¡Qué diferencia hace un par de años! En 2009, el nuevo presidente disfrutó de condiciones políticas propicias para su agenda nacional. Durante años, fuertes pluralidades de votantes habían favorecido los planes nacionales para frenar el cambio climático y proporcionar atención de la salud universal. Aunque injustamente, la libre empresa había recibido un duro golpe debido al colapso financiero de 2008. La opinión convencional venía siendo desde hacía mucho tiempo la de que los demócratas administraban mejor la economía, y los republicanos eran más enérgicos en materia de seguridad nacional. Habiendo echado a perder ambas tareas, la administración Bush creó la volea perfecta para que Obama avanzara con su programa socialdemócrata. Para su primer año, Obama escogió a los ganadores y perdedores económicos, rescató empresas, designó zares para supervisar la industria, e incluso le dijo a un Director Ejecutivo que dimitiese. La economía era su ostra y su toque de Midas le volvería a dar vida.
Eso era entonces. En la actualidad, el desempleo sigue siendo muy alto—casi tan malo como lo sería, advirtieron los demócratas, si su plan de estímulo no era aprobado (aunque lo fue). Las perspectivas económicas para los negros y los jóvenes, dos de los aliados demográficos más fuertes de Obama, han sufrido especialmente. Los “signos de esperanza» de 2009 que supuestamente anunciaban la inminente recuperación han en cambio dado paso a una prolongada recesión, con decepciones en el mercado de valores y precios récord de la energía y el oro.
Para agravar los problemas del presidente, Obama no pudo conseguir los aumentos de impuestos que deseaba. Sus manos parecen estar atadas. La fijación de límites máximos y el intercambio de los derechos de emisión puede que no vean nunca la luz del día, ni lo hará un centenar de otras promesas que efectuó durante la campaña. No sólo el público votó por la oposición en las elecciones de mitad de mandato, la gente está generalmente harta de Washington.
Obama concluyó su recorrido en autobús por el Medio Oeste del país (Minnesota, Iowa e Illinois) esta semana, pregonando su mágico tónico económico y abogando por un nuevo período en el cargo. De acuerdo con el National Journal, en 2008 ganó cuatro de cada cinco de los distritos que visitó y apenas perdió el otro. Las cinco ciudades están bien económicamente en comparación con la mayor parte de los Estados Unidos. Obama evitó las comunidades devastadas por las masivas ejecuciones hipotecarias y el desempleo de dos dígitos. A pesar de sus mejores esfuerzos, no pudo escapar del calor de Ryan Rhodes el dirigente del Tea Party de Iowa después de un discurso de campaña. Sin embargo, el tour por el Medio Oeste del Presidente se la pasó claramente cortejando a los que ya deberían ser de su bando. Con un índice de aprobación que según Gallup es del 39%, Obama parece estar ignorando a aquellos a quienes más precisa persuadir.
El Presidente no es el único que ha perdido la fe del pueblo. El Congreso bipartidista se encuentra peor, según Rasmussen, con sólo el 6% de los votantes afirmando que su desempeño es bueno o excelente. La mayoría de los votantes desea deshacerse del listado completo de titulares de cargos parlamentarios.
Se trata de una crisis de legitimidad total. Sólo el 17% de los estadounidenses encuestados dijo que el gobierno federal tenía el consentimiento de los gobernados. Si bien la mayoría de la clase política cree que el gobierno cuenta con el consentimiento de la gente, el 77% de los votantes de la corriente mayoritaria no lo cree.
Sólo el 22% aprueba el reciente acuerdo sobre el techo de la deuda. Una mayoría no cree en las promesas de recortes de gastos. La mayoría de los votantes desea ver que el Obamacare sea derogado, un resultado casi constante de las encuestas de Rasmussen desde que fue promulgado en marzo pasado.
Los fracasos económicos de Obama han tornado impotente a su presidencia y lo han obligado a defender su programa alguna vez popular. Mientras tanto, los republicanos se están preparando para competir por la Casa Blanca en 2012 sin una visión alternativa clara. Tal vez por eso es que Ron Paul, el parlamentario del cual los republicanos de la corriente principal se reían en 2008 por sus posiciones anti-guerra, anti-Reserva Federal, y generalmente libertarias, ha conseguido estar a 1% de ganar la encuesta de opinión (conocida como “straw poll” en inglés) en la conservadora Iowa.
En su gran mayoría, sin embargo, los republicanos continúan impulsando una agenda sólo ligeramente diferente a la del presidente. La política económica de Obama se ha estancado, pero hay poca evidencia de un cambio radical en el futuro próximo, en tanto los sospechosos de siempre sigan ejecutando el programa. Sin embargo, quienes han estado preocupados por el ritmo vertiginoso en el que los fantasiosos planes de Obama se han convertido en realidad política, pueden respirar con alivio ya que toda la agenda parecería actualmente estar a la defensiva.
