Naranja es el color actualmente de moda en la capital de la nación y en su principal centro financiero. El gobierno estadounidense ha elevado una vez más el nivel de alerta terrorista de amarillo a naranja—esta vez en Washington, D.C. y en la Ciudad de Nueva York—sobre la base de la información obtenida por el arresto en Pakistán de un ingeniero en computación varias semanas atrás. Sin embargo, al cambiar frecuentemente sus colores, el gobierno ha dado falsas alarmas demasiadas veces.
Los habitantes de las ciudades de Nueva York y Washington están justificadamente escépticos e indiferentes respecto del nivel de alerta ahora incrementado. Pese a urgir a los estadounidenses a que “siguiesen comprando” durante todas las otras alertas naranjas anteriores, el gobierno nunca nos ha dicho cómo comportarnos de manera diferente conforme los distintos niveles de “amenaza.” La retórica de parte de Tom Ridge, el Secretario de Seguridad Interior de la nación, y otros funcionarios estadounidenses anónimos desearía hacernos creer que el actual nivel de amenaza es muy severo. No obstante, ellos no modificaron el sistema de alerta a rojo, su color más alto, debido probablemente a que la gente estaría demasiado aterrorizada como para dejar sus hogares para ir hasta el centro comercial.
Pensando acerca de ello, desde el inicio del sistema de alerta, el gobierno ha mantenido los niveles solamente entre amarillo y naranja. Nunca hemos visto un azul o un verde. Tal vez se deba a que estos niveles más bajos podrían alentar a los terroristas para atacar al dar la señal de que las defensas de los EE.UU. se encontraban relajadas. Más significativo, ninguna cauta y respetable burocracia se expondría al riesgo de una futura crítica a posteriori de un ataque, por no haber alertado lo suficiente al pueblo estadounidense. Para cubrir sus traseros, la tendencia de los burócratas de la seguridad ha sido la de “sobre alertar” a los estadounidenses al alarmar falsamente con innecesarios episodios de una alerta incrementada. De este modo hay mucho espacio para sospechar que el sistema ha sido politizado, especialmente en la estela de la reciente manipulación para beneficio político por parte del Fiscal General Ashcroft de las amenazas terroristas y el inesperado desafío de John Kerry a los antecedentes del Presidente Bush en cuestiones de seguridad en la Convención Nacional Demócrata.
Bien podría haber esta vez una verdadera amenaza, pero la información recogida en Pakistán indicaba que al Qaeda había estado efectuando una vigilancia sobre los edificios financieros en estas dos ciudades durante años y la misma aparentemente no suministró ninguna inteligencia específica de una ataque inminente en alguna fecha en particular. Al Qaeda efectuó una vigilancia sobre las embajadas de los EE.UU. en Kenya y Tanzania durante cuatro años antes de atacarlas. ¿Mantendrá el gobierno el sistema de alerta en el nivel naranja durante otros cuatro años o solamente hasta los comicios de noviembre? Dado el lamentable desempeño de las agencias de inteligencia estadounidenses con anterioridad al 11 de septiembre (como lo destacara la Comisión del 11/09) y sobre las armas de destrucción masiva iraquíes (como lo expusiera el Comité de Inteligencia del Senado), ¿cómo sabemos que el “tesoro” descubierto en Pakistán no es información falsa plantada de forma deliberada por al Qaeda ya sea para asustar al público estadounidense como para conseguir una respuesta por parte de las defensas del país de modo tal que el grupo terrorista pueda conocer mejor cómo las mismas reaccionan?
Si el Presidente Bush y su aparato de seguridad realmente desean hacernos más seguros, deberían utilizar el sistema de alerta de una manera diferente. Cada vez que el gobierno de los EE.UU. se involucra en el exterior—por ejemplo, invadiendo innecesariamente al país islámico de turno—y agranda el blanco ya pintado sobre nosotros aquí en el país, el nivel de alerta debiera ser elevado un punto. Así, en este año electoral, los votantes tendríamos una idea mejor de cuan seguros las acciones gubernamentales en ultramar nos están haciendo a todos nosotros en el país. Basándonos en el vergonzoso informe revisado del Departamento de Estado que evidencia que el terrorismo ha estado recientemente en ascenso, la amenaza planteada para los Estados Unidos por parte de la política exterior de la administración se encuentra claramente en la zona roja.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Hoy de qué color es el lobo?
