El Presidente George W. Bush, contrariamente al deseo de los pueblos estadounidense e iraquí y a sus propios comandantes militares, parecería presto a embarcarse en una potencialmente desastrosa escalada de la Guerra de Irak, la que se perdió hace mucho tiempo. Esta torpe estrategia idiota seguramente costará de manera innecesaria más vidas estadounidenses e iraquíes y la pérdida de la presidencia para los republicanos en 2008.
Aparentemente, el impresionable presidente, que todavía sigue escuchando a los neoconservadores que lo metieron en esta ciénaga en primer lugar, anunciará esta semana que unos 20.000 o más efectivos estadounidenses serán enviados a Irak para desalentar la violencia en Bagdad y la provincia de Anbar. Sin embargo, este relativamente pequeño número de tropas no mitigará la violencia. A pesar de que más efectivos están siendo sumados, en la actualidad patrullarán las áreas chiítas, así como también los enclaves sunnitas, y de ese modo seguirán estando demasiado esparcidos. Y lo más probable es que las noticias acerca de la llegada de más ocupantes extranjeros incremente la resistencia. Previamente, cuando más fuerzas de los EE.UU. fueron enviadas a Bagdad para pacificar a la ciudad, la violencia de hecho se incrementó. Los comandantes militares de los Estados Unidos ya han admitido que la guerra no puede ser ganada militarmente, no obstante esa vana esperanza aún parecería estar en la mente del presidente. Desafortunadamente, las victimas estadounidenses e iraquíes es probable que aumenten con este fútil esfuerzo.
¿Qué puede estar pensando el Presidente Bush? En el mejor de los casos (que no es tan bueno), y en una forma de pensar enrevesada, el presidente podría estar preparando una retirada estadounidense. Por razones de relaciones públicas, podría demostrar que hizo todos los esfuerzos para ayudar a los iraquíes, pero que ellos no asumieron el desafío. Ciertamente fallaron en gran medida en cumplir con los objetivos económicos, políticos y militares que les fijó. Entonces una retirada estadounidense podría estar justificada incluso para los simpatizantes conservadores del presidente.
Henry Kissinger, que ha venido aconsejando a la administración Bush, escaló la guerra en el sudeste asiático durante los años 70 antes de negociar una retirada estadounidense. De manera similar, John McCain, el belicista aspirante presidencial, ha dejado abierta una puerta trasera en su defensa de más tropas para Irak. Ha sostenido que sí dicha escalada no funciona, apoyará entonces el retiro de las fuerzas de los EE.UU. del país.
A pesar de que la escalada ayudaría a Bush a retener lo que queda de su base política, la misma es totalmente innecesaria. No necesita volver a hacer campaña para la reelección. Tampoco, el presidente tiene porque enviar a más tropas a sus muertes para retóricamente decir que ha hecho todo lo que puede hacer para ayudar a los iraquíes a ayudarse. Después de todo, los Estados Unidos han perdido ya más de 3.000 efectivos en Irak y gastado más de $300 mil millones tratando de pacificar a Irak, y los pueblos estadounidense e iraquí se han cansado ambos del esfuerzo. Mediante una escalada de la guerra, el presidente “pro-democracia” está despreciando el resultado de las elecciones de 2006 en los Estados Unidos y la voluntad popular de los iraquíes, la mayoría de quienes desea una retirada de los EE.UU..
Es muy probable que el presidente esté atrapado en sus propios padecimientos psicológicos. En el fondo, sabe que Irak es un enredo insalvable, pero es alguien que evita las malas noticias y no puede aceptarlo mentalmente. Psicológicamente, espera tan solo posponer la derrota como modo pueda. La derrota en Irak significa una presidencia fallida para él. El resultado probable de esta trampa mental es intentar mantener la tapa sobre la creciente guerra civil de Irak hasta que pueda traspasar el problema a su sucesor.
El crecimiento de la guerra significa que su sucesor muy probablemente será un demócrata. En 2008, la fallida política de Irak hará del radioactivo y beligerante McCain un candidato a presidente. Incluso los republicanos que fueron escépticos de las políticas de guerra de Bush, tales como el senador Chuck Hagel (republicano por Nueva Inglaterra), probablemente no serán capaces de ganar la presidencia. En los comicios parlamentarios de 2006, aún los republicanos que se oponían a la guerra—por ejemplo, Jim Leach de Iowa—fueron derrotados. Así, la nueva estrategia de Bush es probable que fortalecerá a las mayorías demócratas en ambas cámaras del Congreso en 2008.
No obstante el apoyo verbal de muchos republicanos en favor de la escalada, son ellos quienes deberían ser los más desanimados por la nueva política del presidente. Los jubilosos demócratas se opondrán retóricamente a la escalada, pero darán a los republicanos la soga para que figurativamente se ahorquen. Pese a sus indicios en contrario, los demócratas no darán el paso corajudo de interrumpir el financiamiento para la guerra, por temor a ser acusados de jalar de la alfombra debajo de las tropas. Como mínimo, deberían vetar el financiamiento para las nuevas tropas, pero pueden ser renuentes a hacerlo por miedo a ser culpados de “perder” la guerra y debido a su resistencia a interponerse en el camino de los republicanos cavando más profundo su hoyo electoral.
