Pocos días atrás, el Primer Ministro de Taiwán Yu Shyi-kun conversó con académicos de centros de estudios durante un desayuno celebrado en Nueva York. Cuando la conversación viró hacia China, el Primer Ministro se puso solemne: “Si los Estados Unidos pueden ayudar a derrocar al régimen de Saddam Hussein a fin de establecer la democracia en Irak, ¿por qué Washington no valora más a la democracia de Taiwán?” Su declaración refleja un cambio hacia un nuevo movimiento independentista taiwanés que amenaza con arrastrar a los Estados Unidos a una abierta confrontación con China.
Durante la pasada década, la población taiwanesa de manera creciente se ha identificado a sí misma como culturalmente distinta de China, y este punto de vista se refleja en el proceso político. En 2000, el pro-independentista Chen Shui-bian ganó la presidencia de Taiwán, quebrando el monopolio del partido de la pro-unificación Kuomintang sobre el más alto puesto público. Chen ganó una ajustada reelección el pasado mes de marzo con el 50,1 por ciento de los votos, pero este resultado aún representa un considerable incremento de su 33,9 por ciento demostrado en 2000.
La coalición pan-verde de Chen, una alianza entre los dos mayores partidos pro-independentistas, es probable que obtenga una mayoría de los escaños en el Yuan Legislativo, o parlamento, en los comicios del próximo diciembre. Ahora mismo la coalición pan-verde se encuentra tan sólo de manera estrecha en minoría, con 100 de los 225 escaños en la legislatura. La coalición pro-reunificación pan-azul controla actualmente 108 asientos y 17 escaños no se encuentran alineados.
Con un gobierno unificado detrás de la independencia, el referendo constitucional prometido por Chen para 2006 para hacer de Taiwán una “nación normal y completa” hacia el 2008 podría estar bien encaminado.
China está resueltamente opuesta a una nueva constitución, la cual es vista como equivalente a la independencia. En julio pasado el Ministro de Defensa chino, Cao Gangchuan, advirtió: “Si las fuerzas independentistas de Taiwán continúan actuando de forma deliberada, el Ejército de Liberación del Pueblo tiene la determinación y la capacidad para aplastar resueltamente cualquier conspiración separatista de la independencia de Taiwán.” La Oficina de Asuntos Taiwaneses de China amenazó con atacar a Taiwán antes de 2008 si Chen continúa con su agenda del referendo.
China posee al menos 496 misiles apuntados hacia Taiwán, y un reciente informe del Pentágono estima que 75 más serán añadidos cada año. El poderoso Ejército de Liberación del Pueblo de China posee 2,5 millones de efectivos y se encuentra evolucionando de ser una pesada fuerza terrestre hacia una más moderna y móvil capaz de un ataque a través del Estrecho. Tan sólo el mes pasado, las fuerzas armadas chinas lanzaron un asalto simulado de servicios múltiples sobre la isla de Dongshan en el Mar del Sur de la China, el que involucró a más de 18.000 efectivos. La isla fue escogida por su semejanza con Taiwán tanto en cuanto al terreno como al clima.
Si una nueva constitución taiwanesa provoca una guerra con China, el Presidente Bush ha señalado que los EE.UU. defenderán a Taiwán—pese a los costos. En una entrevista con ABC News en 2001, Bush dejó en claro que los EE.UU. tenían una obligación de ayudar a defender a Taiwán “y que los chinos deben entender eso.” Cuando se le preguntó si eso incluía el empleo de fuerzas estadounidenses, Bush respondió que los EE.UU. harían “lo que fuese para ayudar a Taiwán a defenderse.”
En el mejor de los casos, los EE.UU. derrotarían fácilmente a China en una batalla localizada en el Mar del Sur de la China; esto le costaría a los Estados Unidos su tercer socio comercial más importante, y perjudicaría de manera significativa a la economía estadounidense. En el peor de los casos, China podría lanzar veinte Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM son sus siglas en inglés) con ojivas nucleares capaces de alcanzar a los Estados Unidos continentales. ¿Estarían los Estados Unidos dispuestos—tal como el Teniente General Xiong Guangkai del Ejército de Liberación del Pueblo célebremente lo amenazara alguna vez—a “sacrificar a Los Angeles para proteger a Taiwán?”
China y Taiwán se encaminan en cámara lenta hacia una colisión, y la política de los EE.UU. está inadvertidamente alentando la catástrofe inminente. La seguridad de los EE.UU. garantiza hacer que los defensores de la independencia de Taiwán se sientan invulnerables, mientras deja a China desalentada respecto de las posibilidades de una reunificación pacífica y con una sentimiento crecientemente beligerante. Además, estas promesas confinan a los Estados Unidos a un conflicto con China, el que solamente puede terminar en un desastre para el pueblo estadounidense.
Las elecciones de diciembre en Taiwán son una fecha clave para el futuro de las relaciones entre China, Taiwán y los EE.UU.. Pero antes de ello, viene noviembre, y Bush o Kerry precisan dejar en claro que los Estados Unidos no saldrán en defensa de cualquier Taiwán independiente. Esto renovaría la ofensiva para una reunión pacífica de ambas partes y evitaría una guerra sino-estadounidense sobre el traspaso. Los Estados Unidos serán odiados por ignorar la demanda de Taiwán por la auto-determinación, pero una garantía estadounidense de la misma sería muy costosa.
