Muchos occidentales piensan que Africa se encuentra desesperadamente perdida. Me encontré recientemente en persona con algo de este pesimismo en el 13º Foro Anual Wharton de Negocios Africanos (WABF) en la University of Pennsylvania en Filadelfia, en donde hablé acerca de la mayor historia de éxito económico del Africa: Botswana. Botswana, la economía de más rápido crecimiento en el mundo durante 30 años, brinda importantes lecciones para promover el progreso económico en todo el mundo en desarrollo.
Botswana ha promediado casi un 7 por ciento de crecimiento del PBI por año desde que obtuvo su independencia en 1965. Su receta para el éxito ha sido bastante simple: una política fiscalmente conservadora de bajos impuestos y poco gasto gubernamental. La alícuota del impuesto corporativo de Botswana—15 por ciento—es la más baja entre todos los países del Africa subsahariana. Y su tasa impositiva marginal más alta sobre el ingreso es del 25 por ciento. Botswana ha mantenido un presupuesto equilibrado durante la mayor parte de su historia post-colonial y ha evidenciado su voluntad de recortar el gasto cuando los ingresos declinan: En 2004, los funcionarios de Botswana recortaron el gasto gubernamental en un 18 por ciento en respuesta a un déficit en el ingreso. La actitud relativamente cosmopolita de Botswana hacia los extranjeros y la migración la ha también mantenido políticamente estable.
Otros países africanos subsaharianos podrían mejorar sus economías si adoptasen la receta de Botswana para el éxito bajando impuestos, equilibrando los presupuestos, y volviéndose más tolerantes del comercio y los extranjeros.
Desafortunadamente, este mensaje no está llegando a destino debido a que la mayoría de los occidentales—hacedores de políticas y empresarios por igual—continúan tratando a la totalidad del continente africano como un gran fracaso político y económico, una generalización exagerada que le cuesta a las naciones africanas exitosas, tales como Botswana y Mauricio, gran parte de la inversión extranjera. Cuando los occidentales se aferran de manera ignorante a los estereotipos negativos respecto del Africa—basados en películas tales como The Heart of Darkness o “infomercials” que presentan a Sally Struthers y a niños hambrientos—tienden a dar por perdido a un continente de naciones diversas tratando de desarrollar sus economías. En lugar de basar sus políticas en el exitoso modelo de desarrollo de Botswana, las naciones africanas reciben consejos políticos de occidentales, los que descansan en modelos de crecimiento económico fallidos y en el implacable flujo de asistencia que pareciera nunca llevar algo de desarrollo.
Hasta hace poco, yo era un estadounidense idiota que pensaba que gran parte del Africa era un caso perdido. Aún cuando observaba el crecimiento económico de Botswana, sentía que la información exageraba el nivel de bienestar general del país. Mientras me preparaba para mis viajes a Botswana dos años atrás, creí en la información negativa con la que fui alimentado. Los «expertos» occidentales en Washington, D.C., me dijeron que hirviera el agua antes de beberla, que evitase ingerir alguna fruta o vegetales, y que me quedara dentro después del atardecer. Algunos de mis bien educados y bien viajados amigos estadounidenses, me preguntaron si la gente en Botswana todavía practicaba el canibalismo.
Sin embargo, lo que encontré cuando llegué a la capital de Botswana, Gaborone, fueron BMW zumbando sobre carreteras pavimentadas. La calidad y la variedad de las opciones culinarias era sorprendente. El agua era segura de beber tanto en la capital como en la áreas rurales. Los centros comerciales en Gaborone estaban repletos de opulentos Batswana (el nombre correcto para los ciudadanos de Botswana) adquiriendo jeans de confección y el último libro de Harry Potter. Incluso cuando mi equipo de investigadores y yo nos trasladamos al área rural lejos de Gaborone, el tamaño general y la variedad de los mercados de Botswana excedía grandemente mis expectativas más optimistas. Mis estereotipos y temores respecto de Botswana estaban lejos de dar en el blanco.
