Recientemente, Rusia ha padecido ataques sangrientos contra aviones, un tren subterráneo y una escuela en respuesta a su severa eliminación de la auto-determinación de Chechenia. Israel ha sufrido una vez más ataques con bombas a autobuses en represalia por su ocupación de territorios árabes en Palestina. ¿Podrían ser los Estados Unidos la siguiente víctima de otro ataque calamitoso contra su suelo por la ocupación de una nación islámica?
Desde los horrendos ataques del 11 de septiembre, uno pensaría que quienes diseñan las políticas en los EE.UU. habrían aprendido que los islamistas radicales se encuentran enardecidos para cometer ataques terroristas debido a la intervención y ocupación “infiel” de tierras musulmanas. Esta cuestión es la principal queja de Osama bin Laden contra los Estados Unidos, y él no la ha ocultado. (Incluso el neoconservador Newt Gingrich ha contradicho recientemente la aseveración del Presidente Bush de que los Estados Unidos son atacados por “lo que somos” y no por “lo que hacemos.”) Eso es también lo que condujo a los jihadistas islámicos de todo el mundo a Afganistán en los años 80 para hacer retroceder a la invasión soviética y es lo que actualmente conduce los entusiastas ataques chechenios contra los rusos y a las vigorosas ofensivas palestinas contra Israel.
El Islam exige que todos los musulmanes hagan los que puedan por defender a las tierras islámicas cuando éstas son atacadas por no musulmanes. A fin de derrotar a las técnicas basadas en el perfil de los sospechosos por parte de las fuerzas de seguridad, incluso las mujeres musulmanas se han involucrado en los ataques jihadistas contra los rusos y los israelíes.
De esta manera, no debería sorprender que los islamistas radicales hayan llegado en tropel a Irak y Afganistán para combatir contra la ocupación estadounidense de esas naciones. En Irak, las fuerzas de los EE.UU. han perdido el control de las ciudades sunnitas de Falluya, Ramadi, y Samarra a manos de los islamistas. A pesar de que las fuerzas armadas estadounidenses provocaron el retiro de las fuerzas chiitas radicales de las ciudades sureñas de Najaf y Karbala, las mismas también tuvieron que retirarse. Muchos de los radicales chiitas conservaron sus armas y sobrevivieron para pelear nuevamente—tal vez en el barrio bajo de Bagdad de la Ciudad de Sadr, la cual también se encuentra en riesgo de ser perdida por las fuerzas de los EE.UU..
No hay duda alguna de que el ejército más poderoso del mundo podría recuperar a estas ciudades. Si la tradición guerrera de los EE.UU. desde Ulysses S. Grant fuese seguida, la masiva ventaja estadounidense en el poder de fuego sería empleada para regresar a esas ciudades a la era de piedra, matar a sus ocupantes jihadistas, e invadirlas en total victoria. Desafortunadamente, la guerra de Vietnam War demostró que esa tácticas no funcionan en una guerra de guerrillas en la cual el enemigo utiliza a la población para refugio y apoyo. El retomar las ciudades mataría posiblemente a numerosos civiles y pondría a toda la importante opinión iraquí decididamente en contra de los Estados Unidos. Las fuerzas armadas estadounidenses están procurando evitar un resultado similar al de Vietnam en el cual el empleo masivo del poder de fuego de los EE.UU. puso a la población en contra de las fuerzas estadounidenses. Por otra parte, permitirle a los insurgentes islámicos controlar algunas de las ciudades iraquíes pareciera evidenciar la debilidad de los EE.UU.. Como en Vietnam, los EE.UU. se encuentran “dentro” pero desconocen cómo ganar.
Desde que comenzara la guerra en Irak, el mes de agosto fue el peor para las lesiones a los soldados estadounidenses—un mejor indicador de la creciente ferocidad del combate que el del número de muertos. Pero la tragedia de los casi 1.000 efectivos de servicio estadounidenses muertos y de los otros 7.000 heridos en el conflicto hasta la fecha, podría no ser el peor resultado de la invasión y de la ocupación de una nación islámica.
La continua ocupación de Irak y de Afganistán ha encendido las pasiones radicales islámicas por todo el mundo—trayendo dinero y reclutas—y podría conducir a los islamistas a un próximo ataque contra el territorio estadounidense. Al Qaeda ha estado más activa desde el 11 de septiembre de lo que lo ha estado con anterioridad. Al Qaeda podría perfectamente intentar infligir tanto dolor sobre los Estados Unidos como el que generaron recientemente los chechenios sobre los rusos. Lo que aconteció en Rusia debería ser una alerta para los Estados Unidos.
En síntesis, a pesar de que los salvajes ataques contra los civiles nunca debieran de ser perdonados, la ingrata realidad es la de que Rusia, Israel, y los Estados Unidos deben esperar futuros intentos por parte de los terroristas islámicos de atacar sus territorios hasta que la causa subyacente del terrorismo sea removida. Esa causa subyacente es el entremetimiento y la ocupación “infiel” de las tierras islámicas.
Traducido por Gabriel Gasave
Los ataques chechenios contra Rusia: ¿Un presagio para los Estados Unidos?
