Un gringo excéntrico

6 de mayo, 2009

Washington, DC — Con la caída del 30 por ciento en el valor bursátil de la sociedad de inversiones Berkshire Hathaway de Warren Buffett en el último año, todo indica que hemos sobreestimado a los oráculos financieros.

Pero unos pocos acertaron. Jim Rogers el legendario inversor estadounidense, advirtió en reiteradas ocasiones acerca de la burbuja inmobiliaria y la debilidad fundamental de economías que dependían del crédito sin ahorro. La gente debe prestar atención a su libro más reciente, “A Gift To My Children: A Father´s Lessons for Life and Investing”, una obra breve con consejos para sus hijas…y todos nosotros.

Rogers, que tiene 66 años, fundó el Quantum Fund con George Soros en 1970. Obtuvo retornos del 4.200 por ciento en diez años y luego dejó la sociedad. Más tarde, recorrió el mundo, primero en motocicleta y luego en automóvil, con ojos de aventurero lo mismo que de inversor. En 1998, convencido de que un desequilibrio entre la oferta y demanda elevaría el precio de los “commodities” por largo tiempo, fundó el Roger International Commodity Index. Hace poco se mudó a Singapur con su familia: quiere que sus pequeñas hijas sean bilingües en inglés y mandarín.

En 2002, escribió que, contrariamente a las estadísticas que hablaban de inflación baja, en Estados Unidos todo estaba caro. Advirtió que la ausencia de ahorros, los elevados déficits, la creciente deuda y la inminente guerra en Irak arruinarían a la economía (y, eventualmente, al dólar). Declaró que “quienes consideran que los bienes raíces son un dinero garantizado están viviendo en las nubes”.

En su nuevo libro, Rogers brinda ejemplos de cómo desafió la psicología de masas desde una edad temprana observando las tendencias fundamentales de las economías y empresas en vez de mirar sólo los cuadros y las gráficas de precios.

No hay nada muy novedoso en lo que pasa hoy con la industria automotriz estadounidense. En los años 60´, hubo quienes advirtieron en vano a la General Motors que los japoneses estaban por llegar. Aquellos que apostaron por Toyota se adelantaron al ruinoso estado de los Tres Grandes del automóvil norteamericano. Del mismo modo, en los 80´, cualquiera que hubiese observado cuidadosamente a China habría barruntado al gigante en el horizonte.

La creatividad y la innovación son armas tan poderosas en el mercado que pueden derrotar a los mastodontes, motivo por el cual, nos recuerda, Apple no fue aplastada por IBM, como muchos lo predijeron. En la mentalidad masificada está la raíz de muchos desastres. Rogers aprendió esa lección cuando, observando que existía exceso de oferta, vendió petróleo a comienzos de la década de 1980 pero, al estallar la guerra entre Irán e Iraq, entró en pánico y, siguiendo lo que hacían los demás, revirtió su decisión. Al cabo de un tiempo, el petróleo bajó, como él lo había anticipado, pero era tarde para beneficiarse. Los demás aprendimos, por supuesto, los peligros de la mentalidad de masas cuando apostamos, dejándonos llevar por la corriente, por un auge inmobiliario sin fin en años recientes.

Rogers alienta a sus hijas a ser “ciudadanas del mundo” y a no temer al “otro” porque las personas “son básicamente similares, sin importar el grupo étnico”. Esa es su respuesta al “creciente sentimiento de aislacionismo y xenofobia de parte de algunos de nuestros líderes y ciudadanos”.

Sugiere que el estudio de la historia es un buen antídoto para ese peligro: si no se repite a sí misma, al menos, en palabras de Mark Twain, rima. En efecto, la lección de 1929 debería habernos ayudado a evitar la burbuja inmobiliaria y la de Japón en los años 90 debería haber disuadido el frenesí de salvatajes financieros que ha sido la respuesta mundial a la crisis en el último año. Sean éticos, recomienda Rogers, porque la extensión de la civilización exige respetar “las reglas, la ley” (razón por la cual cree que Rusia, la tierra del “capitalismo sin ley”, está condenada).

Le pregunto a Rogers si piensa que el capitalismo eventualmente generará la apertura del sistema político chino, como lo hizo en Corea del Sur y Taiwán. “De hecho, ya está sucediendo”, me responde, “como ocurrió en otras partes de Asia. Fui por vez primera a China en 1984 cuando existía un solo canal de TV, una radio, un periódico, etc. Ahora están por todas partes, aunque Internet bastante menos. Hay actualmente miles de manifestaciones por año en China, mientras que no había ninguna en 1984. En la actualidad pueden también viajar fácilmente, y lo hacen, de modo que conocen cómo funciona el mundo”.

La leyenda dice que Pitonisa, la sacerdotisa de Delfos, emitía el oráculo en estado de frenesí, envuelta en vapor. Jim Rogers, con su corbata pajarita, es mucho más sereno. Observa el mundo, se pregunta si nos hemos vuelto todos locos, y lo disfruta. Es un excéntrico que conoce el centro de las cosas. Lo cual acaso nos convierte, al resto de nosotros, en los verdaderos excéntricos.

(c) 2009, The Washington Post Writers Group

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