Pese a que la nueva política de Irak del Presidente Bush será dorada para el futuro del Partido Demócrata, será desastrosa para los ya exhaustos soldados estadounidenses, el pueblo iraquí, y la democracia en Irak y los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Dígale adiós a una futura presidencia republicana
El Presidente George W. Bush, contrariamente al deseo de los pueblos estadounidense e iraquí y a sus propios comandantes militares, parecería presto a embarcarse en una potencialmente desastrosa escalada de la Guerra de Irak, la que se perdió hace mucho tiempo. Esta torpe estrategia idiota seguramente costará de manera innecesaria más vidas estadounidenses e iraquíes y la pérdida de la presidencia para los republicanos en 2008.
Aparentemente, el impresionable presidente, que todavía sigue escuchando a los neoconservadores que lo metieron en esta ciénaga en primer lugar, anunciará esta semana que unos 20.000 o más efectivos estadounidenses serán enviados a Irak para desalentar la violencia en Bagdad y la provincia de Anbar. Sin embargo, este relativamente pequeño número de tropas no mitigará la violencia. A pesar de que más efectivos están siendo sumados, en la actualidad patrullarán las áreas chiítas, así como también los enclaves sunnitas, y de ese modo seguirán estando demasiado esparcidos. Y lo más probable es que las noticias acerca de la llegada de más ocupantes extranjeros incremente la resistencia. Previamente, cuando más fuerzas de los EE.UU. fueron enviadas a Bagdad para pacificar a la ciudad, la violencia de hecho se incrementó. Los comandantes militares de los Estados Unidos ya han admitido que la guerra no puede ser ganada militarmente, no obstante esa vana esperanza aún parecería estar en la mente del presidente. Desafortunadamente, las victimas estadounidenses e iraquíes es probable que aumenten con este fútil esfuerzo.
¿Qué puede estar pensando el Presidente Bush? En el mejor de los casos (que no es tan bueno), y en una forma de pensar enrevesada, el presidente podría estar preparando una retirada estadounidense. Por razones de relaciones públicas, podría demostrar que hizo todos los esfuerzos para ayudar a los iraquíes, pero que ellos no asumieron el desafío. Ciertamente fallaron en gran medida en cumplir con los objetivos económicos, políticos y militares que les fijó. Entonces una retirada estadounidense podría estar justificada incluso para los simpatizantes conservadores del presidente.
Henry Kissinger, que ha venido aconsejando a la administración Bush, escaló la guerra en el sudeste asiático durante los años 70 antes de negociar una retirada estadounidense. De manera similar, John McCain, el belicista aspirante presidencial, ha dejado abierta una puerta trasera en su defensa de más tropas para Irak. Ha sostenido que sí dicha escalada no funciona, apoyará entonces el retiro de las fuerzas de los EE.UU. del país.
A pesar de que la escalada ayudaría a Bush a retener lo que queda de su base política, la misma es totalmente innecesaria. No necesita volver a hacer campaña para la reelección. Tampoco, el presidente tiene porque enviar a más tropas a sus muertes para retóricamente decir que ha hecho todo lo que puede hacer para ayudar a los iraquíes a ayudarse. Después de todo, los Estados Unidos han perdido ya más de 3.000 efectivos en Irak y gastado más de $300 mil millones tratando de pacificar a Irak, y los pueblos estadounidense e iraquí se han cansado ambos del esfuerzo. Mediante una escalada de la guerra, el presidente “pro-democracia” está despreciando el resultado de las elecciones de 2006 en los Estados Unidos y la voluntad popular de los iraquíes, la mayoría de quienes desea una retirada de los EE.UU..
Es muy probable que el presidente esté atrapado en sus propios padecimientos psicológicos. En el fondo, sabe que Irak es un enredo insalvable, pero es alguien que evita las malas noticias y no puede aceptarlo mentalmente. Psicológicamente, espera tan solo posponer la derrota como modo pueda. La derrota en Irak significa una presidencia fallida para él. El resultado probable de esta trampa mental es intentar mantener la tapa sobre la creciente guerra civil de Irak hasta que pueda traspasar el problema a su sucesor.
El crecimiento de la guerra significa que su sucesor muy probablemente será un demócrata. En 2008, la fallida política de Irak hará del radioactivo y beligerante McCain un candidato a presidente. Incluso los republicanos que fueron escépticos de las políticas de guerra de Bush, tales como el senador Chuck Hagel (republicano por Nueva Inglaterra), probablemente no serán capaces de ganar la presidencia. En los comicios parlamentarios de 2006, aún los republicanos que se oponían a la guerra—por ejemplo, Jim Leach de Iowa—fueron derrotados. Así, la nueva estrategia de Bush es probable que fortalecerá a las mayorías demócratas en ambas cámaras del Congreso en 2008.
No obstante el apoyo verbal de muchos republicanos en favor de la escalada, son ellos quienes deberían ser los más desanimados por la nueva política del presidente. Los jubilosos demócratas se opondrán retóricamente a la escalada, pero darán a los republicanos la soga para que figurativamente se ahorquen. Pese a sus indicios en contrario, los demócratas no darán el paso corajudo de interrumpir el financiamiento para la guerra, por temor a ser acusados de jalar de la alfombra debajo de las tropas. Como mínimo, deberían vetar el financiamiento para las nuevas tropas, pero pueden ser renuentes a hacerlo por miedo a ser culpados de “perder” la guerra y debido a su resistencia a interponerse en el camino de los republicanos cavando más profundo su hoyo electoral.
Pese a que la nueva política de Irak del Presidente Bush será dorada para el futuro del Partido Demócrata, será desastrosa para los ya exhaustos soldados estadounidenses, el pueblo iraquí, y la democracia en Irak y los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
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