Desafortunadamente, los políticos afirman que no leen los sondeos de opinión, mientras que las analizan mucho más minuciosamente que a las opciones para su próxima gira. Esto ha sido especialmente evidente recientemente en el ámbito de las libertades civiles. El mismo día que asumió el cargo, el Presidente Barack Obama suscribió una orden ejecutiva que hubiese cerrado la prisión de Guantánamo en Cuba—un acto mayormente simbólico y sobrestimado tendiente a demostrar su ruptura con los flagrantes abusos de las libertades civiles de la administración Bush.
Pero Obama no es el único en el circo de las relaciones públicas de Washington que está cometiendo demagogia al tratar este tema. Los republicanos, y actualmente los demócratas, en el Congreso se encuentran generando alarmismo acerca de la posibilidad de que algunos de los internos de Guantánamo puedan venir a los Estados Unidos. En ambos casos, los políticos leen las encuestas y actúan en consecuencia.
Uno podría afirmar que este es un comportamiento plausible en una democracia y que los políticos tan solo están reflejando lo que la gente desea. Sin embargo, en los Estados Unidos, nunca hemos tenido una democracia directa. Tenemos un sistema de democracia indirecta en la cual se celebran elecciones periódicas para elegir a los representantes del gobierno que se suponen conducirán el país. Una de las fortalezas del gobierno representativo es la comprensión de que cada ciudadano carece del tiempo, la energía y el conocimiento para ser un experto en todos los temas. Por supuesto, a través del tiempo, si los políticos se escapan mucho por la tangente en demasiadas ocasiones respecto de los que la gente considera importante y correcto, pueden no ser votados en esos comicios. Pero en general, el público les concederá a los políticos alguna carta blanca sobre tales cuestiones. Por ejemplo, Ronald Reagan fue y Barack Obama ha sido más popular con el público que sus posiciones sobre los temas. Los mismo vale para los líderes parlamentarios populares que asumieron posturas principistas—por ejemplo, Ron Paul.
Después de la parodia de los abusos de Bush contra las libertades civiles, necesitamos del coraje bipartidista para revertir el daño antes que el simbolismo hueco o la exacerbación de los temores irracionales del público.
Primero, si bien Obama ha prometido cerrar Guantánamo, el acto será tan solo simbólico si mantiene los abusos que allí se han acontecido. Torturas y malos tratos han tenido lugar en otras prisiones estadounidenses alrededor del mundo, y Leon Panetta, el director de la CIA de Obama, no ha descartado el hecho de permitirle a la CIA emplear la tortura en circunstancias extraordinarias. Además, Obama se ha negado a dar a conocer las fotografías del abuso de prisioneros en el pasado debido a que consideró que las mismas carecen de nuevo valor esclarecedor y sostuvo, sin una evidencia sólida, que las tropas estadounidenses en el exterior serían puestas en peligro con su revelación. Pero en una república, ¿debería el gobierno negarle a sus ciudadanos el derecho a ver lo que ha hecho—incluso si es horrendo o vergonzoso?
Obama está manteniendo las comisiones militares, a las que criticó vehementemente durante la campaña presidencial por su carencia del debido proceso legal. Pese a su promesa de limitar la evidencia basada en rumores y de prohibir la evidencia obtenida mediante la tortura, los tribunales siguen siendo cortes irregulares que no cumplen con los estándares constitucionales del debido proceso. También, antes de convertirse en presidente, Obama fue uno de los muchos parlamentarios demócratas en el Congreso que criticó las escuchas telefónicas no autorizadas aplicadas contra el pueblo en los Estados Unidos, tan solo para luego eventualmente fortalecer la ley que permite dicho espionaje inconstitucional.
