El best-seller internacional de Norma Khouri “Honor Lost: Love and Death in Modern-Day Jordan” es una denuncia contra las “Matanzas de honor”: la practica de matar a las mujeres cuyo comportamiento ha avergonzado a su familia. Dalia, una jordana musulmana y una amiga de toda la vida de Khouri, fue asesinada en Amman por su padre por haberse enamorado de un cristiano.
Temiendo por su vida, Khouri abandonó Jordania para asilarse en Australia. La sensación provocada por el libro tiene un defecto—la historia podría ser una mentira desde el principio hasta el fin.
Una investigación de 18 meses de “Honor Lost” (intitulada “Forbidden Love” fuera de los EE.UU.) fue llevada a cabo por el Australian Sydney Morning Herald y Amal Sabbagh— la Secretaria General de la Comisión Nacional Jordana para las Mujeres.
El 14 de julio, la revelación resultante sacudió al mundo literario.
El libro de Khouri se encuentra infestado de errores fácticos así como también de lo que Sabbagh denominó una general “falta de conocimiento del Islam y de Jordania.” Por ejemplo, el libro hace referencia a Kuwait como un país vecino de Jordania, cuando ambos países no comparten frontera alguna. El mismo describe que el Río Jordania corre a través de la capital de Amman, cuando ningún tributario así existe. Estos son errores extraños por parte de alguien proveniente de Amman.
Más irrecusable fue la revelación de que Khouri había abandonado Jordania a los tres años de edad y de que vivió en Chicago por casi 30 años.
El mentir en busca de fama y fortuna no es nada nuevo. El aspecto intrigante es el de cómo nuestra sociedad se ha vuelto tan crédula como para tragarse afirmaciones de victimidad sin detenerse a analizar la evidencia.
Podría argüirse que cualquier libro de un editor importante posee credibilidad automática. En Australia, donde “Forbidden Love” se convirtió en un éxito abrumador, Khouri fue publicada por Random House. En los Estados Unidos, el editor de “Honor Lost” fue Atria, un sello de Simon & Schuster.
La publicación Publishers Weekly, un ejemplo de credibilidad editorialista, comentó acerca del libro considerándolo como, “La atemporal tragedia de los amantes desdichados de Shakespeare … [una] historia profundamente afectuosa de un hombre católico y de una mujer musulmana, secretamente enamorados en la Jordania contemporánea.”
La aceptación de la obra por parte de las principales editoriales y comentaristas subraya meramente el interrogante original: ¿por qué la sociedad ya no exige más evidencias antes de creer en casi cualquier afirmación de victimidad?
El engaño de Khouri es una ilustración dramática de cuán perjudicial puede ser tal franca incredulidad para las verdaderas víctimas y para el diálogo honesto. Malcolm Knox, Director Literario de SMH, comentó que Khouri “pasó gran parte de 2003 relatando esta historia, reduciendo a los oyentes a las lágrimas y a la bronca, en entrevistas, festivales de libros, librerías y otros eventos… Khouri se convirtió en un estandarte para las mujeres árabes oprimidas e inició una tendencia editorial de libros similares.”
Mientras tanto, Sabbagh—una mujer que había combatido en la primera línea por las verdaderas víctimas de las matanzas de honor—señaló: “Nos sentimos difamadas por este libro.” Ella se siente difamada debido a que Jordania ha corajudamente abierto el tema de las matanzas de honor a la investigación global. En la actualidad el tema está siendo definido por la ficción sensacionalista, no por la realidad.
Rana Husseini es una periodista de investigación que trabaja para el periódico de habla inglesa Jordan Times. Husseini ha escrito incansablemente contra las matanzas de honor y debería dársele el crédito de poner la cuestión bajo las luces de los medios de comunicación.
Husseini ha producido una lista de 73 errores claros en “Honor Lost.” Por ejemplo, escribe Husseini, “Ella [Khouri] habla acerca de un jurado y nosotros [en Jordania] no tenemos jurados; habla respecto de asesinos que salían bajo fianza, pero a los homicidas nunca se les concede libertad condicional en Jordania.”
Husseini está comprensiblemente resentida con Khouri. Con coraje y persistencia, ha batallado para sacar a la luz un crimen horrendo contra las mujeres: las matanzas de honor. Ahora, una artista del engaño parece estar distorsionando y explotando el sufrimiento de las mujeres asesinadas.
