Washington, DC—La victoria de Fernando Lugo, ex obispo de izquierda de la Iglesia Católica, en los comicios del Paraguay está siendo interpretada como una confirmación de la tendencia continental contra el «neoliberalismo». Aunque Lugo podría optar por el «eje del mal» sudamericano de Hugo Chávez (del que el boliviano Evo Morales lo invitó jocosamente a formar parte hace unos días), eso no es lo que los votantes paraguayos y la coalición de Lugo reclaman.
No hay que ser zahorí para entender por qué los paraguayos eligieron a Lugo, la única alternativa al Partido Colorado que llevaba seis décadas en el poder. Tras la derrota del PRI mexicano en 2000, los «colorados” paraguayos se convirtieron en el partido gobernante más longevo del mundo, incluyendo a la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner y a todos los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1989. El sistema estuvo basado en un clientelismo masivo, razón por la cual 120.000 de los 185.000 funcionarios civiles son miembros del partido, los empleados públicos son dueños de una vasta parte de la economía y el poder judicial es un felpudo político.
Que Lugo ganara con el 41 por ciento de los votos y los candidatos que obtuvieron el segundo y tercer lugar, ambos del Partido Colorado, sacaran en conjunto más votos que el ex obispo indica el dominio que dicha organización ejerce sobre los paraguayos. Sin embargo, muchos ciudadanos de distinta extracción política se rebelaron contra ello, respaldando al único dirigente con posibilidades de derrotar al partido gobernante. Ello explica que la Alianza Patriótica para el Cambio del presidente electo esté compuesta por partidos y movimientos que abarcan a todo el espectro político. Tan es así, que el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el mayor de la coalición, es de centroderecha y detesta a Chávez.
Nada de esto garantiza que Lugo, quien cuenta con muchos seguidores de la izquierda radical, vaya a rechazar al club de Chávez. Proviene de la Teología de la Liberación, el ala de la Iglesia Católica que emplea el marxismo para interpretar a la sociedad en términos de clases y la teoría de la dependencia para culpar del subdesarrollo latinoamericano a los depredadores de las naciones ricas. El movimiento cobró tanta fuerza en América Latina, que Juan Pablo II lideró una cruzada contra él en los años 80 con la ayuda del cardenal Jospeh Ratzinger, el actual Papa. Por eso, la Teología de la Liberación perdió mucho terreno, lo cual confiere a la victoria de Lugo un aire anacrónico. Pero quizás se deba, precisamente, al éxito de Juan Pablo II el que América Latina haya tenido que esperar hasta 2008 para tener a su primer Presidente surgido del barro de la Teología de la Liberación.
Muchos factores parecerían operar en contra de los instintos izquierdistas de Lugo. Su Alianza Patriótica para el Cambio será minoría en el Congreso. La economía paraguaya está estrechamente ligada a la de Brasil, donde gobierna un moderado: los brasileños poseen muchas de las granjas en las que se cultiva la soja paraguaya y el Paraguay le vende energía al Brasil por un valor de 300 millones de dólares al año proveniente de la planta hidroeléctrica de Itaipú, copropiedad de ambos países. No obstante, cosas similares se dijeron de Rafael Correa cuando ganó las elecciones del Ecuador en 2007; Correa disolvió pronto el Congreso con apoyo popular y se unió al club de Chávez poco después. También se dijo de Evo Morales que la fuerte resistencia de las regiones contra el gobierno central limitaría su capacidad de maniobra y que la presencia del Brasil en la industria del gas natural de su país sería un factor moderador. Morales demostró que todos estaban en la luna.
Nadie sabe qué camino tomará Lugo. Pero sí sabemos esto: los paraguayos no votaron en contra de la globalización, los mercados libres y las buenas relaciones con el norte. Votaron en contra del autoritarismo, el clientelismo, el elitismo y la corrupción, las mismas características del populismo latinoamericano que Chávez, Morales, Correa y el nicaragüense Daniel Ortega están practicando. Se autodenomine de derechas o de izquierdas, el populismo latinoamericano es gran responsable de la pobreza que todavía existe en la región, incluidos el 41 por ciento de los paraguayos. Corregir esa situación dándole al Paraguay un populismo más revolucionario sería un pecado mucho peor de parte de este obispo sin sotana que haber encolerizado a la jerarquía eclesiástica entrando en política.
Lugo debe tener presente que lo que el sistema del Partido Colorado y la república chavista tienen en común es más importante que lo que los separa.
(c) 2008, The Washington Post Writers Group
¿A dónde va Lugo?
