Esta temporada de viajes de fin de año, Papá Noel no es el único que está controlando para ver sí usted ha sido malo o agradable. Durante los últimos cuatro años, el gobierno de los Estados Unidos ha venido fisgoneando mediante una computadora en los antecedentes de viaje de las personas y asignándoles una calificación de riesgo por ser terroristas o criminales. De todas las violaciones gubernamentales a las libertades civiles desde el 11 de septiembre, el Sistema de Selección Automática (ATS es su sigla en inglés) del Departamento de Seguridad Interior probablemente sea una de los peores en términos de los individuos afectados.
Invariablemente, parte del público viajero con el que converso en las líneas de seguridad de los aeropuertos dirá que si usted no ha hecho nada incorrecto, no tiene nada que temer de las medidas intrusivas del gobierno. Esa dudosa línea de razonamiento, sin embargo, forja la asunción herculeana de que el gobierno por lo general hace bien las cosas. También, después de examinar de dónde viene usted, sus antecedentes con los vehículos a motor, cómo abonó su pasaje aéreo, e incluso su preferencia de asientos y el tipo de comida que pidió, y luego de asignarle entonces un factor de riesgo, el gobierno permite que todo el mundo vea esta calificación excepto usted. A diferencia de las calificaciones crediticias realizadas de manera privada, usted carece de medios para cuestionar cualquier inexactitud o la justificación del gobierno para asignarle un factor de riesgo determinado. No obstante, aún hay más malas noticias: La evaluación del riesgo es luego compartida con los gobiernos estaduales, locales, y extranjeros, el Congreso, los tribunales y contratistas privados, y puede ser utilizada para negarle empleo en las aéreas de transporte o viajes, licencias, certificados de seguridad y contratos gubernamentales. Aún peor, el gobierno intenta conservar el archivo de estas evaluaciones durante 40 años.
Uno podría fácilmente asumir que el paso siguiente consiste en infringir a las personas de “alto riesgo” más molestias en los puestos de control aeroportuarios. De modo tal que sí recibe demasiadas multas por mal estacionamiento o exceso de velocidad ¿podría terminar en la lista de vigilancia terrorista? Sí come demasiadas comidas vegetarianas, ¿podría prohibírsele volar?
Por supuesto, como siempre, los funcionarios del gobierno se han negado a decir sí el programa ha atrapado o no a algunos terroristas. Dada la circunstancia de que el terrorismo es poco común—otra cosa omitida por aquellos viajeros aéreos que son paladines de la seguridad intrusiva—probablemente no. El estadounidense promedio tiene una entre 80.000 probabilidades de ser asesinado por terroristas internacionales. Esta probabilidad es casi la misma de ser impactado por un meteoro o cometa. Y dado que la mayor parte de los ataques terroristas contra objetivos estadounidenses son contra embajadas, bases militares e instalaciones en el exterior de los EE.UU., sí usted vive en los Estados Unidos, especialmente fuera de Washington y la Ciudad de Nueva York, sus chances de ser asesinado son incluso más remotas.
Todo esto lleva al interrogante de sí deberíamos tener un temor mayor a los terroristas o a la sobre reacción del gobierno a la amenaza. Muchos poderosos intereses creados que construyen los sistemas de seguridad y de minería de datos venden sus mercancías a las agencias de seguridad gubernamentales que se preocupan poco de las sagradas libertades que hacen única a esta nación. Como cualquier burocracia, las organizaciones de la seguridad usan a las crisis para ganar más autoridad, presupuestos más grandes y las últimas herramientas tecnológicas—lo que trae como consecuencia que el país y la libertad individual sea condenada. Las agencias luego disfrazan a esta usurpación de la libertad como una lucha patriótica contra el terrorismo. Los gobiernos poseen bastos recursos, cuando se los compara con los de los pequeños grupos de terroristas harapientos, y se comportan de manera coercitiva—sin importar en qué país se encuentran.
Lo único inigualable del gobierno de los Estados Unidos—es decir, el poder ejecutivo—es que ese poder coercitivo se supone que sea controlado por el Congreso, los tribunales, unos medios de comunicación sin restricciones, los gobiernos estaduales y locales, y el Bill of Rights. Desafortunadamente, en la era de la presidencia imperial, que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos controles y contrapesos se están desmembrando. La presidencia es en la actualidad tan poderosa que el jefe del ejecutivo puede aparentemente violar las leyes al sostener que es el comandante en jefe—tal como lo hizo el Presidente Bush cuando ignoró flagrantemente la ley que prohibía la vigilancia sin una autorización.
El programa ATS del Departamento de Seguridad Interior es todavía otro ejemplo de la usurpación del poder ejecutivo contra la privacidad de los individuos. Dadas las tendencias actuales, durante las futuras festividades navideñas, quizás el gobierno asignará a la gente común calificaciones permanentes sobre su riesgo para cometer homicidios, violaciones, robos, asalto armado, abuso infantil, exceso de velocidad e infracciones como peatones. Papá Noel ciertamente podría emplear un sistema amplio como este para determinar la distribución de los paquetes navideños. En el ínterin, la “guerra contra el terror” del gobierno es el único regalo que se sigue dispensando (más poder a las burocracias de la seguridad).
