El 30 de octubre la Junta de Salud de la Ciudad de Nueva York celebrará un encuentro público sobre sí implementar o no una prohibición casi total de la utilización de grasas trans por parte de los restaurantes de Nueva York.
Walter Willett, jefe del Departamento de Nutrición de la Harvard School of Public Health y un férreo defensor de la prohibición, afirma que las grasas trans causan «decenas de miles de decesos prematuros cada año».
Se espera que la medida sea sometida a votación en diciembre.
La restricción es la continuación de un creciente movimiento en favor de una mayor reglamentación de los alimentos que ingieren los estadounidenses, y los argumentos que la rodean bien pueden ser repetidos en reuniones celebradas por todo el continente.
Willett ha pedido ya que la Administración de Alimentos y Fármacos promulgue políticas similares a nivel nacional.
Existe un precedente para esta clase de reglamentación nacional de la comida.
Dinamarca, por ejemplo, impone una severa política contra las grasas trans en todo el país; las sanciones incluyen multas y llegan hasta los dos años de prisión. No queda en claro qué sanciones impondrá la medida neoyorquina.
¿Cuáles son los pros y contras que colmarán los medios de comunicación?
En general, el debate oscila entre dos extremos. Los partidarios de la prohibición presentan evidencia de que las grasas trans obstruyen las arterias, provocan la muerte y cuestan miles de millones de los impuestos en cuidados médicos cada año. Los libertarios civiles acusan a los defensores de la medida de promover un Estado niñera—es decir, un gobierno intruso que dicta la menudencia de cómo la gente puede vivir bajo el disfraz de cuidar de ella.
La presión para evitar legalmente que los individuos ingieran una papa frita como se les «antoje » es proclive que prevalezca …sí no lo es en Nueva York, entonces en otras partes—y pronto. La misma resulta también una potente combinación de espantosas alertas sobre la salud, política y juicios éticos. De ser así, prevalecerá sobre dos valores que han definido el carácter estadounidense: la libertad personal y el fuerte individualismo.
En comparación con Europa, los Estados Unidos son relativamente nuevos a las medidas «niñeras». Por ejemplo, el derecho a educar a sus hijos (la educación hogareña) es ilegal en muchas naciones europeas, como en Alemania, pero algo habitual en los Estados Unidos.
Tradicionalmente, la cuestión de lo que usted decide comer ha sido discutida fuera del marco de la política y la ética estadounidense. Hablando en términos generales, la política y ética estadounidense no se han ocupado con cómo usted prepara las papas fritas, sino con cómo usted se relaciona con los demás; si usted miente, defrauda, o lastima físicamente a otros. La nutrición puede haber sido una inquietud acerca de la salud y una discusión en las aulas, pero no provoca el interés político y ético dentro de sectores más amplios de la sociedad. Las preferencias alimenticias personales eran justamente consideradas eso: preferenias personales.
La sociedad ha cambiado de muchas maneras.
Primero que todo, tanto el cuidado de la salud pública como privada se ha vuelto crecientemente costoso, y tanto los contribuyentes como quienes pagan las pólizas de seguros están subsidiando a las supuestas malas elecciones en materia de salud de los demás. En consecuencia, el público en general se siente con un derecho mayor a evitar que otros tomen decisiones erradas sobre su salud a su costa.
De esta manera, si los estudios prueban que las grasas trans tapan las arterias y causan enfermedades cardíacas y muertes prematura, entonces los reclamos en favor de una legislación por lo general siguen.
Dichos reclamos ignoran varios factores.
Primero, a pesar de que las grasas trans pueden muy bien plantear los peligros para la salud que se sostienen, los estudios médicos en general son notoriamente poco confiables. La edición de julio de 2005 del Journal of the American Medical Association (JAMA), contenía un artículo escrito por el Dr. John P. A. Ioannina intitulado «Why Most Published Research Findings Are False.» (“Por qué la mayoría de los hallazgos investigativos publicados son falsos’). El mismo reseñaba «todos los trabajos de investigación clínica publicados en tres importantes journals de clínica general o journals especializados en factores de alto-impacto en 1990-2003», cada uno de los cuales había sido “citado más de 1000 veces” en la literatura subsiguiente.
En síntesis, el artículo reseñaba lo »»mejor»». El 32 por ciento de los trabajos fueron subsecuentemente refutados; el 44 por ciento no podía ser validado; el 11 por ciento seguía sin ser cuestionado y, por lo tanto invalidado.
