Los precios de los libros de texto universitarios aumentaron más del doble de la tasa de inflación entre 1986 y 2004, según la Oficina Gubernamental de Responsabilidad.
Los estudiantes (y sus padres), están comprensiblemente alarmados por esa tendencia, que acompaña aumentos generales en los gastos de bolsillo para asistir a la universidad, incluidos los costos de la matrícula, que en las instituciones públicas de enseñanza superior de Mississippi se han triplicado durante las últimas dos décadas.
Bajo la creciente presión externa, la junta que supervisa a los ocho colegios y universidades públicas de Mississippi aprobó recientemente políticas destinadas a controlar la inflación de los costos de los libros de texto. Entre otras cosas, se les exigirá a los profesores que utilicen la misma edición de los textos que asignan en los cursos de la división inicial de pregrado durante tres años académicos consecutivos, y durante dos años en sus cursos de la división superior. Los departamentos académicos serán alentados a adoptar el mismo libro de texto para todas las secciones del mismo curso y a tomar esas decisiones de adopción más tempranamente.
¡Si sólo fuera tan simple!
Los intentos de regular los precios de cualquier producto, incluidos los libros de texto, están destinados a fracasar si ignoran la realidad del mercado comercial.
La causa fundamental de los siempre crecientes precios de los libros de texto es que los autores y editores obtienen ingresos solamente con las ventas realizadas por primera vez. Una vez que un nuevo libro es vendido, termina en el mercado de segunda mano, después de que el comprador lo vuelve a vender a la librería. El autor y el editor no se benefician, no importa cuántas veces un libro usado sea revendido. Los beneficios de las ventas de libros de texto usados son percibidos sólo por las librerías universitarias y los mayoristas que las abastecen.
El hecho contundente es que los flujos de ingresos de los editores y autores se agotan unos seis meses después de la publicación.
Los autores y editores tienen por lo tanto fuertes incentivos para lanzar nuevas ediciones, muchas de las cuales incorporan sólo cambios cosméticos—una nueva portada, un nuevo diseño o algunas aplicaciones nuevas. El mercado para la antigua edición es por consiguiente eliminado (los mayoristas no pagarán nada por una edición que ya no se publica y al comprador en consecuencia se le ofrecerá poco o nada por revenderlo). Cuando la nueva edición es publicada dos o tres años más tarde, el autor y el editor por lo tanto pueden esperar ingresos por ventas durante los próximos seis meses y pico, y el ciclo comienza otra vez.
Los plazos cortos para la revisión y publicación de nuevas ediciones de los libros de texto existentes son motivados por el afán de lucro. Esa es la única forma en la que los autores y editores pueden justificar las inversiones necesarias para escribir, imprimir y comercializar materiales educativos.
A los estudiantes se les pide (y ellos están dispuestos) pagar precios más altos para los nuevos libros de texto debido a que pueden revenderlos al final del semestre. Los libros de texto usados valen menos al revenderlos, dependiendo del estado del libro, el cual se deteriora con el tiempo. La obsolescencia planificada (encuadernaciones baratas y portadas no muy durables), es otra consecuencia previsible de la economía de la comercialización de libros de texto universitarios.
¿Qué se puede hacer? Una opción poco practica sería la de prohibir las ventas de libros de texto usados, lo que reduciría los precios de los nuevos, dado que entonces carecerían de valor en el mercado de segunda mano. Otra sería crear una institución para autores y editores de libros de texto similar a la ASCAP (American Society of Composers, Authors and Publishers), la cámara de compensación para los pagos de regalías a los compositores, artistas y editores de música, que les proporciona ingresos en concepto de regalías por cada ejecución de su obra desde la fecha del copyright hasta 75 años después de su muerte.
Si los autores y editores de libros de texto universitarios percibiesen ingresos por las ventas de segunda mano, habría menos incentivos para lanzar nuevas ediciones, el mercado del libro usado florecería y los precios no aumentarían tan rápidamente. Este objetivo es loable, pero ciertamente no será alcanzado mediante una medida arbitraria.
