Mientras crece la violencia en Irak y las fuerzas armadas estadounidenses experimentan un aumento en el número de muertos y heridos, el Primer Ministro iraquí Nouri al-Maliki, un chiíta, se ha negado a iniciar el desarme de los milicianos chiítas, quienes han infiltrado a las fuerzas de seguridad del gobierno. También, al-Maliki se ha resistido a que los militares de los EE.UU. lleven a cabo operaciones a gran escala en la ciudad de Sadr contra el ejército Mahdi, una milicia radical que es parte del gobierno y responsable de muchas matanzas sectarias. A pesar de su renuencia a enfrentar a estas milicias, al-Maliki predice una sustancial retirada de las fuerzas estadounidenses a comienzos del año próximo a medida que crezca el número de efectivos de seguridad iraquíes entrenados por los Estados Unidos. Tomado en conjunto, lo que todo esto significa es que la estrategia estadounidense de entrenar a fuerzas de seguridad iraquíes para permitir una eventual retirada de los EE.UU. está meramente preparando a otro grupo de combatientes para la guerra civil que está escalando rápidamente.
Las palabras y acciones de al-Maliki indican que está convencido de que un baño de sangre sectario a gran escala resultará inevitable. Debido a que al-Maliki desea conservar a tantos combatientes chiítas como pueda para el fragor venidero, seguirá posponiendo el desarme de las milicias. Una vez que los Estados Unidos hayan entrenado a las suficientes fuerzas de seguridad iraquíes dominadas por los chiítas para complementar y confundirse con estos milicianos, al-Maliki, como la abrumadora mayoría de los iraquíes, preferirán deshacerse del ocupador extranjero.
Zalmay Khalilzad, el embajador de los Estados Unidos en Irak, y John Warner, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, le han dado ambos al gobierno de al-Maliki dos o tres meses para mejorar la seguridad—es decir, para desarmar a los milicianos chiítas. Pero estas advertencias, junto con la reciente declaración del Presidente Bush de que invitará a un cambio en la estrategia si el actual plan de la administración no funciona, hacen probable que la administración cambiará el curso después de las elecciones de mitad de mandato en los EE.UU.. Es también probable que la Comisión Baker será utilizada para sugerir una redirección de la política: una que la administración pueda tolerar.
A pesar de que el senador Joseph Biden, miembro de la minoría del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, observó algún entusiasmo sobre la comisión para la solución de largo alcance de dividir a Irak en tres o más regiones autónomas o estados, James Baker, el presidente de la comisión, ha rechazado públicamente la idea. Más que probable, la administración cambiará su política de “seguir el curso” para iniciar una lenta retirada de los EE.UU. con un reemplazo al estilo “vietnamización” por las fuerzas de seguridad iraquíes–ya sea que las mismas estén preparadas para actuar de manera independiente o no.
Incluso si las fuerzas de seguridad iraquíes no estuviesen infiltradas con los escuadrones de la muerte chiítas, nadie ha elaborado jamás sobre cómo las mismas serán capaces de suprimir a la insurgencia sunnita cuando el mejor ejército del mundo no ha sido podido hacerlo. Al menos durante el fallido programa de “vietnamización”, Vietnam del Sur poseía fuerzas de seguridad existentes a las que los Estados Unidos podían apuntalar y mejorar—fuerzas que han tenido que ser completamente reconstituidas bajo fuego en Irak. A medida que esas fuerzas se ido han erigiendo, han sido penetradas con sectarios secuaces chiítas.
Al gobierno estadounidense no le agrada admitirlo, pero el gobierno iraquí apoyado por los Estados Unidos está dominado por una Shi’a militante con lazos cercanos con Irán. Resulta interesante que mientras el gobierno de los EE.UU. es tan hostil a Irán, se encuentre en una posición tan débil en Irak que haya tenido que tolerar a los aliados iraníes en el poder en Bagdad.
