Pese a que la economía está evidenciando algunas señales de reactivación, muchos se preguntan por qué no ha vuelto a rugir, como lo hizo después de la mayoría de las contracciones anteriores.
Si el gasto de los consumidores fuera la clave, la economía luciría fortalecida. El gasto real de consumo alcanzó su punto máximo en el cuarto trimestre de 2007, se redujo ligeramente (2,5%) durante los seis trimestres siguientes, y para el cuarto trimestre de 2010 superó su máximo anterior en casi un 1%. Por lo tanto, queda claro que un “colapso” en el consumo no es el culpable de la anémica recuperación de la economía.
El culpable es el colapso de la inversión empresarial privada. Hasta que este componente crítico de la economía—técnicamente, “la inversión empresarial privada interna neta”—se recupere totalmente, la economía seguirá echando chispas.
No confundamos la inversión neta con la inversión bruta.
La inversión bruta incluye los gastos destinados meramente a mantener o reemplazar las estructuras, las herramientas y equipos, el software y otros bienes de capital existentes a medida que se tornan obsoletos o se desgastan.
Pero a menos que las empresas hagan algo más que compensar la depreciación, no expanden su capacidad productiva, salvo en la medida en que reemplazan los bienes de capital desgastados u obsoletos con modelos que emplean tecnología mejorada. Si todo lo que hacemos es reemplazar una máquina-herramienta gastada por una nueva, no habremos incrementado el número de máquinas-herramientas.
El crecimiento económico requiere de inversión neta—inversión por encima y más allá del nivel de reemplazo—y un crecimiento económico más rápido requiere una mayor tasa de incremento de dicha inversión.
Con esto en mente, consideremos lo que ha acontecido con la inversión privada neta.
La inversión privada neta alcanzó su máximo cíclico reciente en el tercer trimestre de 2007, cuando las empresas estaban invirtiendo a una tasa anual neta de 463 mil millones de dólares por año. (En ese mismo trimestre, la inversión empresarial bruta marchaba a una tasa de 1,66 billones de dólares anuales).
La inversión neta cayó luego de manera persistente durante los cuatro trimestres siguientes, alcanzando los 336 mil millones de dólares en el tercer trimestre de 2008 y desplomándose vertiginosamente a 159 mil millones en el cuarto trimestre de 2008, una caída del 53% en tan solo un período de tres meses.
Aunque el pánico del mercado financiero que estalló en septiembre de 2008 comenzó a disminuir a principios de 2009, la inversión neta siguió cayendo, entrando en territorio negativo (menos de 53 mil millones de dólares al año) en el primer trimestre de 2009 y cayendo aún más a menos de 119 mil millones de dólares en el segundo trimestre de 2009.
Algunas mejoras comenzaron en el trimestre posterior, pero durante todo el año 2009, la inversión empresarial neta ascendió a menos de 69 mil millones de dólares. Difícilmente sea una coincidencia que el Producto Bruto Interno de los EE.UU. también disminuyó considerablemente en 2009.
El año pasado, la inversión privada neta aumentó significativamente durante los primeros nueve meses del año, alcanzando una tasa anual de 270 mil millones en el trimestre julio-septiembre. Luego se contrajo fuertemente—casi un 47%—a 144 mil millones en el cuarto trimestre. Para todo el año, el monto de la inversión empresarial privada neta fue tan solo de 177 mil millones de dólares.
Ya sea que el colapso en el último trimestre fuese algo fortuito o el comienzo de un declive a largo plazo, tendremos que esperar para ver.
El punto crítico es que la inversión privada neta está actualmente produciéndose a una velocidad demasiado baja para sostener un crecimiento económico rápido. En el último trimestre, octubre-diciembre de 2010, fue todavía de menos de un tercio de su tasa pico de 2007. Para todo el año 2010, estuvo un 60% por debajo de su máximo.
A menos que la inversión privada se recobre más rápidamente, la recuperación de la economía es seguro que seguirá siendo lenta, demasiado lenta para disminuir la desocupación de manera significativa.
Las empresas son reacias a emprender arriesgadas inversiones a largo plazo en virtud de que siguen observando el futuro con un gran recelo, debido a la condición inestable de las futuras acciones del gobierno con respecto a la atención de la salud, las regulaciones financieras, las regulaciones en materia energética, los tributos y otras cuestiones que tienen serias implicancias empresariales.
Aunque el ObamaCare y las “reformas” financieras Dodd-Frank fueron sancionadas por el Congreso y promulgadas como leyes el año pasado, estos gigantescos cuerpos normativos dejan decenas de detalles importantes a la espera de ser determinados por los organismos administrativos y los tribunales. Esto no crea un clima propicio para una inversión agresiva.
Una recuperación sustancial y rápida de la inversión empresarial privada neta probablemente no se producirá hasta que no se despejen las nubes formadas en Washington. Mientras tanto, las perspectivas económicas en general seguirán siendo sombrías.
