El arte, las películas y la literatura a menudo ofrecen perspectivas que ayudan a explicar las situaciones humanas quizás mejor de lo que lo hace la historia. Mi libro favorito sobre la interacción integral entre los ocupantes y aquellos siendo ocupados, es The Moon Is Down (1942) de John Steinbeck, convertido poco tiempo después en una película protagonizada por Cedric Hardwicke, Lee J. Cobb y Henry Travers. Vi la película por primera vez en los años 50, pero la misma no está siendo exhibida actualmente.
Es un relato acerca de la invasión alemana de un pequeño pueblo en Noruega en 1940 y de las consiguientes reacciones de los habitantes a medida que los nazis procuraban asegurarse de que las minas carboníferas de las cercanías continuarían enviando carbón a la maquinaría bélica del Tercer Reich. Los lectores este año pueden estar tentados de reemplazar el término “Noruega” con “Irak,” “carbón” con “petróleo,” y “Alemania” con la frase “Coalición.” La historia tiene incluso un personaje de la “quinta columna” al estilo Ahmed Chalabi, quien prepara al pueblo para una fácil ocupación, imaginando que él será entrañablemente amado por la gente.
La confrontación central del libro, sin embargo, se da entre el mayor Orden y el oficial alemán al mando, el coronel Lanser, un veterano Wehrmacht de la ocupación de Bélgica más de dos décadas atrás. Lanser urge a la cooperación antes que a la violencia, la cual conducirá, advierte, inevitablemente a más violencia contra la facción de los alemanes.
La trama del relato presenta los progresivamente violentos actos del “pueblo.” Al comienzo, la mente de Lanser retrocede hacia una amistosa, anciana y canosa dama belga quien asesinó a 12 alemanes con una aguja de 12 pulgadas antes de ser capturada y baleada. El aún conserva la aguja en su casa.
Por supuesto, la violencia se inicia de golpe, y los alemanes toman represalia a una escala mucho mayor contra el pueblo noruego. Al mismo tiempo, muchos de los efectivos alemanes, ansiando irse a casa y tener alguna compañía, comienzan a desarrollar varios síntomas de stress psicológico.
Los alemanes, como los conquistadores imperiales en la época de los romanos y más allá, procuraban legitimizar sus ocupación a los ojos del pueblo. Comprendían que los colaboracionistas no funcionarían en el largo plazo. John Lukacs dedicó una gran parte de su libro, The Last European War: September, 1939-December, 1941, (1976) a demostrar como fracasaron en una intento de establecer la legitimidad sobres las naciones de la Europa ocupada.
“Legitimidad” para parafrasear a Franklin D. Roosevelt, “Ah, allí está el roce!” Incidentalmente, la versión cinematográfica del libro comienza con una cita de Roosevelt utilizando a la resistencia de Noruega para explicar el significado de la Segunda Guerra Mundial.
Al final, el colaboracionista, habiendo obtenido la autoridad del comando nazi en Oslo, le ordena al coronel Lanser ejecutar al anciano mayor y al médico del pueblo si la gente comienza a usar la dinamita, arrojada en paracaídas por las aeronaves británicas, para destruir la mina. A medida que las explosiones comienzan, los dos son ejecutados mientras el mayor repite un viejo discurso que utilizara muchos años antes — las últimas palabras de Sócrates al pueblo ateniense. Queda claro que los ocupantes, menospreciados por el pueblo, se encuentran allí por una largo y sangriento tiempo aún.
En un artículo editorial en el New York Times (11/04/2004), “Nasty, Brutish and Short,” Thomas Friedman menciona la palabra “legitimidad” cuatro veces y reflexiona sobre si la misma puede ser comprada con dinero en efectivo o impuesta por la fuerza, antes de concluir finalmente que los EE.UU. no pueden hacerlo. Agrega que con toda el estrago vengativo, “tenemos un asombroso déficit de legitimidad.” Me pregunto si la legitimidad es algo que usted puede tener en grados como él lo sugiere. ¡Ya sea que uno sea un ocupante, o no!
Como se informara en The London Telegraph, (11/04/2004) entre nuestros socios principales en la denominada “coalición,” los oficiales senior británicos, hablando anónimamente, han ya expresado un creciente sentido de “preocupación y frustración,” acerca de las tácticas estadounidenses en la ocupación. Parte del problema, dijo un oficial británico, es que los estadounidenses tienden a ver a los iraquíes como “untermenschen,” el término para los “sub-humanos.”
Continuó: “Las tropas de los EE.UU. ven las cosas en términos muy simplistas. Parece difícil para ellos reconciliar las sutilezas entre quienes apoyan qué y quienes no lo hacen en Irak. Es más sencillo para sus soldados agrupar a todos los iraquíes como los chicos malos. Hasta donde les concierne, Irak es un país bandolero y todos están allí para matarlos.”
Las reglas británicas de la guerra le permiten a sus efectivos abrir fuego solamente cuando son atacados y emplear la mínima fuerza necesaria y contra blancos identificados – no un masivo empleo del poder de fuego en áreas urbanas, como hacen los israelíes contra los palestinos y actualmente las tropas estadounidenses contra los iraquíes.
Resumiendo, “The Moon is Down” otra vez.
Traducido por Gabriel Gasave
Irak: The Moon Is Down, otra vez!
