Digámosle adiós a la vieja al Qaeda y hola a una nueva versión más peligrosa creada por el Presidente George W. Bush. Los recientes ataques suicidas con bombas por parte de iraquíes en Amman, Jordania son ominosos porque los mismos proporcionan una fuerte evidencia (confirmada por el análisis de la inteligencia estadounidense) de que la guerra en Irak—lejos de inmovilizar a los terroristas dentro de las fronteras del país, tal como lo sostiene el presidente—está incubando jihadistas acostumbrados al combate para exportar a otros países. Tal como muchos opositores a la guerra Irak lo predijeron de antemano, la invasión de una nación no islámica de otro país musulmán ha engendrado el mismo terrorismo islámico radical que tuvo lugar después de que los soviéticos invadieron Afganistán en los años 80 y de que Rusia invadió Chechenia en la década del 90.
La última de esas invasiones condujo en definitiva al surgimiento de Osama bin Laden, el líder de al Qaeda y alguna vez una fuerza dominante. Después del 11/09, los Estados Unidos realizaron considerables avances en eliminar el refugio seguro de al Qaeda y su infraestructura de entrenamiento en Afganistán y aislaron a bin Laden y a Ayman al-Zawahiri, su asistente, de sus fuerzas en el campo. No obstante, la invasión estadounidense de Irak le permitió a Abu Musab al-Zarqawi, previamente un actor independiente que no se preocupaba mucho respecto de los Estados Unidos, atrapar la atención pública al unir a al Qaeda y convertirse en el rostro de la insurgencia iraquí contra la ocupación de los EE.UU.. Zarqawi y su organización “al Qaeda en Irak” hizo que los peligrosos bin Laden y Zawahiri luzcan como niños de un coro. Las marcas registradas de Zarqawi son las brutales decapitaciones filmadas en video y la impiadosa matanza de musulmanes inocentes, así como también de los ocupantes extranjeros y de sus aliados iraquíes.
Zarqawi es tan despiadado que Zawahiri le envió una carta pidiéndole amablemente que suavice un poco su accionar. Sabemos que las cosas andan mal cuando, en comparación, la conducción de al Qaeda parece moderada. Sin embargo, Zarqawi ha ignorado las súplicas del mando de al Qaeda en favor de la moderación, y los ataques con bombas por parte de sus subordinados iraquíes en Jordania parecen indicar que se encuentra en la actualidad expandiendo sus ataques fuera de Irak. Con bin Laden y Zawahiri en el ocultamiento, Zarqawi está emergiendo como la fuerza más efectiva y prominente de al Qaeda. Con la guerra de Irak suministrando un nuevo campo de entrenamiento para oleadas de nuevos terroristas islamistas y el deseo evidente de Zarqawi de comenzar a golpear contra objetivos estadounidenses fuera de Irak, es el momento de preocuparse respecto del resurgimiento de una más potente al Qaeda a escala mundial. Este desarrollo podría anular muchos de los beneficios que se obtuvieron contra la organización en las postrimerías del 11/09.
El Presidente Bush y su administración claramente utilizaron el temor del público tras el 11 de septiembre y manipularon la inteligencia para vender una vendetta no relacionada contra Saddam Hussein a expensas de propinarle un golpe de gracia a al Qaeda mientras la misma se encontraba contra las cuerdas. Aún peor, esa atracción secundaria ha permitido que al Qaeda vuelva a surgir—esta vez con incluso un protagonismo aún más despiadado en la vanguardia.
Sin embargo, el presidente en un discurso partidista pronunciado el Día de los Veteranos, arremetió contra los parlamentarios demócratas críticos de la guerra, alegando que ellos habían visto la misma inteligencia que su administración y que también consideraban, con anterioridad a la invasión, que Irak poseía armas de destrucción masiva. A pesar de que los demócratas tienen razones partidarias para criticar la manipulación de la inteligencia por parte de la administración, la aseveración de la administración es absurda. Las agencias de inteligencia del poder ejecutivo empequeñecen al staff parlamentario y son responsables de recolectar, analizar, debatir y diseminar la inteligencia. Los miembros del Congreso y su personal no cuentan con toda la inteligencia, especialmente los hallazgos sin elaborar durante el proceso de su recolección. Además, la presidencia imperial cuenta con un púlpito intimidatorio mucho más grande desde el cual tergiversar y embellecer a los hechos acerca de una guerra, que el que tienen los miembros del Congreso.
No obstante, incluso algunos demócratas belicosos, tales como el Senador Joe Lieberman de Connecticut, rechaza las preocupaciones de otros demócratas respecto de que se les había vendido una lista de beneficios antes de la guerra, mediante el “masajeo” de la inteligencia. Afirmó Lieberman, “Esas no son cuestiones irrelevantes. Pero cuanto más dominan las mismas el debate público, más difícil es sostener el apoyo público para la guerra.” Tal vez el apoyo público para una guerra deshonesta que ha costado muchas vidas (tanto estadounidenses como iraquíes) y cientos de miles de millones de dólares (y siguen sumando), y ha empeorado la amenaza terrorista no debería ser sostenida. Para Lieberman y su clase, tanto demócrata como republicana, sostener una pequeña contrainsurgencia al otro lado del mundo es más importante que responder a un interrogante que va al corazón de nuestro sistema constitucional de controles y contrapesos: ¿Engaño el presidente al Congreso y al país respecto de la más solemne de las decisiones que una república puede tomar? Parecería que lo hizo, y al hacerlo, revivió además a un monstruo terrorista.
