Como dos economistas interesados en temas atinentes a la inmigración, uno oriundo de Alabama por nacimiento, hemos estado atentos a la furia que rodea la nueva ley inmigratoria de ese estado. Sus defensores la promocionan como una cuestión de orden público y prometen que “salvará empleos”. Hay en juego un interrogante mayor: ¿Deberíamos en primer término estar siquiera restringiendo la inmigración?
Las restricciones estadounidenses a la inmigración son de larga data, pero nunca han sido una buena idea. El economista Thomas Leonard documenta cómo incluso algunos economistas de la Era Progresista apoyaron restricciones a la inmigración y salarios mínimos ya que deseaban dejar a los miembros de lo que ellos denominaban “carreras por los bajos salarios” fuera del mercado laboral estadounidense. Reformadores estadounidenses que izaron la escalerilla a comienzos del siglo 20, condenaron a muchos potenciales inmigrantes y estadounidenses nativos a vidas más pobres y menos plenas que las que habrían tenido si los Estados Unidos hubiesen dado la bienvenida a más inmigrantes.
Los temores de que los inmigrantes arruinarán nuestra economía son probablemente la principal razón por la que importantes barreras a la inmigración legal subsisten en los libros. Pero los inmigrantes no toman nuestros trabajos, reducen nuestros salarios ni deprimen la economía estadounidense.
Virtualmente todos los economistas que estudian la inmigración encuentran que ella produce un impacto pequeño pero positivo sobre la economía. Debería ser obvio que los inmigrantes no les roban los puestos de trabajo a los nativos. Desde 1950, la fuerza de trabajo se ha más que duplicado pero el desempleo en el largo plazo es esencialmente el mismo. A medida que hemos añadido más trabajadores, hemos adicionado más puestos de trabajo.
Los inmigrantes tienden a ser o bien altamente calificados o poco calificados; los estadounidenses tienden a situarse más hacia el centro de la distribución de habilidades. Esto significa que los inmigrantes no son sustitutos de la mano de obra estadounidense sino que, en cambio, liberan a la mano de obra estadounidense para realizar trabajos en los que es más productiva. Esa es una razón por la cual los economistas no encuentran que la inmigración deprima los salarios de los nativos.
Tal como lo han señalado una serie de economistas, los inmigrantes no “hacen trabajos que los estadounidenses no harían”. Ellos realizan tareas que no existirían si los inmigrantes no estuviesen allí para hacerlas. Al hacer la vida más difícil para una población de inmigrantes indocumentados, el gobierno del estado ha asegurado que las futuras generaciones de residentes de Alabama sean más pobres de lo que lo serían de otro modo.>/p>
El último refugio de los defensores de la nueva legislación de Alabama es manifestar que ésta no se refiere a la inmigración per se, sino a la inmigración ilegal. Tal vez usted reconoce que somos una nación de inmigrantes pero asevera que sus antepasados vinieron aquí legalmente. Ello evade el problema. Mudarse legalmente a los Estados Unidos en el siglo 19 y mudarse a los Estados Unidos de manera legal en el siglo 21 son dos cometidos muy diferentes. Estamos dispuestos a apostar que nuestros antepasados—y los suyos—se encontrarían en la misma posición que muchos inmigrantes potenciales de hoy: la entrada efectivamente denegada por capas y capas de burocracia.
Los defensores de las restricciones podrían insistir en que las restricciones son sin embargo la ley, pero un montón de cosas inmorales y desacertadas—como la esclavitud y Jim Crow*—solían ser “la ley”. Repitiendo simplemente “¿qué parte de ‘ilegal’ no comprende usted?! implica omitir la verdadera pregunta: ¿Por qué la ley torna ilegal el hecho de migrar hacia aquí? Los inmigrantes son una bendición para nuestra economía y las estricciones a la inmigración parecen tan inmorales como muchas otras leyes del pasado. Sí, la parte “ilegal” de la inmigración ilegal es un problema. Los legisladores de Alabama están resolviéndola de la manera incorrecta. Como nuestro amigo Mark LeBar, un filósofo de la Ohio University, ha dicho, la inmigración ilegal es uno de los muy pocos temas que realmente se soluciona con una varita mágica: Legalizarla.
Nota del traductor:
*El término Jim Crow surgió en 1830 y se convirtió en un símbolo de la segregación racial aplicada en los estados sureños de los Estados Unidos. La expresión “Leyes de Jim Crow” hacía referencia a todo el aparato legislativo que posibilitaba la segregación racial en los lugares públicos.
Traducido por Gabriel Gasave
De todos modos, ¿por qué es ilegal la inmigración?