Como Botswana, Mauricio, Madagascar, y Mozambique son también lugares más estables y mejores para hacer negocios de lo que los medios entienden que son. Desgraciadamente, hacer que los estadounidenses crean en este mensaje es una ardua batalla. En un sentido fundamental, esta es una nueva tragedia africana—una tragedia que no es el resultado del HIV/SIDA, de las guerras civiles, o de una hambruna importante, sino, en cambio, de la ignorancia estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
Las lecciones de Botswana: El dínamo económico del Africa
Muchos occidentales piensan que Africa se encuentra desesperadamente perdida. Me encontré recientemente en persona con algo de este pesimismo en el 13º Foro Anual Wharton de Negocios Africanos (WABF) en la University of Pennsylvania en Filadelfia, en donde hablé acerca de la mayor historia de éxito económico del Africa: Botswana. Botswana, la economía de más rápido crecimiento en el mundo durante 30 años, brinda importantes lecciones para promover el progreso económico en todo el mundo en desarrollo.
Botswana ha promediado casi un 7 por ciento de crecimiento del PBI por año desde que obtuvo su independencia en 1965. Su receta para el éxito ha sido bastante simple: una política fiscalmente conservadora de bajos impuestos y poco gasto gubernamental. La alícuota del impuesto corporativo de Botswana—15 por ciento—es la más baja entre todos los países del Africa subsahariana. Y su tasa impositiva marginal más alta sobre el ingreso es del 25 por ciento. Botswana ha mantenido un presupuesto equilibrado durante la mayor parte de su historia post-colonial y ha evidenciado su voluntad de recortar el gasto cuando los ingresos declinan: En 2004, los funcionarios de Botswana recortaron el gasto gubernamental en un 18 por ciento en respuesta a un déficit en el ingreso. La actitud relativamente cosmopolita de Botswana hacia los extranjeros y la migración la ha también mantenido políticamente estable.
Otros países africanos subsaharianos podrían mejorar sus economías si adoptasen la receta de Botswana para el éxito bajando impuestos, equilibrando los presupuestos, y volviéndose más tolerantes del comercio y los extranjeros.
Desafortunadamente, este mensaje no está llegando a destino debido a que la mayoría de los occidentales—hacedores de políticas y empresarios por igual—continúan tratando a la totalidad del continente africano como un gran fracaso político y económico, una generalización exagerada que le cuesta a las naciones africanas exitosas, tales como Botswana y Mauricio, gran parte de la inversión extranjera. Cuando los occidentales se aferran de manera ignorante a los estereotipos negativos respecto del Africa—basados en películas tales como The Heart of Darkness o “infomercials” que presentan a Sally Struthers y a niños hambrientos—tienden a dar por perdido a un continente de naciones diversas tratando de desarrollar sus economías. En lugar de basar sus políticas en el exitoso modelo de desarrollo de Botswana, las naciones africanas reciben consejos políticos de occidentales, los que descansan en modelos de crecimiento económico fallidos y en el implacable flujo de asistencia que pareciera nunca llevar algo de desarrollo.
Hasta hace poco, yo era un estadounidense idiota que pensaba que gran parte del Africa era un caso perdido. Aún cuando observaba el crecimiento económico de Botswana, sentía que la información exageraba el nivel de bienestar general del país. Mientras me preparaba para mis viajes a Botswana dos años atrás, creí en la información negativa con la que fui alimentado. Los «expertos» occidentales en Washington, D.C., me dijeron que hirviera el agua antes de beberla, que evitase ingerir alguna fruta o vegetales, y que me quedara dentro después del atardecer. Algunos de mis bien educados y bien viajados amigos estadounidenses, me preguntaron si la gente en Botswana todavía practicaba el canibalismo.
Sin embargo, lo que encontré cuando llegué a la capital de Botswana, Gaborone, fueron BMW zumbando sobre carreteras pavimentadas. La calidad y la variedad de las opciones culinarias era sorprendente. El agua era segura de beber tanto en la capital como en la áreas rurales. Los centros comerciales en Gaborone estaban repletos de opulentos Batswana (el nombre correcto para los ciudadanos de Botswana) adquiriendo jeans de confección y el último libro de Harry Potter. Incluso cuando mi equipo de investigadores y yo nos trasladamos al área rural lejos de Gaborone, el tamaño general y la variedad de los mercados de Botswana excedía grandemente mis expectativas más optimistas. Mis estereotipos y temores respecto de Botswana estaban lejos de dar en el blanco.
Como Botswana, Mauricio, Madagascar, y Mozambique son también lugares más estables y mejores para hacer negocios de lo que los medios entienden que son. Desgraciadamente, hacer que los estadounidenses crean en este mensaje es una ardua batalla. En un sentido fundamental, esta es una nueva tragedia africana—una tragedia que no es el resultado del HIV/SIDA, de las guerras civiles, o de una hambruna importante, sino, en cambio, de la ignorancia estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
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