Según el Presidente Bush, “No he tomado ninguna decisión acerca de incrementos de tropas o disminución de tropas [en Irak], y no lo haré hasta que escuche a una variedad de fuentes, incluidas nuestras propias fuerzas armadas de los Estados Unidos”. Mientras las recomendaciones del Grupo de Estudio Sobre Irak (presidido conjuntamente por el ex Secretario de Estado James Baker y el ex parlamentario estadounidense Lee Hamilton) no han sido aún hechas públicas, ya se conoce el veredicto de los militares. De manera predecible, un estudio comisionado por el director del Estado Mayor Conjunto, el General de la Infantería de Marina de los EE.UU. Peter Pace, ha aparecido con tres opciones denominadas “regresar a casa”, “volverse grande” y “quedarse un largo rato”—lo cual también podría ser denominado lo bueno, lo malo, y lo feo, respectivamente.
La opción de “regresar a casa” que solicita un rápido retiro de las fuerzas estadounidenses en Irak ha sido rechazada por los militares. Esta no debería ser una gran sorpresa en la medida que la actitud de podemos hacerlo de los militares aborrece la retirada, que es un sinónimo de derrota, y es una inquebrantable convicción de que la victoria es posible a pesar de las probabilidades en su contra. Sin embargo, el retiro de tropas es en verdad la mejor de las tres opciones. Incluso si la regla de la tienda Pottery Barn—si usted lo rompe, se lo lleva—se aplica, la realidad dicta que los Estados Unidos deben admitir que no pueden reparar lo que se rompió en Irak. La presencia militar estadounidense en Irak no detendrá la violencia sunnita-chiíta ni evitará que el país descienda en la guerra civil. Más soldados estadounidenses morirán innecesariamente. Y más iraquíes serán asesinados—según la ONU, más de 3.700 iraquíes fueron muertos en octubre, el mes más mortífero desde la invasión de los EE.UU. en marzo de 2003, y noviembre es probable que resulte peor—con los Estados Unidos inculpados por no frenar la violencia. Sin duda alguna, marcharse a casa no será un buen resultado—el caos y la violencia en Irak persistirán—pero todo eso es lo que queda al escoger la mejor de las malas opciones.
La peor opción es la de “volverse grande”, la cual reclama un incremento significativo de las tropas estadounidenses. Esta es en realidad la correcta respuesta táctica militar, pero requeriría de una fuerza de varios cientos de miles de efectivos (reacuérdese que esta era la evaluación del ex Comandante en Jefe del Ejército General Eric Shinseki y que fue criticada por la conducción civil del Pentágono por estar “alocadamente fuera de los limites”) desplegada durante años, no meses, junto con la voluntad de emplear severas e indiscriminadas tácticas para quebrar la espalda de la insurgencia y acabar con la violencia sectaria. Sin embargo, el precio del éxito táctico sería una catastrófica derrota estratégica. Una fuerza de tierra estadounidense más grande en Irak señalaría una ocupación infiel de un país islámico y una guerra contra el Islam, generando un incentivo mayor para que más iraquíes se unan a las filas de la insurgencia y más musulmanes alrededor del mundo tomen partido por los radicales. Parecería que el Pentágono tendría el sentido común suficiente como para rechazar esta opción tras concluir que no hay tropas suficientes.
Curiosamente, aún cuando los militares reconocen que no hay tropas suficientes para ocupar Irak, la opción favorita es la de “quedarse un largo rato”, lo cual en verdad implicaría solicitar un incremento temporal del número de efectivos antes de reducir—pero no retirar por completo—a las fuerzas estadounidenses a medida que los iraquíes son entrenados y asuman las responsabilidades de la seguridad. En lo que atañe a la “ocupación liviana”, esta es la opción fea y el peor de todos los mundos. Como lo expresara un oficial de la defensa, tratar de “volverse grande pero breve mientras se efectúa una transición para quedarse un largo rato” depende de un éxito rápido. Pero si tres años y 140.000 efectivos estadounidenses no han sido suficientes para detener la violencia creciente, ¿cómo 20.000 harán una diferencia significativa—ya sea en incrementar la seguridad o hacer que los iraquíes asuman una mayor responsabilidad por la seguridad?
En vez de reconocer que los intereses estadounidenses e iraquíes son mejor servidos abandonando Irak, el liderazgo político y militar parecería intentar emprender un cruzada quijotesca. Así, está luciendo más y más probable que elegirán un curso de acción que se asemeja a estar un poquito embarazada. El incremento de tropas para “quedarse un largo rato” propuesto resulta insuficiente para montar un esfuerzo de contrainsurgencia militar serio. Pero es más que suficiente para dar a los iraquíes un motivo mayor para inflamarse bajo el yugo de la ocupación extranjera y para alentar, en lugar de disipar, la insurgencia y para que los musulmanes incrementen la convocatoria a una jihad a efectos de expulsar al infiel. El resultado será volver más desagradable a una situación ya fea.
