Los halcones están sobre el tema de nuevo. Durante el debate sobre la ratificación del nuevo tratado START, algunos dieron a entender que la reducción del número de ojivas nucleares y de lanzadoras de misiles de los EE.UU. socavaría la capacidad de los Estados Unidos para extender su paraguas de protección nuclear en más países en el Oriente Medio. Afirmaron que esto era necesario para evitar la necesidad de que los vecinos de Irán se armen con armas nucleares, si los iraníes obtienen una.
Por supuesto, a los halcones les gustaría bombardear Irán para evitar que eso suceda; pero después de todo, en el juego de ajedrez de los asuntos internacionales, los jingoístas siempre están pensando varios movimientos por adelantado—usualmente meternos en todo tipo de atolladeros en el extranjero para combatir oscuras amenazas de baja probabilidad. Así que no importa lo que suceda con los presuntos esfuerzos nucleares de Irán, la intervención de los EE.UU.—y mucho de ella—será necesaria.
La última planificación de los halcones para el día en que Irán obtenga armas nucleares puede deberse también a que saben que su opción militar no resolverá el problema. Dada la mala suerte de los Estados Unidos en evaluar los esfuerzos de Saddam Hussein (en realidad, la ausencia de esfuerzos) en la obtención de “armas de destrucción masiva”, la inteligencia estadounidense parece no conocer dónde se encuentran situados todos los sitios nucleares de Irán. Así que es probable que los bombardeos tan solo demoren, pero no liquiden, los esfuerzos nucleares de Irán. De hecho, cualquier ataque puede incitar a los iraníes para obtener rápidamente un arma nuclear como elemento disuasivo de nuevas acciones militares de los EE.UU. (la invasión estadounidense de Irak pareció estimular los esfuerzos nucleares iraníes).
Pero ¿qué pasa con la extensión del paraguas nuclear de los EE.UU. sobre los enemigos de Irán—Israel y países árabes como Arabia Saudita y Egipto—en caso de que Irán finalmente obtenga la bomba? Mala idea.
La opinión convencional durante la Guerra Fría (e incluso ahora) fue que era una buena idea extender el escudo nuclear estadounidense sobre los países ricos de Europa occidental, de modo tal que no tuviesen necesidad de expandir su capacidad de armas nucleares (extraño, ya que los EE.UU. ayudaron a Gran Bretaña y Francia a conseguir armas nucleares en primer lugar) vis-à-vis la amenaza de la Unión Soviética/Rusia.
A pesar del pensamiento convencional, parecía no tener sentido, incluso durante el apogeo de la Guerra Fría, arriesgar la aniquilación de ciudades de los EE.UU. para salvar a las europeas. A pesar de que una Europa Occidental invadida por ejércitos de tanques soviéticos no hubiera sido una buena cosa, la incineración de los Estados Unidos habría sido mucho peor para la seguridad de los EE.UU.. Por supuesto, la apuesta era que los soviéticos nunca pondrían en evidencia a los Estados Unidos, y de ese modo serían disuadidos de atacar a Europa Occidental por las armas nucleares estadounidenses.
Pese a que la Unión Soviética ha colapsado hace tiempo, los EE.UU. ahora extienden su paraguas nuclear sobre un grupo ampliado de naciones europeas, Japón, Taiwán, Corea del Sur, y probablemente más secretamente algunos otros países (tal vez incluso Israel). En este momento, sacrificar a las ciudades estadounidenses para salvar a los taiwaneses de un ataque chino o a los surcoreanos de una invasión norcoreana parece incluso menos inteligente que la protección del mucho más grande PIB de Europa Occidental durante la Guerra Fría.
Y extender el escudo nuclear de los EE.UU. a la mucho más inestable y violenta región de Oriente Medio parece sumamente temerario. Los EE.UU. podrían más conseguir fácilmente ser arrastrados allí a un imprevisto e innecesario intercambio nuclear futuro que en cualquier otra área del mundo.
