Mientras los rusos concentran 100.000 efectivos cerca de Ucrania y los medios de comunicación occidentales siguen vilipendiando al hombre fuerte ruso Vladimir Putin, la culpa de la actual crisis en Europa del Este está siendo atribuida exclusivamente a Rusia. Una invasión rusa de toda o parte de Ucrania sería una agresión horrible e innecesaria contra un Estado soberano, especialmente cuando las fuerzas armadas de esa nación representan poca amenaza para Rusia. Sin embargo, poco reconocida en los medios de comunicación occidentales y en los círculos de la élite de Occidente, especialmente en las capitales de los países que componen la alianza de la OTAN liderada por los Estados Unidos, es una parte occidental de la culpa de la crisis actual.
Para cesar en su amenaza de invasión, Putin ha exigido que la OTAN renuncie formalmente a la incorporación de Ucrania y Georgia a la alianza y a los despliegues y movimientos de tropas en los países de la OTAN cercanos a Rusia. George W. Bush prometió tontamente en 2008 que esos países acabarían siendo aceptados en la alianza. Igualmente cuestionable fue la reiteración de esa promesa por parte de los Estados Unidos en el verano (boreal) de 2021. Este último pronunciamiento probablemente desencadenó la acumulación de efectivos rusos en tres lados de Ucrania.
Rusia ha considerado desde hace tiempo que Ucrania es muy estratégica. Una parte significativa de la capacidad industrial y agrícola de la antigua Unión Soviética se encontraba en Ucrania, además de una base naval muy importante en el Mar Negro, en Crimea, que Rusia, por medio de la fuerza armada en 2014, devolvió a Rusia por primera vez desde la década de 1950. Igualmente importante es el hecho de que Putin, a pesar de ser un déspota autocrático desagradable, tiene genuinas preocupaciones de seguridad en los accesos al oeste de Rusia, que incluye la capital, Moscú. A lo largo de los siglos, Rusia ha sido invadida desde el terreno llano de Europa del Este, incluyendo lo que actualmente son los países bálticos, Polonia, Bielorrusia y Ucrania. El francés Napoleón Bonaparte llegó hasta Moscú antes de que el invierno le hiciera retroceder; los alemanes en la Primera Guerra Mundial amenazaron el oeste de Rusia y obligaron a los rusos a retirarse del conflicto; y los rusos perdieron entre 25 y 28 millones de almas al detener la devastadora invasión multidimensional de norte a sur de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la insegura posición geográfica de Rusia y su historia de invasiones fueron completamente ignoradas por la OTAN cuando marchó triunfalmente hacia el este después de la Guerra Fría, incluso hasta las mismas fronteras de Rusia. Las declaraciones de la OTAN de que las esferas de influencia de las grandes potencias son cosa del pasado y de que la política de puertas abiertas de la alianza permite que cada nación escoja los países con los que desea asociarse son meras necedades que niegan las realidades históricas de las relaciones internacionales. La razón por la que Putin también ha amenazado con enviar efectivos rusos a Cuba y Venezuela es para dramatizar la continua esfera de influencia de los Estados Unidos sobre todo un hemisferio global -el hemisferio occidental- desde 1823 y demostrar que los Estados Unidos no apreciarían tropas hostiles, alianzas o armas nucleares en alguna parte de esta región. El comportamiento de los Estados Unidos durante la crisis de los misiles en Cuba demostró ampliamente este último escenario, y la amenaza de que México, justo en la frontera estadounidense, entrara en una alianza hostil con la Alemania del Kaiser contribuyó a estimular el ingreso de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Las esferas de influencia de las grandes potencias, a pesar de la ingenua e interesada retórica internacionalista en sentido contrario, están lejos de ser obsoletas. Siguen siendo ampliamente reconocidas por los expertos en asuntos internacionales como la cruda realidad en circunstancias internacionales anárquicas, y que proporcionan la mejor oportunidad para la paz entre las grandes potencias rivales, dado un entorno tan destemplado.