Traducido por Gabriel Gasave
La Obamanomics está a la defensiva
¡Qué diferencia hace un par de años! En 2009, el nuevo presidente disfrutó de condiciones políticas propicias para su agenda nacional. Durante años, fuertes pluralidades de votantes habían favorecido los planes nacionales para frenar el cambio climático y proporcionar atención de la salud universal. Aunque injustamente, la libre empresa había recibido un duro golpe debido al colapso financiero de 2008. La opinión convencional venía siendo desde hacía mucho tiempo la de que los demócratas administraban mejor la economía, y los republicanos eran más enérgicos en materia de seguridad nacional. Habiendo echado a perder ambas tareas, la administración Bush creó la volea perfecta para que Obama avanzara con su programa socialdemócrata. Para su primer año, Obama escogió a los ganadores y perdedores económicos, rescató empresas, designó zares para supervisar la industria, e incluso le dijo a un Director Ejecutivo que dimitiese. La economía era su ostra y su toque de Midas le volvería a dar vida.
Eso era entonces. En la actualidad, el desempleo sigue siendo muy alto—casi tan malo como lo sería, advirtieron los demócratas, si su plan de estímulo no era aprobado (aunque lo fue). Las perspectivas económicas para los negros y los jóvenes, dos de los aliados demográficos más fuertes de Obama, han sufrido especialmente. Los “signos de esperanza» de 2009 que supuestamente anunciaban la inminente recuperación han en cambio dado paso a una prolongada recesión, con decepciones en el mercado de valores y precios récord de la energía y el oro.
Para agravar los problemas del presidente, Obama no pudo conseguir los aumentos de impuestos que deseaba. Sus manos parecen estar atadas. La fijación de límites máximos y el intercambio de los derechos de emisión puede que no vean nunca la luz del día, ni lo hará un centenar de otras promesas que efectuó durante la campaña. No sólo el público votó por la oposición en las elecciones de mitad de mandato, la gente está generalmente harta de Washington.
Obama concluyó su recorrido en autobús por el Medio Oeste del país (Minnesota, Iowa e Illinois) esta semana, pregonando su mágico tónico económico y abogando por un nuevo período en el cargo. De acuerdo con el National Journal, en 2008 ganó cuatro de cada cinco de los distritos que visitó y apenas perdió el otro. Las cinco ciudades están bien económicamente en comparación con la mayor parte de los Estados Unidos. Obama evitó las comunidades devastadas por las masivas ejecuciones hipotecarias y el desempleo de dos dígitos. A pesar de sus mejores esfuerzos, no pudo escapar del calor de Ryan Rhodes el dirigente del Tea Party de Iowa después de un discurso de campaña. Sin embargo, el tour por el Medio Oeste del Presidente se la pasó claramente cortejando a los que ya deberían ser de su bando. Con un índice de aprobación que según Gallup es del 39%, Obama parece estar ignorando a aquellos a quienes más precisa persuadir.
El Presidente no es el único que ha perdido la fe del pueblo. El Congreso bipartidista se encuentra peor, según Rasmussen, con sólo el 6% de los votantes afirmando que su desempeño es bueno o excelente. La mayoría de los votantes desea deshacerse del listado completo de titulares de cargos parlamentarios.
Se trata de una crisis de legitimidad total. Sólo el 17% de los estadounidenses encuestados dijo que el gobierno federal tenía el consentimiento de los gobernados. Si bien la mayoría de la clase política cree que el gobierno cuenta con el consentimiento de la gente, el 77% de los votantes de la corriente mayoritaria no lo cree.
Sólo el 22% aprueba el reciente acuerdo sobre el techo de la deuda. Una mayoría no cree en las promesas de recortes de gastos. La mayoría de los votantes desea ver que el Obamacare sea derogado, un resultado casi constante de las encuestas de Rasmussen desde que fue promulgado en marzo pasado.
Los fracasos económicos de Obama han tornado impotente a su presidencia y lo han obligado a defender su programa alguna vez popular. Mientras tanto, los republicanos se están preparando para competir por la Casa Blanca en 2012 sin una visión alternativa clara. Tal vez por eso es que Ron Paul, el parlamentario del cual los republicanos de la corriente principal se reían en 2008 por sus posiciones anti-guerra, anti-Reserva Federal, y generalmente libertarias, ha conseguido estar a 1% de ganar la encuesta de opinión (conocida como “straw poll” en inglés) en la conservadora Iowa.
En su gran mayoría, sin embargo, los republicanos continúan impulsando una agenda sólo ligeramente diferente a la del presidente. La política económica de Obama se ha estancado, pero hay poca evidencia de un cambio radical en el futuro próximo, en tanto los sospechosos de siempre sigan ejecutando el programa. Sin embargo, quienes han estado preocupados por el ritmo vertiginoso en el que los fantasiosos planes de Obama se han convertido en realidad política, pueden respirar con alivio ya que toda la agenda parecería actualmente estar a la defensiva.
Traducido por Gabriel Gasave
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