La literatura y la búsqueda de la libertad

8 de noviembre, 2011

Las bendiciones de la libertad y los peligros de su opuesto pueden verse en todo el mundo. Es por esto que me he dedicado apasionadamente a impulsar la idea de la libertad personal en mis obras.

Luego de abandonar los mitos marxistas que se arraigaron en tantos otros de mi generación, pronto comencé a creer genuinamente que había encontrado una verdad que debía ser compartida en la mejor forma que conocía, a través del arte de las letras. Los críticos de izquierda y de derecha a menudo a han alabado mis novelas, tan sólo para distanciarse de las ideas que he expresado. No creo que mi obra pueda ser separada de sus ideales.

La función del novelista es contar verdades universales y eternas a través de una cierta narrativa. La significancia de una historia como una pieza de arte no puede divorciarse de su mensaje, no más que los prospectos de libertad y prosperidad de una sociedad pueden ser separados de sus principios subyacentes. El escritor y el hombre son uno y el mismo, al igual que la cultura y sus creencias comunes. En mi escritura y en mi vida he seguido una visión no sólo para inspirar a mis lectores, sino para compartir mi sueño de lo que podemos aspirar a construir en nuestro mundo.

Aquellos que aman la libertad a menudo son ridiculizados por su idealismo y a veces podemos sentirnos solos, ya que parece que hay muy pocos dedicados a los ideales del verdadero «liberalismo».

En Estados Unidos, el término «liberal» se ha asociado con la izquierda, socialismo y un papel ambición para el gobierno en la economía. Muchos de los que describen sus políticas como «liberales» favorecen enfáticamente medidas que desean hacer a un lado la libre empresa. Algunos de los que se autodenominan como liberales muestran una hostilidad aún mayor hacia los negocios, protestando a viva voz la idea misma de la libertad económica y promoviendo una visión de la sociedad no muy diferente de los fallidos experimentos utópicos de los regímenes socialistas y fascistas de la historia.

En Latinoamérica y España, en donde la palabra «liberal» tuvo su origen para describir a un defensor de la libertad, la izquierda ahora usa el nombre como un improperio. Conlleva connotaciones de «conservador» o de políticas reaccionarias y especialmente una carencia de preocupación por los pobres del mundo. He sido acusado injustamente en esta forma.

Irónicamente, parte de la confusión puede atribuirse a algunos que defienden la economía de mercado a nombre del viejo liberalismo. A veces ellos han causado más daño a la libertad que los marxistas y otros socialistas.

Hay aquellos que en el nombre del libre mercado han apoyado las dictaduras latinoamericanas, cuya mano de hierro de represión fue vendida como necesaria para permitir el funcionamiento de los negocios, traicionando los propios principios sobre los que descansan los derechos humanos y las economías libres. Luego están aquellos que fríamente han reducido todas las preguntas de la humanidad a una cuestión económica y ven al mercado como una panacea. Al hacerlo, ignoran el papel de las ideas y la cultura, la verdadera base de la civilización. Sin costumbres y creencias compartidas, nos vemos reducidos a la lucha darwiniana de actores atomizados y egoístas que muchos en la izquierda , justamente, como inhumanos.

Por otra parte, lo que los colectivistas no entienden es la importancia de la libertad individual para que las sociedades florezcan y las economías crezcan. Ese es el conocimiento central del verdadero liberalismo: todas las libertades individuales hacen parte de un todo inseparable. Las libertades políticas y económicas no pueden bifurcarse. La humanidad ha heredado esta sabiduría después de milenios de experiencia y nuestro entendimiento ha sido enriquecido por los grandes pensadores liberales. Entre mis favoritos se encuentran Isaiah Berlin, Karl Popper, F.A. Hayek y Ludwig von Mises. Ellos han descrito el camino para salir de la oscuridad y hacia un futuro brillante de libertad y apreciación universal de los valores de la dignidad humana.

Cuando la verdad liberal se olvida, vemos los horrores de las dictaduras nacionalistas, el fascismo, el comunismo, los cultos fanáticos, el terrorismo y las múltiples violencias que han definido a buena parte de la era moderna. El problema en menos pronunciado en Estados Unidos, pero aún quedan problemas que se desprenden del abandono de estos principios clave.

Muchos se aferran a la esperanza de que la economía sea de planeación central. La educación, salud, vivienda, dinero y banca, control del crimen, transporte, energía y mucho más siguen el modelo fallido de comando y control que ha sido desacreditado una y otra vez. Algunos buscan soluciones nacionalistas y estatistas a los desequilibrios comerciales y los problemas de migración, en vez de considerar una mayor libertad.

Sin embargo, hay razones para ser optimistas en Estados Unidos y otras partes. El sistema estadounidense aún permite el desacuerdo público, la característica de una sociedad libre y tanto la izquierda como la derecha practican esta apreciada libertad de una forma saludable. Por todo el mundo el anti-capitalismo y el rechazo a EE.UU. están en declive. En Latinoamérica, exceptuando a Venezuela y Cuba, las dictaduras de la vieja variedad socialista y fascista han muerto, con reformas de mercado recorriendo a los regímenes que son nominalmente izquierdistas.

La búsqueda de la libertad es simplemente parte de la gran búsqueda de un mundo en el que el respeto por el imperio de la ley y los derechos humanos sea universal, un mundo libre de dictadores, terroristas, militaristas y fanáticos, en el cual los hombres y mujeres de todas las nacionalidades, razas, tradiciones y credos puedan coexistir en la cultura de la libertad, en donde las fronteras den paso a puentes que la gente cruce para alcanzar sus metas, limitados únicamente por el libre albedrío y el respeto por los derechos del otro. Es una búsqueda a la que he dedicado mi escritura y que muchos han notado. ¿Pero acaso no es una búsqueda a la que todos deberíamos dedicar nuestras vidas? La respuesta es clara cuando vemos lo que está en juego.

Mario Vargas Llosa, Premio Nóbel de literatura 2010, recibirá el premio Alexis de Tocqueville el 15 de noviembre de 2011 durante la celebración del 25 aniversario de The Independent Institute. Escribió este ensayo para esa ocasión

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