En un reciente artículo en la revista The New Yorker, el periodista de investigación Seymour Hersh da cuenta que la administración Bush ha realizado misiones que empleaban fuerzas militares especiales en territorio iraní, en un intento por hallar instalaciones nucleares iraníes contra las cuales más adelante llevar a cabo un posible ataque aéreo o incursiones con comandos. Tales acciones militares tendrían consecuencias tremendas para los Estados Unidos y para el Medio Oriente.
Tan increíble como podría parecerlo, a pesar de su desastrosa aventura marcial en la vecina Irak, la administración pareciera inclinarse una vez más hacia el empleo de la opción militar a fin de lidiar con un país respecto del cual piensa que está tratando de obtener armas nucleares. Las agencias de inteligencia del gobierno estadounidense consideran que a Irán la faltan aún de entre tres a cinco años para obtener tales armas, pero dado sus recientes antecedentes de fracasos sobre las pruebas nucleares indo-pakistaníes, los ataques del 11 de septiembre, y los programas de armas de destrucción masiva (WMD como se las conoce en inglés) iraquíes, nadie puede estar seguro de si esas agencias están en lo correcto. No obstante, empleando esta información, tal como el gobierno debe hacerlo, el ataque de Irán se encuentra más allá de las prioridades—dado que la existencia de un arma nuclear iraní no es algo inminente.
Incluso si existiese la perspectiva de una bomba iraní, la única forma de asegurarse de que todas las instalaciones nucleares iraníes sean localizadas y destruidas sería la de invadir al país. Con una encrespada guerra de guerrillas en una de las áreas que serviría como punto de partida para una invasión—Irak—a los militares estadounidenses probablemente les haría estallar una vena incluso el pensamiento de invadir a un Irán más grande, más poblado, más montañoso, y más radical. De esa forma, ataques aéreos “quirúrgicos” o incursiones con comandos contra las instalaciones nucleares de Irán deberían ser suficientes. Pero como se demostrara en 1998 con la fallida campaña de bombardeos conocida como Operación Zorro del Desierto para inutilizar los programas de WMD de Irak y la reciente debacle de inteligencia sobre las WMD en ese mismo país, los Estados Unidos probablemente no saben dónde se encuentran ubicadas todas las plantas de armas nucleares de Irán (si es que existe alguna).
Tras los ataques aéreos de Israel contra el reactor nuclear Osirak de Irak en el año 1981, los estados que aspiran a contar con armas nucleares, incluido Irán, aprendieron a enterrar, fortalecer u ocultar a dichas instalaciones o a construirlas en aéreas pobladas—y todo ello vuelve menos efectivos a los ataques aéreos para eliminar a cualquiera de los programas de armas nucleares del país.
En verdad, los ataques aéreos podrían en ultima instancia acelerar al programa nuclear de Irán. Irán observó que una Corea del Norte nuclear recibió un respeto mucho mayor de parte de los Estados Unidos que un Irak no nuclear. Los Estados Unidos que están tratando de seducir a los norcoreanos para que abandonen sus armas nucleares a través de negociaciones; invadieron Irak. El mensaje para Irán fue el de que debe desarrollar rápidamente armas nucleares, en instalaciones secretas y profundamente enterradas y fortalecidas. Además, después del bombardeo israelí contra Osirak en Irak, un Irak alarmado en verdad aceleró sus esfuerzos por obtener armamentos nucleares. De manera similar, en la estela de los quirúrgicos ataques estadounidenses contra algunos de sus sitios nucleares, un Irán desconcertado aceleraría probablemente un programa clandestino de armas nucleares.
Los ataques quirúrgicos contra Irán podrían tener también otras consecuencias negativas en la región y alrededor del mundo. Los iraníes podrían vengarse haciendo aún más desagradable a la ocupación de los Estados Unidos de Irak de lo que la misma es hasta el presente. Podría proporcionarle dinero, armas y combatientes a la guerra de Irak o agitar a las poblaciones chiitas contra la ocupación estadounidense. Además, los ataques por parte de una superpotencia extranjera provocarían el efecto de una “marcha en derredor de la bandera” entre una población iraní joven e intranquila que podría eventualmente derrocar a la teocrática mafia gobernante. Finalmente, el atacar a un tercer país islámico tras las guerras en Afganistán e Irak podría incitar un terrorismo revanchista contra objetivos de los EE.UU. en todo el mundo por parte de islamistas radicales nuevamente energizados. Irán incluso podría comenzar a auspiciar tales ataques contra los Estados Unidos.
En conclusión, la acción militar contra las instalaciones nucleares de Irán sería tanto ineficaz como contraproducente. En cambio, los Estados Unidos deberían revertir su rumbo, prometer que removerán las sanciones económicas, y ofrecer un tratado de no-agresión para calmar la ansiedad de Irán, si es que Irán está de acuerdo con una finalización verificable de su programa nuclear.
La ansiedad iraní no es infundada, dada la ocupación estadounidense de los países vecinos de Afganistán y de Irak, y la misma contribuye al deseo de Irán de poseer armamentos nucleares. A pesar de que la administración Bush cacareando acerca de que su política exterior militarista provocó que Libia abandonase sus programas de WMD, el verdadero progreso tuvo lugar cuando le fue ofrecida la zanahoria de removerle las sanciones económicas internacionales.
