El 19 de abril es el Día de los Patriotas, pero la ocasión rara vez se celebra. Las primeras batallas de la Revolución Americana tuvieron lugar ese día de 1775 en Lexington y Concord. La guerra de la independencia de Gran Bretaña dio vida a principios tales como el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, y el derecho a derrocar y separarse de los gobiernos culpables de "una larga serie de abusos y usurpaciones", como expresa la Declaración de Independencia.
La importancia del 19 de abril para significar el choque entre la autodeterminación y el imperio no termina con Lexington y Concord. El 19 de abril de 1810, los venezolanos expulsaron al general español Vicente Emparan y afirmaron el autogobierno en Caracas. El 19 de abril de 1936, los árabes se levantaron contra el colonialismo británico en Palestina. El mayor levantamiento contra el Holocausto nazi comenzó exactamente siete años después, cuando los judíos del gueto de Varsovia en Polonia resistieron heroicamente los intentos alemanes de enviarlos a Treblinka y otros campos de exterminio.
El 19 de abril de 1960, estudiantes surcoreanos iniciaron protestas en todo el país, acabando eventualmente con la renuncia del presidente Syngman Rhee. Exactamente un año después, los Estados Unidos perdieron la invasión de Bahía de Cochinos a manos de los cubanos. El 19 de abril de 1993 fue el último día del violento asedio del FBI cerca de Waco en Texas, que culminó con un incendio que mató a setenta y cuatro miembros de la iglesia de la Rama Davidiana, unas dos docenas de ellos niños, el mayor número de muertes de civiles a manos del gobierno federal desde Wounded Knee.
No todos estos acontecimientos se tradujeron en una victoria duradera para la libertad. Y las lecciones de Waco sobre los peligros del gobierno han sido oscurecidas desde entonces por el atentado de Oklahoma City, precisamente dos años después, de modo que el 19 de abril los estadounidenses piensan más en el terrorismo antigubernamental que en la violencia estatal contra los inocentes.
Pero el 19 de abril debería recordarnos que el control del gobierno sobre un territorio se basa en última instancia en la amenaza de la fuerza. Como dijo Mao, "el poder político crece del cañón de un arma". Como dijo Gandhi: "El Estado representa la violencia de forma concentrada y organizada".
Los colonos de Lexington y Concord se percataron de ello y, por tanto, deseaban que el poder estatal se localizara y restringiera, por lo que tomaron las armas y arriesgaron sus vidas para defender la libertad contra su propio gobierno. Hoy, los Estados Unidos no precisan un derramamiento de sangre, sino una revolución pacífica. ¿Pero qué facción defiende los principios de 1775?
Los Tea Party reivindican el legado de la Revolución Americana, pero según las encuestas están a favor de George W. Bush y de las guerras de los Estados Unidos incluso más que la población en general. La mayoría cree que los Estados Unidos, como "líder del mundo libre", son una fuerza benévola en el exterior.
Esta era precisamente la postura del imperio británico. Inglaterra fue la cuna de la Carta Magna y de la Revolución Gloriosa, pero su política exterior apestaba de hipocresía, como descubrieron los colonos estadounidenses. Los Fundadores se mostraron especialmente inflexibles a la hora de frenar el militarismo, evitar las alianzas permanentes y mantener la paz y la no intervención – Madison, Jefferson y Washington sabían que el imperio convertía a la gente libre en hipócritas y, mientras tanto, erosionaba su libertad.
La mayoría de los republicanos son tan contradictorios como los Tea Party y el Rey George. Odian a Obama, lo llaman tirano y se oponen a su gasto deficitario y a sus intentos de acaparar poder. Al mismo tiempo, defienden sus detenciones ejecutivas, la guerra expansiva en Afganistán y los amplios poderes ejecutivos reclamados en la guerra contra el terrorismo. Los republicanos apoyan la guerra con Libia -iniciada sin la aprobación del Congreso- incluso más que el propio partido de Obama. La moderna política de guerra perpetua de los Estados Unidos va en contra de todos los grandes principios del Día de los Patriotas. Es más, los republicanos reivindican los principios de un gobierno pequeño, pero proponen recortes del gasto tan infinitesimales que no tienen ningún efecto real sobre el déficit.
Los demócratas, en cambio, rechazan por completo los ideales del Día de los Patriotas. Defienden un Estado central cada vez mayor con control sobre prácticamente toda la vida económica. Se encuentran tan ansiosos como los republicanos de apoyar las guerras presidenciales, la intromisión gubernamental en nuestra vida personal y las excusas bélicas para violar la libertad.
El 19 de abril reflexionemos sobre la eterna lucha entre la libertad y el poder, el autogobierno y el imperio. El Estado es, a fin de cuentas, una institución de fuerza, razón por la cual nuestros predecesores revolucionarios lucharon para resistirse a él. Los estadounidenses normales abrazan el credo de la libertad en su vida cotidiana. Pero en nuestro liderazgo político, el espíritu de Lexington y Concord no se encuentra en ninguna parte. A menos que usted cuente a los soldados británicos con su casacas rojas.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Qué hay que celebrar en el Día de los Patriotas?
