El trágico hito de 1.000 estadounidenses muertos en el atolladero iraquí debería provocar una introspección respecto de por qué los Estados Unidos fueron en realidad a la guerra y si ella ha valido o no la pena. Mientras que las justificaciones públicas de la administración Bush nunca cuadraron realmente, existe evidencia de que había una agenda secreta detrás de la invasión de Irak: asegurar el petróleo.
Saddam jamás tuvo una relación de cooperación con al Qaeda. Incluso si el programa de armas nucleares de Saddam hubiese tenido un progreso mayor que el de su crudo intento por reiniciarlo—el peor de los casos—se sabía que el mismo se encontraba menos avanzado que aquellos de Corea del Norte e Irán. En cuanto a entregarle costosas armas nucleares, biológicas, o químicas a impredecibles grupos terroristas: Irak era un estado patrocinador del terrorismo en mucha menor medida que lo son Irán o Siria y no auspiciaba a grupos que concentraban sus ataques contra los Estados Unidos. Después de que ningún “arma de destrucción masiva” ni vínculos iraquíes con al Qaeda fueran encontrados, la justificación a la que echó mano la administración Bush para la guerra fue la de liberar a los pueblos oprimidos y la de establecer una democracia que se esparciría a través del Medio Oriente. Por supuesto, este proyecto de ingeniería social también podría haber sido intentado en Siria, Irán, o con los aliados de los EE.UU. en el Golfo, tales como Arabia Saudita, aunque probablemente con no más éxito que en Irak.
Por lo tanto si las muchas y cambiantes justificaciones esgrimidas para la invasión se desploman bajo el análisis, al ciudadano promedio le queda buscar una razón secreta legítima para lo que ahora se ha vuelto una debacle mortal. Existe más evidencia para apoyar la teoría implícita de asegurar el petróleo, más que de otros motivos ocultos. Algunos han sostenido que la guerra fue un plan neoconservador para eliminar a un potencial enemigo de Israel. Puede haber algo de cierto en este argumento. Pero después de hacer las paces con la nación árabe más amenazante—Egipto—y poseyendo significativamente cientos de armas nucleares, Israel se encuentra actualmente relativamente segura de amenazas existenciales. Además, la mayoría de los expertos concordaban en que Irán estaba más próximo a ser una amenaza nuclear para Israel que Irak. Siria era una amenaza convencional mayor que el régimen de Saddam debido a su frontera contigua con el estado judío.
Otros han especulado con que el más joven de los Bush y el Vicepresidente Cheney fueron sensibles a la crítica de que el más viejo de los Bush y el Secretario de Defensa Cheney no acabaron con Saddam cuando tuvieron la oportunidad. Puede haber algo de cierto también con esa especulación.
A pesar de que las líneas de razonamiento de “ayudar a Israel” o del “trabajo inconcluso” pueden haber jugado un rol en la decisión de la administración de invadir Irak, confirmar esas hipótesis es un desafío. Existe más evidencia para apoyar la tesis de que la guerra fue llevada a cabo para asegurar el petróleo. Intentando justificar la marcha hacia la guerra, el Vicesecretario de Defensa Paul Wolfowitz sostuvo implícitamente que la invasión estadounidense de Irak podría disminuir el perfil de blanco de ataques de los Estados Unidos por parte de terroristas islámicos al permitir remover la presencia militar de los EE.UU. de la tierra santa de Arabia Saudita. El petróleo del Golfo Pérsico podría ser custodiado desde nuevas bases militares en Irak, las cuales actualmente están siendo construidas.
El admitir bruscamente que la guerra de Irak fue para proteger al petróleo podría hacer aparecer como que los Estados Unidos se involucraron en guerra imperiales para asirse de recursos, muy parecido a lo que los japoneses hicieron con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto Wolfowitz fue más indirecto.
¿Pero es correcto este juicio convencional de que los Estados Unidos precisan intercambiar sangre por petróleo? Muchos economistas no lo creen. Antes de la Primera Guerra del Golfo, dos Premios Nobel en Economía—Milton Friedman a la derecha y James Tobin a la izquierda—afirmaron que no se necesitaba de ninguna guerra por petróleo.