De este modo, una continuada ocupación militar estadounidense, que sigue entrenando a las milicias chiítas, solamente intensificará la guerra civil después de que los EE.UU. se marchen. Una opción mejor sería la de establecer un fecha más inmediata en la cual todos los efectivos estadounidenses serán retirados del país. Esa acción obligaría al gobierno iraquí dominado por los chiítas y kurdos a ofrecerle algunos incentivos a los sunnitas para que pongan fin a su insurgencia y acuerden una descentralización del gobierno iraquí. Los sunnitas son los únicos de estos tres grandes grupos iraquíes que desean un Irak unificado, debido a que en una confederación libre de estados autónomos o una partición, obtendrían poco petróleo. El petróleo está ubicado primariamente en el norte kurdo y el sur chiíta del país, no en la región central sunnita.
Una rápida retirada estadounidense y una descentralización del gobierno iraquí es la última esperanza para evitar una guerra civil completa, en virtud de que los tres grupos no desean vivir juntos y están temerosos de que un gobierno central fuerte pudiese ser utilizado para oprimir al grupo o grupos que no lo controlen. Un gobierno central iraquí fuerte posee un sangriento legado histórico.
Una rápida retirada estadounidense detendría el entrenamiento de las fuerzas chiítas para una expandida guerra civil y frustraría el plan de al-Maliki para ganarla. También, amenazando con remover el respaldo de los EE.UU. del gobierno chiíta-kurdo, los Estados Unidos pondrán presión sobre esos grupos para alcanzar un acuerdo de descentralización que comparta ya sea los ingresos petroleros o los pozos de petróleo con los sunnitas. Una descentralización del gobierno y una coparticipación de los ingresos petroleros fue parte del acuerdo que terminó con la guerra civil sudanesa, que mató a millones de personas. La animosidad entre los grupos iraquíes no es aún tan grande, pero está rápidamente saliéndose de control. Para evitar la tragedia de una extensa guerra civil, los Estados Unidos deben primero dejar de profundizar el hoyo en el que se encuentran y luego utilizar su salida del mismo para volver a rellenarlo en favor del futuro de Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
Los Estados Unidos deberían dejar de entrenar fuerzas para la creciente guerra civil iraquí
Mientras crece la violencia en Irak y las fuerzas armadas estadounidenses experimentan un aumento en el número de muertos y heridos, el Primer Ministro iraquí Nouri al-Maliki, un chiíta, se ha negado a iniciar el desarme de los milicianos chiítas, quienes han infiltrado a las fuerzas de seguridad del gobierno. También, al-Maliki se ha resistido a que los militares de los EE.UU. lleven a cabo operaciones a gran escala en la ciudad de Sadr contra el ejército Mahdi, una milicia radical que es parte del gobierno y responsable de muchas matanzas sectarias. A pesar de su renuencia a enfrentar a estas milicias, al-Maliki predice una sustancial retirada de las fuerzas estadounidenses a comienzos del año próximo a medida que crezca el número de efectivos de seguridad iraquíes entrenados por los Estados Unidos. Tomado en conjunto, lo que todo esto significa es que la estrategia estadounidense de entrenar a fuerzas de seguridad iraquíes para permitir una eventual retirada de los EE.UU. está meramente preparando a otro grupo de combatientes para la guerra civil que está escalando rápidamente.
Las palabras y acciones de al-Maliki indican que está convencido de que un baño de sangre sectario a gran escala resultará inevitable. Debido a que al-Maliki desea conservar a tantos combatientes chiítas como pueda para el fragor venidero, seguirá posponiendo el desarme de las milicias. Una vez que los Estados Unidos hayan entrenado a las suficientes fuerzas de seguridad iraquíes dominadas por los chiítas para complementar y confundirse con estos milicianos, al-Maliki, como la abrumadora mayoría de los iraquíes, preferirán deshacerse del ocupador extranjero.