Además, incluso un estudio confiable no siempre establece una causalidad.
Una excelente y no histérica exposición de la verdad es ofrecida por Bernard Cohen, Profesor Emérito de Física de la University of Pittsburgh, en su «Catálogo de riesgos» de 1991. Cohen emplea sólidas definiciones y métodos estadísticos para evaluar la probable pérdida de expectativa de vida (LLE por su sigla en inglés) derivada de distintas actividades. Responde también a interrogantes poco comunes tales como «¿prematuro por cuánto?» y «¿comparado con qué?».
Por ejemplo, la «LLE» por trotar es de «1,7 días al año». Cohen balancea eso contra el hecho de que “trotar es usualmente visto como una medida para evitar la enfermedad cardiaca” la cual posee una «LLE» mucho más alta; esto hace que el trote sea beneficioso en términos generales. Las grasas trans es improbable que sean nutricialmente benéficas, pero sí emplearlas para cocinar debería ser proscrito es un tema completamente distinto.
En las pasadas décadas, desafortunadamente, la comida se ha vuelto un punto de ignición político y ético, y las voces racionales abucheadas. Las acusaciones han tomado el control. Sí usted come carne, entonces viola los derechos de los animales. Alimenta a su hijo con azúcar y es culpable de abuso. Compra alimentos baratos en Wal-Mart y es cómplice de la explotación laboral. Las Naciones Unidas han de repetente pasado de las campanas de alarma sobre las hambrunas a otras acerca de la obesidad.
La comida es la nueva moda política; comer es la nueva moralidad.
Infelizmente, debido a esta tendencia considero que las prohibiciones a las grasas trans es probable que triunfen en Norteamérica.
«¿Qué es tan importante?» pueden preguntar los lectores. «Tan solo estamos hablando de una papa frita».
Bien, vistas desde una perspectiva, las palabras son solamente »»bocanadas de aire»», pero eso no disminuye la importancia de la libertad de expresión. La idea de la micro-administración gubernamental de la decisión y la libertad personal hasta descender al nivel de una papa frita es algo muy importante.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Debería el gobierno reglamentar lo que comemos?
El 30 de octubre la Junta de Salud de la Ciudad de Nueva York celebrará un encuentro público sobre sí implementar o no una prohibición casi total de la utilización de grasas trans por parte de los restaurantes de Nueva York.
Walter Willett, jefe del Departamento de Nutrición de la Harvard School of Public Health y un férreo defensor de la prohibición, afirma que las grasas trans causan «decenas de miles de decesos prematuros cada año».
Se espera que la medida sea sometida a votación en diciembre.
La restricción es la continuación de un creciente movimiento en favor de una mayor reglamentación de los alimentos que ingieren los estadounidenses, y los argumentos que la rodean bien pueden ser repetidos en reuniones celebradas por todo el continente.
Willett ha pedido ya que la Administración de Alimentos y Fármacos promulgue políticas similares a nivel nacional.
Existe un precedente para esta clase de reglamentación nacional de la comida.
Dinamarca, por ejemplo, impone una severa política contra las grasas trans en todo el país; las sanciones incluyen multas y llegan hasta los dos años de prisión. No queda en claro qué sanciones impondrá la medida neoyorquina.
¿Cuáles son los pros y contras que colmarán los medios de comunicación?
En general, el debate oscila entre dos extremos. Los partidarios de la prohibición presentan evidencia de que las grasas trans obstruyen las arterias, provocan la muerte y cuestan miles de millones de los impuestos en cuidados médicos cada año. Los libertarios civiles acusan a los defensores de la medida de promover un Estado niñera—es decir, un gobierno intruso que dicta la menudencia de cómo la gente puede vivir bajo el disfraz de cuidar de ella.
La presión para evitar legalmente que los individuos ingieran una papa frita como se les «antoje » es proclive que prevalezca …sí no lo es en Nueva York, entonces en otras partes—y pronto. La misma resulta también una potente combinación de espantosas alertas sobre la salud, política y juicios éticos. De ser así, prevalecerá sobre dos valores que han definido el carácter estadounidense: la libertad personal y el fuerte individualismo.
En comparación con Europa, los Estados Unidos son relativamente nuevos a las medidas «niñeras». Por ejemplo, el derecho a educar a sus hijos (la educación hogareña) es ilegal en muchas naciones europeas, como en Alemania, pero algo habitual en los Estados Unidos.