Traducido por Gabriel Gasave
Más júbilo para la temporada de viajes de fin de año
Esta temporada de viajes de fin de año, Papá Noel no es el único que está controlando para ver sí usted ha sido malo o agradable. Durante los últimos cuatro años, el gobierno de los Estados Unidos ha venido fisgoneando mediante una computadora en los antecedentes de viaje de las personas y asignándoles una calificación de riesgo por ser terroristas o criminales. De todas las violaciones gubernamentales a las libertades civiles desde el 11 de septiembre, el Sistema de Selección Automática (ATS es su sigla en inglés) del Departamento de Seguridad Interior probablemente sea una de los peores en términos de los individuos afectados.
Invariablemente, parte del público viajero con el que converso en las líneas de seguridad de los aeropuertos dirá que si usted no ha hecho nada incorrecto, no tiene nada que temer de las medidas intrusivas del gobierno. Esa dudosa línea de razonamiento, sin embargo, forja la asunción herculeana de que el gobierno por lo general hace bien las cosas. También, después de examinar de dónde viene usted, sus antecedentes con los vehículos a motor, cómo abonó su pasaje aéreo, e incluso su preferencia de asientos y el tipo de comida que pidió, y luego de asignarle entonces un factor de riesgo, el gobierno permite que todo el mundo vea esta calificación excepto usted. A diferencia de las calificaciones crediticias realizadas de manera privada, usted carece de medios para cuestionar cualquier inexactitud o la justificación del gobierno para asignarle un factor de riesgo determinado. No obstante, aún hay más malas noticias: La evaluación del riesgo es luego compartida con los gobiernos estaduales, locales, y extranjeros, el Congreso, los tribunales y contratistas privados, y puede ser utilizada para negarle empleo en las aéreas de transporte o viajes, licencias, certificados de seguridad y contratos gubernamentales. Aún peor, el gobierno intenta conservar el archivo de estas evaluaciones durante 40 años.
Uno podría fácilmente asumir que el paso siguiente consiste en infringir a las personas de “alto riesgo” más molestias en los puestos de control aeroportuarios. De modo tal que sí recibe demasiadas multas por mal estacionamiento o exceso de velocidad ¿podría terminar en la lista de vigilancia terrorista? Sí come demasiadas comidas vegetarianas, ¿podría prohibírsele volar?
Por supuesto, como siempre, los funcionarios del gobierno se han negado a decir sí el programa ha atrapado o no a algunos terroristas. Dada la circunstancia de que el terrorismo es poco común—otra cosa omitida por aquellos viajeros aéreos que son paladines de la seguridad intrusiva—probablemente no. El estadounidense promedio tiene una entre 80.000 probabilidades de ser asesinado por terroristas internacionales. Esta probabilidad es casi la misma de ser impactado por un meteoro o cometa. Y dado que la mayor parte de los ataques terroristas contra objetivos estadounidenses son contra embajadas, bases militares e instalaciones en el exterior de los EE.UU., sí usted vive en los Estados Unidos, especialmente fuera de Washington y la Ciudad de Nueva York, sus chances de ser asesinado son incluso más remotas.
Todo esto lleva al interrogante de sí deberíamos tener un temor mayor a los terroristas o a la sobre reacción del gobierno a la amenaza. Muchos poderosos intereses creados que construyen los sistemas de seguridad y de minería de datos venden sus mercancías a las agencias de seguridad gubernamentales que se preocupan poco de las sagradas libertades que hacen única a esta nación. Como cualquier burocracia, las organizaciones de la seguridad usan a las crisis para ganar más autoridad, presupuestos más grandes y las últimas herramientas tecnológicas—lo que trae como consecuencia que el país y la libertad individual sea condenada. Las agencias luego disfrazan a esta usurpación de la libertad como una lucha patriótica contra el terrorismo. Los gobiernos poseen bastos recursos, cuando se los compara con los de los pequeños grupos de terroristas harapientos, y se comportan de manera coercitiva—sin importar en qué país se encuentran.
Lo único inigualable del gobierno de los Estados Unidos—es decir, el poder ejecutivo—es que ese poder coercitivo se supone que sea controlado por el Congreso, los tribunales, unos medios de comunicación sin restricciones, los gobiernos estaduales y locales, y el Bill of Rights. Desafortunadamente, en la era de la presidencia imperial, que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos controles y contrapesos se están desmembrando. La presidencia es en la actualidad tan poderosa que el jefe del ejecutivo puede aparentemente violar las leyes al sostener que es el comandante en jefe—tal como lo hizo el Presidente Bush cuando ignoró flagrantemente la ley que prohibía la vigilancia sin una autorización.
El programa ATS del Departamento de Seguridad Interior es todavía otro ejemplo de la usurpación del poder ejecutivo contra la privacidad de los individuos. Dadas las tendencias actuales, durante las futuras festividades navideñas, quizás el gobierno asignará a la gente común calificaciones permanentes sobre su riesgo para cometer homicidios, violaciones, robos, asalto armado, abuso infantil, exceso de velocidad e infracciones como peatones. Papá Noel ciertamente podría emplear un sistema amplio como este para determinar la distribución de los paquetes navideños. En el ínterin, la “guerra contra el terror” del gobierno es el único regalo que se sigue dispensando (más poder a las burocracias de la seguridad).
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorDerecho y libertadGobierno y políticaPoder gubernamentalPrivacidadSeguridad aeroportuariaTerrorismo y seguridad nacional
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