Desde que el Grupo de Estudio sobre Irak (ISG es su sigla en inglés) publicó sus recomendaciones, el debate en Washington se ha arremolinado alrededor de qué hacer respecto del desorden en Irak.
Desafortunadamente, tanto las recomendaciones del Grupo de Estudio como las contradictorias inclinaciones de la administración Bush son “puentes a ninguna parte”. Ambos grupos niegan el caos en Irak y no están listos todavía para ofrecer las difíciles soluciones que podrían estabilizar al país. Quizás deberían aceptar las diez principales cosas que no se deben hacer en Irak:
- No enviar más tropas estadounidenses. Siguiendo este rumbo, los generales neoconservadores de sofá—tales como Frederick Kagan—que ayudaron a Bush a meterse en este lío, desean ayudarlo a hacer el hoyo más profundo. Sin embargo los oficiales militares senior de los E.UU. sobre el terreno en el Medio Oriente no son partidarios de esta opción. Se dan cuenta que el atolladero hace imposible para las fuerzas estadounidenses alcanzar alguna vez el éxito y han estado inclinados por la retirada. El ex Secretario de Estado y Jefe del Estado Mayor Conjunto Colin Powell parecería reflejar sus opiniones cuando sostuvo mientras decidía sí enviar o no más tropas, “Desearía tener una clara comprensión de para qué están yendo, por cuánto tiempo irán. Y seamos claros acerca de algo más… En verdad no hay tropas adicionales algunas. Todo lo que estaríamos haciendo es mantener a algunos de los efectivos que estaban allí más tiempo, y aumentando o acelerando el arribo de otras tropas”. Sin tener un motivo claramente definido para enviar más tropas, la política colapsa en el usual “mostrémosle a los iraquíes y a la audiencia política interna que la administración Bush va en serio”. Pero la audiencia política interna hace mucho que se ha hartado de la guerra y desea que las tropas comiencen a regresar a casa y los iraquíes, al igual que Powell, se percatan que el aumento de efectivos no resulta sustentable en el largo plazo.
- No pensar que enviar más efectivos estadounidenses es políticamente sustentable. En una democracia, poner más tropas y dinero en una guerra que ha perdido el apoyo público emula la estupidez de invadir un país para llevar la democracia a una sociedad fragmentada y carente de toda experiencia o cultura democrática previa.
- No utilizar ninguna fuerza extra para proteger a Bagdad. La administración Bush parece no poder aceptar lo que ha dicho el comando militar estadounidense en Irak: que más fuerzas de los EE.UU. solamente inflamarán la resistencia iraquí. Recientemente, cuando los Estados Unidos movieron fuerzas de otras parte de Irak a Bagdad, en un intento por incrementar la seguridad de Bagdad, la violencia estalló en reacción a la presencia intensificada de tropas estadounidenses.
- No utilizar tropas estadounidenses extras para entrenar a las fuerzas iraquíes. Incluso si el ejército y la policía iraquí pudiesen volverse más grandes y mejores rápidamente—lo que no pueden ser—la mayor dificultad no es su competencia. El principal problema es que pelearán por su secta religiosa, grupo étnico o tribu, no por su país.
- No creer que el entrenamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes es una estrategia viable para la salida de los EE.UU. En virtud de la naturaleza fragmentada de la sociedad iraquí, entrenar a tales fuerzas es meramente capacitar a combatientes de uno de los bandos en una guerra civil que se acelera. Muchos de aquellos ya entrenados están actualmente operando como escuadrones de la muerte chiítas que atacan a los sunnitas.
- No pensar que el retiro de las fuerzas de combate para comienzos de 2008 propuesto por el ISG, mientras se retiene a cerca de la mitad de los 140.000 efectivos para entrenar a las fuerzas iraquíes, es una solución viable. Además de empeorar la situación en Irak en el largo plazo (véase el punto 5), esta propuesta fue meramente una estrategia de “cortar y esconder” de la elite bipartidista de la política exterior a fin de disminuir la importancia de Irak en los comicios de 2008. Si las fuerzas de combate son retiradas, la menos visible misión de entrenamiento causaría menos victimas estadounidenses y generaría una cobertura manos intensa de los medios de comunicación en el país durante el próximo periodo electoral.
- No buscar la “solución del 80 por ciento”. Esta propuesta abandonaría cualquier intento de reconciliación con los sunnitas y arrojaría a toda la diminuida influencia de los Estados Unidos detrás de los grupos que efectivamente controlan al gobierno iraquí: la Shia, que representa el 60 por ciento de la población de Irak y los kurdos, que importan otro 20 por ciento. Después de la invasión, el apoyo estadounidense omitió a la Shia y los kurdos en virtud de que se oponían a la creciente insurgencia sunnita. Pero los chiítas se han vuelto más militantes, han convertido al sur de Irak en un estado islámico intolerante, y han caído bajo la influencia de sus hermanos sectarios en Irán. Muchos de los guerrilleros sunnitas son gamberros, pero al menos la mayoría no son militantes religiosos. Además, para la estabilidad en el largo plazo, todos los grupos—incluidos los sunnitas—tienen que quedar lo suficientemente satisfechos con cualquier acuerdo político a fin de intentar sofocar la violencia de sus miembros.
- No creer que hablar con Siria e Irán pagará grandes dividendos en Irak. Apenas después de la invasión, estos países temían que podían ser los próximos y de ese modo fueron más dados en ayudar a los Estados Unidos. Actualmente, ambos están encantados de tener a los Estados Unidos sobre un barril—es decir, empantanados en un atolladero y menos proclives a ponerlos en la mira. Por lo tanto, no tendrán ningún apuro en ayudar a las fuerzas estadounidenses a liberarse del bebé de alquitrán. Pese a que asistencia a los distintos grupos en Irak está proviniendo de Siria e Irán, la violencia iraquí parecería estar financiada básicamente mediante los secuestros y el crimen organizado. Así, a pesar de que deberían iniciarse conversaciones con Siria e Irán, incluso si están de acuerdo en ayudar, esa ayuda no desalentará a gran parte de la violencia de Irak.
- No seguir hablando de democracia o victoria en Irak. Ninguna de ellas es posible y dicha retórica hace más difícil la retirada antes de ambas sean alcanzadas.
- No pensar que Irak puede existir como un país unificado. Irak ya tiene un gobierno descentralizado y milicias dominando distintas áreas. Los Estados Unidos deberían mediar en un conclave de todos los grupos iraquíes para reconocer esta autoridad descentralizada y negociar un acuerdo de coparticipación petrolera viable. La opción de la descentralización es la única que tiene alguna esperanza de reducir y “compartimentalizar” a la violencia. En esta fecha tardía, sin embargo, incluso esta opción podría no evitar el caos desenfrenado.
Traducido por Gabriel Gasave
Las diez principales cosas que no se deben hacer en Irak
Desde que el Grupo de Estudio sobre Irak (ISG es su sigla en inglés) publicó sus recomendaciones, el debate en Washington se ha arremolinado alrededor de qué hacer respecto del desorden en Irak.
Desafortunadamente, tanto las recomendaciones del Grupo de Estudio como las contradictorias inclinaciones de la administración Bush son “puentes a ninguna parte”. Ambos grupos niegan el caos en Irak y no están listos todavía para ofrecer las difíciles soluciones que podrían estabilizar al país. Quizás deberían aceptar las diez principales cosas que no se deben hacer en Irak:
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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