Nuestro presupuesto gubernamental está en rojo. Nuestra deuda nacional se está acercando rápidamente a los $9 billones. Lawrence Kotlikoff, un destacado economista de la Boston University, sostiene en un reciente trabajo que el gobierno de los Estados Unidos ya está en bancarrota. Este análisis puede ser una exageración, pero dadas las tendencias probables en los balances de la Seguridad Social, el Medicare, y algunos costos potencialmente enormes en el largo plazo para lo que se ha vuelto la “larga guerra” en Irak, uno podría al menos afirmar que las cosas no lucen tan grandiosas para los próximos años. La situación se ve aún peor si consideramos la creciente inflexibilidad estructural y política del presupuesto. Las erogaciones obligatorias han sido una proporción extremadamente creciente del presupuesto durante las últimas décadas. Una “larga guerra” en continua expansión en Irak está por convertirse en una tensión considerable sobre un presupuesto ya estirado. Los impuestos subirán, independientemente de los que sostengan nuestros dirigentes políticos.
El precio del petróleo está alto, y buena parte de este incremento se debe a las primas por el riesgo generadas por las tensiones en todo el mundo. Los actuales conflictos en Irak, por ejemplo, pueden llegar a representar un aumento de entre $20 y 25 en el precio del crudo. Ese aumento se verá ulteriormente reflejado en el precio de la gasolina para nuestros automóviles, del combustible diesel para nuestros camiones, e incluso se derrama para incrementar los precios de otros productos energéticos. Estos costos de la energía son luego trasladados, en distintos grados, a precios más altos de los alimentos y otros bienes de consumo. Piense ahora lo que podría suceder sí el precio del petróleo subiese a $100-150, o incluso a $200, y la “larga guerra” en Irak se extiende a Irán y otras partes del Medio Oriente. Considérese la inflación y el desempleo que podría resultar.
Ya estamos gastando $1.500 millones por semana en Irak y cientos de millones semanales en Afganistán. Cualquier expansión adicional de la “larga guerra” podría incrementar considerablemente esos costos. Más de 2.600 de nuestros valientes soldados, infantes de marina y marinos han muerto en Irak. Alrededor de 20.000 han resultado heridos, muchos con lesiones debilitantes. Si la “larga guerra” se esparce, muchos más morirán. Muchos más regresarán a casa física y mentalmente lisiados y muchas más familias experimentarán la tristeza doliente que origina la pérdida de un ser querido, o el ver sufrir a alguien amado.
Algunos están afirmando que la guerra israelí-libanesa fue un “ensayo general” para la guerra de los EE.UU. e Irán. Bien, si creen que seguramente entonces nuestros líderes lo pensarán dos veces antes de proseguir con un ataque contra Irán. En verdad, el mejor ejemplo de un “ensayo general” para un ataque contra Irán es lo que está aconteciendo en Irak. Y ese ataque no ha sentado un buen precedente. Además, Irán es mucho más grande que Irak, posee una geografía estratégica mucho más compleja, es un país más homogéneo, tiene una larga historia de nacionalismo, y cuenta con 79 millones de habitantes que es probable se vuelvan contra los Estados Unidos si el gobierno estadounidense invade. Irán tiene también a mucha de su gente sobre el terreno en Irak y otras partes en el Golfo que podrían causar grandes contratiempos. Nuestras tropas y otros en Irak y en otros sitios estarían en un peligro mayor, si los EE.UU. van a la guerra con Irán. De hecho, Irán es en la actualidad la más poderosa influencia externa en Irak, no los EE.UU..
Las percepciones mundiales y nacionales de las fuerzas armadas estadounidenses—integradas por muchos individuos valientes, comprometidos y decentes—han sido fuertemente afectadas por lo que ha estado aconteciendo en Irak y en otra partes. La pregonada naturaleza dinámica de los estadounidenses está siendo actualmente cuestionada, más que nunca, a medida que el mundo observa los asombrosos problemas en los esfuerzos de estabilización y reconstrucción en Irak.
La gran simpatía que el mundo tuvo por los Estados Unidos tras los horripilantes eventos del 11/09 se ha desvanecido. Muchos de los habitantes de nuestros países aliados más cercanos ven a los EE.UU., no a los terroristas, como la amenaza más peligrosa que enfrenta el mundo. El sentimiento anti-estadounidense está alto en todo el mundo. La expansión de la guerra difícilmente reavivará a la gente. Además, atacar o invadir a Irán podría actuar también como un punto critico para que muchos en el mundo musulmán vean a esto como un choque de civilizaciones que necesariamente escalará. ¿Hay alguien deseoso de adivinar los costos de ese resultado?
La guerra es el infierno. La guerra es costosa. Una “larga guerra” es más de ambas cosas. Precisamos hallar mejores maneras de sortear y resolver las amenazas y oportunidades que enfrentamos antes de que ya no tengamos más opciones.
