Argentina se aproxima a una elección presidencial que puede poner fin al régimen populista encabezado por Cristina Fernández de Kirchner (quien sucedió a su difunto esposo, Néstor Kirchner), un caso práctico sobre la demagogia, el abuso de poder y la destrucción económica. El final de su control equivaldría a una liberación para los argentinos y otros latinoamericanos que padecen las peores formas del populismo autocrático de izquierdas.
Aunque la elección presidencial se llevará a cabo en octubre, las elecciones primarias, que son abiertas, simultáneas y obligatorias, tienen lugar a principios de agosto. Por lo tanto, los resultados tienen un valor predictor mucho más fuerte que en otros países.
La estrategia de la señora Kirchner es clara. Impedida, constitucionalmente, de postularse nuevamente a la presidencia, está a regañadientes apoyando como candidato presidencial al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, un hombre de su propio partido ampliamente percibido como representante de una rama menos fanatizada del peronismo.
Se necesitan mutuamente: Él es el único peronista que no se ha puesto abiertamente en contra de ella y cuenta con un significativo apoyo popular, mientras que ella controla un aparato sin el cual él no podría competir seriamente. Pero ella lleva la voz cantante, habiéndole impuesto un candidato a la vicepresidencia así como también los candidatos parlamentarios.
El rival de Scioli es Mauricio Macri, el centroderechista alcalde de Buenos Aires y ex presidente del Boca Juniors, un popular equipo de fútbol. Macri posee un impresionante grupo de colaboradores preparados para desmantelar una gran parte del sistema actual, que está basado en el clientelismo, una sofocante intervención gubernamental en la economía y la erosión de las instituciones republicanas. Ha construido una coalición de su partido, el PRO; la bien establecida y tradicional Unión Cívica Radical; y dirigentes como Elisa Carrió, que cuenta con credenciales de centroizquierda y ha sido vista desde hace mucho tiempo como un enemigo de los políticos corruptos. La articulación de esta coalición improbable es uno de los mayores logros de Macri.
Scioli y Macri están cabeza a cabeza. Los votantes que probablemente decidirán todo son los que actualmente apoyan a Sergio Massa, un peronista disidente que derrotó al gobierno en los comicios de medio término en 2013 y procuró formar una alianza con Macri pero ésta fue rechazada con el argumento de que él ha estado demasiado cerca de la señora Kirchner durante demasiado tiempo. Estos votantes se inclinan hacia el populismo, pero resienten los impulsos autocráticos de la facción de Kirchner y sienten las consecuencias económicas de muchos años de mala gestión. También tienden a desconfiar del neoliberalismo, tal como los partidarios del libre mercado suelen ser llamados en América Latina, y han sido influenciados por la demonización de la derecha bajo el gobierno actual.
Las primarias dirán si el Massa cuenta con el apoyo suficiente como para seguir siendo un actor principal o si, como algunas encuestas lo indican, su atractivo se está desvaneciendo. En este último caso, el resultado indicará si la mayoría de sus partidarios se inclina hacia Macri. Si no es así, a la Sra Kirchner se le hará agua la boca ante la perspectiva de que Scioli atraiga de nuevo hacia ella, aunque sea indirectamente, a los votantes que una vez le dieron una posición dominante en la política argentina.
Este escenario sería una pesadilla para millones de personas que están hartas de las calamidades que han sufrido—la inflación, el colapso de su moneda, la escasa inversión y, últimamente, un crecimiento económico cero, así como un clima de permanente intimidación. Su última esperanza sería que Scioli traicione a la Sra. Kirchner y comience la “deskirchnerización” del Estado.
Mi corazonada es que incluso si los partidarios de Massa (que provienen de la provincia de Buenos Aires, un bastión del peronismo a la antigua) se inclinan hacia el populismo, la perspectiva de un cambio real triunfará sobre la desconfianza al liberalismo. Y si las primarias producen un resultado decepcionante para él, no resulta inconcebible en absoluto que Massa se retire y aúne fuerzas con Macri. Después de todo, Massa sabe que una victoria de Scioli le dará a la Sra. Kirchner, su acérrima enemiga, el poder de ir tras él.
