Al parecer es un buen momento para los desastres. Recientemente, un terremoto golpeó cerca de Washington, DC, y el huracán Irene aparentemente se está encaminando al norte, hacia las densamente pobladas costas del Atlántico medio y Nueva Inglaterra. Tratemos de cortar de raíz un pedazo de retórica: el terremoto no fue “bueno para la economía”. El huracán Irene no será “bueno para la economía”. Los desastres naturales nunca son buenos para la economía. Pueden generar nuevos flujos de gastos, pero esos nuevos flujos de gastos son creados a efectos de reemplazar la riqueza destruida.
He aquí una predicción: después que el huracán Irene cause su daño, alguien sostendrá que el huracán fue en verdad una buena cosa, que generará gastos, creará puestos de trabajo, y nos hará regresar a la prosperidad. Ese alguien se equivocará por las razones que Frederic Bastiat dejó en claro en su clásico ensayo “Lo que se ve, y lo que no se ve”.
He aquí la lección de Bastiat, reiterada una vez más: supongamos que un niño bueno para nada arroga una piedra a través de la vidriera de un tendero. El comerciante no se siente obviamente nada feliz porque tiene que pagar para reemplazar la vidriera, pero alguien señala que el nuevo gasto del tendero estimulará la economía en virtud de que después de todo, proporciona un ingreso al vidriero, quien puede luego gastar su nuevo ingreso en un traje nuevo, lo cual proporciona ingresos al sastre, que podría gastar su nuevo ingreso en una comida en un buen restaurante, lo que genera ingresos y empleo para quienes trabajan en el restaurante. Lo que parece una maldición es en realidad una bendición.
Excepto que no lo es. Lo que esto ignora es que si él no hubiera tenido que reemplazar la vidriera, el tendero podría haber utilizado su dinero para otra cosa. Tal vez se hubiese comprado un traje nuevo, y entonces en algún momento alguien más habría adquirido nuevas vidrieras. Tal vez lo habría ahorrado y proporcionado capital para una empresa que desease expandir la producción o para un empresario que habría iniciado un nuevo negocio. La vidriera rota deja al mundo más pobre en una vidriera. Riqueza ha sido destruida.
La economía es una ciencia social que estudia los intercambios. Los recursos que irán a la reparación de los daños causados por los huracanes y terremotos son recursos que tienen usos alternativos—usos alternativos que deben ser abandonados. Podríamos haber utilizado todos los ladrillos, argamasa, y materiales que van a ser empleados para reparar los edificios en Washington, DC y el noreste para construir algo nuevo. El tiempo y la energía que la gente dedicará a la reconstrucción será tiempo y energía que no será dedicado a la producción.
La Lección de Bastiat es uno que vale la pena repetir, una y otra vez, porque la falacia de la vidriera rota es uno de los errores más persistentes en las discusiones públicas sobre economía. Lo explico aquí en un video para el proyecto LearnLiberty patrocinado por el Institute for Humane Studies, y lo aplica al terremoto de Japón en un artículo de marzo. Es fácil ver los supuestos beneficios de la destrucción. Es difícil ver los costos, pero eso no quiere decir que no son reales.
Suzanne East y Linda Gibson revisaron este artículo.
Traducido por Gabriel Gasave
El terremoto no fue bueno para la economía. El huracán Irene tampoco lo será.
Al parecer es un buen momento para los desastres. Recientemente, un terremoto golpeó cerca de Washington, DC, y el huracán Irene aparentemente se está encaminando al norte, hacia las densamente pobladas costas del Atlántico medio y Nueva Inglaterra. Tratemos de cortar de raíz un pedazo de retórica: el terremoto no fue “bueno para la economía”. El huracán Irene no será “bueno para la economía”. Los desastres naturales nunca son buenos para la economía. Pueden generar nuevos flujos de gastos, pero esos nuevos flujos de gastos son creados a efectos de reemplazar la riqueza destruida.
He aquí una predicción: después que el huracán Irene cause su daño, alguien sostendrá que el huracán fue en verdad una buena cosa, que generará gastos, creará puestos de trabajo, y nos hará regresar a la prosperidad. Ese alguien se equivocará por las razones que Frederic Bastiat dejó en claro en su clásico ensayo “Lo que se ve, y lo que no se ve”.
He aquí la lección de Bastiat, reiterada una vez más: supongamos que un niño bueno para nada arroga una piedra a través de la vidriera de un tendero. El comerciante no se siente obviamente nada feliz porque tiene que pagar para reemplazar la vidriera, pero alguien señala que el nuevo gasto del tendero estimulará la economía en virtud de que después de todo, proporciona un ingreso al vidriero, quien puede luego gastar su nuevo ingreso en un traje nuevo, lo cual proporciona ingresos al sastre, que podría gastar su nuevo ingreso en una comida en un buen restaurante, lo que genera ingresos y empleo para quienes trabajan en el restaurante. Lo que parece una maldición es en realidad una bendición.
Excepto que no lo es. Lo que esto ignora es que si él no hubiera tenido que reemplazar la vidriera, el tendero podría haber utilizado su dinero para otra cosa. Tal vez se hubiese comprado un traje nuevo, y entonces en algún momento alguien más habría adquirido nuevas vidrieras. Tal vez lo habría ahorrado y proporcionado capital para una empresa que desease expandir la producción o para un empresario que habría iniciado un nuevo negocio. La vidriera rota deja al mundo más pobre en una vidriera. Riqueza ha sido destruida.
La economía es una ciencia social que estudia los intercambios. Los recursos que irán a la reparación de los daños causados por los huracanes y terremotos son recursos que tienen usos alternativos—usos alternativos que deben ser abandonados. Podríamos haber utilizado todos los ladrillos, argamasa, y materiales que van a ser empleados para reparar los edificios en Washington, DC y el noreste para construir algo nuevo. El tiempo y la energía que la gente dedicará a la reconstrucción será tiempo y energía que no será dedicado a la producción.
La Lección de Bastiat es uno que vale la pena repetir, una y otra vez, porque la falacia de la vidriera rota es uno de los errores más persistentes en las discusiones públicas sobre economía. Lo explico aquí en un video para el proyecto LearnLiberty patrocinado por el Institute for Humane Studies, y lo aplica al terremoto de Japón en un artículo de marzo. Es fácil ver los supuestos beneficios de la destrucción. Es difícil ver los costos, pero eso no quiere decir que no son reales.
Suzanne East y Linda Gibson revisaron este artículo.
Traducido por Gabriel Gasave
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