Traducido por Gabriel Gasave
Los costos de una larga guerra en continua expansión
Nuestro presupuesto gubernamental está en rojo. Nuestra deuda nacional se está acercando rápidamente a los $9 billones. Lawrence Kotlikoff, un destacado economista de la Boston University, sostiene en un reciente trabajo que el gobierno de los Estados Unidos ya está en bancarrota. Este análisis puede ser una exageración, pero dadas las tendencias probables en los balances de la Seguridad Social, el Medicare, y algunos costos potencialmente enormes en el largo plazo para lo que se ha vuelto la “larga guerra” en Irak, uno podría al menos afirmar que las cosas no lucen tan grandiosas para los próximos años. La situación se ve aún peor si consideramos la creciente inflexibilidad estructural y política del presupuesto. Las erogaciones obligatorias han sido una proporción extremadamente creciente del presupuesto durante las últimas décadas. Una “larga guerra” en continua expansión en Irak está por convertirse en una tensión considerable sobre un presupuesto ya estirado. Los impuestos subirán, independientemente de los que sostengan nuestros dirigentes políticos.
El precio del petróleo está alto, y buena parte de este incremento se debe a las primas por el riesgo generadas por las tensiones en todo el mundo. Los actuales conflictos en Irak, por ejemplo, pueden llegar a representar un aumento de entre $20 y 25 en el precio del crudo. Ese aumento se verá ulteriormente reflejado en el precio de la gasolina para nuestros automóviles, del combustible diesel para nuestros camiones, e incluso se derrama para incrementar los precios de otros productos energéticos. Estos costos de la energía son luego trasladados, en distintos grados, a precios más altos de los alimentos y otros bienes de consumo. Piense ahora lo que podría suceder sí el precio del petróleo subiese a $100-150, o incluso a $200, y la “larga guerra” en Irak se extiende a Irán y otras partes del Medio Oriente. Considérese la inflación y el desempleo que podría resultar.
Ya estamos gastando $1.500 millones por semana en Irak y cientos de millones semanales en Afganistán. Cualquier expansión adicional de la “larga guerra” podría incrementar considerablemente esos costos. Más de 2.600 de nuestros valientes soldados, infantes de marina y marinos han muerto en Irak. Alrededor de 20.000 han resultado heridos, muchos con lesiones debilitantes. Si la “larga guerra” se esparce, muchos más morirán. Muchos más regresarán a casa física y mentalmente lisiados y muchas más familias experimentarán la tristeza doliente que origina la pérdida de un ser querido, o el ver sufrir a alguien amado.
Algunos están afirmando que la guerra israelí-libanesa fue un “ensayo general” para la guerra de los EE.UU. e Irán. Bien, si creen que seguramente entonces nuestros líderes lo pensarán dos veces antes de proseguir con un ataque contra Irán. En verdad, el mejor ejemplo de un “ensayo general” para un ataque contra Irán es lo que está aconteciendo en Irak. Y ese ataque no ha sentado un buen precedente. Además, Irán es mucho más grande que Irak, posee una geografía estratégica mucho más compleja, es un país más homogéneo, tiene una larga historia de nacionalismo, y cuenta con 79 millones de habitantes que es probable se vuelvan contra los Estados Unidos si el gobierno estadounidense invade. Irán tiene también a mucha de su gente sobre el terreno en Irak y otras partes en el Golfo que podrían causar grandes contratiempos. Nuestras tropas y otros en Irak y en otros sitios estarían en un peligro mayor, si los EE.UU. van a la guerra con Irán. De hecho, Irán es en la actualidad la más poderosa influencia externa en Irak, no los EE.UU..
Las percepciones mundiales y nacionales de las fuerzas armadas estadounidenses—integradas por muchos individuos valientes, comprometidos y decentes—han sido fuertemente afectadas por lo que ha estado aconteciendo en Irak y en otra partes. La pregonada naturaleza dinámica de los estadounidenses está siendo actualmente cuestionada, más que nunca, a medida que el mundo observa los asombrosos problemas en los esfuerzos de estabilización y reconstrucción en Irak.
La gran simpatía que el mundo tuvo por los Estados Unidos tras los horripilantes eventos del 11/09 se ha desvanecido. Muchos de los habitantes de nuestros países aliados más cercanos ven a los EE.UU., no a los terroristas, como la amenaza más peligrosa que enfrenta el mundo. El sentimiento anti-estadounidense está alto en todo el mundo. La expansión de la guerra difícilmente reavivará a la gente. Además, atacar o invadir a Irán podría actuar también como un punto critico para que muchos en el mundo musulmán vean a esto como un choque de civilizaciones que necesariamente escalará. ¿Hay alguien deseoso de adivinar los costos de ese resultado?
La guerra es el infierno. La guerra es costosa. Una “larga guerra” es más de ambas cosas. Precisamos hallar mejores maneras de sortear y resolver las amenazas y oportunidades que enfrentamos antes de que ya no tengamos más opciones.
Traducido por Gabriel Gasave
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