El mejor argumento que puede hacerse a favor del intervencionismo estadounidense en el exterior es que si los EE.UU. no extienden su escudo nuclear a estas naciones amigas, ellas van a conseguir armas nucleares para disuadir a nuevas potencias nucleares “rufianes”, como Irán y Corea del Norte. No obstante, incluso este argumento para la proliferación es deficiente. Puesto que todas las naciones que en la actualidad se encuentran bajo el paraguas estadounidense son países amigos o aliados, los EE.UU. deberían preocuparse menos de que ellos obtengan armas nucleares que los rufianes. Además, algunos académicos argumentan que la proliferación de armas nucleares en más naciones hará que el mundo sea más seguro al reducir la agresión transfronteriza. Dando crédito a esta línea de pensamiento: Desde que las armas nucleares fueron inventadas en 1945, el número de guerras transfronterizas se ha desplomado.
En realidad, los EE.UU. no desean que ni aun países amigos y aliados obtengan ese tipo de armas, debido a que ellas hacen que estos países sean menos fáciles de dominar y son un escudo contra cualquier posible intervención estadounidense en el futuro. Recuerde, los amigos pueden volverse enemigos—como la experiencia lo ha demostrado con Irán. Richard Nixon y Henry Kissinger ayudaron al Shah de Irán con su programa nuclear, y miren cómo terminaron las cosas.
Los Estados Unidos también están preocupados con los programas nucleares en Irán y Corea del Norte sobre todo porque proporcionarían a estos países el mismo escudo contra la acción militar estadounidense. Después de todo, un ataque nuclear contra los EE.UU. de cualquiera de estas naciones es extremadamente improbable. Lo más que los iraníes y norcoreanos obtendrán son unas pocas ojivas, en comparación con el arsenal nuclear mundialmente dominante de los Estados Unidos, que contiene miles de ojivas nucleares. Los EE.UU. pueden fácilmente disuadir un ataque de estos dos pigmeos nucleares.
Por lo tanto, los Estados Unidos no sólo deberían abstenerse de extender su disuasión nuclear sobre naciones en el volátil Oriente Medio, sino también replegarla de sus amigos y aliados. Ningún acontecimiento adverso en el extranjero es digno de ser disuadido—durante la Guerra Fría o después de ella—si el precio es la incineración del territorio nacional de los EE.UU..
Traducido por Gabriel Gasave
Extender el paraguas nuclear es una mala idea
Los halcones están sobre el tema de nuevo. Durante el debate sobre la ratificación del nuevo tratado START, algunos dieron a entender que la reducción del número de ojivas nucleares y de lanzadoras de misiles de los EE.UU. socavaría la capacidad de los Estados Unidos para extender su paraguas de protección nuclear en más países en el Oriente Medio. Afirmaron que esto era necesario para evitar la necesidad de que los vecinos de Irán se armen con armas nucleares, si los iraníes obtienen una.
Por supuesto, a los halcones les gustaría bombardear Irán para evitar que eso suceda; pero después de todo, en el juego de ajedrez de los asuntos internacionales, los jingoístas siempre están pensando varios movimientos por adelantado—usualmente meternos en todo tipo de atolladeros en el extranjero para combatir oscuras amenazas de baja probabilidad. Así que no importa lo que suceda con los presuntos esfuerzos nucleares de Irán, la intervención de los EE.UU.—y mucho de ella—será necesaria.
La última planificación de los halcones para el día en que Irán obtenga armas nucleares puede deberse también a que saben que su opción militar no resolverá el problema. Dada la mala suerte de los Estados Unidos en evaluar los esfuerzos de Saddam Hussein (en realidad, la ausencia de esfuerzos) en la obtención de “armas de destrucción masiva”, la inteligencia estadounidense parece no conocer dónde se encuentran situados todos los sitios nucleares de Irán. Así que es probable que los bombardeos tan solo demoren, pero no liquiden, los esfuerzos nucleares de Irán. De hecho, cualquier ataque puede incitar a los iraníes para obtener rápidamente un arma nuclear como elemento disuasivo de nuevas acciones militares de los EE.UU. (la invasión estadounidense de Irak pareció estimular los esfuerzos nucleares iraníes).
Pero ¿qué pasa con la extensión del paraguas nuclear de los EE.UU. sobre los enemigos de Irán—Israel y países árabes como Arabia Saudita y Egipto—en caso de que Irán finalmente obtenga la bomba? Mala idea.