No obstante toda la alharaca acerca de la posibilidad de traer a los prisioneros de Guantánamo a los Estados Unidos, más espeluznantes son las recientes divagaciones de Obama acerca de modificar las leyes para permitir la detención preventiva. Cuando un presidente puede sacar a la fuerza a la gente de las calles simplemente en virtud de que alega que son “peligrosos”, arrojarlos a la cárcel y retenerlos indefinidamente sin una acusación firme, nos encaminamos hacia una dictadura. A pesar de que Bush violó tales recursos del habeas corpus, que han sido uno de los principios fundamentales del Estado de Derecho tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos durante siglos, Obama está hablando de darles a las violaciones un carácter permanente. Todo esto evidencia que Obama no está restaurando a la república, sino que ha adoptado una versión liviana de la política de Bush, la cual conserva muchas de las innecesarias y antiestadounidenses políticas de Bush. (No acuso la gente a la ligera de actividades “antiestadounidenses”, pero esta erosión de las inigualables libertades estadounidenses parecería encajar en esa definición).
¿Y qué hay respecto del Congreso? Los demócratas actualmente lo controlan y deberían estar preocupándose de que Obama sea honesto en terminar con las horrendas prácticas de Bush. En cambio, los republicanos están que trinan acerca de tener a los terroristas de Guantánamo en nuestro medio y los asustados demócratas están siguiéndoles la corriente. Sin embargo, las prisiones estadounidenses parecen haber sido capaces de contener a los perpetradores del primer ataque con bombas contra el World Trade Center en 1993 sin que fuésemos atacados ni que hayan logrado escapar. Los mismo ha sido cierto para los terroristas domésticos, tal como los francotiradores John Muhammad y Lee Boyd Malvo y Timothy McVeigh y Terry Nichols que ganaron fama por sus ataques con bombas en la Ciudad de. La ciudad de Hardin, en Montana, con una instalación correccional vacía, no considera que sea tan peligroso alojar a los detenidos de Guantánamo y ha ofrecido encargarse de ellos. Además, si las prisiones estadounidenses no son aptas para alojar terroristas, ¿en dónde se colocará a algunos de esos convictos?
Los miembros del Congreso apuntan también al 14 por ciento de prisioneros de Guantánamo que supuestamente han retornado al terrorismo. La mayor parte de las alegaciones del gobierno de los EE.UU. de las supuestas transgresiones de los prisioneros liberados son secretas o vagas—tal como asociarse o entrenarse con terroristas.
Además, si el sistema penitenciario de los EE.UU. tuvo una tasa de reincidencia de apenas el 14 por ciento, los funcionarios penitenciarios y encargados del cumplimiento de la ley estarían saltando de alegría. La reincidencia en este sistema puede ser de hasta el 68 por ciento tres años después de la liberación. Sin duda, esta baja tasa no se debe a que Guantánamo haya tenido fabulosos programas de rehabilitación para los terroristas, sino que probablemente indica que personas que no eran culpables de nada fueron arrancados del campo de batalla en Afganistán debido a las recompensas ofrecidas a alcahuetes en este paupérrimo país. La probabilidad de que personas inocentes fuesen encarceladas indefinidamente ilustra también porque la detención preventiva es mala y es tan vital un debido proceso legal genuino.
Finalmente, la arrogancia del Congreso de los EE.UU. es inverosímil. Espera que los países extranjeros saquen a los Estados Unidos del pantano que supo construir en materia de libertades civiles. Los EE.UU. detuvieron preventivamente a individuos de manera indefinida sin el debido proceso legal, propusieron juzgarlos en tribunales militares irregulares y los torturó. En la actualidad los Estados Unidos desean que otras naciones se lleven a los prisioneros liberados de Guantánamo o a aquellos que precisan seguir encarcelados.
En lugar de eso, permítaseme sugerir una solución “radical” a todo este atolladero de las libertades civiles. Porqué no tratamos a los supuestos terroristas como delincuentes antes que como combatientes (tal como deberían haber sido considerados desde el principio), si fuese posible los acusamos de algún delito punible y los juzgamos en los tribunales civiles de los EE.UU.. Si la evidencia no es lo suficientemente buena para hacerlo o si fue obtenida mediante la tortura, entonces tenemos que resignarnos como sociedad y liberarlos. En el peor de los casos, si cometen otro acto terrorista, sería malo, pero no más horrible que tirar a la basura a las libertades constitucionales que son el fundamento de la república estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
El terrorismo y las libertades civiles
Desafortunadamente, los políticos afirman que no leen los sondeos de opinión, mientras que las analizan mucho más minuciosamente que a las opciones para su próxima gira. Esto ha sido especialmente evidente recientemente en el ámbito de las libertades civiles. El mismo día que asumió el cargo, el Presidente Barack Obama suscribió una orden ejecutiva que hubiese cerrado la prisión de Guantánamo en Cuba—un acto mayormente simbólico y sobrestimado tendiente a demostrar su ruptura con los flagrantes abusos de las libertades civiles de la administración Bush.
