La «iniciativa de la vía amplia » del presidente para enseñar a los estadounidenses a través del lenguaje a ser culturalmente más conscientes de los países exóticos—a fin de propagar allí la democracia—distorsionará al mercado en favor de la especialidad de los lingüistas y será un desperdicio de los dólares de los impuestos.
Las agencias de seguridad federal perfectamente podrían precisar contar con más individuos versados en lenguas especializadas. Para reclutar a estas personas, sin embargo, el gobierno simplemente necesita elevar los salarios para quienes hablan esas lenguas en particular, y el mercado los generará.
Cómo el amorfo programa del presidente, que subsidia a la capacitación en materia de idiomas desde el jardín de infantes hasta la universidad, se traducirá en una expansión tangible de la especialidad de los lingüistas en los servicios de seguridad es algo que resulta vago. En el futuro, el sector privado pujará con el gobierno por los lingüistas recientemente acuñados—por ejemplo, debido al floreciente comercio entre los EE.UU. y China o los EE.UU. e India—y faltantes en el gobierno podrían aún tener lugar.
El eslogan de que el programa ayudará a los estudiantes estadounidenses a seguir siendo globalmente competitivos probablemente oculta la interferencia federal adicional en lo que deberá ser el control estadual y local de la educación. Los estadounidenses deberían desear que las empresas de los Estados Unidos continúen siendo globalmente competitivas. Pero cuando el mercado internacional exija que las empresas se tornen más fluidas en idiomas especializados, pueden conseguir a dichos lingüistas de varias maneras—elevando sus salarios para tales empleos, enviando a sus empleados a Berlitz o a otros cursos para adultos, contratando a oriundos de los países que interesan, etc.—sin que el gobierno subsidie la capacitación de idiomas en las escuelas.
También, el inicio de programas amplios para educar a los estadounidenses acerca de países distantes a través del entrenamiento en idiomas generará un ineficiente gasto burocrático y grupos de intereses que exigirán subsidios mucho tiempo después de que algunos de estos países y sus idiomas ya no sean de vital interés para los Estados Unidos.
El gobierno debería minimizar la interferencia en el mercado a favor de los lingüistas. Debería limitarse a incrementar los salarios para las categorías de habilidades idiomáticas necesarias, permitiéndole reducirlas en el futuro sí, por ejemplo, Pakistán o Corea del Norte dejan de ser sitios de conflicto.
Traducido por Gabriel Gasave
Muéstreles a los lingüistas el dinero
La «iniciativa de la vía amplia » del presidente para enseñar a los estadounidenses a través del lenguaje a ser culturalmente más conscientes de los países exóticos—a fin de propagar allí la democracia—distorsionará al mercado en favor de la especialidad de los lingüistas y será un desperdicio de los dólares de los impuestos.
Las agencias de seguridad federal perfectamente podrían precisar contar con más individuos versados en lenguas especializadas. Para reclutar a estas personas, sin embargo, el gobierno simplemente necesita elevar los salarios para quienes hablan esas lenguas en particular, y el mercado los generará.
Cómo el amorfo programa del presidente, que subsidia a la capacitación en materia de idiomas desde el jardín de infantes hasta la universidad, se traducirá en una expansión tangible de la especialidad de los lingüistas en los servicios de seguridad es algo que resulta vago. En el futuro, el sector privado pujará con el gobierno por los lingüistas recientemente acuñados—por ejemplo, debido al floreciente comercio entre los EE.UU. y China o los EE.UU. e India—y faltantes en el gobierno podrían aún tener lugar.
El eslogan de que el programa ayudará a los estudiantes estadounidenses a seguir siendo globalmente competitivos probablemente oculta la interferencia federal adicional en lo que deberá ser el control estadual y local de la educación. Los estadounidenses deberían desear que las empresas de los Estados Unidos continúen siendo globalmente competitivas. Pero cuando el mercado internacional exija que las empresas se tornen más fluidas en idiomas especializados, pueden conseguir a dichos lingüistas de varias maneras—elevando sus salarios para tales empleos, enviando a sus empleados a Berlitz o a otros cursos para adultos, contratando a oriundos de los países que interesan, etc.—sin que el gobierno subsidie la capacitación de idiomas en las escuelas.
También, el inicio de programas amplios para educar a los estadounidenses acerca de países distantes a través del entrenamiento en idiomas generará un ineficiente gasto burocrático y grupos de intereses que exigirán subsidios mucho tiempo después de que algunos de estos países y sus idiomas ya no sean de vital interés para los Estados Unidos.
El gobierno debería minimizar la interferencia en el mercado a favor de los lingüistas. Debería limitarse a incrementar los salarios para las categorías de habilidades idiomáticas necesarias, permitiéndole reducirlas en el futuro sí, por ejemplo, Pakistán o Corea del Norte dejan de ser sitios de conflicto.
Traducido por Gabriel Gasave
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