La opinión convencional durante la Guerra Fría (e incluso ahora) fue que era una buena idea extender el escudo nuclear estadounidense sobre los países ricos de Europa occidental, de modo tal que no tuviesen necesidad de expandir su capacidad de armas nucleares (extraño, ya que los EE.UU. ayudaron a Gran Bretaña y Francia a conseguir armas nucleares en primer lugar) vis-à-vis la amenaza de la Unión Soviética/Rusia.
A pesar del pensamiento convencional, parecía no tener sentido, incluso durante el apogeo de la Guerra Fría, arriesgar la aniquilación de ciudades de los EE.UU. para salvar a las europeas. A pesar de que una Europa Occidental invadida por ejércitos de tanques soviéticos no hubiera sido una buena cosa, la incineración de los Estados Unidos habría sido mucho peor para la seguridad de los EE.UU.. Por supuesto, la apuesta era que los soviéticos nunca pondrían en evidencia a los Estados Unidos, y de ese modo serían disuadidos de atacar a Europa Occidental por las armas nucleares estadounidenses.
Pese a que la Unión Soviética ha colapsado hace tiempo, los EE.UU. ahora extienden su paraguas nuclear sobre un grupo ampliado de naciones europeas, Japón, Taiwán, Corea del Sur, y probablemente más secretamente algunos otros países (tal vez incluso Israel). En este momento, sacrificar a las ciudades estadounidenses para salvar a los taiwaneses de un ataque chino o a los surcoreanos de una invasión norcoreana parece incluso menos inteligente que la protección del mucho más grande PIB de Europa Occidental durante la Guerra Fría.
Y extender el escudo nuclear de los EE.UU. a la mucho más inestable y violenta región de Oriente Medio parece sumamente temerario. Los EE.UU. podrían más conseguir fácilmente ser arrastrados allí a un imprevisto e innecesario intercambio nuclear futuro que en cualquier otra área del mundo.
El mejor argumento que puede hacerse a favor del intervencionismo estadounidense en el exterior es que si los EE.UU. no extienden su escudo nuclear a estas naciones amigas, ellas van a conseguir armas nucleares para disuadir a nuevas potencias nucleares “rufianes”, como Irán y Corea del Norte. No obstante, incluso este argumento para la proliferación es deficiente. Puesto que todas las naciones que en la actualidad se encuentran bajo el paraguas estadounidense son países amigos o aliados, los EE.UU. deberían preocuparse menos de que ellos obtengan armas nucleares que los rufianes. Además, algunos académicos argumentan que la proliferación de armas nucleares en más naciones hará que el mundo sea más seguro al reducir la agresión transfronteriza. Dando crédito a esta línea de pensamiento: Desde que las armas nucleares fueron inventadas en 1945, el número de guerras transfronterizas se ha desplomado.
En realidad, los EE.UU. no desean que ni aun países amigos y aliados obtengan ese tipo de armas, debido a que ellas hacen que estos países sean menos fáciles de dominar y son un escudo contra cualquier posible intervención estadounidense en el futuro. Recuerde, los amigos pueden volverse enemigos—como la experiencia lo ha demostrado con Irán. Richard Nixon y Henry Kissinger ayudaron al Shah de Irán con su programa nuclear, y miren cómo terminaron las cosas.
Los Estados Unidos también están preocupados con los programas nucleares en Irán y Corea del Norte sobre todo porque proporcionarían a estos países el mismo escudo contra la acción militar estadounidense. Después de todo, un ataque nuclear contra los EE.UU. de cualquiera de estas naciones es extremadamente improbable. Lo más que los iraníes y norcoreanos obtendrán son unas pocas ojivas, en comparación con el arsenal nuclear mundialmente dominante de los Estados Unidos, que contiene miles de ojivas nucleares. Los EE.UU. pueden fácilmente disuadir un ataque de estos dos pigmeos nucleares.
Por lo tanto, los Estados Unidos no sólo deberían abstenerse de extender su disuasión nuclear sobre naciones en el volátil Oriente Medio, sino también replegarla de sus amigos y aliados. Ningún acontecimiento adverso en el extranjero es digno de ser disuadido—durante la Guerra Fría o después de ella—si el precio es la incineración del territorio nacional de los EE.UU..
Traducido por Gabriel Gasave
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