin tanto para el apoyo público para la guerra como para la carrera política del presidente. Irak comienza a parecerse más a Vietnam cada día.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Es Irak otro Vietnam?
A medida que la insurgencia en Irak se vuelve más audaz, más sofisticada y más mortal, los halcones se desgañitan para desdeñar las comparaciones de Irak con la debacle en Vietnam. Pero la Casa Blanca debería estar alarmada tan siquiera con que tales comparaciones sean efectuadas. A pesar de algunas diferencias entre los conflictos, en ambas guerras evitar la derrota significa ganar los “corazones y a las mentes”—del pueblo estadounidense.
La guerrilla vietnamita era más grande, tomaba ventaja de la jungla y se encontraba obviamente protegida y apoyada por potencias externas. En Irak, la insurgencia está en una escala menor (al menos por ahora), pero eso también otorga a los guerrilleros algunas ventajas. Para ganar la guerra, usted debe primero saber contra quién esta peleando, y la inteligencia del Ejército de los EE.UU. en Irak es deficiente. En Vietnam, las fuerzas armadas estadounidenses al menos conocían a su enemigo. En Irak la situación es sombría. De hecho, parece que las fuerzas de los EE.UU. pueden tener múltiples enemigos empleando una variedad de tácticas y sacando partido del terreno urbano, en lugar de la jungla.
A fines del siglo pasado, el Ejército exhibió competencia para combatir a las guerrillas en las Filipinas (sin embargo matando a 200.000 filipinos). Pero dentro del servicio, la guerra de contra insurgencia es ahora un arte perdido. Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, el Ejército se volvió mucho más interesado en comprar armas de alta tecnología para luchar contra los ejércitos convencionales de las naciones estados. Incluso la contra insurgencia embrollada en Vietnam no causó mucha introspección dentro del servicio.
El Ejército esencialmente acaba de hacer votos para evitar permitir que la conducción civil los envuelva en guerras “mitad-adentro-mitad-afuera” en el futuro. Y el mismo redobló sus esfuerzos para conducir una guerra total contra los enemigos convencionales más efectivamente—la cual culminó en las fáciles victorias en las Guerras del Golfo I y II (al menos inicialmente). Pese a la experiencia estadounidense, el perdedor es a menudo quién más aprende de la guerra anterior. Saddam Hussein aprendió probablemente de la Guerra del Golfo I que la única manera en la que podría sobrevivir a una futura confrontación con una superpotencia sería pelear al estilo de la guerrilla. Concluyó probablemente que los militares estadounidenses serían mejores peleando la guerra que lidiando con una ocupación hostil. Como los nor vietnamitas calcularon, Saddam sabe que el Talón de Aquiles de los Estados Unidos es el aguante—o la carencia de él—de la opinión pública estadounidense.
Y Saddam tiene una gran ventaja que los comunistas vietnamitas no tenían—noticias las 24 horas. Le tomó años al público y a la prensa estadounidenses desencantarse por el goteo-goteo-goteo de las muertes de los militares de los EE.UU. en Vietnam. Más recientemente, como lo demostraran las intervenciones estadounidenses en el Líbano a comienzos de los años 80 y en Somalia a comienzos de los años 90, cuando los intereses vitales de los EE.UU. no están en juego, el apoyo del público y de los medios para una guerra puede rápidamente erosionarse tras solamente moderadas muertes estadounidenses. Saddam y sus aliados se han percatado indudablemente de esa impaciencia estadounidense y han ganado inspiración en las exitosas intifadas palestinas contra Israel y en la continua insurgencia chechena tras la declarada victoria de Rusia en esa guerra.
El público estadounidense ha sido más paciente con el gobierno de los EE.UU. en Irak que en el Líbano y Somalia. Después de los ataques del 11 de septiembre, el Presidente y su gente implicaron repetidamente—falsamente—que Saddam estaba involucrado en esa tragedia. Pero después de que el Presidente Bush fue finalmente forzado a admitir que no había sido descubierto ningún vínculo entre Saddam y el 11 de septiembre y que no ningún arma de destrucción masiva (WMD su sigla en inglés) fue encontrada en Irak que pudiese haber sido suministrada a los terroristas, las justificaciones de la administración Bush para la guerra están ahora en ruinas. Durante Vietnam, el público y la prensa no se centraron en la cuestionable justificación para llevar el país a la guerra—el sombrío incidente del Golfo de Tonkin—hasta que la guerra comenzó a ir mal. Hoy la prensa ha tenido un día de campo con la cuestión de “ninguna WMD”, y las muertes que proliferan rápidamente pueden hacer que el público examine más de cerca las razones originales para invadir Irak.
Y las muertes continuarán probablemente subiendo. Aunque los guerrilleros iraquíes no están consiguiendo asistencia evidente de poderes externos, Irán y Siria—temiendo que ellos pudiesen ser los siguientes blancos de invasiones de los EE.UU.—puede estar asistiendo activamente a la insurgencia para mantener a las fuerzas de estadounidenses inmovilizadas en Irak. En el menor de los casos, pueden estar haciendo la vista gorda a medida que combatientes y suministros transitan sus territorios y fronteras porosas. También, Saddam pudo haber acumulado miles de millones anticipándose al combate, los combatientes islámicos extranjeros también están probablemente bien financiados, y los escondrijos de armas sin vigilar abundan en Irak.
Por ende mientras que las circunstancias de la insurgencia pueden diferir de las de Vietnam, el problema político de estar mitad-dentro y mitad-afuera es el mismo. La prensa está ya exigiendo saber cuándo las tropas estadounidenses podrán ser reducidas, mientras que al mismo tiempo Joseph Biden, el Senador Demócrata senior en el Comité de Relaciones Exteriores, se encuentra presionando para que se agreguen fuerzas de los EE.UU.. Quizás Biden sabe que comprometer más fuerzas enlodaría a la administración más profundamente en la ciénaga, desmintiendo la retórica de la administración de que la situación en Irak está mejorando—la manera en que la Ofensiva del Tet en Vietnam desmintió a la afirmación de la administración de Johnson de que los Estados Unidos estaban ganando la Guerra de Vietnam—y ser el principio del fin tanto para el apoyo público para la guerra como para la carrera política del presidente. Irak comienza a parecerse más a Vietnam cada día.
Traducido por Gabriel Gasave
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