Tras el colapso de la Unión Soviética y su rival alianza del Pacto de Varsovia al final de la Guerra Fría, en lugar de la expansión triunfalista hacia las inseguras fronteras occidentales de Rusia, la OTAN debería haberse disuelto o admitido a la mayor parte de los países europeos, incluida Rusia. Esto habría evitado su propósito militar del Artículo V y habría hecho de la OTAN sólo un foro diplomático de resolución de problemas para Europa. Este último enfoque habría sido equivalente a la cordial acogida de Francia en Europa tras las Guerras Napoleónicas (una agresión mucho más grave que la que los soviéticos emprendieron durante la Guerra Fría), que condujo a un siglo sin guerras europeas importantes desde 1815 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. En cambio, tras la Guerra Fría, la OTAN liderada por los Estados Unidos optó por restregar la nariz de Rusia en la derrota, como hicieron las potencias aliadas con la Alemania del Kaiser tras la Primera Guerra Mundial. El trágico resultado: el ascenso de Adolf Hitler y la Segunda Guerra Mundial.
Esta humillación de Rusia mediante la ampliación de una alianza hostil contribuyó a liderar un esfuerzo fallido de democratización durante la década de 1990 y a la asunción del poder por parte de Putin, un nacionalista de tendencia autocrática, en 1999. Con el renovado pronunciamiento de la Casa Blanca en el verano (boreal) de 2021 de que Ucrania acabaría ingresando a la OTAN, Putin -para evitar esta absorción- ha intensificado su partición de la OTAN hasta la posibilidad muy real de una invasión de Ucrania.
El enorme error de la OTAN es ahora evidente. Las opciones de los Estados Unidos se encuentran limitadas en la actualidad a tratar de llegar a un acuerdo entre bastidores para asegurar a Putin que la OTAN nunca admitirá a Ucrania, arriesgándose a que se le acuse de apaciguamiento si resuelta expuesto, o a acelerar la exportación de armas a Ucrania para librar una guerra de guerrillas si Putin invade, arriesgándose a una escalada entre la alianza y Rusia en otras partes.
Debemos ser honestos con nosotros mismos: La innecesaria expansión de la OTAN contribuyó a crear la crisis actual.
Traducido por Gabriel Gasave
La OTAN tiene cierta responsabilidad en la crisis de Ucrania
Mientras los rusos concentran 100.000 efectivos cerca de Ucrania y los medios de comunicación occidentales siguen vilipendiando al hombre fuerte ruso Vladimir Putin, la culpa de la actual crisis en Europa del Este está siendo atribuida exclusivamente a Rusia. Una invasión rusa de toda o parte de Ucrania sería una agresión horrible e innecesaria contra un Estado soberano, especialmente cuando las fuerzas armadas de esa nación representan poca amenaza para Rusia. Sin embargo, poco reconocida en los medios de comunicación occidentales y en los círculos de la élite de Occidente, especialmente en las capitales de los países que componen la alianza de la OTAN liderada por los Estados Unidos, es una parte occidental de la culpa de la crisis actual.
Para cesar en su amenaza de invasión, Putin ha exigido que la OTAN renuncie formalmente a la incorporación de Ucrania y Georgia a la alianza y a los despliegues y movimientos de tropas en los países de la OTAN cercanos a Rusia. George W. Bush prometió tontamente en 2008 que esos países acabarían siendo aceptados en la alianza. Igualmente cuestionable fue la reiteración de esa promesa por parte de los Estados Unidos en el verano (boreal) de 2021. Este último pronunciamiento probablemente desencadenó la acumulación de efectivos rusos en tres lados de Ucrania.
