El reciente intento chapucero de la CIA de matar al número dos de al Qaeda, Ayman Zawahiri, en Pakistán, ilustra por qué la demasiado agresiva “guerra contra el terror” de la administración Bush en realidad motiva a los terroristas a atacar a los Estados Unidos. Ciertamente, la captura o el asesinato de los cerebros detrás de al Qaeda es un objetivo importante. Desdichadamente, en el método de los Estados Unidos para la guerra-el cual enfatiza indebidamente la atrición, el fuerte poder de fuego y el armamento sofisticado, incluso contra los guerrilleros y los terroristas–la tecnología para matar ha sobrepasado a la calidad de la inteligencia humana necesaria para impactar a los blancos correctos. El aeroplano no tripulado de la CIA Predator disparó misiles que mataron a varios civiles paquistaníes, incluidos mujeres y niños, pero aparentemente no a Zawahiri.
Empeorando incluso las cosas, la matanza de mujeres y niños sigue encendiendo la indignación del público en todo Pakistán, llevando a protestas masivas en las principales ciudades del país y al destrozo e incendio de una organización de asistencia apoyada por los EE.UU.. Tal ira del público hará aún menos probable que los Estados Unidos reciban en el futuro la inteligencia adecuada respecto de dónde Zawahiri y su jefe, Osama bin Laden, se están ocultando, aún cuando los precios de sus cabezas son sustanciales.
Y para apuntalar la popularidad de su guerra contra el terror en el país, la cual ha sido arrastrada por una guerra en Irak incongruente, innecesaria, y en la actualidad impopular, el Presidente Bush ha combinado a estas imprudentes acciones militares con la retórica vaquera, la que solamente avienta más las llamas del odio anti-estadounidense entre los islamistas radicales. Recordando la retórica del «choque de civilizaciones» utilizada durante la Guerra Fría contra los «comunistas ateos», la administración está ahora implicando que aquellos con un «Dios demasiado foráneo » están tratando de edificar un imperio mundial que nuevamente podría amenazar a los Estados Unidos. El presidente ha presentado a la guerra contra el terrorismo islámico como una contienda entre los hombres con sombreros blancos que defienden la libertad y aquellos con turbantes negros que desean crear «un imperio islámico totalitario que abarque desde España a Indonesia».
Sin embargo el regreso del califato—el líder político y espiritual del Islam sunnita que gobernó un mundo islámico unido—es un objetivo de largo plazo de incluso los musulmanes moderados. Como resultado de ello, para el mundo islámico, la guerra contra el terror del presidente luce en gran medida como una guerra contra el Islam que amenaza hacer una profecía auto-cumplida del choque de civilizaciones.
No obstante, la improbable unidad del mundo islámico no crearía necesariamente una amenaza severa para los Estados Unidos. Los países árabes, tan solo un subgrupo dentro del mundo islámico, no han sido ni siquiera capaces de unirse contra Israel, su enemigo mortal. Sería incluso más difícil para la comunidad islámica global, más diversa geográfica y étnicamente, unirse bajo un solo gobernante. Incluso si la totalidad del mundo islámico sunnita se uniera rápidamente en un imperio, cualquier amenaza para los Estados Unidos—la cual no sería inevitable—sería moderada por el hecho de que muchos de los países que se unen son canastas económicas.
Además de apuntalar a la debilitada opinión pública interna, los dichos del presidente acerca de un imperio islámico están diseñados para encubrir las verdaderas razones por las que al Qaeda ataca a los Estados Unidos. El corazón del fastidio e al Qaeda con los Estados Unidos es su presencia militar en el Golfo Pérsico para custodiar los suministros estadounidenses de petróleo y el apoyo a los líderes corruptos del Golfo. En una reciente cinta de video, Zawahiri le advertía a los estadounidenses: “…Vuestra calamidad no terminará, a menos que abandonen nuestras tierras y dejen de robarse nuestros recursos y cesen de apoyar a los malos gobernantes de nuestros países.”
