El plan del Presidente Bush de desplegar defensas de misiles en Europa Central reducirá la seguridad estadounidense en vez de mejorarla. La instalación de radares para el rastreo de misiles entrantes en la Republica Checa e interceptores anti-misiles en Polonia podría causar más daño que bien.
Ostensiblemente, los radares e interceptores europeos están destinados a una futura amenaza de misiles iraníes con ojivas nucleares. Pero Rusia sospecha—quizás con buena razón—que el verdadero propósito de los despliegues es consolidar las garantías de seguridad que los Estados Unidos han dado a los dos ex aliados rusos. Además, Rusia teme, también con justificación, que las defensas misilísticas podrán ser algún día aumentadas y utilizadas contra los misiles rusos. La amenaza vitriólica de Moscú de abandonar un acuerdo sobre control de armas en protesta es una advertencia a la que los Estados Unidos deberían prestar atención.
Después de que el Pacto de Varsovia se disolvió y la Unión Soviética colapsó, una débil Rusia se rindió durante dos rondas a la expansión de la OTAN en lo que solía ser territorio del bloque oriental. En la actualidad, una Rusia más fuerte se arrepiente de tales políticas conciliadoras en virtud de que han dejado al país sintiéndose rodeado. Resumiendo, el oso ruso está ahora cansado de que su nariz sea enterrada en la mugre y está gruñendo de nuevo.
Incluso, si se pudiese hacer que un sistema de defensa misilística funcione—una pregunta todavía abierta tras más de 20 años de investigación y desarrollo, que han costado muchos miles de millones de dólares—los Estados Unidos deben preguntarse sí los riesgos que generaría superan a los riesgos que en principio reduciría. Y el mayor riesgo de todos es la posibilidad de que podría enmarañar a los Estados Unidos en un innecesario conflicto con una Rusia que posee armas nucleares.
El problema con una defensa misilística que incluso funcione ha sido siempre que un adversario pueda construir de forma más económica señuelos y otras contramedidas, o incluso misiles adicionales, para doblegar o derrotar a un costoso y limitado sistema de defensa. Enfrentadas con tales defensas, Rusia e Irán podrían ambas adoptar alguna o todas de estas respuestas, iniciando una nueva carrera armamentística.
Los Estados Unidos y Rusia han venido reduciendo sus arsenales nucleares, pero el despliegue de un sistema de defensa estadounidense, especialmente en Europa, podría revertir esa tendencia.
La sobria verdad es que el potente arsenal nuclear de los EE.UU. es todavía la mejor manera de disuadir a los adversarios de un ataque nuclear contra los Estados Unidos. La disuasión es una alternativa mejor, más segura y más barata que la defensa misilística.
Además, como un precio para permitir el despliegue en su suelo de los interceptares de misiles estadounidenses, Polonia está exigiendo incrementadas garantías estadounidenses de protección de Rusia.
Pero si los interceptores están diseñados para proteger a Polonia y otros países europeos de los misiles nucleares iraníes, ¿por qué tendrían los Estados Unidos que prometer favores a Polonia para ganar el derecho a hacerle otro favor?
Además, ¿qué más podría Polonia posiblemente desear que la ya existente promesa de los EE.UU. bajo el tratado de la OTAN de defender a Polonia de un ataque exterior? La República Checa probablemente deseará también el beneficio de obtener una seguridad mejorada de los misiles iraníes.
Las naciones pequeñas poseen un historial de manipular a sus protectores. Apelan al deseo del protector de ser el “grandote (o grandota) de la Universidad”.
En el pasado, Japón ha hecho eso cuando exigió concesiones comerciales de los Estados Unidos como precio por permitir a los Estados Unidos retener bases militares en Japón, que protegen a aquel país. Los Estados Unidos desatinadamente han acordado cumplir con las exigencias de Japón, tal como probablemente lo harán para ganar el apoyo checo y polaco en favor de los despliegues de la defensa misilística en sus países.
Es triste ver a los Estados Unidos rogar y conceder beneficios a los aliados europeos para asumir una carga aún mayor al protegerlos, mientras que persiguen políticas que podrían lesionar las relaciones con Rusia y fomentar una posible carrera armamentística. Los planes para la defensa misilística estadounidense deberían ser descartados.
