Mientras el Congreso comienza a considerar el proyecto de ley sobre el financiamiento de la Guerra de Irak, las deserciones de importantes senadores republicanos han generado un debate en la Casa Blanca sobre sí se debe intentar o no adelantar el tren sin freno de abandonar Irak. En el surrealista universo paralelo de la administración Bush, este “redespliegue del incremento de puestos”—la gente normal llamaría a esto una retirada tras un intento fallido de escalada—consistirá en reducir a la mitad el número de fuerzas de combate estadounidenses que patrullan áreas peligrosas en Irak y dejar que las restantes lleven a cabo las misiones menos riesgosas de custodiar las fronteras de Irak, entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes y desequilibrar a al Qaeda en el país. Mientras que esta ocupación reducida será intentada para aminorar la espiral descendente de Irak y permitir a los Estados Unidos mantener las bases militares deseadas en Irak para proteger el petróleo del Golfo Pérsico, no resulta una estrategia viable en el largo plazo para los EE.UU..
Irak se está tornando rápidamente apático, y el público estadounidense cansado de la guerra—así como también los candidatos presidenciales de ambos partidos que lo halaga—es probable que exija un completo y rápido retiro de todos los efectivos de Irak. Esta política es la correcta y sus efectos negativos han sido vastamente exagerados.
Incluso el peor de los escenarios luego de una total retirada estadounidense—una completa guerra civil iraquí que arrastre a los estados vecinos—será malo para los iraquíes, pero tendría tan solo efectos mínimos sobre la seguridad de los EE.UU.. Francamente, nadie se preocuparía por lo acontecido en Irak si no fuese por sus enormes depósitos petroleros. No obstante, la producción de petróleo de Irak nunca se ha recuperado de décadas de guerras y sanciones económicas demoledoras. Aún si una de las motivaciones de los EE.UU. para invadir Irak fue la de reemplazar las bases militares que se estaban perdiendo en Arabia Saudita, los Estados Unidos han “defendido” con anterioridad exitosamente al petróleo en la región sin poseer bases permanentes para las fuerzas terrestres y aéreas—en 1991, después de que Saddam Hussein invadió Kuwait. En esa instancia, los Estados Unidos trajeron fuerzas desde los Estados Unidos. Al final, el gobierno estadounidense obtuvo bases permanentes solamente después de que las amenazas al petróleo de parte de la Unión Soviética y Saddam Hussein habían colapsado o disminuido enormemente. Además, las bases en Irak establecidas para proteger el poderío de los EE.UU. en la región del Golfo resultan de un valor considerablemente reducido si están constantemente bajo ataque de las milicias sunitas y chiitas que libran una guerra civil.
Muchos economistas incluso cuestionarían sí el gobierno estadounidense precisa “defender” al petróleo empleando fuerzas militares. El petróleo es un “commodity” valioso y grandes sumas de dinero pueden obtenerse con su venta. Las naciones del Golfo no tienen mucho más para vender para generar ingresos—entre el 65 al 95 por ciento de sus exportaciones provienen del petróleo. Incluso un régimen islamista, tal como el de Irán, no ha cerrado las exportaciones de petróleo, en virtud de que necesita el dinero para promover su agenda radical. De ese modo, el empleo de las costosas fuerzas militares de los EE.UU. para defender los flujos petroleros que no están en peligro parecería temerario.
A pesar de que el petróleo es improbable que se vea interrumpido, sin embargo, podría subir su precio si la inestabilidad, tal como la originada en una guerra civil total en el Golfo, tiene lugar. No obstante, la historia reciente evidencia que las economías industriales son más flexibles a los incrementos en el precio del petróleo de lo que se suele creer. Según Donald L. Losman, economista en la National Defense University en Washington, D.C., desde el último trimestre de 1998 hasta el tercer trimestre de 2000, Alemania experimentó un aumento del precio del crudo del 211 por ciento pero siguió teniendo un crecimiento económico con un desempleo e inflación en disminución. En 2006 y 2007, los Estados Unidos sufrieron incrementos en el precio del petróleo pero de manera similar mantuvieron su crecimiento económico con baja inflación. De ese modo, incluso precios del petróleo mucho más altos provocado por alguna inestabilidad en Arabia Saudita, por ejemplo, podrían ser superados.