Traducido por Gabriel Gasave
Las primarias argentinas establecerán el marco para el voto a presidente
Argentina se aproxima a una elección presidencial que puede poner fin al régimen populista encabezado por Cristina Fernández de Kirchner (quien sucedió a su difunto esposo, Néstor Kirchner), un caso práctico sobre la demagogia, el abuso de poder y la destrucción económica. El final de su control equivaldría a una liberación para los argentinos y otros latinoamericanos que padecen las peores formas del populismo autocrático de izquierdas.
Aunque la elección presidencial se llevará a cabo en octubre, las elecciones primarias, que son abiertas, simultáneas y obligatorias, tienen lugar a principios de agosto. Por lo tanto, los resultados tienen un valor predictor mucho más fuerte que en otros países.
La estrategia de la señora Kirchner es clara. Impedida, constitucionalmente, de postularse nuevamente a la presidencia, está a regañadientes apoyando como candidato presidencial al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, un hombre de su propio partido ampliamente percibido como representante de una rama menos fanatizada del peronismo.
Se necesitan mutuamente: Él es el único peronista que no se ha puesto abiertamente en contra de ella y cuenta con un significativo apoyo popular, mientras que ella controla un aparato sin el cual él no podría competir seriamente. Pero ella lleva la voz cantante, habiéndole impuesto un candidato a la vicepresidencia así como también los candidatos parlamentarios.
El rival de Scioli es Mauricio Macri, el centroderechista alcalde de Buenos Aires y ex presidente del Boca Juniors, un popular equipo de fútbol. Macri posee un impresionante grupo de colaboradores preparados para desmantelar una gran parte del sistema actual, que está basado en el clientelismo, una sofocante intervención gubernamental en la economía y la erosión de las instituciones republicanas. Ha construido una coalición de su partido, el PRO; la bien establecida y tradicional Unión Cívica Radical; y dirigentes como Elisa Carrió, que cuenta con credenciales de centroizquierda y ha sido vista desde hace mucho tiempo como un enemigo de los políticos corruptos. La articulación de esta coalición improbable es uno de los mayores logros de Macri.
Scioli y Macri están cabeza a cabeza. Los votantes que probablemente decidirán todo son los que actualmente apoyan a Sergio Massa, un peronista disidente que derrotó al gobierno en los comicios de medio término en 2013 y procuró formar una alianza con Macri pero ésta fue rechazada con el argumento de que él ha estado demasiado cerca de la señora Kirchner durante demasiado tiempo. Estos votantes se inclinan hacia el populismo, pero resienten los impulsos autocráticos de la facción de Kirchner y sienten las consecuencias económicas de muchos años de mala gestión. También tienden a desconfiar del neoliberalismo, tal como los partidarios del libre mercado suelen ser llamados en América Latina, y han sido influenciados por la demonización de la derecha bajo el gobierno actual.
Las primarias dirán si el Massa cuenta con el apoyo suficiente como para seguir siendo un actor principal o si, como algunas encuestas lo indican, su atractivo se está desvaneciendo. En este último caso, el resultado indicará si la mayoría de sus partidarios se inclina hacia Macri. Si no es así, a la Sra Kirchner se le hará agua la boca ante la perspectiva de que Scioli atraiga de nuevo hacia ella, aunque sea indirectamente, a los votantes que una vez le dieron una posición dominante en la política argentina.
Este escenario sería una pesadilla para millones de personas que están hartas de las calamidades que han sufrido—la inflación, el colapso de su moneda, la escasa inversión y, últimamente, un crecimiento económico cero, así como un clima de permanente intimidación. Su última esperanza sería que Scioli traicione a la Sra. Kirchner y comience la “deskirchnerización” del Estado.
Mi corazonada es que incluso si los partidarios de Massa (que provienen de la provincia de Buenos Aires, un bastión del peronismo a la antigua) se inclinan hacia el populismo, la perspectiva de un cambio real triunfará sobre la desconfianza al liberalismo. Y si las primarias producen un resultado decepcionante para él, no resulta inconcebible en absoluto que Massa se retire y aúne fuerzas con Macri. Después de todo, Massa sabe que una victoria de Scioli le dará a la Sra. Kirchner, su acérrima enemiga, el poder de ir tras él.
Traducido por Gabriel Gasave
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