Washington, DC—La victoria de Fernando Lugo, ex obispo de izquierda de la Iglesia Católica, en los comicios del Paraguay está siendo interpretada como una confirmación de la tendencia continental contra el «neoliberalismo». Aunque Lugo podría optar por el «eje del mal» sudamericano de Hugo Chávez (del que el boliviano Evo Morales lo invitó jocosamente a formar parte hace unos días), eso no es lo que los votantes paraguayos y la coalición de Lugo reclaman.
No hay que ser zahorí para entender por qué los paraguayos eligieron a Lugo, la única alternativa al Partido Colorado que llevaba seis décadas en el poder. Tras la derrota del PRI mexicano en 2000, los «colorados” paraguayos se convirtieron en el partido gobernante más longevo del mundo, incluyendo a la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner y a todos los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1989. El sistema estuvo basado en un clientelismo masivo, razón por la cual 120.000 de los 185.000 funcionarios civiles son miembros del partido, los empleados públicos son dueños de una vasta parte de la economía y el poder judicial es un felpudo político.
Que Lugo ganara con el 41 por ciento de los votos y los candidatos que obtuvieron el segundo y tercer lugar, ambos del Partido Colorado, sacaran en conjunto más votos que el ex obispo indica el dominio que dicha organización ejerce sobre los paraguayos. Sin embargo, muchos ciudadanos de distinta extracción política se rebelaron contra ello, respaldando al único dirigente con posibilidades de derrotar al partido gobernante. Ello explica que la Alianza Patriótica para el Cambio del presidente electo esté compuesta por partidos y movimientos que abarcan a todo el espectro político. Tan es así, que el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el mayor de la coalición, es de centroderecha y detesta a Chávez.
Nada de esto garantiza que Lugo, quien cuenta con muchos seguidores de la izquierda radical, vaya a rechazar al club de Chávez. Proviene de la Teología de la Liberación, el ala de la Iglesia Católica que emplea el marxismo para interpretar a la sociedad en términos de clases y la teoría de la dependencia para culpar del subdesarrollo latinoamericano a los depredadores de las naciones ricas. El movimiento cobró tanta fuerza en América Latina, que Juan Pablo II lideró una cruzada contra él en los años 80 con la ayuda del cardenal Jospeh Ratzinger, el actual Papa. Por eso, la Teología de la Liberación perdió mucho terreno, lo cual confiere a la victoria de Lugo un aire anacrónico. Pero quizás se deba, precisamente, al éxito de Juan Pablo II el que América Latina haya tenido que esperar hasta 2008 para tener a su primer Presidente surgido del barro de la Teología de la Liberación.
Muchos factores parecerían operar en contra de los instintos izquierdistas de Lugo. Su Alianza Patriótica para el Cambio será minoría en el Congreso. La economía paraguaya está estrechamente ligada a la de Brasil, donde gobierna un moderado: los brasileños poseen muchas de las granjas en las que se cultiva la soja paraguaya y el Paraguay le vende energía al Brasil por un valor de 300 millones de dólares al año proveniente de la planta hidroeléctrica de Itaipú, copropiedad de ambos países. No obstante, cosas similares se dijeron de Rafael Correa cuando ganó las elecciones del Ecuador en 2007; Correa disolvió pronto el Congreso con apoyo popular y se unió al club de Chávez poco después. También se dijo de Evo Morales que la fuerte resistencia de las regiones contra el gobierno central limitaría su capacidad de maniobra y que la presencia del Brasil en la industria del gas natural de su país sería un factor moderador. Morales demostró que todos estaban en la luna.
Nadie sabe qué camino tomará Lugo. Pero sí sabemos esto: los paraguayos no votaron en contra de la globalización, los mercados libres y las buenas relaciones con el norte. Votaron en contra del autoritarismo, el clientelismo, el elitismo y la corrupción, las mismas características del populismo latinoamericano que Chávez, Morales, Correa y el nicaragüense Daniel Ortega están practicando. Se autodenomine de derechas o de izquierdas, el populismo latinoamericano es gran responsable de la pobreza que todavía existe en la región, incluidos el 41 por ciento de los paraguayos. Corregir esa situación dándole al Paraguay un populismo más revolucionario sería un pecado mucho peor de parte de este obispo sin sotana que haber encolerizado a la jerarquía eclesiástica entrando en política.
Lugo debe tener presente que lo que el sistema del Partido Colorado y la república chavista tienen en común es más importante que lo que los separa.
(c) 2008, The Washington Post Writers Group
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