Traducido por Gabriel Gasave
La estratagema de la independencia de Taiwán
Pocos días atrás, el Primer Ministro de Taiwán Yu Shyi-kun conversó con académicos de centros de estudios durante un desayuno celebrado en Nueva York. Cuando la conversación viró hacia China, el Primer Ministro se puso solemne: “Si los Estados Unidos pueden ayudar a derrocar al régimen de Saddam Hussein a fin de establecer la democracia en Irak, ¿por qué Washington no valora más a la democracia de Taiwán?” Su declaración refleja un cambio hacia un nuevo movimiento independentista taiwanés que amenaza con arrastrar a los Estados Unidos a una abierta confrontación con China.
Durante la pasada década, la población taiwanesa de manera creciente se ha identificado a sí misma como culturalmente distinta de China, y este punto de vista se refleja en el proceso político. En 2000, el pro-independentista Chen Shui-bian ganó la presidencia de Taiwán, quebrando el monopolio del partido de la pro-unificación Kuomintang sobre el más alto puesto público. Chen ganó una ajustada reelección el pasado mes de marzo con el 50,1 por ciento de los votos, pero este resultado aún representa un considerable incremento de su 33,9 por ciento demostrado en 2000.
La coalición pan-verde de Chen, una alianza entre los dos mayores partidos pro-independentistas, es probable que obtenga una mayoría de los escaños en el Yuan Legislativo, o parlamento, en los comicios del próximo diciembre. Ahora mismo la coalición pan-verde se encuentra tan sólo de manera estrecha en minoría, con 100 de los 225 escaños en la legislatura. La coalición pro-reunificación pan-azul controla actualmente 108 asientos y 17 escaños no se encuentran alineados.
Con un gobierno unificado detrás de la independencia, el referendo constitucional prometido por Chen para 2006 para hacer de Taiwán una “nación normal y completa” hacia el 2008 podría estar bien encaminado.
China está resueltamente opuesta a una nueva constitución, la cual es vista como equivalente a la independencia. En julio pasado el Ministro de Defensa chino, Cao Gangchuan, advirtió: “Si las fuerzas independentistas de Taiwán continúan actuando de forma deliberada, el Ejército de Liberación del Pueblo tiene la determinación y la capacidad para aplastar resueltamente cualquier conspiración separatista de la independencia de Taiwán.” La Oficina de Asuntos Taiwaneses de China amenazó con atacar a Taiwán antes de 2008 si Chen continúa con su agenda del referendo.
China posee al menos 496 misiles apuntados hacia Taiwán, y un reciente informe del Pentágono estima que 75 más serán añadidos cada año. El poderoso Ejército de Liberación del Pueblo de China posee 2,5 millones de efectivos y se encuentra evolucionando de ser una pesada fuerza terrestre hacia una más moderna y móvil capaz de un ataque a través del Estrecho. Tan sólo el mes pasado, las fuerzas armadas chinas lanzaron un asalto simulado de servicios múltiples sobre la isla de Dongshan en el Mar del Sur de la China, el que involucró a más de 18.000 efectivos. La isla fue escogida por su semejanza con Taiwán tanto en cuanto al terreno como al clima.
Si una nueva constitución taiwanesa provoca una guerra con China, el Presidente Bush ha señalado que los EE.UU. defenderán a Taiwán—pese a los costos. En una entrevista con ABC News en 2001, Bush dejó en claro que los EE.UU. tenían una obligación de ayudar a defender a Taiwán “y que los chinos deben entender eso.” Cuando se le preguntó si eso incluía el empleo de fuerzas estadounidenses, Bush respondió que los EE.UU. harían “lo que fuese para ayudar a Taiwán a defenderse.”
En el mejor de los casos, los EE.UU. derrotarían fácilmente a China en una batalla localizada en el Mar del Sur de la China; esto le costaría a los Estados Unidos su tercer socio comercial más importante, y perjudicaría de manera significativa a la economía estadounidense. En el peor de los casos, China podría lanzar veinte Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM son sus siglas en inglés) con ojivas nucleares capaces de alcanzar a los Estados Unidos continentales. ¿Estarían los Estados Unidos dispuestos—tal como el Teniente General Xiong Guangkai del Ejército de Liberación del Pueblo célebremente lo amenazara alguna vez—a “sacrificar a Los Angeles para proteger a Taiwán?”
China y Taiwán se encaminan en cámara lenta hacia una colisión, y la política de los EE.UU. está inadvertidamente alentando la catástrofe inminente. La seguridad de los EE.UU. garantiza hacer que los defensores de la independencia de Taiwán se sientan invulnerables, mientras deja a China desalentada respecto de las posibilidades de una reunificación pacífica y con una sentimiento crecientemente beligerante. Además, estas promesas confinan a los Estados Unidos a un conflicto con China, el que solamente puede terminar en un desastre para el pueblo estadounidense.
Las elecciones de diciembre en Taiwán son una fecha clave para el futuro de las relaciones entre China, Taiwán y los EE.UU.. Pero antes de ello, viene noviembre, y Bush o Kerry precisan dejar en claro que los Estados Unidos no saldrán en defensa de cualquier Taiwán independiente. Esto renovaría la ofensiva para una reunión pacífica de ambas partes y evitaría una guerra sino-estadounidense sobre el traspaso. Los Estados Unidos serán odiados por ignorar la demanda de Taiwán por la auto-determinación, pero una garantía estadounidense de la misma sería muy costosa.
Traducido por Gabriel Gasave
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