Zalmay Khalilzad, el embajador de los Estados Unidos en Irak, y John Warner, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, le han dado ambos al gobierno de al-Maliki dos o tres meses para mejorar la seguridad—es decir, para desarmar a los milicianos chiítas. Pero estas advertencias, junto con la reciente declaración del Presidente Bush de que invitará a un cambio en la estrategia si el actual plan de la administración no funciona, hacen probable que la administración cambiará el curso después de las elecciones de mitad de mandato en los EE.UU.. Es también probable que la Comisión Baker será utilizada para sugerir una redirección de la política: una que la administración pueda tolerar.
A pesar de que el senador Joseph Biden, miembro de la minoría del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, observó algún entusiasmo sobre la comisión para la solución de largo alcance de dividir a Irak en tres o más regiones autónomas o estados, James Baker, el presidente de la comisión, ha rechazado públicamente la idea. Más que probable, la administración cambiará su política de “seguir el curso” para iniciar una lenta retirada de los EE.UU. con un reemplazo al estilo “vietnamización” por las fuerzas de seguridad iraquíes–ya sea que las mismas estén preparadas para actuar de manera independiente o no.
Incluso si las fuerzas de seguridad iraquíes no estuviesen infiltradas con los escuadrones de la muerte chiítas, nadie ha elaborado jamás sobre cómo las mismas serán capaces de suprimir a la insurgencia sunnita cuando el mejor ejército del mundo no ha sido podido hacerlo. Al menos durante el fallido programa de “vietnamización”, Vietnam del Sur poseía fuerzas de seguridad existentes a las que los Estados Unidos podían apuntalar y mejorar—fuerzas que han tenido que ser completamente reconstituidas bajo fuego en Irak. A medida que esas fuerzas se ido han erigiendo, han sido penetradas con sectarios secuaces chiítas.
Al gobierno estadounidense no le agrada admitirlo, pero el gobierno iraquí apoyado por los Estados Unidos está dominado por una Shi’a militante con lazos cercanos con Irán. Resulta interesante que mientras el gobierno de los EE.UU. es tan hostil a Irán, se encuentre en una posición tan débil en Irak que haya tenido que tolerar a los aliados iraníes en el poder en Bagdad.
De este modo, una continuada ocupación militar estadounidense, que sigue entrenando a las milicias chiítas, solamente intensificará la guerra civil después de que los EE.UU. se marchen. Una opción mejor sería la de establecer un fecha más inmediata en la cual todos los efectivos estadounidenses serán retirados del país. Esa acción obligaría al gobierno iraquí dominado por los chiítas y kurdos a ofrecerle algunos incentivos a los sunnitas para que pongan fin a su insurgencia y acuerden una descentralización del gobierno iraquí. Los sunnitas son los únicos de estos tres grandes grupos iraquíes que desean un Irak unificado, debido a que en una confederación libre de estados autónomos o una partición, obtendrían poco petróleo. El petróleo está ubicado primariamente en el norte kurdo y el sur chiíta del país, no en la región central sunnita.
Una rápida retirada estadounidense y una descentralización del gobierno iraquí es la última esperanza para evitar una guerra civil completa, en virtud de que los tres grupos no desean vivir juntos y están temerosos de que un gobierno central fuerte pudiese ser utilizado para oprimir al grupo o grupos que no lo controlen. Un gobierno central iraquí fuerte posee un sangriento legado histórico.
Una rápida retirada estadounidense detendría el entrenamiento de las fuerzas chiítas para una expandida guerra civil y frustraría el plan de al-Maliki para ganarla. También, amenazando con remover el respaldo de los EE.UU. del gobierno chiíta-kurdo, los Estados Unidos pondrán presión sobre esos grupos para alcanzar un acuerdo de descentralización que comparta ya sea los ingresos petroleros o los pozos de petróleo con los sunnitas. Una descentralización del gobierno y una coparticipación de los ingresos petroleros fue parte del acuerdo que terminó con la guerra civil sudanesa, que mató a millones de personas. La animosidad entre los grupos iraquíes no es aún tan grande, pero está rápidamente saliéndose de control. Para evitar la tragedia de una extensa guerra civil, los Estados Unidos deben primero dejar de profundizar el hoyo en el que se encuentran y luego utilizar su salida del mismo para volver a rellenarlo en favor del futuro de Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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