Pero debido a que los países del Golfo son fuertemente dependientes de las ventas petroleras para sus ingresos (los negocios petroleros representan entre el 65 y el 90 por ciento de sus ingresos por exportaciones, dependiendo del país), tienen todos los incentivos para venderle petróleo al mercado mundial, independientemente de sí las estaciones de las fuerzas militares estadounidenses en sus territorios apuntalan a sus despóticos gobernantes. Resumiendo, las fuerzas estadounidenses no son necesarias para defender el petróleo del Golfo Pérsico. Incluso si las mismas fuesen necesarias, la tarea podría hacerse sin una presencia militar estadounidense permanente en las tierras musulmanas. En la Primera Guerra del Golfo, el petróleo del Golfo Pérsico fue defendido con éxito sin una presencia terrestre previa en la región. Las fuerzas de tierra llegaron solamente cuando se presentó una amenaza. Y desde entonces, la amenaza para el petróleo ha disminuido.
El Presidente Bush tendría que replantear a la guerra contra el terror a fin de hacerla más efectiva. Los Estados Unidos deberían mejorar la inteligencia humana y atacar a al Qaeda solamente cuando la información esté verificada. Más importante aún, para reducir los motivos de los terroristas para atacar a los Estados Unidos en primer lugar, la administración debería discretamente retirar a las innecesarias fuerzas terrestres de los países del Golfo Pérsico y su apoyo a sus gobernantes autoritarios y venales.
Traducido por Gabriel Gasave
La «Guerra contra el Terror» sigue generando terroristas
El reciente intento chapucero de la CIA de matar al número dos de al Qaeda, Ayman Zawahiri, en Pakistán, ilustra por qué la demasiado agresiva “guerra contra el terror” de la administración Bush en realidad motiva a los terroristas a atacar a los Estados Unidos. Ciertamente, la captura o el asesinato de los cerebros detrás de al Qaeda es un objetivo importante. Desdichadamente, en el método de los Estados Unidos para la guerra-el cual enfatiza indebidamente la atrición, el fuerte poder de fuego y el armamento sofisticado, incluso contra los guerrilleros y los terroristas–la tecnología para matar ha sobrepasado a la calidad de la inteligencia humana necesaria para impactar a los blancos correctos. El aeroplano no tripulado de la CIA Predator disparó misiles que mataron a varios civiles paquistaníes, incluidos mujeres y niños, pero aparentemente no a Zawahiri.
Empeorando incluso las cosas, la matanza de mujeres y niños sigue encendiendo la indignación del público en todo Pakistán, llevando a protestas masivas en las principales ciudades del país y al destrozo e incendio de una organización de asistencia apoyada por los EE.UU.. Tal ira del público hará aún menos probable que los Estados Unidos reciban en el futuro la inteligencia adecuada respecto de dónde Zawahiri y su jefe, Osama bin Laden, se están ocultando, aún cuando los precios de sus cabezas son sustanciales.
Y para apuntalar la popularidad de su guerra contra el terror en el país, la cual ha sido arrastrada por una guerra en Irak incongruente, innecesaria, y en la actualidad impopular, el Presidente Bush ha combinado a estas imprudentes acciones militares con la retórica vaquera, la que solamente avienta más las llamas del odio anti-estadounidense entre los islamistas radicales. Recordando la retórica del «choque de civilizaciones» utilizada durante la Guerra Fría contra los «comunistas ateos», la administración está ahora implicando que aquellos con un «Dios demasiado foráneo » están tratando de edificar un imperio mundial que nuevamente podría amenazar a los Estados Unidos. El presidente ha presentado a la guerra contra el terrorismo islámico como una contienda entre los hombres con sombreros blancos que defienden la libertad y aquellos con turbantes negros que desean crear «un imperio islámico totalitario que abarque desde España a Indonesia».