Naranja es el color actualmente de moda en la capital de la nación y en su principal centro financiero. El gobierno estadounidense ha elevado una vez más el nivel de alerta terrorista de amarillo a naranja—esta vez en Washington, D.C. y en la Ciudad de Nueva York—sobre la base de la información obtenida por el arresto en Pakistán de un ingeniero en computación varias semanas atrás. Sin embargo, al cambiar frecuentemente sus colores, el gobierno ha dado falsas alarmas demasiadas veces.
Los habitantes de las ciudades de Nueva York y Washington están justificadamente escépticos e indiferentes respecto del nivel de alerta ahora incrementado. Pese a urgir a los estadounidenses a que “siguiesen comprando” durante todas las otras alertas naranjas anteriores, el gobierno nunca nos ha dicho cómo comportarnos de manera diferente conforme los distintos niveles de “amenaza.” La retórica de parte de Tom Ridge, el Secretario de Seguridad Interior de la nación, y otros funcionarios estadounidenses anónimos desearía hacernos creer que el actual nivel de amenaza es muy severo. No obstante, ellos no modificaron el sistema de alerta a rojo, su color más alto, debido probablemente a que la gente estaría demasiado aterrorizada como para dejar sus hogares para ir hasta el centro comercial.
Pensando acerca de ello, desde el inicio del sistema de alerta, el gobierno ha mantenido los niveles solamente entre amarillo y naranja. Nunca hemos visto un azul o un verde. Tal vez se deba a que estos niveles más bajos podrían alentar a los terroristas para atacar al dar la señal de que las defensas de los EE.UU. se encontraban relajadas. Más significativo, ninguna cauta y respetable burocracia se expondría al riesgo de una futura crítica a posteriori de un ataque, por no haber alertado lo suficiente al pueblo estadounidense. Para cubrir sus traseros, la tendencia de los burócratas de la seguridad ha sido la de “sobre alertar” a los estadounidenses al alarmar falsamente con innecesarios episodios de una alerta incrementada. De este modo hay mucho espacio para sospechar que el sistema ha sido politizado, especialmente en la estela de la reciente manipulación para beneficio político por parte del Fiscal General Ashcroft de las amenazas terroristas y el inesperado desafío de John Kerry a los antecedentes del Presidente Bush en cuestiones de seguridad en la Convención Nacional Demócrata.
Bien podría haber esta vez una verdadera amenaza, pero la información recogida en Pakistán indicaba que al Qaeda había estado efectuando una vigilancia sobre los edificios financieros en estas dos ciudades durante años y la misma aparentemente no suministró ninguna inteligencia específica de una ataque inminente en alguna fecha en particular. Al Qaeda efectuó una vigilancia sobre las embajadas de los EE.UU. en Kenya y Tanzania durante cuatro años antes de atacarlas. ¿Mantendrá el gobierno el sistema de alerta en el nivel naranja durante otros cuatro años o solamente hasta los comicios de noviembre? Dado el lamentable desempeño de las agencias de inteligencia estadounidenses con anterioridad al 11 de septiembre (como lo destacara la Comisión del 11/09) y sobre las armas de destrucción masiva iraquíes (como lo expusiera el Comité de Inteligencia del Senado), ¿cómo sabemos que el “tesoro” descubierto en Pakistán no es información falsa plantada de forma deliberada por al Qaeda ya sea para asustar al público estadounidense como para conseguir una respuesta por parte de las defensas del país de modo tal que el grupo terrorista pueda conocer mejor cómo las mismas reaccionan?
Si el Presidente Bush y su aparato de seguridad realmente desean hacernos más seguros, deberían utilizar el sistema de alerta de una manera diferente. Cada vez que el gobierno de los EE.UU. se involucra en el exterior—por ejemplo, invadiendo innecesariamente al país islámico de turno—y agranda el blanco ya pintado sobre nosotros aquí en el país, el nivel de alerta debiera ser elevado un punto. Así, en este año electoral, los votantes tendríamos una idea mejor de cuan seguros las acciones gubernamentales en ultramar nos están haciendo a todos nosotros en el país. Basándonos en el vergonzoso informe revisado del Departamento de Estado que evidencia que el terrorismo ha estado recientemente en ascenso, la amenaza planteada para los Estados Unidos por parte de la política exterior de la administración se encuentra claramente en la zona roja.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorGobierno y políticaSecretismo gubernamentalTerrorismo y seguridad nacional
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