La ironía es dolorosa. Jordania es una de las naciones árabes más “avanzadas;” la misma lidera al mundo musulmán en su condena oficial y pública de las matanzas de honor. Pero ahora, la imagen que el mundo tiene de Jordania y de su reconocido problema no guarda relación alguna con aquellas realidades.
¿Por qué le permitiría el mundo a una artista del engaño definir una cuestión internacional? Para decirlo de manera sencilla: nadie está deseoso de exigir la evidencia. Como columnista, yo de manera rutinaria requiero evidencia de las supuestas victimas.
Lo hago sin acusación ni encono, simplemente porque considero que los hechos son esenciales antes de arribar a una conclusión. La evidencia nace esencialmente de dos circunstancias: 1) donde hay una víctima, hay también un acusado que merece la luz del interrogatorio; 2) una acusación abierta es un asunto público.
Conforme con esto, íntimamente conozco una razón por la cual los cuestionamientos probatorios no son formulados. Aquellos que los formulan son acusados automáticamente de tener motivos viciosos. Si una crítica hubiese interrogado a Khouri, hubiese sido acusada de hacer apología y de permitir la violencia del Islam contra las mujeres. Si el crítico hubiese sido un varón… bien, mejor olvidemos el tema.
La retórica emocional reemplaza a los hechos en virtualmente todos los informes de victimidad. ¿Cómo podría una solicitud de evidencia tener posibilidades de competir con la atención en los medios de Khouri, la cual según se informa, redujo a los “oyentes a las lagrimas y a la bronca”? La audiencia hubiese automáticamente fustigado a cualquiera que reclamase por una cosa tan presuntuosa como la substanciación de la prueba.
La triste saga de Khouri no es una denuncia contra las matanzas de honor. Es una denuncia de cómo la sociedad se ha enamorado tanto de la victimidad que insumió 18 meses y un esfuerzo internacional el desbaratar una afirmación que hubiese colapsado inmediatamente por su propio peso. Pero, desde luego, eso hubiese exigido formular una pregunta.
Traducido por Gabriel Gasave
Las víctimas de la victimidad
El best-seller internacional de Norma Khouri “Honor Lost: Love and Death in Modern-Day Jordan” es una denuncia contra las “Matanzas de honor”: la practica de matar a las mujeres cuyo comportamiento ha avergonzado a su familia. Dalia, una jordana musulmana y una amiga de toda la vida de Khouri, fue asesinada en Amman por su padre por haberse enamorado de un cristiano.
Temiendo por su vida, Khouri abandonó Jordania para asilarse en Australia. La sensación provocada por el libro tiene un defecto—la historia podría ser una mentira desde el principio hasta el fin.
Una investigación de 18 meses de “Honor Lost” (intitulada “Forbidden Love” fuera de los EE.UU.) fue llevada a cabo por el Australian Sydney Morning Herald y Amal Sabbagh— la Secretaria General de la Comisión Nacional Jordana para las Mujeres.
El 14 de julio, la revelación resultante sacudió al mundo literario.
El libro de Khouri se encuentra infestado de errores fácticos así como también de lo que Sabbagh denominó una general “falta de conocimiento del Islam y de Jordania.” Por ejemplo, el libro hace referencia a Kuwait como un país vecino de Jordania, cuando ambos países no comparten frontera alguna. El mismo describe que el Río Jordania corre a través de la capital de Amman, cuando ningún tributario así existe. Estos son errores extraños por parte de alguien proveniente de Amman.
Más irrecusable fue la revelación de que Khouri había abandonado Jordania a los tres años de edad y de que vivió en Chicago por casi 30 años.
El mentir en busca de fama y fortuna no es nada nuevo. El aspecto intrigante es el de cómo nuestra sociedad se ha vuelto tan crédula como para tragarse afirmaciones de victimidad sin detenerse a analizar la evidencia.
Podría argüirse que cualquier libro de un editor importante posee credibilidad automática. En Australia, donde “Forbidden Love” se convirtió en un éxito abrumador, Khouri fue publicada por Random House. En los Estados Unidos, el editor de “Honor Lost” fue Atria, un sello de Simon & Schuster.