Recientemente, Rusia ha padecido ataques sangrientos contra aviones, un tren subterráneo y una escuela en respuesta a su severa eliminación de la auto-determinación de Chechenia. Israel ha sufrido una vez más ataques con bombas a autobuses en represalia por su ocupación de territorios árabes en Palestina. ¿Podrían ser los Estados Unidos la siguiente víctima de otro ataque calamitoso contra su suelo por la ocupación de una nación islámica?
Desde los horrendos ataques del 11 de septiembre, uno pensaría que quienes diseñan las políticas en los EE.UU. habrían aprendido que los islamistas radicales se encuentran enardecidos para cometer ataques terroristas debido a la intervención y ocupación “infiel” de tierras musulmanas. Esta cuestión es la principal queja de Osama bin Laden contra los Estados Unidos, y él no la ha ocultado. (Incluso el neoconservador Newt Gingrich ha contradicho recientemente la aseveración del Presidente Bush de que los Estados Unidos son atacados por “lo que somos” y no por “lo que hacemos.”) Eso es también lo que condujo a los jihadistas islámicos de todo el mundo a Afganistán en los años 80 para hacer retroceder a la invasión soviética y es lo que actualmente conduce los entusiastas ataques chechenios contra los rusos y a las vigorosas ofensivas palestinas contra Israel.
El Islam exige que todos los musulmanes hagan los que puedan por defender a las tierras islámicas cuando éstas son atacadas por no musulmanes. A fin de derrotar a las técnicas basadas en el perfil de los sospechosos por parte de las fuerzas de seguridad, incluso las mujeres musulmanas se han involucrado en los ataques jihadistas contra los rusos y los israelíes.
De esta manera, no debería sorprender que los islamistas radicales hayan llegado en tropel a Irak y Afganistán para combatir contra la ocupación estadounidense de esas naciones. En Irak, las fuerzas de los EE.UU. han perdido el control de las ciudades sunnitas de Falluya, Ramadi, y Samarra a manos de los islamistas. A pesar de que las fuerzas armadas estadounidenses provocaron el retiro de las fuerzas chiitas radicales de las ciudades sureñas de Najaf y Karbala, las mismas también tuvieron que retirarse. Muchos de los radicales chiitas conservaron sus armas y sobrevivieron para pelear nuevamente—tal vez en el barrio bajo de Bagdad de la Ciudad de Sadr, la cual también se encuentra en riesgo de ser perdida por las fuerzas de los EE.UU..
No hay duda alguna de que el ejército más poderoso del mundo podría recuperar a estas ciudades. Si la tradición guerrera de los EE.UU. desde Ulysses S. Grant fuese seguida, la masiva ventaja estadounidense en el poder de fuego sería empleada para regresar a esas ciudades a la era de piedra, matar a sus ocupantes jihadistas, e invadirlas en total victoria. Desafortunadamente, la guerra de Vietnam War demostró que esa tácticas no funcionan en una guerra de guerrillas en la cual el enemigo utiliza a la población para refugio y apoyo. El retomar las ciudades mataría posiblemente a numerosos civiles y pondría a toda la importante opinión iraquí decididamente en contra de los Estados Unidos. Las fuerzas armadas estadounidenses están procurando evitar un resultado similar al de Vietnam en el cual el empleo masivo del poder de fuego de los EE.UU. puso a la población en contra de las fuerzas estadounidenses. Por otra parte, permitirle a los insurgentes islámicos controlar algunas de las ciudades iraquíes pareciera evidenciar la debilidad de los EE.UU.. Como en Vietnam, los EE.UU. se encuentran “dentro” pero desconocen cómo ganar.
Desde que comenzara la guerra en Irak, el mes de agosto fue el peor para las lesiones a los soldados estadounidenses—un mejor indicador de la creciente ferocidad del combate que el del número de muertos. Pero la tragedia de los casi 1.000 efectivos de servicio estadounidenses muertos y de los otros 7.000 heridos en el conflicto hasta la fecha, podría no ser el peor resultado de la invasión y de la ocupación de una nación islámica.
La continua ocupación de Irak y de Afganistán ha encendido las pasiones radicales islámicas por todo el mundo—trayendo dinero y reclutas—y podría conducir a los islamistas a un próximo ataque contra el territorio estadounidense. Al Qaeda ha estado más activa desde el 11 de septiembre de lo que lo ha estado con anterioridad. Al Qaeda podría perfectamente intentar infligir tanto dolor sobre los Estados Unidos como el que generaron recientemente los chechenios sobre los rusos. Lo que aconteció en Rusia debería ser una alerta para los Estados Unidos.
En síntesis, a pesar de que los salvajes ataques contra los civiles nunca debieran de ser perdonados, la ingrata realidad es la de que Rusia, Israel, y los Estados Unidos deben esperar futuros intentos por parte de los terroristas islámicos de atacar sus territorios hasta que la causa subyacente del terrorismo sea removida. Esa causa subyacente es el entremetimiento y la ocupación “infiel” de las tierras islámicas.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrakTerrorismo y seguridad nacional
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