El arte, las películas y la literatura a menudo ofrecen perspectivas que ayudan a explicar las situaciones humanas quizás mejor de lo que lo hace la historia. Mi libro favorito sobre la interacción integral entre los ocupantes y aquellos siendo ocupados, es The Moon Is Down (1942) de John Steinbeck, convertido poco tiempo después en una película protagonizada por Cedric Hardwicke, Lee J. Cobb y Henry Travers. Vi la película por primera vez en los años 50, pero la misma no está siendo exhibida actualmente.
Es un relato acerca de la invasión alemana de un pequeño pueblo en Noruega en 1940 y de las consiguientes reacciones de los habitantes a medida que los nazis procuraban asegurarse de que las minas carboníferas de las cercanías continuarían enviando carbón a la maquinaría bélica del Tercer Reich. Los lectores este año pueden estar tentados de reemplazar el término “Noruega” con “Irak,” “carbón” con “petróleo,” y “Alemania” con la frase “Coalición.” La historia tiene incluso un personaje de la “quinta columna” al estilo Ahmed Chalabi, quien prepara al pueblo para una fácil ocupación, imaginando que él será entrañablemente amado por la gente.
La confrontación central del libro, sin embargo, se da entre el mayor Orden y el oficial alemán al mando, el coronel Lanser, un veterano Wehrmacht de la ocupación de Bélgica más de dos décadas atrás. Lanser urge a la cooperación antes que a la violencia, la cual conducirá, advierte, inevitablemente a más violencia contra la facción de los alemanes.
La trama del relato presenta los progresivamente violentos actos del “pueblo.” Al comienzo, la mente de Lanser retrocede hacia una amistosa, anciana y canosa dama belga quien asesinó a 12 alemanes con una aguja de 12 pulgadas antes de ser capturada y baleada. El aún conserva la aguja en su casa.
Por supuesto, la violencia se inicia de golpe, y los alemanes toman represalia a una escala mucho mayor contra el pueblo noruego. Al mismo tiempo, muchos de los efectivos alemanes, ansiando irse a casa y tener alguna compañía, comienzan a desarrollar varios síntomas de stress psicológico.
Los alemanes, como los conquistadores imperiales en la época de los romanos y más allá, procuraban legitimizar sus ocupación a los ojos del pueblo. Comprendían que los colaboracionistas no funcionarían en el largo plazo. John Lukacs dedicó una gran parte de su libro, The Last European War: September, 1939-December, 1941, (1976) a demostrar como fracasaron en una intento de establecer la legitimidad sobres las naciones de la Europa ocupada.
“Legitimidad” para parafrasear a Franklin D. Roosevelt, “Ah, allí está el roce!” Incidentalmente, la versión cinematográfica del libro comienza con una cita de Roosevelt utilizando a la resistencia de Noruega para explicar el significado de la Segunda Guerra Mundial.
Al final, el colaboracionista, habiendo obtenido la autoridad del comando nazi en Oslo, le ordena al coronel Lanser ejecutar al anciano mayor y al médico del pueblo si la gente comienza a usar la dinamita, arrojada en paracaídas por las aeronaves británicas, para destruir la mina. A medida que las explosiones comienzan, los dos son ejecutados mientras el mayor repite un viejo discurso que utilizara muchos años antes — las últimas palabras de Sócrates al pueblo ateniense. Queda claro que los ocupantes, menospreciados por el pueblo, se encuentran allí por una largo y sangriento tiempo aún.
En un artículo editorial en el New York Times (11/04/2004), “Nasty, Brutish and Short,” Thomas Friedman menciona la palabra “legitimidad” cuatro veces y reflexiona sobre si la misma puede ser comprada con dinero en efectivo o impuesta por la fuerza, antes de concluir finalmente que los EE.UU. no pueden hacerlo. Agrega que con toda el estrago vengativo, “tenemos un asombroso déficit de legitimidad.” Me pregunto si la legitimidad es algo que usted puede tener en grados como él lo sugiere. ¡Ya sea que uno sea un ocupante, o no!
Como se informara en The London Telegraph, (11/04/2004) entre nuestros socios principales en la denominada “coalición,” los oficiales senior británicos, hablando anónimamente, han ya expresado un creciente sentido de “preocupación y frustración,” acerca de las tácticas estadounidenses en la ocupación. Parte del problema, dijo un oficial británico, es que los estadounidenses tienden a ver a los iraquíes como “untermenschen,” el término para los “sub-humanos.”
Continuó: “Las tropas de los EE.UU. ven las cosas en términos muy simplistas. Parece difícil para ellos reconciliar las sutilezas entre quienes apoyan qué y quienes no lo hacen en Irak. Es más sencillo para sus soldados agrupar a todos los iraquíes como los chicos malos. Hasta donde les concierne, Irak es un país bandolero y todos están allí para matarlos.”
Las reglas británicas de la guerra le permiten a sus efectivos abrir fuego solamente cuando son atacados y emplear la mínima fuerza necesaria y contra blancos identificados – no un masivo empleo del poder de fuego en áreas urbanas, como hacen los israelíes contra los palestinos y actualmente las tropas estadounidenses contra los iraquíes.
Resumiendo, “The Moon is Down” otra vez.
Traducido por Gabriel Gasave
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