En verdad, los países del Golfo Pérsico precisan vender petróleo en mayor medida que lo que los Estados Unidos necesitan comprarlo. El petróleo implica entre el 65 y el 95 por ciento de las exportaciones de las naciones del Golfo Pérsico. En cambio, el petróleo alcanza solamente a cerca de un 7 por ciento de las importaciones de los EE.UU.. De esta manera, la mayoría de los estados, ya sea que sus gobiernos sean o no amistosos para con los Estados Unidos, poseen un enorme incentivo para exportar petróleo al mercado mundial.
Aún cuando los precios del petróleo están periódicamente altos, los efectos económicos adversos son bastamente exagerados. El estancamiento con inflación de fines de los años 70 fue falsamente atribuido a los precios crecientes del petróleo causados por la “crisis petrolera” de 1973. En cambio, las malas políticas económicas del gobierno estadounidense—por ejemplo, los controles de precios y la política monetaria excesivamente laxa—merecían ser culpados más que los altos precios del petróleo. En verdad, el economista Douglas Bohi ha estimado que los sacudones petroleros de los años 70 redujeron el Producto Bruto Interno (GDP son sus siglas en inglés) de los Estados Unidos en solamente un 0,35 por ciento. Más recientemente, de acuerdo con Donald Losman de la National Defense University, a pesar de que Alemania enfrentó un incremento en el precio del petróleo crudo del 211 por ciento entre el cuarto trimestre de 1998 y el tercer trimestre de 2000, el país experimentó un crecimiento económico con una caída del desempleo y de la inflación.
Los Estados Unidos importan aproximadamente el 20 por ciento de su petróleo del Golfo Pérsico. Desde el Oriente Asiático, los Estados Unidos importan cerca del 80 por ciento de los semiconductores—otro producto que es crucial para la economía de los EE.UU. y para la seguridad nacional. Sin embargo Washington nunca se preocupa respecto de faltantes o de precios altos para los circuitos del Este de Asia y no interviene militarmente para asegurar el abastecimiento de los mismos.
Por lo tanto, incluso el petróleo, el más defendible de los potenciales motivos no precisados para invadir Irak, no parece ser muy defendible que digamos. ¿Podrían 1.000 estadounidenses haber muerto en vano?
Traducido por Gabriel Gasave
¿Han muerto 1.000 estadounidenses por el petróleo?
El trágico hito de 1.000 estadounidenses muertos en el atolladero iraquí debería provocar una introspección respecto de por qué los Estados Unidos fueron en realidad a la guerra y si ella ha valido o no la pena. Mientras que las justificaciones públicas de la administración Bush nunca cuadraron realmente, existe evidencia de que había una agenda secreta detrás de la invasión de Irak: asegurar el petróleo.
Saddam jamás tuvo una relación de cooperación con al Qaeda. Incluso si el programa de armas nucleares de Saddam hubiese tenido un progreso mayor que el de su crudo intento por reiniciarlo—el peor de los casos—se sabía que el mismo se encontraba menos avanzado que aquellos de Corea del Norte e Irán. En cuanto a entregarle costosas armas nucleares, biológicas, o químicas a impredecibles grupos terroristas: Irak era un estado patrocinador del terrorismo en mucha menor medida que lo son Irán o Siria y no auspiciaba a grupos que concentraban sus ataques contra los Estados Unidos. Después de que ningún “arma de destrucción masiva” ni vínculos iraquíes con al Qaeda fueran encontrados, la justificación a la que echó mano la administración Bush para la guerra fue la de liberar a los pueblos oprimidos y la de establecer una democracia que se esparciría a través del Medio Oriente. Por supuesto, este proyecto de ingeniería social también podría haber sido intentado en Siria, Irán, o con los aliados de los EE.UU. en el Golfo, tales como Arabia Saudita, aunque probablemente con no más éxito que en Irak.
Por lo tanto si las muchas y cambiantes justificaciones esgrimidas para la invasión se desploman bajo el análisis, al ciudadano promedio le queda buscar una razón secreta legítima para lo que ahora se ha vuelto una debacle mortal. Existe más evidencia para apoyar la teoría implícita de asegurar el petróleo, más que de otros motivos ocultos. Algunos han sostenido que la guerra fue un plan neoconservador para eliminar a un potencial enemigo de Israel. Puede haber algo de cierto en este argumento. Pero después de hacer las paces con la nación árabe más amenazante—Egipto—y poseyendo significativamente cientos de armas nucleares, Israel se encuentra actualmente relativamente segura de amenazas existenciales. Además, la mayoría de los expertos concordaban en que Irán estaba más próximo a ser una amenaza nuclear para Israel que Irak. Siria era una amenaza convencional mayor que el régimen de Saddam debido a su frontera contigua con el estado judío.