Sin embargo el regreso del califato—el líder político y espiritual del Islam sunnita que gobernó un mundo islámico unido—es un objetivo de largo plazo de incluso los musulmanes moderados. Como resultado de ello, para el mundo islámico, la guerra contra el terror del presidente luce en gran medida como una guerra contra el Islam que amenaza hacer una profecía auto-cumplida del choque de civilizaciones.
No obstante, la improbable unidad del mundo islámico no crearía necesariamente una amenaza severa para los Estados Unidos. Los países árabes, tan solo un subgrupo dentro del mundo islámico, no han sido ni siquiera capaces de unirse contra Israel, su enemigo mortal. Sería incluso más difícil para la comunidad islámica global, más diversa geográfica y étnicamente, unirse bajo un solo gobernante. Incluso si la totalidad del mundo islámico sunnita se uniera rápidamente en un imperio, cualquier amenaza para los Estados Unidos—la cual no sería inevitable—sería moderada por el hecho de que muchos de los países que se unen son canastas económicas.
Además de apuntalar a la debilitada opinión pública interna, los dichos del presidente acerca de un imperio islámico están diseñados para encubrir las verdaderas razones por las que al Qaeda ataca a los Estados Unidos. El corazón del fastidio e al Qaeda con los Estados Unidos es su presencia militar en el Golfo Pérsico para custodiar los suministros estadounidenses de petróleo y el apoyo a los líderes corruptos del Golfo. En una reciente cinta de video, Zawahiri le advertía a los estadounidenses: “…Vuestra calamidad no terminará, a menos que abandonen nuestras tierras y dejen de robarse nuestros recursos y cesen de apoyar a los malos gobernantes de nuestros países.”Pero debido a que los países del Golfo son fuertemente dependientes de las ventas petroleras para sus ingresos (los negocios petroleros representan entre el 65 y el 90 por ciento de sus ingresos por exportaciones, dependiendo del país), tienen todos los incentivos para venderle petróleo al mercado mundial, independientemente de sí las estaciones de las fuerzas militares estadounidenses en sus territorios apuntalan a sus despóticos gobernantes. Resumiendo, las fuerzas estadounidenses no son necesarias para defender el petróleo del Golfo Pérsico. Incluso si las mismas fuesen necesarias, la tarea podría hacerse sin una presencia militar estadounidense permanente en las tierras musulmanas. En la Primera Guerra del Golfo, el petróleo del Golfo Pérsico fue defendido con éxito sin una presencia terrestre previa en la región. Las fuerzas de tierra llegaron solamente cuando se presentó una amenaza. Y desde entonces, la amenaza para el petróleo ha disminuido.
El Presidente Bush tendría que replantear a la guerra contra el terror a fin de hacerla más efectiva. Los Estados Unidos deberían mejorar la inteligencia humana y atacar a al Qaeda solamente cuando la información esté verificada. Más importante aún, para reducir los motivos de los terroristas para atacar a los Estados Unidos en primer lugar, la administración debería discretamente retirar a las innecesarias fuerzas terrestres de los países del Golfo Pérsico y su apoyo a sus gobernantes autoritarios y venales.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorEconomía y desarrollo internacionalesNorte de África y Oriente MedioNorte de África y Oriente MedioTerrorismo y seguridad nacional
Artículos relacionados
El llamado no escuchado de la libertad
Hay una sorprendente falta de libertad en el mundo. El Indice de Libertad...
Cómo generan pobreza los ricos
Tanto en los ámbitos académicos como en los círculos intelectuales contemporáneos, es común...
Índice de miseria de Hanke 2022: ¿quién es miserable y quién feliz?
La condición humana se sitúa en un amplio espectro entre "miserable" y "feliz"....
Mientras la energía eólica y solar flaquean, el acuerdo de la ONU sobre el clima se vuelve una expresión de deseos
Artículos de tendencia
Blogs de tendencia