Traducido por Gabriel Gasave
Por qué no llega el auge económico a los EE.UU.: Falta de inversión neta
Pese a que la economía está evidenciando algunas señales de reactivación, muchos se preguntan por qué no ha vuelto a rugir, como lo hizo después de la mayoría de las contracciones anteriores.
Si el gasto de los consumidores fuera la clave, la economía luciría fortalecida. El gasto real de consumo alcanzó su punto máximo en el cuarto trimestre de 2007, se redujo ligeramente (2,5%) durante los seis trimestres siguientes, y para el cuarto trimestre de 2010 superó su máximo anterior en casi un 1%. Por lo tanto, queda claro que un “colapso” en el consumo no es el culpable de la anémica recuperación de la economía.
El culpable es el colapso de la inversión empresarial privada. Hasta que este componente crítico de la economía—técnicamente, “la inversión empresarial privada interna neta”—se recupere totalmente, la economía seguirá echando chispas.
No confundamos la inversión neta con la inversión bruta.
La inversión bruta incluye los gastos destinados meramente a mantener o reemplazar las estructuras, las herramientas y equipos, el software y otros bienes de capital existentes a medida que se tornan obsoletos o se desgastan.
Pero a menos que las empresas hagan algo más que compensar la depreciación, no expanden su capacidad productiva, salvo en la medida en que reemplazan los bienes de capital desgastados u obsoletos con modelos que emplean tecnología mejorada. Si todo lo que hacemos es reemplazar una máquina-herramienta gastada por una nueva, no habremos incrementado el número de máquinas-herramientas.
El crecimiento económico requiere de inversión neta—inversión por encima y más allá del nivel de reemplazo—y un crecimiento económico más rápido requiere una mayor tasa de incremento de dicha inversión.
Con esto en mente, consideremos lo que ha acontecido con la inversión privada neta.
La inversión privada neta alcanzó su máximo cíclico reciente en el tercer trimestre de 2007, cuando las empresas estaban invirtiendo a una tasa anual neta de 463 mil millones de dólares por año. (En ese mismo trimestre, la inversión empresarial bruta marchaba a una tasa de 1,66 billones de dólares anuales).
La inversión neta cayó luego de manera persistente durante los cuatro trimestres siguientes, alcanzando los 336 mil millones de dólares en el tercer trimestre de 2008 y desplomándose vertiginosamente a 159 mil millones en el cuarto trimestre de 2008, una caída del 53% en tan solo un período de tres meses.
Aunque el pánico del mercado financiero que estalló en septiembre de 2008 comenzó a disminuir a principios de 2009, la inversión neta siguió cayendo, entrando en territorio negativo (menos de 53 mil millones de dólares al año) en el primer trimestre de 2009 y cayendo aún más a menos de 119 mil millones de dólares en el segundo trimestre de 2009.
Algunas mejoras comenzaron en el trimestre posterior, pero durante todo el año 2009, la inversión empresarial neta ascendió a menos de 69 mil millones de dólares. Difícilmente sea una coincidencia que el Producto Bruto Interno de los EE.UU. también disminuyó considerablemente en 2009.
El año pasado, la inversión privada neta aumentó significativamente durante los primeros nueve meses del año, alcanzando una tasa anual de 270 mil millones en el trimestre julio-septiembre. Luego se contrajo fuertemente—casi un 47%—a 144 mil millones en el cuarto trimestre. Para todo el año, el monto de la inversión empresarial privada neta fue tan solo de 177 mil millones de dólares.
Ya sea que el colapso en el último trimestre fuese algo fortuito o el comienzo de un declive a largo plazo, tendremos que esperar para ver.
El punto crítico es que la inversión privada neta está actualmente produciéndose a una velocidad demasiado baja para sostener un crecimiento económico rápido. En el último trimestre, octubre-diciembre de 2010, fue todavía de menos de un tercio de su tasa pico de 2007. Para todo el año 2010, estuvo un 60% por debajo de su máximo.
A menos que la inversión privada se recobre más rápidamente, la recuperación de la economía es seguro que seguirá siendo lenta, demasiado lenta para disminuir la desocupación de manera significativa.
Las empresas son reacias a emprender arriesgadas inversiones a largo plazo en virtud de que siguen observando el futuro con un gran recelo, debido a la condición inestable de las futuras acciones del gobierno con respecto a la atención de la salud, las regulaciones financieras, las regulaciones en materia energética, los tributos y otras cuestiones que tienen serias implicancias empresariales.
Aunque el ObamaCare y las “reformas” financieras Dodd-Frank fueron sancionadas por el Congreso y promulgadas como leyes el año pasado, estos gigantescos cuerpos normativos dejan decenas de detalles importantes a la espera de ser determinados por los organismos administrativos y los tribunales. Esto no crea un clima propicio para una inversión agresiva.
Una recuperación sustancial y rápida de la inversión empresarial privada neta probablemente no se producirá hasta que no se despejen las nubes formadas en Washington. Mientras tanto, las perspectivas económicas en general seguirán siendo sombrías.
Traducido por Gabriel Gasave
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