Traducido por Gabriel Gasave
Un plan de regalías morigeraría el alza en los precios de los libros de texto
Los precios de los libros de texto universitarios aumentaron más del doble de la tasa de inflación entre 1986 y 2004, según la Oficina Gubernamental de Responsabilidad.
Los estudiantes (y sus padres), están comprensiblemente alarmados por esa tendencia, que acompaña aumentos generales en los gastos de bolsillo para asistir a la universidad, incluidos los costos de la matrícula, que en las instituciones públicas de enseñanza superior de Mississippi se han triplicado durante las últimas dos décadas.
Bajo la creciente presión externa, la junta que supervisa a los ocho colegios y universidades públicas de Mississippi aprobó recientemente políticas destinadas a controlar la inflación de los costos de los libros de texto. Entre otras cosas, se les exigirá a los profesores que utilicen la misma edición de los textos que asignan en los cursos de la división inicial de pregrado durante tres años académicos consecutivos, y durante dos años en sus cursos de la división superior. Los departamentos académicos serán alentados a adoptar el mismo libro de texto para todas las secciones del mismo curso y a tomar esas decisiones de adopción más tempranamente.
¡Si sólo fuera tan simple!
Los intentos de regular los precios de cualquier producto, incluidos los libros de texto, están destinados a fracasar si ignoran la realidad del mercado comercial.
La causa fundamental de los siempre crecientes precios de los libros de texto es que los autores y editores obtienen ingresos solamente con las ventas realizadas por primera vez. Una vez que un nuevo libro es vendido, termina en el mercado de segunda mano, después de que el comprador lo vuelve a vender a la librería. El autor y el editor no se benefician, no importa cuántas veces un libro usado sea revendido. Los beneficios de las ventas de libros de texto usados son percibidos sólo por las librerías universitarias y los mayoristas que las abastecen.
El hecho contundente es que los flujos de ingresos de los editores y autores se agotan unos seis meses después de la publicación.
Los autores y editores tienen por lo tanto fuertes incentivos para lanzar nuevas ediciones, muchas de las cuales incorporan sólo cambios cosméticos—una nueva portada, un nuevo diseño o algunas aplicaciones nuevas. El mercado para la antigua edición es por consiguiente eliminado (los mayoristas no pagarán nada por una edición que ya no se publica y al comprador en consecuencia se le ofrecerá poco o nada por revenderlo). Cuando la nueva edición es publicada dos o tres años más tarde, el autor y el editor por lo tanto pueden esperar ingresos por ventas durante los próximos seis meses y pico, y el ciclo comienza otra vez.
Los plazos cortos para la revisión y publicación de nuevas ediciones de los libros de texto existentes son motivados por el afán de lucro. Esa es la única forma en la que los autores y editores pueden justificar las inversiones necesarias para escribir, imprimir y comercializar materiales educativos.
A los estudiantes se les pide (y ellos están dispuestos) pagar precios más altos para los nuevos libros de texto debido a que pueden revenderlos al final del semestre. Los libros de texto usados valen menos al revenderlos, dependiendo del estado del libro, el cual se deteriora con el tiempo. La obsolescencia planificada (encuadernaciones baratas y portadas no muy durables), es otra consecuencia previsible de la economía de la comercialización de libros de texto universitarios.
¿Qué se puede hacer? Una opción poco practica sería la de prohibir las ventas de libros de texto usados, lo que reduciría los precios de los nuevos, dado que entonces carecerían de valor en el mercado de segunda mano. Otra sería crear una institución para autores y editores de libros de texto similar a la ASCAP (American Society of Composers, Authors and Publishers), la cámara de compensación para los pagos de regalías a los compositores, artistas y editores de música, que les proporciona ingresos en concepto de regalías por cada ejecución de su obra desde la fecha del copyright hasta 75 años después de su muerte.
Si los autores y editores de libros de texto universitarios percibiesen ingresos por las ventas de segunda mano, habría menos incentivos para lanzar nuevas ediciones, el mercado del libro usado florecería y los precios no aumentarían tan rápidamente. Este objetivo es loable, pero ciertamente no será alcanzado mediante una medida arbitraria.
Traducido por Gabriel Gasave
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