William Barns Wollen / Wikimedia
El 19 de abril es el Día de los Patriotas, pero la ocasión rara vez se celebra. Las primeras batallas de la Revolución Americana tuvieron lugar ese día de 1775 en Lexington y Concord. La guerra de la independencia de Gran Bretaña dio vida a principios tales como el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, y el derecho a derrocar y separarse de los gobiernos culpables de "una larga serie de abusos y usurpaciones", como expresa la Declaración de Independencia.
La importancia del 19 de abril para significar el choque entre la autodeterminación y el imperio no termina con Lexington y Concord. El 19 de abril de 1810, los venezolanos expulsaron al general español Vicente Emparan y afirmaron el autogobierno en Caracas. El 19 de abril de 1936, los árabes se levantaron contra el colonialismo británico en Palestina. El mayor levantamiento contra el Holocausto nazi comenzó exactamente siete años después, cuando los judíos del gueto de Varsovia en Polonia resistieron heroicamente los intentos alemanes de enviarlos a Treblinka y otros campos de exterminio.
El 19 de abril de 1960, estudiantes surcoreanos iniciaron protestas en todo el país, acabando eventualmente con la renuncia del presidente Syngman Rhee. Exactamente un año después, los Estados Unidos perdieron la invasión de Bahía de Cochinos a manos de los cubanos. El 19 de abril de 1993 fue el último día del violento asedio del FBI cerca de Waco en Texas, que culminó con un incendio que mató a setenta y cuatro miembros de la iglesia de la Rama Davidiana, unas dos docenas de ellos niños, el mayor número de muertes de civiles a manos del gobierno federal desde Wounded Knee.
No todos estos acontecimientos se tradujeron en una victoria duradera para la libertad. Y las lecciones de Waco sobre los peligros del gobierno han sido oscurecidas desde entonces por el atentado de Oklahoma City, precisamente dos años después, de modo que el 19 de abril los estadounidenses piensan más en el terrorismo antigubernamental que en la violencia estatal contra los inocentes.
Pero el 19 de abril debería recordarnos que el control del gobierno sobre un territorio se basa en última instancia en la amenaza de la fuerza. Como dijo Mao, "el poder político crece del cañón de un arma". Como dijo Gandhi: "El Estado representa la violencia de forma concentrada y organizada".
Los colonos de Lexington y Concord se percataron de ello y, por tanto, deseaban que el poder estatal se localizara y restringiera, por lo que tomaron las armas y arriesgaron sus vidas para defender la libertad contra su propio gobierno. Hoy, los Estados Unidos no precisan un derramamiento de sangre, sino una revolución pacífica. ¿Pero qué facción defiende los principios de 1775?
Los Tea Party reivindican el legado de la Revolución Americana, pero según las encuestas están a favor de George W. Bush y de las guerras de los Estados Unidos incluso más que la población en general. La mayoría cree que los Estados Unidos, como "líder del mundo libre", son una fuerza benévola en el exterior.
Esta era precisamente la postura del imperio británico. Inglaterra fue la cuna de la Carta Magna y de la Revolución Gloriosa, pero su política exterior apestaba de hipocresía, como descubrieron los colonos estadounidenses. Los Fundadores se mostraron especialmente inflexibles a la hora de frenar el militarismo, evitar las alianzas permanentes y mantener la paz y la no intervención – Madison, Jefferson y Washington sabían que el imperio convertía a la gente libre en hipócritas y, mientras tanto, erosionaba su libertad.
La mayoría de los republicanos son tan contradictorios como los Tea Party y el Rey George. Odian a Obama, lo llaman tirano y se oponen a su gasto deficitario y a sus intentos de acaparar poder. Al mismo tiempo, defienden sus detenciones ejecutivas, la guerra expansiva en Afganistán y los amplios poderes ejecutivos reclamados en la guerra contra el terrorismo. Los republicanos apoyan la guerra con Libia -iniciada sin la aprobación del Congreso- incluso más que el propio partido de Obama. La moderna política de guerra perpetua de los Estados Unidos va en contra de todos los grandes principios del Día de los Patriotas. Es más, los republicanos reivindican los principios de un gobierno pequeño, pero proponen recortes del gasto tan infinitesimales que no tienen ningún efecto real sobre el déficit.
Los demócratas, en cambio, rechazan por completo los ideales del Día de los Patriotas. Defienden un Estado central cada vez mayor con control sobre prácticamente toda la vida económica. Se encuentran tan ansiosos como los republicanos de apoyar las guerras presidenciales, la intromisión gubernamental en nuestra vida personal y las excusas bélicas para violar la libertad.
El 19 de abril reflexionemos sobre la eterna lucha entre la libertad y el poder, el autogobierno y el imperio. El Estado es, a fin de cuentas, una institución de fuerza, razón por la cual nuestros predecesores revolucionarios lucharon para resistirse a él. Los estadounidenses normales abrazan el credo de la libertad en su vida cotidiana. Pero en nuestro liderazgo político, el espíritu de Lexington y Concord no se encuentra en ninguna parte. A menos que usted cuente a los soldados británicos con su casacas rojas.
Traducido por Gabriel Gasave
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