Con opciones militares tan contraproducentes, los Estados Unidos no tienen otra alternativa que la de emplear las negociaciones—no la fuerza—para ponerle fin al programa nuclear de Irán.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Debería ser Irán el próximo objetivo
En un reciente artículo en la revista The New Yorker, el periodista de investigación Seymour Hersh da cuenta que la administración Bush ha realizado misiones que empleaban fuerzas militares especiales en territorio iraní, en un intento por hallar instalaciones nucleares iraníes contra las cuales más adelante llevar a cabo un posible ataque aéreo o incursiones con comandos. Tales acciones militares tendrían consecuencias tremendas para los Estados Unidos y para el Medio Oriente.
Tan increíble como podría parecerlo, a pesar de su desastrosa aventura marcial en la vecina Irak, la administración pareciera inclinarse una vez más hacia el empleo de la opción militar a fin de lidiar con un país respecto del cual piensa que está tratando de obtener armas nucleares. Las agencias de inteligencia del gobierno estadounidense consideran que a Irán la faltan aún de entre tres a cinco años para obtener tales armas, pero dado sus recientes antecedentes de fracasos sobre las pruebas nucleares indo-pakistaníes, los ataques del 11 de septiembre, y los programas de armas de destrucción masiva (WMD como se las conoce en inglés) iraquíes, nadie puede estar seguro de si esas agencias están en lo correcto. No obstante, empleando esta información, tal como el gobierno debe hacerlo, el ataque de Irán se encuentra más allá de las prioridades—dado que la existencia de un arma nuclear iraní no es algo inminente.
Incluso si existiese la perspectiva de una bomba iraní, la única forma de asegurarse de que todas las instalaciones nucleares iraníes sean localizadas y destruidas sería la de invadir al país. Con una encrespada guerra de guerrillas en una de las áreas que serviría como punto de partida para una invasión—Irak—a los militares estadounidenses probablemente les haría estallar una vena incluso el pensamiento de invadir a un Irán más grande, más poblado, más montañoso, y más radical. De esa forma, ataques aéreos “quirúrgicos” o incursiones con comandos contra las instalaciones nucleares de Irán deberían ser suficientes. Pero como se demostrara en 1998 con la fallida campaña de bombardeos conocida como Operación Zorro del Desierto para inutilizar los programas de WMD de Irak y la reciente debacle de inteligencia sobre las WMD en ese mismo país, los Estados Unidos probablemente no saben dónde se encuentran ubicadas todas las plantas de armas nucleares de Irán (si es que existe alguna).
Tras los ataques aéreos de Israel contra el reactor nuclear Osirak de Irak en el año 1981, los estados que aspiran a contar con armas nucleares, incluido Irán, aprendieron a enterrar, fortalecer u ocultar a dichas instalaciones o a construirlas en aéreas pobladas—y todo ello vuelve menos efectivos a los ataques aéreos para eliminar a cualquiera de los programas de armas nucleares del país.
En verdad, los ataques aéreos podrían en ultima instancia acelerar al programa nuclear de Irán. Irán observó que una Corea del Norte nuclear recibió un respeto mucho mayor de parte de los Estados Unidos que un Irak no nuclear. Los Estados Unidos que están tratando de seducir a los norcoreanos para que abandonen sus armas nucleares a través de negociaciones; invadieron Irak. El mensaje para Irán fue el de que debe desarrollar rápidamente armas nucleares, en instalaciones secretas y profundamente enterradas y fortalecidas. Además, después del bombardeo israelí contra Osirak en Irak, un Irak alarmado en verdad aceleró sus esfuerzos por obtener armamentos nucleares. De manera similar, en la estela de los quirúrgicos ataques estadounidenses contra algunos de sus sitios nucleares, un Irán desconcertado aceleraría probablemente un programa clandestino de armas nucleares.
Los ataques quirúrgicos contra Irán podrían tener también otras consecuencias negativas en la región y alrededor del mundo. Los iraníes podrían vengarse haciendo aún más desagradable a la ocupación de los Estados Unidos de Irak de lo que la misma es hasta el presente. Podría proporcionarle dinero, armas y combatientes a la guerra de Irak o agitar a las poblaciones chiitas contra la ocupación estadounidense. Además, los ataques por parte de una superpotencia extranjera provocarían el efecto de una “marcha en derredor de la bandera” entre una población iraní joven e intranquila que podría eventualmente derrocar a la teocrática mafia gobernante. Finalmente, el atacar a un tercer país islámico tras las guerras en Afganistán e Irak podría incitar un terrorismo revanchista contra objetivos de los EE.UU. en todo el mundo por parte de islamistas radicales nuevamente energizados. Irán incluso podría comenzar a auspiciar tales ataques contra los Estados Unidos.
En conclusión, la acción militar contra las instalaciones nucleares de Irán sería tanto ineficaz como contraproducente. En cambio, los Estados Unidos deberían revertir su rumbo, prometer que removerán las sanciones económicas, y ofrecer un tratado de no-agresión para calmar la ansiedad de Irán, si es que Irán está de acuerdo con una finalización verificable de su programa nuclear.
La ansiedad iraní no es infundada, dada la ocupación estadounidense de los países vecinos de Afganistán y de Irak, y la misma contribuye al deseo de Irán de poseer armamentos nucleares. A pesar de que la administración Bush cacareando acerca de que su política exterior militarista provocó que Libia abandonase sus programas de WMD, el verdadero progreso tuvo lugar cuando le fue ofrecida la zanahoria de removerle las sanciones económicas internacionales.
Con opciones militares tan contraproducentes, los Estados Unidos no tienen otra alternativa que la de emplear las negociaciones—no la fuerza—para ponerle fin al programa nuclear de Irán.
Traducido por Gabriel Gasave
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