Rusia ha considerado desde hace tiempo que Ucrania es muy estratégica. Una parte significativa de la capacidad industrial y agrícola de la antigua Unión Soviética se encontraba en Ucrania, además de una base naval muy importante en el Mar Negro, en Crimea, que Rusia, por medio de la fuerza armada en 2014, devolvió a Rusia por primera vez desde la década de 1950. Igualmente importante es el hecho de que Putin, a pesar de ser un déspota autocrático desagradable, tiene genuinas preocupaciones de seguridad en los accesos al oeste de Rusia, que incluye la capital, Moscú. A lo largo de los siglos, Rusia ha sido invadida desde el terreno llano de Europa del Este, incluyendo lo que actualmente son los países bálticos, Polonia, Bielorrusia y Ucrania. El francés Napoleón Bonaparte llegó hasta Moscú antes de que el invierno le hiciera retroceder; los alemanes en la Primera Guerra Mundial amenazaron el oeste de Rusia y obligaron a los rusos a retirarse del conflicto; y los rusos perdieron entre 25 y 28 millones de almas al detener la devastadora invasión multidimensional de norte a sur de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la insegura posición geográfica de Rusia y su historia de invasiones fueron completamente ignoradas por la OTAN cuando marchó triunfalmente hacia el este después de la Guerra Fría, incluso hasta las mismas fronteras de Rusia. Las declaraciones de la OTAN de que las esferas de influencia de las grandes potencias son cosa del pasado y de que la política de puertas abiertas de la alianza permite que cada nación escoja los países con los que desea asociarse son meras necedades que niegan las realidades históricas de las relaciones internacionales. La razón por la que Putin también ha amenazado con enviar efectivos rusos a Cuba y Venezuela es para dramatizar la continua esfera de influencia de los Estados Unidos sobre todo un hemisferio global -el hemisferio occidental- desde 1823 y demostrar que los Estados Unidos no apreciarían tropas hostiles, alianzas o armas nucleares en alguna parte de esta región. El comportamiento de los Estados Unidos durante la crisis de los misiles en Cuba demostró ampliamente este último escenario, y la amenaza de que México, justo en la frontera estadounidense, entrara en una alianza hostil con la Alemania del Kaiser contribuyó a estimular el ingreso de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Las esferas de influencia de las grandes potencias, a pesar de la ingenua e interesada retórica internacionalista en sentido contrario, están lejos de ser obsoletas. Siguen siendo ampliamente reconocidas por los expertos en asuntos internacionales como la cruda realidad en circunstancias internacionales anárquicas, y que proporcionan la mejor oportunidad para la paz entre las grandes potencias rivales, dado un entorno tan destemplado.
Tras el colapso de la Unión Soviética y su rival alianza del Pacto de Varsovia al final de la Guerra Fría, en lugar de la expansión triunfalista hacia las inseguras fronteras occidentales de Rusia, la OTAN debería haberse disuelto o admitido a la mayor parte de los países europeos, incluida Rusia. Esto habría evitado su propósito militar del Artículo V y habría hecho de la OTAN sólo un foro diplomático de resolución de problemas para Europa. Este último enfoque habría sido equivalente a la cordial acogida de Francia en Europa tras las Guerras Napoleónicas (una agresión mucho más grave que la que los soviéticos emprendieron durante la Guerra Fría), que condujo a un siglo sin guerras europeas importantes desde 1815 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. En cambio, tras la Guerra Fría, la OTAN liderada por los Estados Unidos optó por restregar la nariz de Rusia en la derrota, como hicieron las potencias aliadas con la Alemania del Kaiser tras la Primera Guerra Mundial. El trágico resultado: el ascenso de Adolf Hitler y la Segunda Guerra Mundial.
Esta humillación de Rusia mediante la ampliación de una alianza hostil contribuyó a liderar un esfuerzo fallido de democratización durante la década de 1990 y a la asunción del poder por parte de Putin, un nacionalista de tendencia autocrática, en 1999. Con el renovado pronunciamiento de la Casa Blanca en el verano (boreal) de 2021 de que Ucrania acabaría ingresando a la OTAN, Putin -para evitar esta absorción- ha intensificado su partición de la OTAN hasta la posibilidad muy real de una invasión de Ucrania.
El enorme error de la OTAN es ahora evidente. Las opciones de los Estados Unidos se encuentran limitadas en la actualidad a tratar de llegar a un acuerdo entre bastidores para asegurar a Putin que la OTAN nunca admitirá a Ucrania, arriesgándose a que se le acuse de apaciguamiento si resuelta expuesto, o a acelerar la exportación de armas a Ucrania para librar una guerra de guerrillas si Putin invade, arriesgándose a una escalada entre la alianza y Rusia en otras partes.
Debemos ser honestos con nosotros mismos: La innecesaria expansión de la OTAN contribuyó a crear la crisis actual.
Traducido por Gabriel Gasave
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