Por supuesto, la principal causa de inestabilidad allí será probablemente la indignación islamista por la invasión y ocupación estadounidense en Irak y el apoyo de los EE.UU. a favor del corrupto régimen saudita. Los Estados Unidos podrían ponerle fin a ese apoyo y seguir adquiriendo petróleo saudita. Así, sí la monarquía saudita fuese derrocada, el nuevo régimen probablemente no tendría tanto odio por los Estados Unidos como lo tuvo el régimen islamista iraní cuando llegó al poder. Además, cualquier Nuevo régimen islamista sunita en Arabia Saudita, como el chiita en Irán, tendrían los mismos incentivos para vender petróleo en el mercado mundial. De manera similar, sí los iraníes obtuviesen el control del petróleo del sur iraquí en alguna guerra civil iraquí, probablemente seguirían vendiéndolo.
Sí el petróleo del Golfo Pérsico fluirá a pesar de cualquier guerra civil iraquí a gran escala, ¿qué hay respecto de la seguridad de Israel? Si bien la inestabilidad en el área no es buena para Israel, tener a sus enemigos primarios—los estados árabes sunitas y el Irán chiita—peleando en Irak podría no ser tan malo para el estado judío. Además, la seguridad de Israel se encuentra en última instancia garantizada por su riqueza y sus entre 200 y 400 armas nucleares.
¿Qué ocurriría si Turquía invadiese el Kurdistán iraquí para evitar que el área sea utilizada para inflamar a su propia población kurda? A pesar de que esta situación sería mala para los kurdos iraquíes, tendría poco efecto sobre la seguridad estadounidense. Kurdistán es un área pequeña en una remota región del mundo.
En suma, si el mito de que la inestabilidad en el Golfo Pérsico afectará a las economías occidentales es adecuadamente desbaratado, incluso una guerra civil total en Irak no luce tan mala para la seguridad de los Estados Unidos. En verdad, el objetivo primario del gobierno estadounidense parecería ser el empleo de la fuerza militar para controlar el flujo de petróleo hacia otras naciones, tales como China y Europa. La administración Bush debería darle un respiro a los contribuyentes estadounidenses y abandonar este costoso e imperial objetivo. D hecho, puede verse obligado a hacerlo a medida que el clamor a favor de un completo retiro estadounidense se acrecienta.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Sería en verdad tan mala para los Estados Unidos una completa guerra civil iraquí?
Mientras el Congreso comienza a considerar el proyecto de ley sobre el financiamiento de la Guerra de Irak, las deserciones de importantes senadores republicanos han generado un debate en la Casa Blanca sobre sí se debe intentar o no adelantar el tren sin freno de abandonar Irak. En el surrealista universo paralelo de la administración Bush, este “redespliegue del incremento de puestos”—la gente normal llamaría a esto una retirada tras un intento fallido de escalada—consistirá en reducir a la mitad el número de fuerzas de combate estadounidenses que patrullan áreas peligrosas en Irak y dejar que las restantes lleven a cabo las misiones menos riesgosas de custodiar las fronteras de Irak, entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes y desequilibrar a al Qaeda en el país. Mientras que esta ocupación reducida será intentada para aminorar la espiral descendente de Irak y permitir a los Estados Unidos mantener las bases militares deseadas en Irak para proteger el petróleo del Golfo Pérsico, no resulta una estrategia viable en el largo plazo para los EE.UU..
Irak se está tornando rápidamente apático, y el público estadounidense cansado de la guerra—así como también los candidatos presidenciales de ambos partidos que lo halaga—es probable que exija un completo y rápido retiro de todos los efectivos de Irak. Esta política es la correcta y sus efectos negativos han sido vastamente exagerados.
Incluso el peor de los escenarios luego de una total retirada estadounidense—una completa guerra civil iraquí que arrastre a los estados vecinos—será malo para los iraquíes, pero tendría tan solo efectos mínimos sobre la seguridad de los EE.UU.. Francamente, nadie se preocuparía por lo acontecido en Irak si no fuese por sus enormes depósitos petroleros. No obstante, la producción de petróleo de Irak nunca se ha recuperado de décadas de guerras y sanciones económicas demoledoras. Aún si una de las motivaciones de los EE.UU. para invadir Irak fue la de reemplazar las bases militares que se estaban perdiendo en Arabia Saudita, los Estados Unidos han “defendido” con anterioridad exitosamente al petróleo en la región sin poseer bases permanentes para las fuerzas terrestres y aéreas—en 1991, después de que Saddam Hussein invadió Kuwait. En esa instancia, los Estados Unidos trajeron fuerzas desde los Estados Unidos. Al final, el gobierno estadounidense obtuvo bases permanentes solamente después de que las amenazas al petróleo de parte de la Unión Soviética y Saddam Hussein habían colapsado o disminuido enormemente. Además, las bases en Irak establecidas para proteger el poderío de los EE.UU. en la región del Golfo resultan de un valor considerablemente reducido si están constantemente bajo ataque de las milicias sunitas y chiitas que libran una guerra civil.