Pero Obama no es el único en el circo de las relaciones públicas de Washington que está cometiendo demagogia al tratar este tema. Los republicanos, y actualmente los demócratas, en el Congreso se encuentran generando alarmismo acerca de la posibilidad de que algunos de los internos de Guantánamo puedan venir a los Estados Unidos. En ambos casos, los políticos leen las encuestas y actúan en consecuencia.
Uno podría afirmar que este es un comportamiento plausible en una democracia y que los políticos tan solo están reflejando lo que la gente desea. Sin embargo, en los Estados Unidos, nunca hemos tenido una democracia directa. Tenemos un sistema de democracia indirecta en la cual se celebran elecciones periódicas para elegir a los representantes del gobierno que se suponen conducirán el país. Una de las fortalezas del gobierno representativo es la comprensión de que cada ciudadano carece del tiempo, la energía y el conocimiento para ser un experto en todos los temas. Por supuesto, a través del tiempo, si los políticos se escapan mucho por la tangente en demasiadas ocasiones respecto de los que la gente considera importante y correcto, pueden no ser votados en esos comicios. Pero en general, el público les concederá a los políticos alguna carta blanca sobre tales cuestiones. Por ejemplo, Ronald Reagan fue y Barack Obama ha sido más popular con el público que sus posiciones sobre los temas. Los mismo vale para los líderes parlamentarios populares que asumieron posturas principistas—por ejemplo, Ron Paul.
Después de la parodia de los abusos de Bush contra las libertades civiles, necesitamos del coraje bipartidista para revertir el daño antes que el simbolismo hueco o la exacerbación de los temores irracionales del público.
Primero, si bien Obama ha prometido cerrar Guantánamo, el acto será tan solo simbólico si mantiene los abusos que allí se han acontecido. Torturas y malos tratos han tenido lugar en otras prisiones estadounidenses alrededor del mundo, y Leon Panetta, el director de la CIA de Obama, no ha descartado el hecho de permitirle a la CIA emplear la tortura en circunstancias extraordinarias. Además, Obama se ha negado a dar a conocer las fotografías del abuso de prisioneros en el pasado debido a que consideró que las mismas carecen de nuevo valor esclarecedor y sostuvo, sin una evidencia sólida, que las tropas estadounidenses en el exterior serían puestas en peligro con su revelación. Pero en una república, ¿debería el gobierno negarle a sus ciudadanos el derecho a ver lo que ha hecho—incluso si es horrendo o vergonzoso?
Obama está manteniendo las comisiones militares, a las que criticó vehementemente durante la campaña presidencial por su carencia del debido proceso legal. Pese a su promesa de limitar la evidencia basada en rumores y de prohibir la evidencia obtenida mediante la tortura, los tribunales siguen siendo cortes irregulares que no cumplen con los estándares constitucionales del debido proceso. También, antes de convertirse en presidente, Obama fue uno de los muchos parlamentarios demócratas en el Congreso que criticó las escuchas telefónicas no autorizadas aplicadas contra el pueblo en los Estados Unidos, tan solo para luego eventualmente fortalecer la ley que permite dicho espionaje inconstitucional.