Traducido por Gabriel Gasave
La nueva al Qaeda: Más peligrosa que la vieja versión
Digámosle adiós a la vieja al Qaeda y hola a una nueva versión más peligrosa creada por el Presidente George W. Bush. Los recientes ataques suicidas con bombas por parte de iraquíes en Amman, Jordania son ominosos porque los mismos proporcionan una fuerte evidencia (confirmada por el análisis de la inteligencia estadounidense) de que la guerra en Irak—lejos de inmovilizar a los terroristas dentro de las fronteras del país, tal como lo sostiene el presidente—está incubando jihadistas acostumbrados al combate para exportar a otros países. Tal como muchos opositores a la guerra Irak lo predijeron de antemano, la invasión de una nación no islámica de otro país musulmán ha engendrado el mismo terrorismo islámico radical que tuvo lugar después de que los soviéticos invadieron Afganistán en los años 80 y de que Rusia invadió Chechenia en la década del 90.
La última de esas invasiones condujo en definitiva al surgimiento de Osama bin Laden, el líder de al Qaeda y alguna vez una fuerza dominante. Después del 11/09, los Estados Unidos realizaron considerables avances en eliminar el refugio seguro de al Qaeda y su infraestructura de entrenamiento en Afganistán y aislaron a bin Laden y a Ayman al-Zawahiri, su asistente, de sus fuerzas en el campo. No obstante, la invasión estadounidense de Irak le permitió a Abu Musab al-Zarqawi, previamente un actor independiente que no se preocupaba mucho respecto de los Estados Unidos, atrapar la atención pública al unir a al Qaeda y convertirse en el rostro de la insurgencia iraquí contra la ocupación de los EE.UU.. Zarqawi y su organización “al Qaeda en Irak” hizo que los peligrosos bin Laden y Zawahiri luzcan como niños de un coro. Las marcas registradas de Zarqawi son las brutales decapitaciones filmadas en video y la impiadosa matanza de musulmanes inocentes, así como también de los ocupantes extranjeros y de sus aliados iraquíes.
Zarqawi es tan despiadado que Zawahiri le envió una carta pidiéndole amablemente que suavice un poco su accionar. Sabemos que las cosas andan mal cuando, en comparación, la conducción de al Qaeda parece moderada. Sin embargo, Zarqawi ha ignorado las súplicas del mando de al Qaeda en favor de la moderación, y los ataques con bombas por parte de sus subordinados iraquíes en Jordania parecen indicar que se encuentra en la actualidad expandiendo sus ataques fuera de Irak. Con bin Laden y Zawahiri en el ocultamiento, Zarqawi está emergiendo como la fuerza más efectiva y prominente de al Qaeda. Con la guerra de Irak suministrando un nuevo campo de entrenamiento para oleadas de nuevos terroristas islamistas y el deseo evidente de Zarqawi de comenzar a golpear contra objetivos estadounidenses fuera de Irak, es el momento de preocuparse respecto del resurgimiento de una más potente al Qaeda a escala mundial. Este desarrollo podría anular muchos de los beneficios que se obtuvieron contra la organización en las postrimerías del 11/09.
El Presidente Bush y su administración claramente utilizaron el temor del público tras el 11 de septiembre y manipularon la inteligencia para vender una vendetta no relacionada contra Saddam Hussein a expensas de propinarle un golpe de gracia a al Qaeda mientras la misma se encontraba contra las cuerdas. Aún peor, esa atracción secundaria ha permitido que al Qaeda vuelva a surgir—esta vez con incluso un protagonismo aún más despiadado en la vanguardia.
Sin embargo, el presidente en un discurso partidista pronunciado el Día de los Veteranos, arremetió contra los parlamentarios demócratas críticos de la guerra, alegando que ellos habían visto la misma inteligencia que su administración y que también consideraban, con anterioridad a la invasión, que Irak poseía armas de destrucción masiva. A pesar de que los demócratas tienen razones partidarias para criticar la manipulación de la inteligencia por parte de la administración, la aseveración de la administración es absurda. Las agencias de inteligencia del poder ejecutivo empequeñecen al staff parlamentario y son responsables de recolectar, analizar, debatir y diseminar la inteligencia. Los miembros del Congreso y su personal no cuentan con toda la inteligencia, especialmente los hallazgos sin elaborar durante el proceso de su recolección. Además, la presidencia imperial cuenta con un púlpito intimidatorio mucho más grande desde el cual tergiversar y embellecer a los hechos acerca de una guerra, que el que tienen los miembros del Congreso.
No obstante, incluso algunos demócratas belicosos, tales como el Senador Joe Lieberman de Connecticut, rechaza las preocupaciones de otros demócratas respecto de que se les había vendido una lista de beneficios antes de la guerra, mediante el “masajeo” de la inteligencia. Afirmó Lieberman, “Esas no son cuestiones irrelevantes. Pero cuanto más dominan las mismas el debate público, más difícil es sostener el apoyo público para la guerra.” Tal vez el apoyo público para una guerra deshonesta que ha costado muchas vidas (tanto estadounidenses como iraquíes) y cientos de miles de millones de dólares (y siguen sumando), y ha empeorado la amenaza terrorista no debería ser sostenida. Para Lieberman y su clase, tanto demócrata como republicana, sostener una pequeña contrainsurgencia al otro lado del mundo es más importante que responder a un interrogante que va al corazón de nuestro sistema constitucional de controles y contrapesos: ¿Engaño el presidente al Congreso y al país respecto de la más solemne de las decisiones que una república puede tomar? Parecería que lo hizo, y al hacerlo, revivió además a un monstruo terrorista.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrakTerrorismo y seguridad nacional
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