Tradicionalmente, la cuestión de lo que usted decide comer ha sido discutida fuera del marco de la política y la ética estadounidense. Hablando en términos generales, la política y ética estadounidense no se han ocupado con cómo usted prepara las papas fritas, sino con cómo usted se relaciona con los demás; si usted miente, defrauda, o lastima físicamente a otros. La nutrición puede haber sido una inquietud acerca de la salud y una discusión en las aulas, pero no provoca el interés político y ético dentro de sectores más amplios de la sociedad. Las preferencias alimenticias personales eran justamente consideradas eso: preferenias personales.
La sociedad ha cambiado de muchas maneras.
Primero que todo, tanto el cuidado de la salud pública como privada se ha vuelto crecientemente costoso, y tanto los contribuyentes como quienes pagan las pólizas de seguros están subsidiando a las supuestas malas elecciones en materia de salud de los demás. En consecuencia, el público en general se siente con un derecho mayor a evitar que otros tomen decisiones erradas sobre su salud a su costa.
De esta manera, si los estudios prueban que las grasas trans tapan las arterias y causan enfermedades cardíacas y muertes prematura, entonces los reclamos en favor de una legislación por lo general siguen.
Dichos reclamos ignoran varios factores.
Primero, a pesar de que las grasas trans pueden muy bien plantear los peligros para la salud que se sostienen, los estudios médicos en general son notoriamente poco confiables. La edición de julio de 2005 del Journal of the American Medical Association (JAMA), contenía un artículo escrito por el Dr. John P. A. Ioannina intitulado «Why Most Published Research Findings Are False.» (“Por qué la mayoría de los hallazgos investigativos publicados son falsos’). El mismo reseñaba «todos los trabajos de investigación clínica publicados en tres importantes journals de clínica general o journals especializados en factores de alto-impacto en 1990-2003», cada uno de los cuales había sido “citado más de 1000 veces” en la literatura subsiguiente.
En síntesis, el artículo reseñaba lo »»mejor»». El 32 por ciento de los trabajos fueron subsecuentemente refutados; el 44 por ciento no podía ser validado; el 11 por ciento seguía sin ser cuestionado y, por lo tanto invalidado.
Además, incluso un estudio confiable no siempre establece una causalidad.
Una excelente y no histérica exposición de la verdad es ofrecida por Bernard Cohen, Profesor Emérito de Física de la University of Pittsburgh, en su «Catálogo de riesgos» de 1991. Cohen emplea sólidas definiciones y métodos estadísticos para evaluar la probable pérdida de expectativa de vida (LLE por su sigla en inglés) derivada de distintas actividades. Responde también a interrogantes poco comunes tales como «¿prematuro por cuánto?» y «¿comparado con qué?».
Por ejemplo, la «LLE» por trotar es de «1,7 días al año». Cohen balancea eso contra el hecho de que “trotar es usualmente visto como una medida para evitar la enfermedad cardiaca” la cual posee una «LLE» mucho más alta; esto hace que el trote sea beneficioso en términos generales. Las grasas trans es improbable que sean nutricialmente benéficas, pero sí emplearlas para cocinar debería ser proscrito es un tema completamente distinto.
En las pasadas décadas, desafortunadamente, la comida se ha vuelto un punto de ignición político y ético, y las voces racionales abucheadas. Las acusaciones han tomado el control. Sí usted come carne, entonces viola los derechos de los animales. Alimenta a su hijo con azúcar y es culpable de abuso. Compra alimentos baratos en Wal-Mart y es cómplice de la explotación laboral. Las Naciones Unidas han de repetente pasado de las campanas de alarma sobre las hambrunas a otras acerca de la obesidad.
La comida es la nueva moda política; comer es la nueva moralidad.
Infelizmente, debido a esta tendencia considero que las prohibiciones a las grasas trans es probable que triunfen en Norteamérica.
«¿Qué es tan importante?» pueden preguntar los lectores. «Tan solo estamos hablando de una papa frita».
Bien, vistas desde una perspectiva, las palabras son solamente »»bocanadas de aire»», pero eso no disminuye la importancia de la libertad de expresión. La idea de la micro-administración gubernamental de la decisión y la libertad personal hasta descender al nivel de una papa frita es algo muy importante.
Traducido por Gabriel Gasave
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