Traducido por Gabriel Gasave
La obsesión por la defensa misilística disminuye la seguridad de los Estados Unidos
El plan del Presidente Bush de desplegar defensas de misiles en Europa Central reducirá la seguridad estadounidense en vez de mejorarla. La instalación de radares para el rastreo de misiles entrantes en la Republica Checa e interceptores anti-misiles en Polonia podría causar más daño que bien.
Ostensiblemente, los radares e interceptores europeos están destinados a una futura amenaza de misiles iraníes con ojivas nucleares. Pero Rusia sospecha—quizás con buena razón—que el verdadero propósito de los despliegues es consolidar las garantías de seguridad que los Estados Unidos han dado a los dos ex aliados rusos. Además, Rusia teme, también con justificación, que las defensas misilísticas podrán ser algún día aumentadas y utilizadas contra los misiles rusos. La amenaza vitriólica de Moscú de abandonar un acuerdo sobre control de armas en protesta es una advertencia a la que los Estados Unidos deberían prestar atención.
Después de que el Pacto de Varsovia se disolvió y la Unión Soviética colapsó, una débil Rusia se rindió durante dos rondas a la expansión de la OTAN en lo que solía ser territorio del bloque oriental. En la actualidad, una Rusia más fuerte se arrepiente de tales políticas conciliadoras en virtud de que han dejado al país sintiéndose rodeado. Resumiendo, el oso ruso está ahora cansado de que su nariz sea enterrada en la mugre y está gruñendo de nuevo.
Incluso, si se pudiese hacer que un sistema de defensa misilística funcione—una pregunta todavía abierta tras más de 20 años de investigación y desarrollo, que han costado muchos miles de millones de dólares—los Estados Unidos deben preguntarse sí los riesgos que generaría superan a los riesgos que en principio reduciría. Y el mayor riesgo de todos es la posibilidad de que podría enmarañar a los Estados Unidos en un innecesario conflicto con una Rusia que posee armas nucleares.
El problema con una defensa misilística que incluso funcione ha sido siempre que un adversario pueda construir de forma más económica señuelos y otras contramedidas, o incluso misiles adicionales, para doblegar o derrotar a un costoso y limitado sistema de defensa. Enfrentadas con tales defensas, Rusia e Irán podrían ambas adoptar alguna o todas de estas respuestas, iniciando una nueva carrera armamentística.
Los Estados Unidos y Rusia han venido reduciendo sus arsenales nucleares, pero el despliegue de un sistema de defensa estadounidense, especialmente en Europa, podría revertir esa tendencia.
La sobria verdad es que el potente arsenal nuclear de los EE.UU. es todavía la mejor manera de disuadir a los adversarios de un ataque nuclear contra los Estados Unidos. La disuasión es una alternativa mejor, más segura y más barata que la defensa misilística.
Además, como un precio para permitir el despliegue en su suelo de los interceptares de misiles estadounidenses, Polonia está exigiendo incrementadas garantías estadounidenses de protección de Rusia.
Pero si los interceptores están diseñados para proteger a Polonia y otros países europeos de los misiles nucleares iraníes, ¿por qué tendrían los Estados Unidos que prometer favores a Polonia para ganar el derecho a hacerle otro favor?
Además, ¿qué más podría Polonia posiblemente desear que la ya existente promesa de los EE.UU. bajo el tratado de la OTAN de defender a Polonia de un ataque exterior? La República Checa probablemente deseará también el beneficio de obtener una seguridad mejorada de los misiles iraníes.
Las naciones pequeñas poseen un historial de manipular a sus protectores. Apelan al deseo del protector de ser el “grandote (o grandota) de la Universidad”.
En el pasado, Japón ha hecho eso cuando exigió concesiones comerciales de los Estados Unidos como precio por permitir a los Estados Unidos retener bases militares en Japón, que protegen a aquel país. Los Estados Unidos desatinadamente han acordado cumplir con las exigencias de Japón, tal como probablemente lo harán para ganar el apoyo checo y polaco en favor de los despliegues de la defensa misilística en sus países.
Es triste ver a los Estados Unidos rogar y conceder beneficios a los aliados europeos para asumir una carga aún mayor al protegerlos, mientras que persiguen políticas que podrían lesionar las relaciones con Rusia y fomentar una posible carrera armamentística. Los planes para la defensa misilística estadounidense deberían ser descartados.
Traducido por Gabriel Gasave
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