La publicación Publishers Weekly, un ejemplo de credibilidad editorialista, comentó acerca del libro considerándolo como, “La atemporal tragedia de los amantes desdichados de Shakespeare … [una] historia profundamente afectuosa de un hombre católico y de una mujer musulmana, secretamente enamorados en la Jordania contemporánea.”
La aceptación de la obra por parte de las principales editoriales y comentaristas subraya meramente el interrogante original: ¿por qué la sociedad ya no exige más evidencias antes de creer en casi cualquier afirmación de victimidad?
El engaño de Khouri es una ilustración dramática de cuán perjudicial puede ser tal franca incredulidad para las verdaderas víctimas y para el diálogo honesto. Malcolm Knox, Director Literario de SMH, comentó que Khouri “pasó gran parte de 2003 relatando esta historia, reduciendo a los oyentes a las lágrimas y a la bronca, en entrevistas, festivales de libros, librerías y otros eventos… Khouri se convirtió en un estandarte para las mujeres árabes oprimidas e inició una tendencia editorial de libros similares.”
Mientras tanto, Sabbagh—una mujer que había combatido en la primera línea por las verdaderas víctimas de las matanzas de honor—señaló: “Nos sentimos difamadas por este libro.” Ella se siente difamada debido a que Jordania ha corajudamente abierto el tema de las matanzas de honor a la investigación global. En la actualidad el tema está siendo definido por la ficción sensacionalista, no por la realidad.
Rana Husseini es una periodista de investigación que trabaja para el periódico de habla inglesa Jordan Times. Husseini ha escrito incansablemente contra las matanzas de honor y debería dársele el crédito de poner la cuestión bajo las luces de los medios de comunicación.
Husseini ha producido una lista de 73 errores claros en “Honor Lost.” Por ejemplo, escribe Husseini, “Ella [Khouri] habla acerca de un jurado y nosotros [en Jordania] no tenemos jurados; habla respecto de asesinos que salían bajo fianza, pero a los homicidas nunca se les concede libertad condicional en Jordania.”
Husseini está comprensiblemente resentida con Khouri. Con coraje y persistencia, ha batallado para sacar a la luz un crimen horrendo contra las mujeres: las matanzas de honor. Ahora, una artista del engaño parece estar distorsionando y explotando el sufrimiento de las mujeres asesinadas.
La ironía es dolorosa. Jordania es una de las naciones árabes más “avanzadas;” la misma lidera al mundo musulmán en su condena oficial y pública de las matanzas de honor. Pero ahora, la imagen que el mundo tiene de Jordania y de su reconocido problema no guarda relación alguna con aquellas realidades.
¿Por qué le permitiría el mundo a una artista del engaño definir una cuestión internacional? Para decirlo de manera sencilla: nadie está deseoso de exigir la evidencia. Como columnista, yo de manera rutinaria requiero evidencia de las supuestas victimas.
Lo hago sin acusación ni encono, simplemente porque considero que los hechos son esenciales antes de arribar a una conclusión. La evidencia nace esencialmente de dos circunstancias: 1) donde hay una víctima, hay también un acusado que merece la luz del interrogatorio; 2) una acusación abierta es un asunto público.
Conforme con esto, íntimamente conozco una razón por la cual los cuestionamientos probatorios no son formulados. Aquellos que los formulan son acusados automáticamente de tener motivos viciosos. Si una crítica hubiese interrogado a Khouri, hubiese sido acusada de hacer apología y de permitir la violencia del Islam contra las mujeres. Si el crítico hubiese sido un varón… bien, mejor olvidemos el tema.
La retórica emocional reemplaza a los hechos en virtualmente todos los informes de victimidad. ¿Cómo podría una solicitud de evidencia tener posibilidades de competir con la atención en los medios de Khouri, la cual según se informa, redujo a los “oyentes a las lagrimas y a la bronca”? La audiencia hubiese automáticamente fustigado a cualquiera que reclamase por una cosa tan presuntuosa como la substanciación de la prueba.
La triste saga de Khouri no es una denuncia contra las matanzas de honor. Es una denuncia de cómo la sociedad se ha enamorado tanto de la victimidad que insumió 18 meses y un esfuerzo internacional el desbaratar una afirmación que hubiese colapsado inmediatamente por su propio peso. Pero, desde luego, eso hubiese exigido formular una pregunta.
Traducido por Gabriel Gasave
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