Otros han especulado con que el más joven de los Bush y el Vicepresidente Cheney fueron sensibles a la crítica de que el más viejo de los Bush y el Secretario de Defensa Cheney no acabaron con Saddam cuando tuvieron la oportunidad. Puede haber algo de cierto también con esa especulación.
A pesar de que las líneas de razonamiento de “ayudar a Israel” o del “trabajo inconcluso” pueden haber jugado un rol en la decisión de la administración de invadir Irak, confirmar esas hipótesis es un desafío. Existe más evidencia para apoyar la tesis de que la guerra fue llevada a cabo para asegurar el petróleo. Intentando justificar la marcha hacia la guerra, el Vicesecretario de Defensa Paul Wolfowitz sostuvo implícitamente que la invasión estadounidense de Irak podría disminuir el perfil de blanco de ataques de los Estados Unidos por parte de terroristas islámicos al permitir remover la presencia militar de los EE.UU. de la tierra santa de Arabia Saudita. El petróleo del Golfo Pérsico podría ser custodiado desde nuevas bases militares en Irak, las cuales actualmente están siendo construidas.
El admitir bruscamente que la guerra de Irak fue para proteger al petróleo podría hacer aparecer como que los Estados Unidos se involucraron en guerra imperiales para asirse de recursos, muy parecido a lo que los japoneses hicieron con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto Wolfowitz fue más indirecto.
¿Pero es correcto este juicio convencional de que los Estados Unidos precisan intercambiar sangre por petróleo? Muchos economistas no lo creen. Antes de la Primera Guerra del Golfo, dos Premios Nobel en Economía—Milton Friedman a la derecha y James Tobin a la izquierda—afirmaron que no se necesitaba de ninguna guerra por petróleo.
En verdad, los países del Golfo Pérsico precisan vender petróleo en mayor medida que lo que los Estados Unidos necesitan comprarlo. El petróleo implica entre el 65 y el 95 por ciento de las exportaciones de las naciones del Golfo Pérsico. En cambio, el petróleo alcanza solamente a cerca de un 7 por ciento de las importaciones de los EE.UU.. De esta manera, la mayoría de los estados, ya sea que sus gobiernos sean o no amistosos para con los Estados Unidos, poseen un enorme incentivo para exportar petróleo al mercado mundial.
Aún cuando los precios del petróleo están periódicamente altos, los efectos económicos adversos son bastamente exagerados. El estancamiento con inflación de fines de los años 70 fue falsamente atribuido a los precios crecientes del petróleo causados por la “crisis petrolera” de 1973. En cambio, las malas políticas económicas del gobierno estadounidense—por ejemplo, los controles de precios y la política monetaria excesivamente laxa—merecían ser culpados más que los altos precios del petróleo. En verdad, el economista Douglas Bohi ha estimado que los sacudones petroleros de los años 70 redujeron el Producto Bruto Interno (GDP son sus siglas en inglés) de los Estados Unidos en solamente un 0,35 por ciento. Más recientemente, de acuerdo con Donald Losman de la National Defense University, a pesar de que Alemania enfrentó un incremento en el precio del petróleo crudo del 211 por ciento entre el cuarto trimestre de 1998 y el tercer trimestre de 2000, el país experimentó un crecimiento económico con una caída del desempleo y de la inflación.
Los Estados Unidos importan aproximadamente el 20 por ciento de su petróleo del Golfo Pérsico. Desde el Oriente Asiático, los Estados Unidos importan cerca del 80 por ciento de los semiconductores—otro producto que es crucial para la economía de los EE.UU. y para la seguridad nacional. Sin embargo Washington nunca se preocupa respecto de faltantes o de precios altos para los circuitos del Este de Asia y no interviene militarmente para asegurar el abastecimiento de los mismos.
Por lo tanto, incluso el petróleo, el más defendible de los potenciales motivos no precisados para invadir Irak, no parece ser muy defendible que digamos. ¿Podrían 1.000 estadounidenses haber muerto en vano?
Traducido por Gabriel Gasave
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