Como dos economistas interesados en temas atinentes a la inmigración, uno oriundo de Alabama por nacimiento, hemos estado atentos a la furia que rodea la nueva ley inmigratoria de ese estado. Sus defensores la promocionan como una cuestión de orden público y prometen que “salvará empleos”. Hay en juego un interrogante mayor: ¿Deberíamos en primer término estar siquiera restringiendo la inmigración?
Las restricciones estadounidenses a la inmigración son de larga data, pero nunca han sido una buena idea. El economista Thomas Leonard documenta cómo incluso algunos economistas de la Era Progresista apoyaron restricciones a la inmigración y salarios mínimos ya que deseaban dejar a los miembros de lo que ellos denominaban “carreras por los bajos salarios” fuera del mercado laboral estadounidense. Reformadores estadounidenses que izaron la escalerilla a comienzos del siglo 20, condenaron a muchos potenciales inmigrantes y estadounidenses nativos a vidas más pobres y menos plenas que las que habrían tenido si los Estados Unidos hubiesen dado la bienvenida a más inmigrantes.
Los temores de que los inmigrantes arruinarán nuestra economía son probablemente la principal razón por la que importantes barreras a la inmigración legal subsisten en los libros. Pero los inmigrantes no toman nuestros trabajos, reducen nuestros salarios ni deprimen la economía estadounidense.
Virtualmente todos los economistas que estudian la inmigración encuentran que ella produce un impacto pequeño pero positivo sobre la economía. Debería ser obvio que los inmigrantes no les roban los puestos de trabajo a los nativos. Desde 1950, la fuerza de trabajo se ha más que duplicado pero el desempleo en el largo plazo es esencialmente el mismo. A medida que hemos añadido más trabajadores, hemos adicionado más puestos de trabajo.
Los inmigrantes tienden a ser o bien altamente calificados o poco calificados; los estadounidenses tienden a situarse más hacia el centro de la distribución de habilidades. Esto significa que los inmigrantes no son sustitutos de la mano de obra estadounidense sino que, en cambio, liberan a la mano de obra estadounidense para realizar trabajos en los que es más productiva. Esa es una razón por la cual los economistas no encuentran que la inmigración deprima los salarios de los nativos.
Tal como lo han señalado una serie de economistas, los inmigrantes no “hacen trabajos que los estadounidenses no harían”. Ellos realizan tareas que no existirían si los inmigrantes no estuviesen allí para hacerlas. Al hacer la vida más difícil para una población de inmigrantes indocumentados, el gobierno del estado ha asegurado que las futuras generaciones de residentes de Alabama sean más pobres de lo que lo serían de otro modo.>/p>
El último refugio de los defensores de la nueva legislación de Alabama es manifestar que ésta no se refiere a la inmigración per se, sino a la inmigración ilegal. Tal vez usted reconoce que somos una nación de inmigrantes pero asevera que sus antepasados vinieron aquí legalmente. Ello evade el problema. Mudarse legalmente a los Estados Unidos en el siglo 19 y mudarse a los Estados Unidos de manera legal en el siglo 21 son dos cometidos muy diferentes. Estamos dispuestos a apostar que nuestros antepasados—y los suyos—se encontrarían en la misma posición que muchos inmigrantes potenciales de hoy: la entrada efectivamente denegada por capas y capas de burocracia.
Los defensores de las restricciones podrían insistir en que las restricciones son sin embargo la ley, pero un montón de cosas inmorales y desacertadas—como la esclavitud y Jim Crow*—solían ser “la ley”. Repitiendo simplemente “¿qué parte de ‘ilegal’ no comprende usted?! implica omitir la verdadera pregunta: ¿Por qué la ley torna ilegal el hecho de migrar hacia aquí? Los inmigrantes son una bendición para nuestra economía y las estricciones a la inmigración parecen tan inmorales como muchas otras leyes del pasado. Sí, la parte “ilegal” de la inmigración ilegal es un problema. Los legisladores de Alabama están resolviéndola de la manera incorrecta. Como nuestro amigo Mark LeBar, un filósofo de la Ohio University, ha dicho, la inmigración ilegal es uno de los muy pocos temas que realmente se soluciona con una varita mágica: Legalizarla.
Nota del traductor:
*El término Jim Crow surgió en 1830 y se convirtió en un símbolo de la segregación racial aplicada en los estados sureños de los Estados Unidos. La expresión “Leyes de Jim Crow” hacía referencia a todo el aparato legislativo que posibilitaba la segregación racial en los lugares públicos.
Traducido por Gabriel Gasave
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