No obstante toda la alharaca acerca de la posibilidad de traer a los prisioneros de Guantánamo a los Estados Unidos, más espeluznantes son las recientes divagaciones de Obama acerca de modificar las leyes para permitir la detención preventiva. Cuando un presidente puede sacar a la fuerza a la gente de las calles simplemente en virtud de que alega que son “peligrosos”, arrojarlos a la cárcel y retenerlos indefinidamente sin una acusación firme, nos encaminamos hacia una dictadura. A pesar de que Bush violó tales recursos del habeas corpus, que han sido uno de los principios fundamentales del Estado de Derecho tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos durante siglos, Obama está hablando de darles a las violaciones un carácter permanente. Todo esto evidencia que Obama no está restaurando a la república, sino que ha adoptado una versión liviana de la política de Bush, la cual conserva muchas de las innecesarias y antiestadounidenses políticas de Bush. (No acuso la gente a la ligera de actividades “antiestadounidenses”, pero esta erosión de las inigualables libertades estadounidenses parecería encajar en esa definición).
¿Y qué hay respecto del Congreso? Los demócratas actualmente lo controlan y deberían estar preocupándose de que Obama sea honesto en terminar con las horrendas prácticas de Bush. En cambio, los republicanos están que trinan acerca de tener a los terroristas de Guantánamo en nuestro medio y los asustados demócratas están siguiéndoles la corriente. Sin embargo, las prisiones estadounidenses parecen haber sido capaces de contener a los perpetradores del primer ataque con bombas contra el World Trade Center en 1993 sin que fuésemos atacados ni que hayan logrado escapar. Los mismo ha sido cierto para los terroristas domésticos, tal como los francotiradores John Muhammad y Lee Boyd Malvo y Timothy McVeigh y Terry Nichols que ganaron fama por sus ataques con bombas en la Ciudad de. La ciudad de Hardin, en Montana, con una instalación correccional vacía, no considera que sea tan peligroso alojar a los detenidos de Guantánamo y ha ofrecido encargarse de ellos. Además, si las prisiones estadounidenses no son aptas para alojar terroristas, ¿en dónde se colocará a algunos de esos convictos?
Los miembros del Congreso apuntan también al 14 por ciento de prisioneros de Guantánamo que supuestamente han retornado al terrorismo. La mayor parte de las alegaciones del gobierno de los EE.UU. de las supuestas transgresiones de los prisioneros liberados son secretas o vagas—tal como asociarse o entrenarse con terroristas.
Además, si el sistema penitenciario de los EE.UU. tuvo una tasa de reincidencia de apenas el 14 por ciento, los funcionarios penitenciarios y encargados del cumplimiento de la ley estarían saltando de alegría. La reincidencia en este sistema puede ser de hasta el 68 por ciento tres años después de la liberación. Sin duda, esta baja tasa no se debe a que Guantánamo haya tenido fabulosos programas de rehabilitación para los terroristas, sino que probablemente indica que personas que no eran culpables de nada fueron arrancados del campo de batalla en Afganistán debido a las recompensas ofrecidas a alcahuetes en este paupérrimo país. La probabilidad de que personas inocentes fuesen encarceladas indefinidamente ilustra también porque la detención preventiva es mala y es tan vital un debido proceso legal genuino.
Finalmente, la arrogancia del Congreso de los EE.UU. es inverosímil. Espera que los países extranjeros saquen a los Estados Unidos del pantano que supo construir en materia de libertades civiles. Los EE.UU. detuvieron preventivamente a individuos de manera indefinida sin el debido proceso legal, propusieron juzgarlos en tribunales militares irregulares y los torturó. En la actualidad los Estados Unidos desean que otras naciones se lleven a los prisioneros liberados de Guantánamo o a aquellos que precisan seguir encarcelados.
En lugar de eso, permítaseme sugerir una solución “radical” a todo este atolladero de las libertades civiles. Porqué no tratamos a los supuestos terroristas como delincuentes antes que como combatientes (tal como deberían haber sido considerados desde el principio), si fuese posible los acusamos de algún delito punible y los juzgamos en los tribunales civiles de los EE.UU.. Si la evidencia no es lo suficientemente buena para hacerlo o si fue obtenida mediante la tortura, entonces tenemos que resignarnos como sociedad y liberarlos. En el peor de los casos, si cometen otro acto terrorista, sería malo, pero no más horrible que tirar a la basura a las libertades constitucionales que son el fundamento de la república estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
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