Traducido por Gabriel Gasave
Lo bueno, lo malo, y lo feo
Según el Presidente Bush, “No he tomado ninguna decisión acerca de incrementos de tropas o disminución de tropas [en Irak], y no lo haré hasta que escuche a una variedad de fuentes, incluidas nuestras propias fuerzas armadas de los Estados Unidos”. Mientras las recomendaciones del Grupo de Estudio Sobre Irak (presidido conjuntamente por el ex Secretario de Estado James Baker y el ex parlamentario estadounidense Lee Hamilton) no han sido aún hechas públicas, ya se conoce el veredicto de los militares. De manera predecible, un estudio comisionado por el director del Estado Mayor Conjunto, el General de la Infantería de Marina de los EE.UU. Peter Pace, ha aparecido con tres opciones denominadas “regresar a casa”, “volverse grande” y “quedarse un largo rato”—lo cual también podría ser denominado lo bueno, lo malo, y lo feo, respectivamente.
La opción de “regresar a casa” que solicita un rápido retiro de las fuerzas estadounidenses en Irak ha sido rechazada por los militares. Esta no debería ser una gran sorpresa en la medida que la actitud de podemos hacerlo de los militares aborrece la retirada, que es un sinónimo de derrota, y es una inquebrantable convicción de que la victoria es posible a pesar de las probabilidades en su contra. Sin embargo, el retiro de tropas es en verdad la mejor de las tres opciones. Incluso si la regla de la tienda Pottery Barn—si usted lo rompe, se lo lleva—se aplica, la realidad dicta que los Estados Unidos deben admitir que no pueden reparar lo que se rompió en Irak. La presencia militar estadounidense en Irak no detendrá la violencia sunnita-chiíta ni evitará que el país descienda en la guerra civil. Más soldados estadounidenses morirán innecesariamente. Y más iraquíes serán asesinados—según la ONU, más de 3.700 iraquíes fueron muertos en octubre, el mes más mortífero desde la invasión de los EE.UU. en marzo de 2003, y noviembre es probable que resulte peor—con los Estados Unidos inculpados por no frenar la violencia. Sin duda alguna, marcharse a casa no será un buen resultado—el caos y la violencia en Irak persistirán—pero todo eso es lo que queda al escoger la mejor de las malas opciones.
La peor opción es la de “volverse grande”, la cual reclama un incremento significativo de las tropas estadounidenses. Esta es en realidad la correcta respuesta táctica militar, pero requeriría de una fuerza de varios cientos de miles de efectivos (reacuérdese que esta era la evaluación del ex Comandante en Jefe del Ejército General Eric Shinseki y que fue criticada por la conducción civil del Pentágono por estar “alocadamente fuera de los limites”) desplegada durante años, no meses, junto con la voluntad de emplear severas e indiscriminadas tácticas para quebrar la espalda de la insurgencia y acabar con la violencia sectaria. Sin embargo, el precio del éxito táctico sería una catastrófica derrota estratégica. Una fuerza de tierra estadounidense más grande en Irak señalaría una ocupación infiel de un país islámico y una guerra contra el Islam, generando un incentivo mayor para que más iraquíes se unan a las filas de la insurgencia y más musulmanes alrededor del mundo tomen partido por los radicales. Parecería que el Pentágono tendría el sentido común suficiente como para rechazar esta opción tras concluir que no hay tropas suficientes.
Curiosamente, aún cuando los militares reconocen que no hay tropas suficientes para ocupar Irak, la opción favorita es la de “quedarse un largo rato”, lo cual en verdad implicaría solicitar un incremento temporal del número de efectivos antes de reducir—pero no retirar por completo—a las fuerzas estadounidenses a medida que los iraquíes son entrenados y asuman las responsabilidades de la seguridad. En lo que atañe a la “ocupación liviana”, esta es la opción fea y el peor de todos los mundos. Como lo expresara un oficial de la defensa, tratar de “volverse grande pero breve mientras se efectúa una transición para quedarse un largo rato” depende de un éxito rápido. Pero si tres años y 140.000 efectivos estadounidenses no han sido suficientes para detener la violencia creciente, ¿cómo 20.000 harán una diferencia significativa—ya sea en incrementar la seguridad o hacer que los iraquíes asuman una mayor responsabilidad por la seguridad?
En vez de reconocer que los intereses estadounidenses e iraquíes son mejor servidos abandonando Irak, el liderazgo político y militar parecería intentar emprender un cruzada quijotesca. Así, está luciendo más y más probable que elegirán un curso de acción que se asemeja a estar un poquito embarazada. El incremento de tropas para “quedarse un largo rato” propuesto resulta insuficiente para montar un esfuerzo de contrainsurgencia militar serio. Pero es más que suficiente para dar a los iraquíes un motivo mayor para inflamarse bajo el yugo de la ocupación extranjera y para alentar, en lugar de disipar, la insurgencia y para que los musulmanes incrementen la convocatoria a una jihad a efectos de expulsar al infiel. El resultado será volver más desagradable a una situación ya fea.
Traducido por Gabriel Gasave
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