Muchos economistas incluso cuestionarían sí el gobierno estadounidense precisa “defender” al petróleo empleando fuerzas militares. El petróleo es un “commodity” valioso y grandes sumas de dinero pueden obtenerse con su venta. Las naciones del Golfo no tienen mucho más para vender para generar ingresos—entre el 65 al 95 por ciento de sus exportaciones provienen del petróleo. Incluso un régimen islamista, tal como el de Irán, no ha cerrado las exportaciones de petróleo, en virtud de que necesita el dinero para promover su agenda radical. De ese modo, el empleo de las costosas fuerzas militares de los EE.UU. para defender los flujos petroleros que no están en peligro parecería temerario.
A pesar de que el petróleo es improbable que se vea interrumpido, sin embargo, podría subir su precio si la inestabilidad, tal como la originada en una guerra civil total en el Golfo, tiene lugar. No obstante, la historia reciente evidencia que las economías industriales son más flexibles a los incrementos en el precio del petróleo de lo que se suele creer. Según Donald L. Losman, economista en la National Defense University en Washington, D.C., desde el último trimestre de 1998 hasta el tercer trimestre de 2000, Alemania experimentó un aumento del precio del crudo del 211 por ciento pero siguió teniendo un crecimiento económico con un desempleo e inflación en disminución. En 2006 y 2007, los Estados Unidos sufrieron incrementos en el precio del petróleo pero de manera similar mantuvieron su crecimiento económico con baja inflación. De ese modo, incluso precios del petróleo mucho más altos provocado por alguna inestabilidad en Arabia Saudita, por ejemplo, podrían ser superados.
Por supuesto, la principal causa de inestabilidad allí será probablemente la indignación islamista por la invasión y ocupación estadounidense en Irak y el apoyo de los EE.UU. a favor del corrupto régimen saudita. Los Estados Unidos podrían ponerle fin a ese apoyo y seguir adquiriendo petróleo saudita. Así, sí la monarquía saudita fuese derrocada, el nuevo régimen probablemente no tendría tanto odio por los Estados Unidos como lo tuvo el régimen islamista iraní cuando llegó al poder. Además, cualquier Nuevo régimen islamista sunita en Arabia Saudita, como el chiita en Irán, tendrían los mismos incentivos para vender petróleo en el mercado mundial. De manera similar, sí los iraníes obtuviesen el control del petróleo del sur iraquí en alguna guerra civil iraquí, probablemente seguirían vendiéndolo.
Sí el petróleo del Golfo Pérsico fluirá a pesar de cualquier guerra civil iraquí a gran escala, ¿qué hay respecto de la seguridad de Israel? Si bien la inestabilidad en el área no es buena para Israel, tener a sus enemigos primarios—los estados árabes sunitas y el Irán chiita—peleando en Irak podría no ser tan malo para el estado judío. Además, la seguridad de Israel se encuentra en última instancia garantizada por su riqueza y sus entre 200 y 400 armas nucleares.
¿Qué ocurriría si Turquía invadiese el Kurdistán iraquí para evitar que el área sea utilizada para inflamar a su propia población kurda? A pesar de que esta situación sería mala para los kurdos iraquíes, tendría poco efecto sobre la seguridad estadounidense. Kurdistán es un área pequeña en una remota región del mundo.
En suma, si el mito de que la inestabilidad en el Golfo Pérsico afectará a las economías occidentales es adecuadamente desbaratado, incluso una guerra civil total en Irak no luce tan mala para la seguridad de los Estados Unidos. En verdad, el objetivo primario del gobierno estadounidense parecería ser el empleo de la fuerza militar para controlar el flujo de petróleo hacia otras naciones, tales como China y Europa. La administración Bush debería darle un respiro a los contribuyentes estadounidenses y abandonar este costoso e imperial objetivo. D hecho, puede verse obligado a hacerlo a medida que el clamor a favor de un completo retiro estadounidense se acrecienta.
Traducido por Gabriel Gasave
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